En estos días ha quedado mucho más en evidencia si cabe que quien está contra del sistema planteado no solo no tiene voto, sino que tampoco tiene voz. Eso es lo que le sucede por ejemplo en las elecciones a todo aquel ciudadano que, por muy comprometido que se sienta con la sociedad, no tiene […]
En estos días ha quedado mucho más en evidencia si cabe que quien está contra del sistema planteado no solo no tiene voto, sino que tampoco tiene voz. Eso es lo que le sucede por ejemplo en las elecciones a todo aquel ciudadano que, por muy comprometido que se sienta con la sociedad, no tiene voz para proponer un cambio de sistema: en primer lugar porque las únicas opciones son votar (si se vota a un partido se acepta a dicho partido, mientras que si se vota en blanco, no se acepta a los partidos pero sí al sistema) o no votar (que implica que la sociedad conoce lo que no acepta pero desconoce lo que sí acepta, lo que lleva a que uno pueda ser tachado socialmente como destructivo y poco o nada constructivo). En definitiva, no se concede una opción de cambio, lo cual contradice a un sistema denominado democrático pero que en la práctica niega toda propuesta que contribuya a cambiar el sistema, aunque dicha propuesta pudiera contribuir a mejorar la sociedad.
Y eso es lo que ha sucedido también durante los últimos días, aunque en otro ámbito ¿bien distinto? como ha sido la convocatoria de una huelga de funcionarios por parte de algunos sindicatos mayoritarios como UGT o CCOO entre otros.
Los sindicatos se han encargado de explicar bastante bien las razones que ellos tenían para convocar una huelga y los medios de comunicación les han ofrecido diferentes espacios para llevar a cabo dicha explicación. Incluso, en el mismo día de la huelga todos los medios mayoritarios sin excepción se han encargado de «informar» sobre la confusión de los datos: el vaivén de cifras de funcionarios que han secundado la huelga según contabilice el Gobierno o los sindicatos se ha repetido hasta la saciedad en radio, prensa y televisión. Hasta se le ha llegado a poner el micrófono a algunos manifestantes para que expliquen lo que ya estaba explicado por los propios organizadores. Todos los medios se han centrado en explicar muy bien quiénes han acudido a la huelga según los sectores de trabajo, las regiones, las provincias, incluso según el horario laboral haya sido nocturno o diurno. Un gran ejemplo de cómo la información puede camuflar su falta de análisis mediante la exposición de multitud de datos irrelevantes repetidos hasta la saciedad pero sin conexión con otros datos de la noticia, lo cual sería muy relevante para poder entender verdaderamente el hecho en sí. Así podemos verlo en muy diferentes titulares:
– El Gobierno asegura que el paro en la Administración ha tenido un «alcance limitado», elpais.es
– La huelga contó con un seguimiento de «en torno al 38%» en los aeropuertos gallegos, según CC.OO. 20minutos.es
– Baile de cifras en el seguimiento de la huelga de funcionarios en Extremadura. Cope.es
– CASTILLA Y LEÓN: Los sindicatos cifran en un 75% el seguimiento del paro, el Gobierno en un 7%. elmundo.es
– El Gobierno rebaja la cifra de seguimiento de la huelga de funcionarios al 11,85%, lavanguardia.es
– El Gobierno desinfla la huelga y cifra el seguimiento en un 12%. larazon.es
Por si eso no fuera suficiente, también se han cuidado mucho de dar voz a aquéllos que no van a ir a la huelga porque en el fondo están de acuerdo con las medidas adoptadas por el Gobierno. Hemos escuchado y leído hasta la saciedad las explicaciones de la señora ministra de economía así como del ejecutivo en General en contra de la huelga por estar a favor de los recortes. En este sentido de «estás conmigo o estás contra mí» se publicaba en larazon.es el siguiente titular haciéndose eco de las palabras de Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE:
– «El país no está para huelgas sino para que arrimemos el hombro».
Sin embargo, prácticamente nadie, salvo pequeños espacios minoritarios (breves segundos en alguna noticia secundaria sobre el tema, o los espacios para comentarios que ofrecen diferentes periódicos digitales, donde el comentario dura en la primera página los pocos segundos que tardan en llegar nuevos comentarios que ocupan ese espacio), como digo, prácticamente ningún medio, ni siquiera la inmensa mayoría de los medios independientes le han puesto el micrófono o la cámara, o le han dado voz de alguna forma a los que no secundaban la huelga para preguntarles por los motivos de su falta de apoyo a la concentración. Con lo sencillo que hubiera sido ir el mismo 8 de junio a los puestos de trabajo públicos (guarderías, colegios, centros de secundaria, hospitales, centros de salud, administraciones locales, regionales y nacionales de todo tipo…) a preguntarles a los que sí estaban trabajando por qué no estaban de acuerdo con la huelga. Quizá eso hubiera tirado por tierra los cientos de titulares que han concedido importancia a la cifra de asistentes a la misma.
