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El verso y la nómina

Poetas ejecutivos y poetas asalariados. Los casos de Jaime Gil de Biedma y Antonio Gamoneda

Fuentes: Revista Bostezo

El ejecutivo, el meritorio y los poetas I. Según una encuesta reciente del INE, el 80% o así de los empleados españoles trabajan en empresas privadas. II. Tienes perillita, calva de patricio, y eres Jaime Gil de Biedma. Fuiste alto ejecutivo de Tabacalera, una de las escasas grandes empresas que surgieron del colonialismo español, y […]

El ejecutivo, el meritorio y los poetas

I. Según una encuesta reciente del INE, el 80% o así de los empleados españoles trabajan en empresas privadas.

II. Tienes perillita, calva de patricio, y eres Jaime Gil de Biedma. Fuiste alto ejecutivo de Tabacalera, una de las escasas grandes empresas que surgieron del colonialismo español, y tuviste que morir en 1990, de SIDA, uno de los primeros casos de una variante especialmente devastadora. Fuiste poeta, además; ahora eres leyenda, uno de los grandes nombres de tu generación, tal vez de todo el s. XX, tal vez sólo Federico y Luis Cernuda son tan grandes, tal vez… Incluso han hecho una polémica y razonablemente taquillera película de tu vida.

III. Tienes ricitos blancos, aparentas mala hostia, y eres Antonio Gamoneda. Fuiste contable del Banco Mercantil de León más de veinte años. Luego te hicieron un hueco en una diputación provincial, y has acabado con una jubilación mediana a lo sumo, con suerte un poco más acá de la frontera de la dignidad exigida al Estado del Bienestar. Pero eres poeta, eres Premio Cervantes de 2006. Y eres más que nunca una voz polémica en el «mundo de la literatura», eres actualidad, ahora mismo, a tus ochenta años, desde León… El País y El Mundo sacan siempre tus declaraciones combativas, al acecho de Luis García Montero y sus acólitos.

Los 300 de 2009

Unos trescientos españoles publicaron nuevos libros de poesía el año 2009, según un reputado blog del ramo. De estos trescientos señores y señoras, sólo Luis García Montero hace algún dinero con sus libros. Otros veinticinco son profesores de literatura, que incluyen poemarios como mérito curricular. Los demás lo hacen porque sí. En el mejor de los casos, alimentarán una gloria casi inasible entre algunas decenas de conocidos, una gloria diminuta que pagará pocos cafés. ¿De qué viven, estos poetas del porque sí? Muchos, seguro, trabajan en empresas.

Jaime Gil de Biedma, ¿cómo fue tu gestión como ejecutivo de alto nivel en Tabacalera, donde entraste en 1954, tras frustrados intentos de acceder el cuerpo diplomático y a la universidad? Llegaste al puesto gracias a tu padre, gran accionista de la Compañía, altísimo burgués y semi-arístocrata. Capitalismo de gran empresa familiar. Según Valdaliso y López, que se lo han estudiado todo bien, en 1976 el 40% de las mayores empresas británicas estaban controladas por familias. Para la España de la época no hay datos, pero aquello debía ser una merienda de negros. «El capitalismo de la gran empresa multinacional significa -de facto- la continua transfusión entre diferentes estratos de renta: la desaparición de las clases sociales tal y como Marx, por ejemplo, las entendía» (Schumpeter, 1942). Ya. Claro.

Antonio Gamoneda, ¿qué recuerdas de tus tiempos en el Banco Mercantil de León? Padre maestro (y poeta, también) fusilado por rojo, hijo único, madre coraje, posguerra de hambre, etc. Aprendiste a leer con el único libro que había en casa, un libro escrito por tu padre, el poeta; bonita historia: suena a semi-trola novelada. A los catorce años entraste a trabajar en el Banco Mercantil de León, mediante la «extinguida categoría laboral de meritorio que consistía en que, siendo propiamente el chico del botijo, se me permitía ejercer de pendolista contable en horas extra, y se me pagaba en promesas» (Gamoneda, 1996).

Para Elisa

I. ¿Por qué tantos poetas que se pasan la vida en las empresas no escriben sobre su trabajo? ¿Por qué, incluso si son poetas sociales, se buscan otras cosas sociales que poetizar? ¿No es poética la experiencia del trabajo, ya sea a la hora de ejercer el poder o de sufrirlo? ¿Es la vida en la empresa una neblina insubstancial que atraviesa el iris lírico sin impregnarlo de ritmos, de lágrimas? ¿Eh? «Recuerdo el cuarto de baño mixto de la nave/ separadas las cabinas por un breve tabique./ Se oía todo, Elisa,/ tu taconear ya resonaba desde el pasillo/ Elisa, nueva comercial cañón/ querías comerte el mundo/ y el tedio de revisar presupuestos/ se te comió a ti./ Recuerdo la lencería deslizándose por los muslos/ el fino surtidor de orina contra la loza/ el arrastrarse en la mucosa del papel/ el chisporrotear del vello púbico/ el levísimo susurro de agotamiento/ de tus sueños, al expirar…»

