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Mejorar la educación no significa hacer cambios constantes

Por qué tanta oposición

Fuentes: El Periódico

Es verdad que no se ha llevado a cabo ningún referendo sobre el cambio de calendario escolar propuesto por el conseller Maragall, pero en los dos debates televisivos a los que he asistido (Josep Cuní en TV-3 y BTV), las votaciones de los televidentes eran de más de un 70% en contra. Dado que se […]

Es verdad que no se ha llevado a cabo ningún referendo sobre el cambio de calendario escolar propuesto por el conseller Maragall, pero en los dos debates televisivos a los que he asistido (Josep Cuní en TV-3 y BTV), las votaciones de los televidentes eran de más de un 70% en contra. Dado que se realizaban por la mañana, suponemos que eran los padres y madres los que opinaban, pues el profesorado estaba impartiendo clase a esa hora. Por otro lado, una mayoría del profesorado (y los sindicatos que lo representan) se ha manifestado también en contra de esta propuesta. E incluso desde los municipios han surgido voces sobre su imposibilidad de organizar actividades extraescolares durante el mes de febrero, tal como les había encomendado el señor Maragall.

Tenemos, pues, una importante oposición a una propuesta que, a pesar de todo, el conseller se empeña en llevar adelante. Una actitud antidemocrática a la que nos tiene ya acostumbrados y que consiste en utilizar los medios de comunicación para imponer las propuestas antes de negociarlas con la comunidad educativa, lo cual, en lugar de permitir el consenso y las soluciones negociadas, lo único que genera es más problemas.

Esa oposición abarca muchos aspectos diferentes y desde muchos puntos de vista. Pero en algunas cuestiones parece estar todo el mundo de acuerdo: no es una medida urgente ni prioritaria, no está claro que aporte grandes mejoras ni para la educación ni para las familias, se está haciendo de forma precipitada, sin consenso, y sin que estén resueltos todos los problemas que genera. Es cierto que el actual calendario escolar es mejorable, pero lo es también que no existe un calendario ideal que satisfaga a todo el mundo. Uno de los problemas principales de las familias es la dificultad de conciliar las vacaciones laborales con las escolares. Esto no se soluciona con ningún cambio de calendario, puesto que los días lectivos son siempre los mismos y, por lo tanto, la dificultad solo se traslada, no se soluciona.

Las familias, especialmente aquellas que disponen de menos recursos económicos, se oponen al nuevo calendario por no tener claro quién va a cuidar de sus hijos e hijas durante la semana de vacaciones de febrero. El conseller, aparte de recomendar cínicamente que vayan a esquiar, no se ha comprometido con medidas y financiación suficiente para facilitar que las asociaciones de padres/madres y los ayuntamientos organicen actividades. Además, no todas las AMPAS ni todos los ayuntamientos tienen capacidad para hacerlo. Y si bien esto queda compensado por el adelanto del inicio de curso, muchas familias opinan, con razón, que en verano es mucho más fácil organizar actividades para los niños que en el mes de febrero.

Por parte del profesorado, el rechazo es un compendio de cansancio y malestar producido por una política educativa que cambia las normas de juego constantemente dificultando su trabajo en el aula: disminución de las plantillas, masificación, sustituciones que no llegan a tiempo, nombramientos a interinos y sustitutos cada vez más precarios, aprobación de una ley de educación con su rechazo, etcétera. Y ahora, cuando el curso ya ha empezado y está ya programado, el conseller impone un nuevo calendario que supone toda una serie de complicaciones organizativas para los centros, sin haber podido discutir y buscar soluciones a los nuevos problemas, sin que esté claro que la Administración tendrá listas todas las plantillas a finales de junio, sin dejar tiempo suficiente en septiembre para poder preparar el nuevo curso, y, además, cambiando las condiciones de trabajo de los maestros que hacían jornada intensiva en junio. Esa jornada responde a las dificultades climatológicas y a un compromiso con el profesorado que compensaba las horas de más que hace durante el curso con salidas, colonias y otras actividades fuera de su horario lectivo.

Mejorar la educación no significa hacer cambios constantes, al capricho de los que mandan, decididos al margen de las necesidades de los centros y sin recursos suficientes. Todo lo contrario, mejorar la educación implica haber estudiado muy bien lo que es preciso cambiar, escuchar a los profesionales que conocen los problemas y las necesidades y, por último, dedicar a ello los recursos suficientes. Y todo con calma y consenso.

El profesorado está muy harto de tener que solucionar los problemas derivados de la política de este conseller y no poder dedicar su tiempo y sus esfuerzos a mejorar su acción pedagógica: primero fue la sexta hora, que no ha mejorado nada, y supuso muchos cambios y empeoró las posibilidades de coordinación y de atención al alumnado con dificultades, después de una serie de planes y proyectos que han aumentado la cantidad de papeles e informes, solo para lograr unos pocos recursos más; en este curso, la introducción de los portátiles por alumno, hecha deprisa y corriendo y sin las instalaciones adecuadas. Y ahora, un cambio de calendario que no beneficia a nadie.

En definitiva, el profesorado quiere trabajar bien, pero le faltan recursos y le sobran interferencias.

Rosa Cañadell. Psicóloga, profesora y portavoz de USTEC-STES

Fuente: http://www.elperiodico.com/default.asp?idpublicacio_PK=46&idioma=CAS&idtipusrecurs_PK=7&idnoticia_PK=671136