Atribuir a la polarización electoral el ascenso del candidato con rasgos fascistas es reduccionista. La estructura político-social brasilera es profundamente patriarcal y conservadora. La banca evangelista en el parlamento brasilero ocupa 87 cargos, entre diputados y senadores. Estos parlamentares actúan contra la discriminalización del aborto, el matrimonio igualitario, de las leyes contra la homofobia, apoyan la baja de la edad de imputabilidad penal y combaten la implantación de debates acerca del concepto de género defendiendo el rol sumiso, servil y procreador de las mujeres cis.
Garantizar la vida en condiciones de alta precariedad, represión e invisibilidad es lo que entienden estos cuerpos considerados descartables, violables y torturables -los «cuerpos-abyecto» – por el sistema y sus diversas formas de reproducción. Cuerpos para los cuales los derechos humanos no llegan porque ni siquiera existen como tales. En este sentido, al popularizarse, el movimiento feminista y de mujeres adquiere el rasgo subversivo y de radicalidad ampliada, no solamente simbólico e identitario.
En este sentido, para una parte de la población Brasilera, lo que es dicho «fascismo» en su forma discursiva, ya es una realidad concreta en sus vidas y en sus territorios. Cuando las luchas anti-fascistas se juntan, lo que vemos es un movimiento fuerte de resistencia que mucho más tiene que ver con una lucha por la liberación a que una por la democracia, ya que lo que es comprendido como democracia nunca realmente incluyó a este sector no-burgués.
La rebeldía se choca entonces con las fuerzas que disputan la manutención del orden, de la tradición, de la moral. Son los sectores conservadores que buscan mantener sus privilegios, pero también está presente un fuerte elemento religioso que se manifiesta en todas las clases sociales, y no solamente en la clase media, blanca y escolarizada. Esos dos puntos son fundamentales para comprender porque hay un ascenso del candidato Jair Bolsonaro entre las mujeres después de la protesta #EleNão, organizada y protagonizada por el movimiento de mujeres y feminista en el último 29 de septiembre.
La disputa se da no solo por el candidato en cuestión. Cuando el movimiento de mujeres y feminista sale a las calles, pone en riesgo los valores tradicionales, visibiliza las favelas, cuestiona el lugar de poder, propone un cambio en la sociedad desde una perspectiva que está afuera del sistema (re)conocido. Así, las mujeres que sostienen el conservadurismo se sienten interpeladas y buscan dar una respuesta a través de lo que identifican como representación de sus convicciones, en este caso el candidato Jair Bolsonaro.
Es posible observar cómo esta estructura se sostiene y se reproduce también en Argentina. Durante la votación de la Ley Voluntaria de Interrupción del Embarazo, muchos diputados y senadores expusieron su opinión sobre el rol de las mujeres en la sociedad. Muchas de las intervenciones contra la legalización y con características misóginas también fueron de legisladoras mujeres. Por esto es importante remarcar que no basta ser mujer o reconocerse como tal. Para avanzar en la lucha es necesario ser antipatriarcal, antirracista y anticapitalista.
Mientras crece la representación de las camadas conservadoras en los espacios de poder político-institucional, también crece el número de feministas y de mujeres, trans, travestis, lesbianas y bisexuales ocupando las calles, las redes y las universidades. Esta nueva ola que toma toda Latinoamérica viene para romper estructuras y, sobre todo, viene sin miedo de decir su nombre.
Fuente: https://quevivalamatria.com/2018/10/07/por-que-bolsonaro-crece-entre-las-mujeres/