Pero no, como aquella mayoritaria abstención (más del 50%) al votar el referéndum sobre la Constitución europea hace unos años, nadie ha querido oír hoy por qué la mayoría de funcionarios de muchas comunidades no han ido a la huelga. Seguramente en los próximos días veremos que no solo nos han quitado los espacios para poder expresarnos públicamente, sino que además se superarán hablando por nosotros, haciendo malabarismos con las suposiciones de lo que es posible que pase por nuestras cabezas con respecto al tema.
Pues bien, señoras y señores, el no rotundo a la huelga de muchos funcionarios (no hablaré por todos) no ha sido un sí a la política de recortes o un simple y llano conformismo, no: más bien ha sido un no al cuadrado, es decir, un NO a la política de recortes presentada por Zapatero y un NO a los sumisos sindicatos que sólo organizan una huelga de funcionarios para lavarse la cara ante la sociedad, ya que haber planteado una huelga general con 4 millones de parados hace más de seis meses no les habría permitido cobrar las ingentes cantidades de dinero extra que han ingresado algunos sindicatos en concepto de «participación en los órganos consultivos del Ministerio de Trabajo e Inmigración, de sus organismos autónomos y de las entidades gestoras de la Seguridad Social» (BOE de 24 de febrero de 2010, p.18101), de lo que mostraos un breve ejemplo:
CEOE 1.804.638 euros.
UGT 1.075.269 euros
CC.OO. 922.609 euros
Como digo, éste es dinero extra, aparte de las subvenciones que reciben como cualquier otra organización sindical. Esto es quizá lo que les ha impedido convocar una huelga general indefinida como debían haber hecho hace ya varios meses. Entre otras cosas porque resulta que salir a la calle estos días se convierte en un quebradero de cabeza para un funcionario cuando se rodea de otras personas que no son funcionarios, ya que no entienden, y quizá con razón, que nos manifestemos sólo nosotros por una bajada del 5% del sueldo cuando millones de personas están sin trabajo. Y somos nosotros los que nos enfrentamos al resto de la sociedad en vez toda la sociedad en conjunto contra políticos, grandes capitales, bancos y defraudadores en general.
Pues resulta que la cifra del 23% de fraude fiscal que existe en España se acaba volviendo también en contra de los trabajadores que, incapaces de mantener a sus familias con 400 euros de ayuda una vez agotado el paro, trabajan en algunas ocasiones sin contrato. El caso es darle siempre la vuelta a la tortilla y no acusar al gran empresario que echa a cientos de trabajadores a la calle para mantener sus beneficios y cuando le urge contrata sin papeles a gente que está en paro, ahorrándose así la seguridad social, engordando el fraude fiscal y, con él, el déficit público, tan citado también en estos días.
Pero los sindicatos no han criticado esto ni en la preparación de su huelga ni en el desarrollo de la misma. Es más, ni siquiera han criticado que el Gobierno quiera rebajar el déficit público, algo muy contraproducente en una época de crisis y en un caso como el español con más del 20% de paro. Pues como muy claramente exponía James K. Galbraight en su artículo «En defensa del déficit público», para rebelión.org, un país para poder generar empleo (gran trauma para el nuestro) y por lo tanto poder crecer, necesita del crédito, ya sea privado (bancos) o público (déficit público), lo cual se mostró como única solución posible ante los ojos del presidente Roosevelt allá por el año 1932 para poder salir de la crisis del crack del 29 que ya llevaba tres largos años dando grandes quebraderos de cabeza (como siempre, más a unos que a otros).
Los sindicatos tampoco llaman a las grandes fortunas por su nombre: no nombran las SICAV de Amancio Ortega o la Duquesa de Alba, entre otros, cuyas fortunas solo tributan al 1% mientras la mayoría del resto de los mortales tributamos entre el 10 y el 20%, según nuestra situación. Y por supuesto, mucho menos citan la fortuna de la Corona Española, cuyos 9 millones de euros que se le conceden cada año están libres de impuestos, además de suponer una de las escasas monarquías del mundo cuyas cuentas no son públicas, es decir, nadie sabe donde se lo gastan.
