Cuesta creer que Podemos sólo existe desde hace poco más de una semana. Este nuevo «movimiento ciudadano» ha sido presentado en actos rebosantes en diversas ciudades, ha conseguido tener más seguimiento en Facebook que todos los demás partidos (lo que dice mucho sobre la profundidad de la actual crisis de régimen), y se han empezado […]
Cuesta creer que Podemos sólo existe desde hace poco más de una semana. Este nuevo «movimiento ciudadano» ha sido presentado en actos rebosantes en diversas ciudades, ha conseguido tener más seguimiento en Facebook que todos los demás partidos (lo que dice mucho sobre la profundidad de la actual crisis de régimen), y se han empezado a crear ‘círculos’ locales.
También la creación de Podemos ha sido polémica en la izquierda, con dirigentes de IU llamando a la propuesta de integrarse en este movimiento «una OPA hostil» basada en jugar «la carta de moda» de «las primarias» y autores comunistas tradicionales acusando a Pablo Iglesias de haberse aliado con «los trotskistas imperialistas de IA».
A la vez, también ha habido duras críticas desde autores más radicales muy ligados al ya reducido 15-M, entre ellos Carlos Taibo y el colectivo Madrilonia, que considero importantes compañeros y compañeras de lucha. Sus artículos polémicos ya han recibido replicas por Santiago Alba Rico y Eduardo Maura y Germán Cayo, y animo a la lectura de este interesantísimo debate, pero creo que es necesario añadir unas observaciones sobre la lucha y la coyuntura políticas y el papel de Podemos en ellas. Por razones de espacio lo haré de forma algo esquemática.
¿Podemos abstenernos de la política electoral?
El artículo de Taibo gira alrededor de su declarada falta de interés por las «elecciones, parlamentos e instituciones» a los cuales él contrapone «la organización desde abajo», «la autogestión», «la acción directa» y «el apoyo mutuo». Aquí claramente se están creando dicotomías falsas pues en la práctica vemos muchos ejemplos donde se solapan las intervenciones. Solo hay que ver los ejemplos de las CUP (la combinación de práctica municipalista y David Fernández agitando su zapato en una comisión parlamentaria) o la participación de Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda, en las ocupaciones de supermercados del SAT. ¿Ellos también sufren del «vicio» institucional de que habla Carlos? ¿Son parte del problema? Claro que no.
La otra cuestión es si podemos dejar la oposición al bipartidismo a IU (y su afán sistemático de pactar con la socialdemocracia). Los defensores de Podemos avisan que si sigue bloqueada la representación de las clases populares, puede aprovechar el vacío la ultraderecha. Estas cuestiones no son secundarias: lo que ocurre en la política «oficial» (o burguesa) y la consciencia política y de clase de la sociedad no son esferas separadas. Para Alba Rico estamos en «una encrucijada en la que el bipartidismo de izquierdas no puede conquistar ni el poder ni la calle» pero donde la gente no tiene «muy claro el horizonte de ruptura con el capitalismo que exigen las circunstancias.»
Por tanto, además de potenciar las movilizaciones y la autoorganización desde abajo tenemos que batallar por la hegemonía ideológica y por bloquear el paso a los partidos neoliberales y reaccionarios que intentan confundir, asustar y reprimir a la población y a la respuesta social, una lucha que se puede beneficiar mucho si se presenta a las elecciones. Si así conseguimos empujar el debate político dominante más a la izquierda (o polarizarlo más), podemos animar la lucha y la autoorganización. Si los procesos «destituyente» y «constituyente» están más avanzados en Catalunya en parte es por la convocatoria «oficial» (desde arriba) del «proceso soberanista» (aunque éste también ha sido impulsado y sostenido desde la movilización). El ejemplo demuestra la relación dialéctica entre la política «desde arriba» y «desde abajo».
Con lo anterior no estoy defendiendo que el objetivo práctico debe ser conseguir «mayorías parlamentarias». Si se convierte en fija esta idea que ya está presente en los discursos de Podemos y el Procés Constiuent en Catalunya, y estos proyectos crecen electoralmente, crecerán las presiones (desde dentro y especialmente fuera de estos proyectos) a favor de suavizar las propuestas políticas y desligarse de los movimientos radicales, camino deslizante por el que pasa Syriza en estos momentos. Por lo tanto, en muchos sentidos es preferible el modelo de las CUP, que se basa no en llegar al gobierno sino en ser «altavoz» de los movimientos en las instituciones, o un «caballo de Troya». Como destaca Alba Rico, «no se trata de ganar elecciones, sino de tomar el poder» y el poder se sitúa principalmente fuera del parlamento que es donde la intervención política debe centrarse.
