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Por sus obras los conoceréis

Fuentes: Rebelión

«Yo encabezo el apartado del libro bautizando a la entidad (la Caixa) como El Gran Hermano catalán. Nada se mueve en Cataluña sin su consentimiento. Es uno, o el máximo accionista, de Gas Natural, Repsol o Telefónica, por no hablar de la cantidad de dinero que destina a publicidad en los medios de comunicación. Criticarla […]

«Yo encabezo el apartado del libro bautizando a la entidad (la Caixa) como El Gran Hermano catalán. Nada se mueve en Cataluña sin su consentimiento. Es uno, o el máximo accionista, de Gas Natural, Repsol o Telefónica, por no hablar de la cantidad de dinero que destina a publicidad en los medios de comunicación. Criticarla es quedar marcado o, simplemente, ignorado». Rafael Burgos 1

«Donde la cara del verdugo siempre está bien oculta». Bob Dylan

 

Uno de los rasgos más repulsivos del inicuo paisaje moral del tardocapitalismo es el barniz benéfico-solidario que pretenden arrogarse las instituciones capitales del descarnado neoliberalismo actualmente hegemónico. Con todo el arsenal de sus potentísimos departamentos de mercadotecnia y la machacona apelación a la beatífica «responsabilidad social corporativa», grandes bancos y poderosas multinacionales tratan de envolverse, en su ansia por dulcificar su acerada imagen de tiburones desalmados, con los mantos venerables de la cooperación y la ayuda a los «necesitados» de la tierra. Mastodónticas corporaciones empresariales, adalides feroces del desmantelamiento de los servicios públicos y de las privatizaciones, en bandeja de plata, de los buques insignia del patrimonio del Estado, devienen así (con la varita mágica de sus fundaciones, obras sociales y demás apéndices asistenciales) celestiales hermanitas de la caridad que acuden prestas en ayuda de los colectivos desfavorecidos. Las neurálgicas entidades financieras, receptoras de un chorro cuasi infinito de dinero público (¡viva el neoliberalismo y y la libre empresa!), expresan su enorme agradecimiento al involuntariamente dadivoso e hipotecado contribuyente con desahucios implacables y estafas de trileros mientras publicitan a troche y moche las benéficas y «dinamizadoras» actividades que desarrollan sus apéndices asistenciales «sin ánimo de lucro». Con toda la fanfarria que sus ingentes medios de propaganda permiten, proclaman a los cuatro vientos su condición de grandes mecenas del arte de vanguardia, de los congresos científicos y de todo tipo de maravillosos proyectos de desarrollo sociocultural aptos para insertar en ellos sus omnipresentes logotipos. Toda la maquinaria de embellecimiento de la imagen «corporativa» está al servicio de un único objetivo: ocultar su presencia, sumamente asimétrica, en los dos extremos de la cadena causal. El mismo agente que provoca los ingentes daños (empobrecimiento generalizado, desigualdades sangrantes, destrozos medioambientales, etc.) facilita las cataplasmas para paliar algunos efectos, nada «colaterales», provocados por su participación estelar en un orden económico depredador. Para ello cuentan, además de la vergonzante complicidad de los mass media y de las instituciones públicas que deberían embridarlas, con la valiosísima cantera laboral formada por las legiones de trabajadores cualificados del Tercer Sector que, en la cacareada sociedad de la información y el conocimiento, tienen en el sector asistencial uno de los escasos nichos de empleo para evitar su desclasamiento y proletarización.

Este enorme ejército laboral de reserva de licenciados universitarios, «vomitado» por las masificadas facultades de ciencias sociales, trata de optimizar su empleabilidad (en la horrible jerga tecnocrática al uso), con profusión de Masters y sobrecualificaciones, para agarrarse a continuación al clavo ardiendo del trabajillo que pueda surgir en la Fundación, ONG o negociado administrativo de turno. Miríadas de egresados en Trabajo Social, Psicología, Sociología y demás fábricas de «gestores» de proyectos sociales, aterrorizados por los espectros siniestros del paro crónico y la degradación laboral, se abalanzan sobre las magras oportunidades de hacer carrera que ofrecen los apéndices asistenciales de las instituciones públicas y las corporaciones privadas.

De esta suerte, y en un novedoso fenómeno de gran calado sociológico, se garantizan la conformidad y la asunción ideológica, por parte de estos grupos «sobradamente preparados»de la middle class, de los principios legitimadores de la caridad institucional, asumiendo en primera línea la defensa, más o menos acérrima, de la utilidad y eficacia de dichas prácticas «solidarias». La crítica a los métodos y fines de dichos lenitivos sociales, pretendidamente filantrópicos, así como el cuestionamiento de las, generalmente nada honorables, actividades empresariales que los financian y amparan quedan pues excluidos, bajo la espada de Damocles del ostracismo sociolaboral, del campo de lo posible. Se conforma, de este modo, un mecanismo de primer orden de desactivación de la disidencia y de la crítica a los métodos del poder realmente existente por parte de los grupos sociales biográfica e intelectualmente más preparados para ejercerlas. Al ser cooptados por el asistencialismo dominante, teniendo que ganarse el pan diseñando e implementando tratamientos paliativos financiados al alimón por el gran capital y los serviles poderes públicos, su ideología deviene conformista y legitimadora de las trapacerías perpetradas por las poderosas instituciones que les procuran sustento y status. La mala conciencia, derivada de la percepción (inevitable, por muy eficaces que resulten los potentes mecanismos de autoengaño) de su activo papel en el reforzamiento de los mecanismos de control social y prevención de la disidencia, provoca la exclusíón de cualquier atisbo de autocrítica sobre el contenido real de su actividad. Los entusiastas patrocinadores de la pléyade de entidades asistenciales tienen así, en esta legión de «intelectuales» a sueldo, a un valiosísimo aliado ideológico e inestimable colaborador en la ocultación del papel estelar que estas opulentas organizaciones tienen en los mecanismos de generación de los desastres crecientes provocados por el «orden» económico vigente.

