La manifestación del pasado 11 de septiembre, la mayor de la historia de Catalunya, ha significado un punto y aparte en la política catalana, y también en la española. Se ha demostrado, más allá de cualquier duda, el fuerte deseo del pueblo catalán de decidir su propio futuro, incluyendo el derecho a salir del Estado […]
La manifestación del pasado 11 de septiembre, la mayor de la historia de Catalunya, ha significado un punto y aparte en la política catalana, y también en la española.
Se ha demostrado, más allá de cualquier duda, el fuerte deseo del pueblo catalán de decidir su propio futuro, incluyendo el derecho a salir del Estado español para formar un país independiente.
La respuesta de la derecha española -y tristemente la de parte de la izquierda- ha sido de incomprensión y hostilidad.
Donde el PP dice que no se puede cambiar nada, el PSOE empieza a hablar tímidamente de federalismo. Pero ni los unos ni los otros reconocen los derechos de Catalunya como nación.
La situación política tras el 11S nos acerca a un escenario de ruptura democrática, de manera no vista desde la transición. Una transición que en lugar de resolverse con la consecución de los derechos democráticos nacionales y sociales, terminó con un pacto que aseguró la continuidad con el régimen, ahora «democrático», y que tiró por la borda los esfuerzos de una generación de luchadoras y luchadores antifranquistas.
El proceso estatutario iniciado por el gobierno tripartito se saldó con la evidencia de que, tal y como defendía la izquierda rupturista, la única posibilidad de resolución radica en el ejercicio del derecho a la autodeterminación. El Estado español no sólo se ha mostrado incapaz de encajar en su seno los anhelos democráticos de Catalunya, sino que además, ha iniciado una ofensiva recentralizadora que se traduce en ataques constantes contra todo lo que tenga que ver con el autogobierno, o incluso con el derecho a hablar y vivir en la lengua propia.
El contexto de crisis y la respuesta de los gobiernos de la austeridad han ayudado también a configurar una nueva mayoría social que, por primera vez, se declara abiertamente independentista. En poco tiempo, la histórica cifra de un 20% de independentistas ha pasado al 51%. Y que nadie se engañe; el 49% restante no es un bloque monolítico españolista, sino que incluye a un sector que quiere un Estado federal, con sólo una minoría reducida a favor de la situación actual.
Derechos sociales y democráticos
Igual que vimos con el movimiento 15M o las grandes movilizaciones del 25S en Madrid, en Catalunya la respuesta social a los recortes no se limita al plano económico, sino que el componente político y democrático tiene un peso fundamental. Esta demanda de una democracia real se traduce en el crecimiento de las posturas rupturistas.
El éxito de la manifestación del 11S, así como el de la propia Assemblea Nacional Catalana que la convocó, es fruto de un amplio y largo proceso de movilizaciones. Las consultas soberanistas -organizadas desde abajo en más de 500 municipios de Catalunya, e impulsadas inicialmente por las Candidaturas de Unidad Popular, un espacio unitario de la izquierda independentista- jugaron un papel clave a la hora de crear un nuevo bloque mayoritario progresista e independentista.
Una parte de la izquierda española intenta presentar el fuerte sentimiento nacional catalán como una mera maniobra de Convergència i Unió (CiU). La izquierda combativa en Catalunya sabe muy bien que la derecha catalana ha utilizado desde siempre la cuestión nacional como una cortina de humo para justificar sus políticas.
CiU intenta monopolizar el movimiento para defender los intereses de la burguesía catalana. Sin embargo, ésta está dividida; las principales organizaciones patronales ya han avisado que no ven con buenos ojos la independencia.
Al convocar elecciones anticipadas el próximo 25 de noviembre, CiU busca situarse como el gran partido nacional defensor de la autodeterminación. Al mismo tiempo, la derecha catalanista presenta argumentos etapistas («primero la independencia y después ya hablaremos del modelo de país que queremos»). Pero CiU ya ha mostrado cuál es su modelo de país: una Catalunya ultraliberal basada en la expoliación de los derechos sociales.
Es urgente que el conjunto de la izquierda social y política catalana sepa ponerse al frente de las reivindicaciones nacionales para impedir que el proyecto nacional sea el de la derecha recortadora de CiU. Debe apostar por la realización de un referéndum que incluya todas las opciones basadas en el derecho a decidir del pueblo catalán (federación, confederación, independencia, etc.), incluyendo la perspectiva de establecer vínculos federales sobre una base progresista con el resto de territorios de los Països Catalans.
La única vía para lograr una soberanía nacional plena, en el marco de un Estado español basado, por principio, en la negación de los derechos nacionales de los pueblos que lo configuran, es a través de un proceso democrático de ruptura definitiva con este estado.
Los movimientos sociales y la izquierda combativa del Estado español, lejos de alinearse con el PP sobre esta cuestión, deberían ver la ruptura provocada por Catalunya como una oportunidad, abriendo camino así a las muchas rupturas democráticas y sociales que hacen falta.
25N: Por una candidatura de la izquierda combativa
La coyuntura que se abre para la izquierda anticapitalista en Catalunya está marcada por la coincidencia en el tiempo entre el rechazo a los efectos de la crisis y de la austeridad y la voluntad cada vez más masiva de ejercer el derecho a decidir. Hay que apostar por que la respuesta política a las dos cuestiones también se una. Un proceso hacia la libre decisión de la independencia capitaneado por los sectores de la derecha liberal no sólo tiene números para resultar fallido, sino que también lleva a un país donde se ayuda a los empresarios con el dinero que se recorta a la población trabajadora.
Se deben disputar los recortes y se deben disputar dentro de la lucha por las libertades nacionales de Catalunya. Esto se tendrá que hacer sobre todo en la movilización, en las calles, articulando respuestas sociales desde la base. Al mismo tiempo, también se deben aprovechar las convocatorias electorales para hacer llegar estas alternativas a mucha más gente y llevar el eje político hacia la izquierda. Desde En lluita / En lucha, consideramos que hay que construir una alianza de la izquierda combativa, que debe ser consecuente en la defensa de los derechos nacionales para llevar a cabo estas tareas. Nos hace falta una gran alianza de la izquierda combativa que incluya desde las CUP, EUiA, las candidaturas anticapitalistas de todo el territorio hasta las organizaciones de la izquierda anticapitalista. Tenemos que ser capaz de sumar a sectores en lucha, activistas de los movimientos sociales, sindicalistas de base, etc. Sectores que hoy están huérfanos de una alternativa electoral. La urgencia del momento político que estamos viviendo lo requiere. En este sentido es en el que trabajaremos.
Una candidatura de la izquierda combativa que combine la oposición a todos los recortes, una estrategia basada en la movilización social, la demanda de no pagar la deuda pública, la intervención de la banca bajo control social, además de otras muchas medidas, junto a la lucha para conseguir ejercer de forma real el derecho de autodeterminación, sería un paso importante en el decisivo momento actual.
Guillem Boix (@guillemics) y David Karvala(@DavidKarvala) son militantes de En lluita / En lucha
Fuente: http://enlucha.org/site/?q=
Versió en català: http://www.enlluita.org/site/?