El ‘caso Maroto’ [1], más allá del hedor que desprende, ofrece enseñanzas sobre el tiempo que se anuncia: la inminencia de un populismo de derechas joven y dinámico que supla sin esfuerzo a este re-tardofranquismo que arde por dentro y por fuera; y, frente a él, otro populismo (éste de cariz popular-democrático) que combata al […]
El ‘caso Maroto’ [1], más allá del hedor que desprende, ofrece enseñanzas sobre el tiempo que se anuncia: la inminencia de un populismo de derechas joven y dinámico que supla sin esfuerzo a este re-tardofranquismo que arde por dentro y por fuera; y, frente a él, otro populismo (éste de cariz popular-democrático) que combata al anterior. Esto, aunque en embrión, ya es así en Euskal Herria, en España y en tantos otros sitios. Será interesante.
Vivimos tiempos extraños. El espíritu conservador busca la movilización social. Para ello necesita un dispositivo de conexión rápida con la sociedad, a partir del cual activarla o adormecerla. Artur Mas ha dado un recital sobre cómo subir a lomos de un tigre enfurecido, y además de cabalgarlo, atrapar el tesoro de la iniciativa política. El PP alavés busca emularlo en eso, y ser el único en llegar a puerto en medio de la galerna de 2015; lo logre o no, deja el terreno marcado para años venideros. En cierto modo, esa es la jugada.
Todo esto ya lo leímos en ‘La razón populista’ de Ernesto Laclau [2]. Es un auténtico GPS de la operación política de Podemos, aunque aquí lo utilizaremos para descifrar el enigma de este nuevo populismo de derechas, que, como subrayaba el autor, más que una ideología, es una lógica política que en momentos de crisis transversal propone un nuevo sistema de reglas (bajo el que enterrar los muertos que pueblan el descontento).
Se establece un antagonismo entre un pueblo formal y unos inmigrantes fraudulentos, cristalizado todo en torno a un reclamo social que totalice: la reforma de la Renta de Garantía de Ingreso (RGI). Hay una doble operación: por un lado, «un intento de ruptura con el status quo, con el orden institucional precedente» (tumbar la RGI actual), y por otro, un «esfuerzo por constituir un orden allí donde había anomia y dislocación» (instaurar un régimen de ayudas justo). Existe un halo de cierto «desafío» a lo institucional, clave en este tiempo político, que lanza un «llamamiento a los de abajo» por «fuera de los canales políticos normales». Todo ello guiado por un líder que dota de sentido y transporta la reivindicación. Así, se produce la redirección interesada de una demanda insatisfecha vaga (el pueblo vitoriano en reclamo de «justicia» y «rectitud» en el ámbito de la política, que se traslada hábilmente a un espacio muy concreto de la acción institucional y no a otros que podrían salpicar), demanda que se «enfrenta al status quo existente y hace posible el desencadenamiento de una lógica equivalencial (un estamos todos por lo mismo) que conduce al surgimiento del pueblo». Por algo habló el alcalde de «la fuerza de la gente», que ya es hablar para alguien como él…
De manual. Solo que, como bien sabemos, casi todo se levanta sobre trampas e imposturas. Por ejemplo, poco importa que las demandas deban lanzarse desde fuera del sistema, por alguien normalmente expulsado por éste. Como el sentido popular captó enseguida y alerta el propio Laclau, no es posible ser un pata negra del status quo y al mismo tiempo interpelarlo desde fuera; solo es posible si se es un ‘populisto’. Le delata que haya tenido que poner en circulación una plataforma popular para obtener tal cobertura. Por lo demás, es claro que no tiene aspiración a crear identidad popular alguna, porque el suyo es un populismo circunstancial, de usar y tirar, que para cuando se tira ya ha surtido el efecto buscado.
Todo esto ya lo vimos antes: de mano del Front National. Es la misma estrategia. Abierta la gran brecha en la política, con el eje izquierda/derecha saltando por los aires y la izquierda tradicional rehén de sí misma, surge la derecha-extrema dándose el lujo de proferir propuestas sociales, de izquierda, que el pueblo saluda como radicales. Escuchemos a Marie, antigua votante de izquierda francesa, descendiente de refugiados españoles: «Marine Le Pen (…) tiene un programa simple, concreto y en muchos aspectos hasta de izquierda. Porque ha basado su fortaleza en la recuperación de los temas que debería haber encarnado la izquierda (…): romper con los tratados que nos están matando, detener el libre comercio, proteger a los más débiles» [3] . No se necesitan más explicaciones. Hemos de acostumbrarnos -en la era del pragmatismo y la eficiencia-, a incursiones transformistas de la derecha en terreno de lo que un día fuera la izquierda (en nuestro caso, Garoña, el fracking o los gays), incluso retando a la línea oficial del partido, sobre todo porque son temas con oposición sin coste. Como recuerda Laclau, «ningún contenido particular tiene inscrito (…) su significado en el seno de una formación discursiva». Y es que, al votante, acostumbrado a ejercer de consumidor, ya no le importa quién hace lo que espera que alguien haga, lo que busca es la mejor oferta de servicios…
Hay otra enseñanza. Este caso ha puesto de manifiesto nuevamente que lo que hemos conocido como política de partido no da mucho más de sí, se agota dentro del ocaso del paradigma que la alumbrara hace ya mucho. Un síntoma de ello es que la fuerza de la reacción a su ofensiva no se está ubicando en lo político, sino en lo social (devenido político en toda su amplitud). ¿Se puede esperar algo de partidos o instituciones en tesituras así? Que no estorben, poco más. Hay ya un hecho político en progreso: el ascenso e irrupción de lo social hacia ámbitos políticos que hasta ahora le eran vedados (institucionales o no). Veremos cómo evoluciona, cómo se le cierra el paso y si se engarza con la ola de populismo democrático que se levanta. Será muy interesante.
Notas
[1] Campaña xenófoba de objetivo electoral del PP de Álava-Araba, encabezada por el alcalde de Vitoria-Gasteiz, Javier Maroto. Ha puesto en la diana a la población de origen magrebí residente en la ciudad y provincia, acusándole de cometer fraude en las ayudas sociales.
[2] Laclau, E., ‘La razón populista’, Fondo de Cultura Económica, 2005. Las siguientes citas corresponden a esta obra del pensador argentino.
[3] Artículo de Christophe Ventura en www.medelu.org, titulado ‘Cuando la izquierda desespera a su pueblo’
Luis Karlos Garcia, periodista.
Fuente original: Diario de Noticias de Álava