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Entrevista con el escritor Hernando Calvo Ospina, autor de "Ron Bacardí, la guerra oculta"

Política de Cocaína

Fuentes: La Jiribilla

Hernando Calvo Ospina (Cali, 1961), periodista autodidacta y autor de varios libros -Salsa, Don Pablo Escobar, Perú: los senderos posibles, ¿Disidentes o mercenarios?, Ron Bacardí: la guerra oculta-, hace 18 años que vive en Europa y le asusta la palabra experto: «La mayoría de los europeos, tras permanecer una o dos semanas en cualquier país […]

Hernando Calvo Ospina (Cali, 1961), periodista autodidacta y autor de varios libros -Salsa, Don Pablo Escobar, Perú: los senderos posibles, ¿Disidentes o mercenarios?, Ron Bacardí: la guerra oculta-, hace 18 años que vive en Europa y le asusta la palabra experto: «La mayoría de los europeos, tras permanecer una o dos semanas en cualquier país del mundo, regresa a casa considerándose expertos en materia del país visitado.»

Colombiano de nacimiento, pero con más cercanía profesional, política y sentimental con nuestra Isla que con Colombia, piensa que creerse perito en temas cubanos sería faltarle el respeto a Cuba y su historia. Así afirma que él solo se acercó a una zona de la realidad insular, como mismo trató de conocer, en su momento, el fenómeno de «la contra» en Nicaragua o del narcotráfico en su país natal, y como también trata, a diario, de comprender la geopolítica, la geoestrategia de Estados Unidos.

Tampoco escribe para los expertos, le interesa el lado común de las personas, el público no especializado, y suele ponerse en su lugar, cuenta solo lo que el respetable desea saber y evita las redacciones largas y complicadas. Tal vez a los cubanos nos parezca que en ciertos textos hace afirmaciones muy elementales, pero no hay que olvidar que estas podrían ser noticia para los lectores de otras latitudes.

Bromista, hablador, amante de contar historias, no sabemos con exactitud si ha sido el único que estudió el lado oscuro de la sociedad Bacardí: digamos que fue el abridor de esa ruta y que, con independencia de su naturaleza irreverente, y de si alguien le sucedió o no en el camino, siente sobre él la responsabilidad por haber sido el pionero.

Luego de animar el panel «Terrorismo: Conexión Miami» del Encuentro Internacional contra el Terrorismo, por la Verdad y la Justicia (junio/2005), nos sugirió, por teléfono, que lo esperáramos al día siguiente en el lobby del hotel Palco. Acudimos puntuales a la cita, pero él llegó una hora más tarde, acompañado de otras dos personas, nos dijo que los controles de seguridad lo habían retenido y pidió que lo aguardáramos un poco más, para despachar con sus acompañantes. Cuando nos dimos cuenta, iba de vuelta por el túnel que une al hotel con el Palacio de Convenciones de La Habana. Conseguimos cazarlo en medio de la galería: «¡Perdón, no fue premeditado!», exclamó, y ahí mismo concluimos que, con respeto de su fibra de investigador, es el entrevistado más informal que conocimos.

El misterio del quiróptero

¿Cómo se atrevió a escribir Ron Bacardí: la guerra oculta?

Eso me preguntaba yo, más de una vez desperté a mi esposa por la madrugada para preguntarle si veía bien lo que yo hacía. ¿A quién podía ocurrírsele meterse con la primera productora de ron en el mundo? ¿Alguien iba a dudar de la reputación de una empresa que vende, en más de 170 países, 20 millones de cajas anuales de bebida?

¿Pensó que nadie le atendería?

Pero no fue así, es el más traducido de mis libros, se hicieron dos documentales sobre él, y uno de ellos, The secret of the bat: Bacardí between rum and revolution, El secreto del murciélago: Bacardí entre ron y revolución, realizado por los alemanes E. Sieker y M. Kolvenbach, y transmitido en octubre de 2003 por la cadena ARTE, de televisión franco-alemana, ganó en enero de 2005 la medalla de bronce del New York Festivals.

¿Cuál es el secreto del murciélago, por quién optó la Bacardí?

El secreto reside en los lazos de sus directivos y accionistas con la Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA) y la Agencia Central de Inteligencia (CIA); el misterio se oculta en el modo en que la empresa ha servido de conducto para que fondos de la CIA pasen a apátridas cubanos y mercenarios paramilitares en Angola y Nicaragua; la clave está en el enorme influjo de esta multinacional sobre la política de EE.UU. hacia Cuba.

¿Es ese el papel de una multinacional?

Las multinacionales de hoy, asociadas con los regímenes imperiales, ayudan a instrumentar el terrorismo de Estado, dejan de ser entidades económicas en pos de una florecimiento comercial y se convierten en organismos políticos, en caballos de batalla de dichos imperios para la realización de actividades ilegales.

Poco sabíamos de la Bacardí, ¿no es cierto?

