1. El poder se muestra siempre como ilusión, como constructo imaginario que produce obediencia, pero esa obediencia depende siempre de determinadas condiciones. La ilusión, como toda representación, consiste en tomar una cosa por otra. Todo poder como dice Calderón repitiendo a los teólogos de la monarquía de derecho divino, «es prestado», depende de un exterior […]
1. El poder se muestra siempre como ilusión, como constructo imaginario que produce obediencia, pero esa obediencia depende siempre de determinadas condiciones. La ilusión, como toda representación, consiste en tomar una cosa por otra. Todo poder como dice Calderón repitiendo a los teólogos de la monarquía de derecho divino, «es prestado», depende de un exterior que puede coincidir con el exterior absoluto que constituye la trascendencia divina o con una realidad mundana. Que todo poder implique un exterior, supone que todo poder es una relación entre potencias en la que una potencia logra captar en su favor otra potencia superior. Sin embargo, quien dice relación dice condiciones, de ahí que un poder absoluto resulte siempre ilusorio.
2. Ilusoria es la taumaturgia de un poder basado supuestamente en la palabra, un poder que se ve como creación de hegemonía a partir de la nada política que, según la hipótesis rectora de la estrategia de Podemos, el laclausismo-errejonismo, constituyen los movimientos sociales y las reivindicaciones populares. Para esta hipótesis, profundamente hobbesiana, la hegemonía reposa en la obediencia de la multitud a la palabra de un amo, o líder que se presenta como significante «vacío». Esta taumaturgia del verbo que se hace carne ignora las articulaciones de la multitud, la producción y las relaciones de cooperación material que unen entre sí a unos cuerpos siempre ya marcados por el lenguaje, así como los conflictos y desencuentros que oponen también entre sí a esos mismos cuerpos. Quien confía en la magia verbal no necesita cuerpo -según los teólogos, Dios es creador porque es incorpóreo- y puede considerar los cuerpos existentes y sus relaciones como un caos inicial, una nada.
3. Sin embargo, la política es encuentro de cuerpos traducido en la articulación o el choque de estos y es insensato entrar en la lid política sin un cuerpo, sin tener en cuenta las coordenadas muy precisas de espacio y tiempo de los cuerpos. La hipótesis estratégica de Podemos consideró los cuerpos y sus espacios como algo superfluo, contrariamente al 15M cuyo mérito principal fue su fuerte implantación en el terreno, en la materialidad de los cuerpos que se encuentran. El errejonismo es un desquiciado culto del mando, así como una teoría y una práctica de la representación y unificación de la multitud por el mando. Su primera tarea fue sustituir los cuerpos presentes en la imponente red de círculos nacida tras la fundación de Podemos como espacio de encuentro físico, de participación política de los cualquiera y de implantación territorial del proyecto, por una telaraña de órganos burocráticos coronada por una pléyade de «secretarios generales». Los círculos tomados en una red de mando se fueron extinguiendo, y con ellos la capilaridad social efectiva de Podemos como organización.
4. El cuerpo de un partido se proyecta en un territorio. El precio de la implantación territorial, para una organización recién nacida como era Podemos, no puede ser, como para los partidos tradicionales, la concesión de favores y la formación de clientelas, sino la conservación deliberada dentro de Podemos de una superficie de contacto con ese «exterior»que da todo su poder al partido y a sus dirigentes: la participación política activa de la multitud, esa gran y única verdadera novedad que aportó Podemos.
5. Podemos ha querido en estas dos últimas elecciones ocupar el lugar del PSOE y lo ha hecho sin tener un cuerpo propio, un verdadero partido articulado en el territorio y dotado de redes de poder materiales. Podemos en su versión post Vistaalegre ha podido ofrecer pequeñas prebendas, cargos a distintos niveles de representación a una pequeña clientela política, comportándose como un partido tradicional, pero sin los medios, el cuerpo, las armas, ni el dinero de un partido del régimen…. Podemos quería disputarle al PSOE el nombre y el espacio de la socialdemocracia, pero ha fracasado en su disputa por este lugar, pues no solo no ha logrado conquistarlo, sino que ha hecho algo mucho peor: cuando la desconfianza en la socialdemocracia era un hecho ampliamente generalizado, la imprudente identificación de Podemos con esta ideología ha resucitado cierta fe en ese proyecto hoy difunto. Una fe que ha permitido dar nueva vida a un PSOE herido de muerte, al que Podemos convirtió en un partido socialdemócrata «respetable» con el que la nueva socialdemocracia de Podemos podría aliarse. Naturalmente, mucha gente prefirió a la copia el original y votó al PSOE, rescatándolo de entre los muertos, e impidiendo el adelantamiento del PSOE por Podemos que la dirección de este partido daba por descontado.
6. La suma de dos insensateces como disputar el terreno simbólico de la socialdemocracia y el terreno material de la red clientelar a una organización con larga historia y un cuerpo tan fuerte como hondamente corrompido condujo a la autolimitación de las posibilidades de desbordamiento y de ruptura política que entrañaba Podemos y a un enorme desaliento. Sin cuerpo no se puede disputar el terreno a un paquidermo político; con prácticas clientelares liliputienses no se sustituye el poder material del PSOE. Podemos ni debe ni puede jugar la carta del clientelismo, sino la de la democracia y la participación activa, la de la cooperación material contra la crisis, la de la solidaridad efectiva. Si ignora que el poder de sus ayer tan compungidos dirigentes es prestado echará definitivamente a perder la oportunidad histórica que supuso su fundación.
Juan Domingo Sánchez Estop, filósofo miembro de Podemos
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.