Por una lenta impaciencia
Madrilonia, colectivo que desde hace meses ha estado impulsando una red política orientada a los movimientos sociales (En Red), ha tildado de «impaciente» la creación de Podemos y de romper ciertas dinámicas de construcción en que también participaba uno de los colectivos impulsores de Podemos, IA. Comparto con Madrilonia, colectivo que respeto mucho, que cuando se construye desde la base y con el tiempo necesario seguramente se cree un proyecto más solido (como ha pasado con las CUP), y la apuesta menos meditada y más ambiciosa de Podemos conlleva no pocos riesgos.
No obstante, me parece que Maura y Cayo aciertan en señalar la contradicción de Madrilonia de reconocer la «urgencia» de la crisis social pero proponer un proceso largo de construcción (citando como ejemplo positivo la construcción zapatista). Podemos agregar que una respuesta demasiado lenta puede hacer que la actual «ventana de oportunidad política» se cierre o se complique, por ejemplo si la intención de voto de IU sigue creciendo y ayudando a que el descontento político siga canalizándose por las vías políticas tradicionales y menos democráticas. El revolucionario francés Daniel Bensaïd defendía la necesidad de una «lenta impaciencia» en «el arte de la estrategia política» que podemos interpretar para decir que las cosas se deben hacer sin apresurase pero sin esperar hasta que el momento pase.
La cuestión «mediática»
Se ha destacado mucho el papel de la proyección mediática de Iglesias en la articulación inicial del proyecto y en su impacto posterior, y es innegable que haya tenido peso. No obstante, debemos evitar despolitizar lo que ocurre y exagerar el tema «medios». Si Podemos impacta tanto es también por una serie de cuestiones políticas/estratégicas: la trayectoria de sus máximos impulsores en diversos movimientos (algo no aplicable a la dirección de IU), un manifiesto basado en las aspiraciones y las formas de movimientos como el 15-M y la PAH (aunque queda por comprobar la democracia interna de Podemos), la positividad y ambición de la propuesta (rompiendo las dinámicas tradicionalmente pesimistas de la izquierda combativa), su vocación estatal y no solo local (opción en consonancia con la organización territorial de nuestros enemigos de clase) y, también hay que decirlo, cierto populismo en los planteamientos de Pablo (tema que se tendría que analizar en otra ocasión).
Estos elementos juntos explican porqué Podemos está consiguiendo posicionarse para canalizar los deseos de muchas de las personas que llenaban las plazas en 2011. También, hay que añadir que la implantación de Pablo en medios convencionales no era fortuita. Los medios tienen el papel de preservar la hegemonía del 1%, pero también son empresas que compiten con otras por el mercado. Por consecuencia, a veces necesitan responder a cambios en la sociedad (por muy insuficiente que este proceso sea) y la inclusión y promoción de Pablo en tertulias se debe en parte a la popularidad de sus intervenciones televisas (entre ellas en La Tuerka y Fort Apache). O sea que aquí los medios han amplificado los hechos, no los han creado, lo cual debe ayudar a poner lo que ha pasado en perspectiva, no animar la complacencia sobre el «uso» siempre peliagudo de los medios tradicionales.
No al fatalismo radical
El último problema con algunas de las críticas es caer en lo que Alba Rico llama la «condena preventiva»,es decir cierto fatalismo según el cual las decepciones «siempre se repiten» en la política. Leyendo la propuesta de Iglesias para los círculos Podemos me parece que existe bastante margen para la inclusión de distintas sensibilidades (y hasta organizaciones y redes ya existentes) y para la «autonomía» local de los círculos. Aunque el proyecto se haya lanzado en parte «desde arriba» existe la promesa de crear mecanismos para que el proceso sea «desde abajo». Sin ser ingenuos sobre esta contradicción (que ha sido problemática en la izquierda latinoamericana, una clara fuente de inspiración para algunos estrategas de Podemos) mi actitud sería probémoslo seriamente, y si no sale bien probemos otra cosa. Una reacción más pasiva me parecería de poco compromiso y de poca valentía en un momento histórico que no nos lo permite.
Luke Stobart (@CaminoCielos) es militante de En lluita / En lucha
Fuente: http://enlucha.org/articulos/
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