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Jaque (mate) al Rey

¡Por la III República de todos los pueblos de Sefarad!

Fuentes: Rebelión

Para el filósofo gramsciano y republicano Paco Fernández Buey. In memoriam et ad honorem   Ciudadanos de todos los rincones de un país (de países) que malas, interesadas y hegemónicas gentes quieren ubicar en el páramo de la explotación, la injusticia y las desigualdades insoportables; ciudadanas de pueblos y ciudades, de aquí y de allá, […]

Para el filósofo gramsciano y republicano Paco Fernández Buey. In memoriam et ad honorem

 

Ciudadanos de todos los rincones de un país (de países) que malas, interesadas y hegemónicas gentes quieren ubicar en el páramo de la explotación, la injusticia y las desigualdades insoportables; ciudadanas de pueblos y ciudades, de aquí y de allá, que sufren doble explotación y violencia criminal de género; jóvenes que no están dispuestos a ser convertidos en carne explotada, en mentes usurpadas, en vidas arrojadas a la cuneta de lo inservible (junto a cadáveres ocultados de sus antepasados), en seres serviles a un mercado laboral insaciable, todos y todas estamos en republicano pie de lucha, indignación y resistencia. Queremos recobrar, como dijera un Octavio Paz republicano, «nuestra herencia arrebatada: por ladrones de vida hace mil siglos». Vamos a dar batallas, estamos dando batallas, que parecen o parecían perdidas. Nunca lo fueron.

No importa nuestro origen, nuestro situación diversa situación. No importa la importancia que demos a nuestra identidad nacional o regional, a nuestro amor no excluyente por nuestro lugar/ciudad/pueblo de nacimiento o de trabajo. No importan nuestros elecciones culturales, filosóficas, nuestras orientaciones sexuales. Somos distintos e iguales. Coincidimos en puntos esenciales, básicos, en el color y sabor de la sal de nuestra tierra, en el olor de nuestras esperanzas y en nuestros horizontes no de grandeza sino de real libertad ciudadana. Queremos vivir y convivir, en equidad y justicia, en una República democrática de todas y todos, donde cuidemos de manera especial, como si la vida y la dignidad nos fuera en ello, a los más desfavorecidos, a los y a las más vulnerables. Ninguna explotación, ninguna injusticia, ninguna violencia, ninguna discriminación en nuestro nombre. No pasarán, no permitiremos que su mundo de barbarie social, de locura fáustica, de pesadillas atómicas y ecosuicidas arrase con conquistas de décadas, tras luchas, esfuerzos, sufrimientos, torturas, caídas y asesinatos como los de Julián Grimau, Delgado o Manuel Fernández Márquez, que ponga incluso en peligro nuestra existencia como especie.

No soportamos más el engaño, la mentira, la falacia, la tergiversación, el peor nacional catolicismo, el poder de las 300 o 400 familias de siempre. No soportamos una institución impuesta por el fascismo, heredera del franquismo. No soportamos más una dinastía como la borbónica cuyo balance histórico se ubicará, en lugar destacado, en la historia universal de la infamia. No admitiremos nunca una forma de Estado que, parlamentaria o no, no ignoramos las diferencias, jamás será una forma democrática de estado. No soportamos la alienante, cortesana y estúpida concepción de la vida de una autodenominada Casa Real pletórica de corrupciones, de apetitos crematísticos insaciables, de lados oscuros y oscurecidos y relaciones turbias y peligrosas con gentes y poderes no menos peligrosos. No nos creemos el cuento, de aquellos que ya denunciara el poeta republicano León Felipe, con el que intenta mecernos, ese que explica que el jefe de Estado, la primera autoridad del Reino (provisional) de España, es un ser ejemplar, un luchador democrático, un creador y defensor de la democracia española, que no tenía ni idea, que no sabía nada de las tropelías sin fin del yernísimo y de su hija, una Infanta Borbónica imputada por primera vez en la historia de nuestro país por varios delitos fiscales, una pareja exquisita, formada en ESADE, ejecutivos o ex ejecutivos de Telefónica y Caixabank, que fueron durante años la parejita ideal en la que solían mirarse, y con la que solían relacionarse, sectores influyentes e importantes, gentes VIP, de la burguesía catalana, nacionalista o no tan nacionalista.

La República por la que combatimos, la República que estamos construyendo, como nuestra II República, renunciará a la guerra como instrumento de política exterior. No aceptará de ninguna de las maneras que su presencia en Europa la desangre, le robe, en beneficio de unos pocos, soberanía económica y monetaria. No aceptará una Europa belicista de mercaderes neoliberales. Sus fines básicos no tienen nada que ver con la Europa del euro. No hará del pago de intereses de una deuda ilegítima e imposible un mecanismo para destruir conquistas sociales en educación, sanidad, en numerosos nudos básicos, en vida incluso. No podemos seguir permitiendo, no permitiremos que un ciudadano, el actual Jefe de Estado, esté por encima de las leyes y que su esposa y su hijo y su cónyuge tengan trato de aforados.

Las incansables, ininterrumpidas y masivas mareas ciudadanas y republicanas no vamos a permitir, con diversos métodos de lucha y resistencia (entre ellos, la desobediencia civil) que un gobierno de derecha extrema antirrepublicano criminalice el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, privatice la justicia, impida la llegada de los jóvenes trabajadores a la Universidad, posibilite con sus contrarreformas laborales sueldos de miseria (a 2,5 euros la hora en ocasiones), incumpla y se ría del mandato constitucional de vivienda justa para todos y se ubique en la servidumbre y a los pies de los grandes poderes corporativos. No, no en nuestro nombre. No permitiremos que destruyan nuestra razón de ser. Haremos lo que sea necesario para que, como apuntara el gran filósofo republicano y socialista Manuel Sacristán, «tras esta noche oscura de la crisis de una civilización» despunte «una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo.»

Los motivos para gritar, para exigir, para ir construyendo la III República de Sefarad, una República democrática, no masculina y social, nada que ver con las finalidades y conspiraciones de una parte de nuestra rancia y neoliberal derecha extrema, una República que hermane pueblos diversos y ciudadanos no menos diversos, nada que ver con una República aznarista de élites y negocios, los motivos para exigir (republicanamente) lo que es evidente se agolpan. Nos sobran motivos, no caben en ninguna lista por infinita que ésta pueda ser.

Un motivo más, y no menos importante, punto nodal de nuestra tradición y su legado: la celebración de nuestro 14 de abril en 2012, en la plaza Catalunya de Barcelona, fue el último acto público del filósofo gramsciano y republicano Francisco Fernández Buey. Julio Anguita le dedicó una entrevista ese mismo día; Paco, nuestro Paco, la leyó emocionado. Agradeció emocionado el detalle en su honor, en su memoria, en agradecimiento de su lucha que es y ha sido la nuestra, salgamos, ocupemos las calles ese día. A la calle que ya es ahora, como dijera el poeta, de pasearnos a cuerpos, ¡anunciamos verdaderamente algo nuevo!

¡Que, como rogaba, pedía, exigía Salvador Espriu en el poema XLVI de «La pell de brau», Sepharad visqui, viva eternament, en l’ordre (un orden que no sea un desorden encubierto sino un orden cívico, respetuoso de todos) i en la pau, en el treball, y en una paz real y con trabajo digno, cooperativo, social, en beneficio de todas y todos. Y todo ello, en la difícil, pero necesaria, i merescuda, muy merecida, llibertat.

¡Viva, visca la III República fraternal de todos los pueblos, de tots els pobles,.de Sefarad!

 

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