Es más, desde todos los medios de comunicación e incluso desde los sindicatos, se nos intenta hacer creer que las medidas llevadas a cabo por Zapatero son las mismas que se están imponiendo en el resto de países europeos, lo cual siendo ya peligroso, no llega a ser tan nefasto como lo que se oculta detrás de esas mentiras: el Reino Unido y Alemania ya han impuesto tasas a las transacciones bancarias, algo que no ha hecho el Gobierno español; el gobierno británico con Cameron a la cabeza ha planteado un debate a toda la sociedad para tratar el tema de los recortes, algo muy distinto a las maneras de nuestro presidente, que amenaza además con un decretazo si no se llega a un acuerdo en el tema de la reforma laboral, que también afectaría a todos los trabajadores y no solo a los funcionarios. Es decir, además de que se nos oculta la verdad, se nos engaña, y los que lo hacen son los propios sindicatos que nos organizan una huelga para nosotros solitos.
Pero los sindicatos ni siquiera quieren hablar del FROB, ese Fondo de Reestructuración Organizada Bancaria que cuenta con 9000 millones de euros, de los cuales 6750 millones son públicos, ofrecidos por el estado a partir de todos los impuestos de los ciudadanos (que declaran a Hacienda), y cuya cantidad se está destinando a las fusiones de las cajas de ahorro. Varios ejemplos:
– Cajas de Manlleu, Girona, Sabadell y Terrassa. Importe del apoyo: 380 M€
– Cajas de Catalunya, Tarragona y Manresa. Importe del apoyo: 1.250 M€
– Caja Duero y Caja España. Importe del apoyo: 525 M€
– Además de las que están aún en juego.
Es decir, los bancos, uno de los principales causantes de la crisis son ayudados por todos los ciudadanos con dinero público para que puedan mantener sus beneficios (interesaría estar atentos a los resultados de cuentas que estas cajas fusionadas presenten al final del actual trimestre así como en los trimestres venideros). Y ante eso, no tienen nada que decir los sindicatos.
En definitiva, si nos hubieran preguntado a los que no hemos asistido a la huelga seguramente hubiéramos argumentado mucho más que la famosa frase de «no puedo perder 50 euros en estos tiempos por no trabajar», algo de lo que también los medios de comunicación nos obligan a defendernos, a pesar de que no sea esa la razón de miles y miles de funcionarios.
Los sindicatos en España y la mala educación para las nuevas tecnologías han acabado destrozando la conciencia colectiva en este país en los últimos años, pues como dice Pascual Serrano en su último libro El periodismo es noticia citado en una entrevista realizada por Salvador López Arnal para rebelión.org: «Lo preocupante es la sensación de una parte de la ciudadanía de que frente a un ordenador se puede ser un ciudadano comprometido, un militante político y hasta un activista revolucionario». Los sindicatos y el gobierno han trabajado muy duro porque nos sintamos totalmente alejados de la política, hasta el punto de que sin sindicatos no sean capaces de manifestarse 5 millones de parados en España, pero se acaben sintiendo comprometidos ellos y los que afortunadamente seguimos trabajando, por el simple hecho de hacer correr correos-cadena que ponen a parir a políticos para quedarse luego uno tan pancho.
Por todo eso y por muchas otras razones, muchos funcionarios no hemos ido hoy a la huelga, porque entendíamos que no eran las formas; que no queríamos ser conejillos de indias para lavarle la cara a los sindicatos haciéndole ahorrar de paso unos millones al gobierno y teniéndonos que enfrentar a una sociedad que no es capaz de organizarse por sí sola, sin sindicatos; que no queremos sindicatos que «trabajan» por nosotros sin nosotros; que no queremos este sistema donde las vacas gordas engordan aún más a los ricos solamente mientras que las flacas únicamente adelgazan más aún a los pobres, este sistema que no nos permite hacernos oír si pretendemos hablar de sus fallos, tan numerosos en estos tiempos. En definitiva, porque muchos de nosotros hemos comprendido que ir a la huelga era destructivo para la verdadera conciencia social y no ir era plenamente constructivo, un medio para conseguir un fin mayor.
David Cotilla es Profesor de Enseñanza Secundaria por la especialidad de Lengua Castellana y Literatura.
http://dadacotilla.spaces.
FUENTES:
http://www.rebelion.org/
http://www.rebelion.org/
http://www.frob.es/
http://www.frob.es/notas/
http://www.20minutos.es/
http://www.que.es/madrid/
http://www.cope.es/merida/08-
http://www.abc.es/20100608/
http://www.elmundo.es/elmundo/
http://www.rtve.es/rss/videos/
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