II. Jaime Gil de Biedma, dandy por excelencia de la Barcelona de los cincuenta y sesenta, rimador dotado, avatar íbero de W.H. Auden, amalgama de Byron y de Machado, ¿cuánto de tu trabajo de ejecutivo en Tabacalera pusiste en tu obra poética? Poco o nada. Algunas referencias a la incompatibilidad con la bohemia: «Piensa en la casa todavía oscura/ donde entrarás para cambiar de traje/ y en la oficina, con sueño que vencer». Eras de izquierdas (sin carné: el Partido te lo negó por homosexual) y fundiste en un poema la figura del ‘señorito con conciencia social’. Pero en tu obra hablas de tu status, no de tu trabajo. Con una sola excepción.

III. Antonio Gamoneda, leonés hondo, ¿cuánto de tu curro miserable pusiste en tus libros? Se diría que poco también. Aunque tu poesía es como tu vida de meritorio: miserable, gris, desesperanzada, abisal… y ahí reside su indudable fuerza. Incomprensible y rabiosa, como la experiencia repetida de la humillación del asalariado de base. Aunque no se encuentran referencias concretas a la vida laboral. Con una sola excepción.

Jerarquías en Manila, jerarquías en León

I. Oliver Williamson ha tenido una mala suerte parcial con su Premio Nobel de Economía 2009. Se lo han dado ex aequo, con la primerísima mujer que recibe el galardón. Así que cuestiones de género le han dejado al pobre Oliver como un 15% (a ojo de buen cubero) de la fama mediática que normalmente apareja el premio. Según Oliver, existen dos tipos de transacciones comerciales. Las de mercado, en las que se intercambian bienes por dinero. Y las jerarquías (así es como Oliver llama a las empresas) en las que se obedece por salario. Las empresas son estructuras de poder antitéticas con cualquier noción de libertad, ya sea libertad de mercado -asociada a la toma de decisiones económicas- o libertad republicana -referente a la participación en lo común. Las empresas son jerarquías: lo dice Oliver Williamson, 15% Premio Nobel de Economía.

II. Jaime Gil de Biedma, ejecutivo de Tabacalera, te mandaron en 1956 a Filipinas, a analizar el estado del centro de producción más importante de la Empresa. Allí escribiste una de las más tempranas prosas de la ciencia administrativa en castellano, alejada de la pomposidad poscolonial, cercana al pragmatismo anglosajón. Lo viste claro: Tabacalera conservaba las hechuras de la Antigua Compañía Monopolística, una variante cutre de la Compañía Británica de las Indias. Pero por entonces Tabacalera había dejado de ser una extensión del Estado, y debía comportarse como una Nueva Empresa Multinacional. Ese texto (‘Informe sobre la Administración General de Filipinas’, incluido en el Retrato del artista en 1956, publicado años después de tu muerte) es la única referencia a tu trabajo en toda tu obra publicada; un severo diagnóstico y algunos consejos estratégicos: «El problema mayor que plantea el personal español en Filipinas aparece de manera casi aterradora cuando se saca la media aritmética de la edad y años de servicio de los empleados en condiciones. 50’4 años de edad, con 27,5 años de servicio. Añádase que, de esos empleados, sólo un 18% habla y escribe correctamente el inglés, mientras que el 48% ignora el inglés más elemental.»

III. Antonio Gamoneda, poco antes de escapar del Banco, escribiste el mejor poema en lengua castellana sobre el mundo del trabajo, único por su temática entre todos tus poemas. El ‘Blues del amo’, del libro Blues castellano. Lo peor son los títulos, esos préstamos paletos, tú, con tu paupérrimo inglés.

Blues del amo

Va a hacer diecinueve años
que trabajo para un amo.
Hace diecinueve años que me da la comida
y todavía no he visto su rostro.

No he visto al amo en diecinueve años
pero todos los días yo me miro a mí mismo
y voy sabiendo poco a poco
cómo es el rostro de mi amo.

Va a hacer diecinueve años
que salgo de mi casa y hace frío
y luego entro en la suya y me pone una luz
amarilla encima de la cabeza…

Y todo el día escribo dieciséis
y mil y dos y ya no puedo más.
Y luego salgo al aire y es de noche
y vuelvo a casa y no puedo vivir.

Cuando vea a mi amo le preguntaré
lo que son mil y dieciséis
y por qué me pone una luz encima de la cabeza

Fuente: http://www.revistabostezo.com/detalle_texto.php?recordID=49