Hay un documento, conocido por investigadores del Congreso estadounidense en 1976, pero desclasificado en 1998, probatorio de que Pepín Bosch, presidente de la compañía, complotó con la mafia norteamericana para asesinar a Fidel… El propio Pepín financió la campaña para mejorar la imagen del criminal Jonas Savimbi en Estados Unidos… Existen copias de los aportes realizados por la Bacardí y sus accionistas a las elecciones en ese país, y más a los Republicanos, y de las cartas enviadas por ella a productores y distribuidores de bebidas advirtiéndoles de no intervenir en Cuba… La lista de episodios sombríos contribuyentes con el mejor conocimiento de esta empresa es interminable.

Ubicuos, omnipresentes

Si hubiese escrito el libro luego de la embestida a las torres del World Trade Center de Nueva York, y al edificio del Pentágono en Washington, ¿habría cambiado algo?

Habría comparado a los personajes con los protagonistas de aquel ataque y puesto el acento en las palabras sicario y terrorista. Luego de escuchar las razones del Encuentro Internacional contra el Terrorismo, por la Verdad y la Justicia, me convencí de que el staff cubano-americano formado por Félix Rodríguez, Dionisio Suárez, Posada Carriles, Orlando Bosch, Virgilio Paz y otros, auspiciado por la Bacardí, oficializado con el establecimiento de la FNCA, y llegado a su madurez con el mecenazgo de la CIA, fue el grupo de asesinos asalariados mejor organizado del mundo, ¡un aparato estrella!

¿No estará siendo muy absoluto?

En modo alguno. Ese «grupito» viene sembrando violencia desde los años 60. Quien se siente frente a una computadora, abra Internet Explorer, solicite la página de Google, y le ordene al programa buscar cualquiera de estos nombres, verá cómo la máquina se dispara y aparecen cientos de artículos, de todas partes, con pelos y señales sobre las fechorías que han cometido lo mismo en Europa, que en América del Sur, que en Centroamérica, que en Estados Unidos.

Si lo debiese re-escribir, ¿qué título le daría al testimonio que ofreció en el panel sobre Terrorismo: Conexión Miami de ese encuentro internacional habanero?

Responsabilidad de la mafia cubano-americana en la guerra contra insurgente y anti sandinista en Centroamérica.

¿Qué vínculo tiene esa responsabilidad con el terrorismo?

Dicha guerra fue, per se, una guerra terrorista. Fue esa naturaleza del conflicto la que obligó a Nicaragua a presentar el caso contra Estados Unidos ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. El tribunal falló a favor de la nación centroamericana en junio de 1986, halló culpable a la parte estadounidense tanto por los ataques, actos de intervención y uso de la fuerza, entre septiembre de 1983 y abril de 1984, contra barcos patrulleros, bases navales y puertos de Nicaragua, como por el minado, en los primeros meses de 1984, de sus aguas interiores y territoriales.

Los cubano-americanos, ¿qué pintaron en eso?

Ayudaron a vender droga y a lavar dinero, contribuyeron con gente, con aquella misma gente que fue allí de gestor. El mismo equipo de cubano-americanos que colaboró con Pinochet, fue el que contactó con la mafia colombiana de Barranquilla para ayudar a financiar a los argentinos que, antes de la Guerra de las Malvinas, igual habían ido a asesorar la guerra. Ahí estuvieron los cubano-americanos, como estuvieron con los terroristas y con la extrema derecha en Francia y en Italia.

Un plan rapaz, negriblanco

¿Asegura que la guerra en Centroamérica fue financiada con dinero del narcotráfico?

Y eso sucedía mientras Ronald Reagan y George H. W. Bush (padre), primero al frente de la CIA y luego como vicepresidente, libraban una batalla contra el narcotráfico y la mafia colombiana, parecida a la que dice George W. Bush (hijo) que libra hoy contra el terrorismo. Quien desee más detalles puede consultar Cocaine Politics: Drugs, Armies, and the CIA in Central America, Política de cocaína: drogas, ejércitos, y CIA en América Central, escrito por los profesores P. Dale Scott y Jonathan Marshall.

¿Cuál es la tesis del libro?

Expone, entre otros temas, que la base de Ilopango, al oriente de San Salvador, fue uno de los principales centros de tráfico de drogas para sufragar la guerra, hecho confirmado por la Comisión Especial de la Asamblea Legislativa de Costa Rica; y muestra, con minuciosidad, cómo los cubano-americanos usaron el dinero proveniente de la droga no solo en Centroamérica, sino también en el plan Cóndor.

¿Cuáles nombres reveló el estudio?

