«No debemos delegar nunca más, la democracia no se hace sola, no es un punto de llegada como nos vendieron en un cierto relato de la Transición, sino que es un punto de partida y un gerundio permanente, y si no, no hay democracia» (Ada Colau) Se acercan las elecciones municipales (en todo el Estado) […]
(Ada Colau)
Se acercan las elecciones municipales (en todo el Estado) y autonómicas (para una mayoría de comunidades) del 24 de mayo y desde esta humilde tribuna, instamos al voto a lo que podríamos aglutinar bajo el denominador común de «plataformas de unidad popular». En efecto, durante los últimos meses, en actividad creciente, se han ido constituyendo, desde una procedencia diversa, pero siempre desde un origen ciudadano, una serie de plataformas que aglutinan miembros procedentes de varios partidos y/o foros políticos de reciente creación. Incluso la propia nomenclatura ha ido cambiando, el pionero fue quizá el antiguo «Guanyem Barcelona», que ahora se llama BCN en comú, pasando por todas las plataformas denominadas «Ganemos» seguida del nombre de su ciudad, hasta una innumerable variedad de plataformas, todas bajo el denominador común de querer recuperar sus respectivas ciudades o pueblos para su cuidadanía, en una palabra, gobernar para la gente. La fuerza de líderes populares, como Ada Colau, procedentes de los movimientos sociales, y apoyados después por miembros de las formaciones políticas emergentes, como Podemos, unidas a las que ya se alineaban con el ala izquierda del parlamento (IU, EQUO, Compromís, etc.) ha ido perfilando numerosas candidaturas con esta estructura tan diversa y plural.
Les une a todos, como nos recordaba Ada Colau en la cita inicial, el hecho de querer reconducir la democracia a su auténtico significado, bajo la máxima que podríamos enunciar como «gobernar obedeciendo», algo que por desgracia, muy poco se ha practicado en los municipios y comunidades de nuestro país. Han ido variando los nombres, la composición popular de sus candidatos, pero se han seguido compartiendo y reforzando las mismas sinergias, los mismos objetivos y los mismos valores. De hecho, todos coinciden en cuatro puntos esenciales: la defensa de los servicios públicos, la democracia participativa, la preponderancia de un enfoque ético en la gestión política, y el control de lo público por parte de la propia ciudadanía. Se llamen Ganemos (Salamanca, Toledo…), Ahora (Málaga, Madrid…), En Común (Barcelona, Zaragoza, León…), Marea (Atlántica, de Vigo…), Guanyem (Alicante, Palma, Sevilla, Gijón…) o de cualquier otra forma, todas ellas comparten los mismos orígenes y la misma filosofía en torno a la gestión pública de sus respectivas localidades. Se trata por tanto de gente sencilla, participando desde los foros ciudadanos, queriendo hacer política desde la cercanía, sin pretensión de profesionalizarse, para luchar por mejorar las condiciones de vida de su gente.
Les une por tanto la ilusión, las ganas de hacer política desde la proximidad, de potenciar lo público, de gobernar para la ciudadanía, de proteger y defender los intereses populares, de la inmensa mayoría social, dando por tanto un giro de 180 grados sobre la política institucional que se ha practicado hasta ahora por parte de los grandes partidos. Necesitamos una reapropiación colectiva de lo público, sacar de las Instituciones a tanta mafia, y ponerlas al verdadero servicio de la ciudadanía. El eje rector común de todos estos movimientos, su principio quizá más transversal, es asumir de forma rotunda y definitiva que las ciudades deben estar al servicio de la inmensa mayoría social. Se trata básicamente de partir desde abajo para desbordar a los de arriba y así ganar la democracia, conquistar la política para la ciudadanía. Entre otras medidas concretas, se plantea la remunicipalización de los servicios públicos privatizados, una auditoría ciudadana que determine qué parte de la deuda es ilegítima (la deuda municipal ronda los 1.300 millones de euros), así como la inmediata expulsión de las Instituciones locales de cualquier cargo público procesado por corrupción. Un cambio vigoroso que retorne la ilusión hacia la política más cercana.
Se propone asimismo el control ciudadano de los salarios y los cargos de libre designación dentro de los ayuntamientos y también en las empresas públicas; la publicación en Internet y otros medios de las cuentas anuales de sus representantes; mandatos revocables de los cargos electos; acabar con las puertas giratorias y rotación de cargos públicos, entre otras medidas. También destacan la independencia de los grupos financieros, y la financiación exclusivamente desde las aportaciones de sus integrantes y de las operaciones de crowfunding popular. Se trata de poder financiarse sin recurrir a los clásicos préstamos bancarios, que después se convierten en peligrosas herramientas de dependencia con respecto a las instituciones financieras, que derivan en chantajes hacia las tendencias políticas propuestas. Se pretende también, por supuesto, el cambio fundamental sobre los modelos imperantes de ciudad, orientadas hasta ahora a legislar todo lo que sucede en el espacio público, para convertirlo únicamente en un sitio de tránsito y de consumo, cada vez más privatizado y propagandístico, sin lugar para la reunión pública, para la espontaneidad, para la creatividad, para la disidencia, para los actos políticos o para las manifestaciones. Debemos recuperar la ciudad popular, el ágora pública, los sitios de reunión y de debate, la representación y la fuerza de la propia ciudadanía.
En resumidas cuentas, asistimos a un ciclo de empoderamiento ciudadano, a una evolución del sentido y de la práctica de la política, que pretende evitar el secuestro permanente de la democracia popular, para recuperar las Instituciones y ponerlas al servicio del bien común. Pero sólo mediante un apoyo social masivo y decidido, será posible cambiar la correlación de fuerzas, y hacer frente no sólo a las formas clásicas de hacer política municipal, sino también a la dependencia y al poderío de las grandes empresas, que han convertido las ciudades y los entes locales en instrumentos al servicio de sus intereses. Pero necesitamos también un cambio en la mentalidad ciudadana, necesitamos una ciudadanía cómplice, implicada y vigilante, una ciudadanía responsable y participativa, para que sea posible que este contrapoder ciudadano pueda restar cada vez más fuerza al modelo imperante. Necesitamos, en definitiva, una nueva cultura política, unos nuevos modos de detentar, de ejercer y de redistribuir el poder, y esto es lo que pretenden las plataformas de unidad popular. ¡SÍ SE PUEDE!
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