De la lectura de las editoriales de prensa vascos estos últimos tiempos, observamos con atención la conceptualización y configuración de un «polo soberanista» alrededor del eje Ezker Batua-Aralar. Es nuestra intención la de sumarnos a este debate estratégico e ideológico y aportar, desde un enfoque crítico y constructivo, una nueva perspectiva con el objetivo de […]
De la lectura de las editoriales de prensa vascos estos últimos tiempos, observamos con atención la conceptualización y configuración de un «polo soberanista» alrededor del eje Ezker Batua-Aralar. Es nuestra intención la de sumarnos a este debate estratégico e ideológico y aportar, desde un enfoque crítico y constructivo, una nueva perspectiva con el objetivo de indicar pistas para otro futuro posible, o mejor dicho otro «polo», para los movimientos transformadores vascos.
A pesar de no poder cuantificar con exactitud el final del ciclo socio-político dominado por la polarización política y la lucha armada, entendemos que hemos entrado en una fase de transición que permite a la sociedad vasca llegar a vislumbrar un escenario post-ETA. Este nuevo ciclo, cuyas características principales serán la imprescindible ausencia de violencia y la necesaria inclusión de todas las opciones políticas, impone de hecho una recomposición del panorama político vasco. Y no estamos hablando de una recomposición superficial para salvaguardar escaños a corto plazo, sino una recomposición profunda donde los propios militantes, activistas, actores de la sociedad civil tendrán que debatir y crear las condiciones para la emergencia de nuevas bases ideológicas y formas de lucha. En el mismísimo seno de las filas transformadoras, es hora de romper con viejas formas de hacer política y viejos esquemas de pensamiento: no nos sirve para mucho ser antiliberales si no somos también, y sobre todo, antiproductivistas. Por lo tanto, este aggiornamiento teórico y práctico se basa no sólo en el mencionado cambio de ciclo político sino también en cambios más estructurales impulsados por la crisis de la sociedad industrial y el reto de la globalización «realmente existente».
De hecho, nos toca vivir en un mundo donde los mayores problemas medioambientales y las famosas crisis ecológicas no conocen ninguna frontera y se burlan de cualquier enfoque patriótico. Hoy nos toca integrarnos en un mundo global, donde la soberanía, tal y como la concebimos desde la creación de los primeros Estados-naciones, juega un papel principalmente simbólico pero inadecuado (en este punto, adherimos a los análisis de Toni Negri). Nos toca vivir en un mundo donde las desigualdades del Sur no se pueden entender sin comprender el mal-desarrollo del Norte. Nos toca vivir en un mundo cada vez más diverso donde las migraciones son un reto que tenemos que aceptar desde perspectivas de respeto, interculturalidad y biodiversidad. En otras palabras, un mundo global donde las palabras «homogeneidad» y «soberanía» – base de la noción de Estado-nación y por consiguiente del nacionalismo – dan lugar a los términos «heterogeneidad» y «autonomía» (e «interdependencia»). Un mundo global con recursos limitados y donde muchos y muchas buscamos alternativas a un modelo de desarrollo productivista, consumista y carente de sentido. Un mundo global donde la solidaridad ya no se puede restringir en los marcos nacionales sino que se tiene que extender a todas y todos los ciudadanos independientemente de su origen, sexo, orientación sexual, religión o nacionalidad.
En este nuevo marco global, el hilo director de la lucha no es la pertenencia nacional ni la consecución de la soberanía nacional. En este marco global donde las crisis ecológicas y sociales se hacen cada día más graves y por consecuente las soluciones más urgentes, se antepone a cualquier enfoque nacional la lucha por la sostenibilidad ecológica y la justicia social, a nivel local y global. Esto significa que la fuerza transformadora que tendría que emerger del nuevo ciclo vasco no tendría por que ser un «polo soberanista» sino que más bien más bien podría ser un «polo transnacional» (y de carácter europeo) abierto a todos y todas, independientemente de su sentimiento nacional, luchando por una gestión duradera de los recursos naturales y culturales, una redistribución justa de las riquezas productivas y a favor de las y los más desfavorecidos.
Además de parecernos extraño hablar de una fuerza que incluya «federalistas y soberanistas» bajo el lema un tanto excluyente de «polo soberanista» (¿dónde caben los federalistas?), ¿por qué no nos planteamos, sin tomar como único horizonte las mugas de Euskal Herria, un polo capaz de federarse -y no sólo colaborar, sino crear una verdadera fuerza política y social- con otros polos transformadores en el resto del Estado Español? ¿Por qué no federarnos con otros movimientos de Francia y no sólo de Iparralde, buscando más sinergias más allá de las sinergias culturales? ¿Por qué no federarnos con otros movimientos europeos que luchan por la sostenibilidad ecológica y la justicia social?
A la hora de la construcción europea (y no hablamos sólo de la imperfecta construcción institucional de la Unión Europa sino también de una construcción voluntaria via la convergencia de luchas regionales), tenemos la posibilidad de plantear alternativas de luchas a nivel local y global que van mucho más allá de los marcos nacionales que nos iban imponiendo los ciclos políticos, ideológicos y estructurales pasados. Tenemos la oportunidad de crear un espacio europeo transfronterizo basado en la biodiversidad cultural, la solidaridad global y la sostenibilidad ecológica. Por ello hacen falta movimientos sociales y políticos organizados, es decir, un «polo transnacional verde». La evolución de «izquierda» a «verde» -entendido como visión crítica, global y transformadora- marca el necesario cambio de paradgima ideológico impulsado por la combinación de las crisis ecológicas y sociales.
Está claro que queda todavía bastante por recorrer entre las diferentes corrientes transformadores vascas y por ello resulta probable que sigamos proponiendo opciones diferentes en las próximas elecciones. Pero este espíritu de diálogo que busca convergencias desde el respeto, y esta voluntad de plantear debates de fondo sin tabús y desde la base, abren perspectivas bastante interesantes a más largo plazo. Quedamos abiertos, pues, a seguir la discusión y desarrollar nuevas alternativas, polos y caminos posibles para luchar con más eficiencia contra el productivismo y el neoliberalismo.
Florent Marcellesi e Iñigo Aguirre, coportavoces de Berdeak (Los Verdes de Euskadi)