Nombres ya familiares. Documentos de la CIA y del Buró Federal de Investigaciones (FBI) evidencian los lazos existentes entre narcotraficantes de Bolivia y Colombia con las organizaciones Alpha 66, Omega 7, el Comando de Organizaciones Revolucionarias Unidas (CORU), y el Frente Nacional de Liberación de Cuba, antecesores de la FNCA, y con individuos como Francisco Chanes, Frank Capto, Gustavo Castillo, Gustavo Villoldo, los hermanos Novo, Luis Crespo, Manuel Artimes, Ramón Milián, Ramón Sánchez y, de nuevo, José Dionisio Suárez, Orlando Bosch y Virgilio Paz.

¿También mencionó usted, en el encuentro habanero, al italiano Stefano delle Chiaie?

Fue uno de los involucrados con el plan Cóndor y, en específico, con el caso de Bernardo Leighton, ex vicepresidente de Chile y opositor a Pinochet. Leighton, del Partido Demócrata Cristiano, se hallaba de visita en Roma y se le prohibió regresar a su país por promover el acercamiento de la Democracia Cristiana chilena con grupos políticos de izquierda en la península itálica. En 1975, dos neofascistas italianos, aliados de Stefano delle Chiaie, que por aquella época estaba al servicio de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la policía secreta chilena, atentaron contra Leighton y su esposa. Las víctimas sobrevivieron luego de varias intervenciones quirúrgicas.

¿Quiénes coordinaron en Europa los detalles del atentado?

Michael Townley, el norteamericano integrado a la DINA, y su esposa chilena Mariana Inés, acompañados por varios cubanos de Miami, entre ellos Virgilio Paz, que luego sería procesado en EE.UU. por el asesinato de Orlando Letelier. Ellos encargaron el crimen a los grupos Avanguardia Nazionale y Ordine Nuovo, de Stefano delle Chiaie. Se dice que Delle Chiaie vivió un tiempo en Santiago, tratando de establecer las líneas directrices de un régimen fascista con «características propias», y que hoy, habría que corroborar el dato, es dueño de una agencia de prensa llamada… ¡Cóndor!

Tocado de poder

Con ¿Disidentes o mercenarios?, otro de los libros que usted escribió, ¿no le brindó un servicio a la divulgación de la autobiografía de Luis Posada Carriles?

En todo caso reforcé la validez de las pruebas aportadas por el propio Posada en Los caminos del guerrero (Miami, 1994) sobre la ayuda que siempre tuvo de Miami. Al final del capítulo 16 Posada rememoró los primeros minutos de su llegada a El Salvador tras haberse fugado, en agosto de 1985, de una cárcel de máxima seguridad venezolana: Félix Rodríguez, alias Max Gómez, compañero suyo de la brigada mercenaria 2506, la que en abril de 1961 invadió Cuba por Bahía de Cochinos, lo estaba esperando, sin que Posada lo supiera, en una pista militar ubicada en territorio salvadoreño.

¿En una pista militar?

Sí, Félix Rodríguez volaba helicópteros de combate para la Fuerza Aérea de El Salvador y fue contactado por la mafia de Miami para que organizara la recepción de Posada. Dos días después, así lo contó «el guerrero», Posada recibió la visita de Alberto Hernández, según él, un próspero médico y patriota cubano con residencia en Miami, que había ido allí para apoyarlo. Un grupo de Miami, entre ellos Jorge Mas, Feliciano Foyo, Pepe Hernández y otros, hicieron un poll para solventar sus urgencias económicas.

¿No tendría mayores tropiezos?

Alquiló una casa y compró útiles de cocina, sábanas, toallas, y comida. Le asignaron una cantidad de dinero que le llegaba todos los meses. Una sirvienta llamada Angélica y un carro alquilado completaron sus necesidades. Días después se halló con la sorpresa de que Luis Orlando Rodríguez estaba en El Salvador como segundo al mando de los asesores militares del ejército americano. Se habían conocido en Fort Benning, Georgia, cuando ambos eran tenientes; ahora Luis Orlando era teniente coronel y desde ese momento se convirtió en el ángel guardián de Posada.

¿Mas permanecería indocumentado?

De ningún modo: a través de la Fuerza Aérea, le consiguieron documentos de identidad, pasaporte y un carnet para portar armas. Se pasaba los días en la base con Félix, y en ocasiones volaba con él: un capitán le permitió ir a misiones de combate en un viejo avión DC3 que, artillado con una calibre 50, ametrallaba las zonas guerrilleras.

Una última pregunta: De las personas mencionadas en esta conversación, ¿cuál es para usted la más «inquietante» y a dónde conduce esa inquietud?

Félix Rodríguez, amigo íntimo de la familia Bush, el que más ha tocado el poder en EE.UU., el más inteligente del grupo. Agente de la CIA y experto en estratagemas militares, se jacta de haber capturado al Che Guevara y, en consecuencia, de ser el último cubano-americano que lo vio vivo. Luego, otra inquietud: la pericia acumulada en la guerra contra insurgente y anti sandinista en Centroamérica por todos estos «asesores» y cuerpos represivos, revolucionó los métodos de lucha contra los procesos populares y sociales latinoamericanos: ¡véase a dónde condujo la política de cocaína!