Un botón de muestra podría ilustrar algunas de las sangrantes paradojas derivadas de lo anterior. La todopoderosa (al menos en la irredenta tierra de Salvador Espriu y del noi del Sucre) «la Caixa» (ahora CaixaBanc) desarrolla, a través de su Obra Social (la primera del país, según el autobombo de su página web), varios proyectos 2 de cooperación internacional, algunos en remotos lugares como la India. Benéficas acciones relacionadas con el desarrollo de la agricultura sostenible, la lucha contra la desnutrición infantil o el fomento del desarrollo socioeconómico de las mujeres constituyen la cara amable de la intervención en aquellas dolientes y lejanas latitudes de la muy misericordiosa y dadivosa entidad financiera.

Paralelamente, pero de forma mucho menos visible y publicitada, la centenaria institución interviene activamente en el muy lucrativo negocio de la fabricación y venta de armas a través de su participación en destacadas empresas del sector (Indra, receptora de generosos créditos y copartícipe en jugosos fondos de inversión, podría servir como ejemplo 3 ) con intensas relaciones comerciales con países como India y Pakistán, envueltos en cruentos conflictos armados 4.

El buque insignia del sector privado en Cataluña mantiene, asimismo, una significativa implicación en los accionariados de empresas energéticas multinacionales como Repsol y Gas Natural, enérgicas promotoras del consumo desaforado de combustibles fósiles y responsables destacados del agudo e irreversible cambio climático. Estas irresponsables y nocivas prácticas, que engrosan abundantemente la cuenta de resultados de la «caritativa» entidad, comportan intensas y dramáticas consecuencias sobre el terreno.

Como explica, con claridad desgarradora, la escritora india Arundhati Roy, en la inhóspita frontera entre India y Pakistán (el campo de batalla más elevado de la tierra, en el corazón del Karakorum) se desarrolla un episodio más de los crónicos conflictos armados que enfrentan a las dos potencias nucleares desde su traumática escisión en 1947. Mientras los gobiernos respectivos dilapidan ingentes cantidades de recursos en la adquisición de armamento a los grandes fabricantes mundiales del sector, en aquel remoto rincón del planeta, a 6000 metros de altitud, los efectos del cambio climático empiezan a dejarse sentir intensamente provocando el derretimiento de los glaciares y las consiguientes inundaciones catastróficas que arrasan los valles y riberas del subcontinente indio. Estos desastres «naturales», inducidos por la maquinaria productivo-depredadora global, expulsan de sus tierras a millones de campesinos pobres que se ven forzados a emigrar a los míseros suburbios de las caóticas megalópolis del país. Los masivos desplazamientos de comunidades enteras en el inmenso y caótico collage de pueblos y etnias de la India serán las semillas de futuros conflictos armados, causados por la lucha por los escasos y deteriorados recursos naturales entre los desheredados de la tierra.

En las lúcidas y lúgubremente sarcásticas palabras de la autora india: «La fusión glaciar causará severas inundaciones en el subcontinente, y eventualmente catastróficas sequías que afectarán las vidas de millones de personas. Eso nos dará aún más motivos para combatir. Necesitaremos más armas. ¿Quién sabe? Esa especie de confianza del consumidor puede ser precisamente lo que el mundo necesita para salir de la actual recesión. Entonces todos en las prósperas democracias vivirán todavía mejor y los glaciares se derretirán aún más rápido». 5

Mientras tanto, en una «próspera democracia» y a miles de kilómetros de distancia, en el centro de la Barcelona más señorial, las elegantes y modernistas salas del Palau Macaya, propiedad de la Obra Social de la referida entidad financiera, acogen las solemnes sesiones del ciclo de conferencias que lleva el pomposo título de «Identidad, diversidad y globalización en el siglo XXI» 6 . Los objetivos del evento, en la aséptica y vacua jerga típica de los think tanks de la llamada sociedad del conocimiento, son: «reflexionar sobre la idea de identidad, teniendo en cuenta cómo la mundialización de las ideas, las influencias culturales, las creencias ancestrales y las diferentes tradiciones conviven en un paisaje plurilingüe, con cambios poblacionales y procesos migratorios incesantes…»

Los eficientísimos y «masterizados» empleados encargados de la redacción de tales preclaros folletos informativos y los ilustres ponentes a cargo de las sesudas y especiosas conferencias impartidas adornarán sin duda con bellas imágenes y sabias reflexiones sus sopesados y profundos discursos sobre el particular. Absteniéndose, eso sí, casi con absoluta seguridad, de emitir el más mínimo atisbo de objeción sobre la inconfesable participación que la insigne entidad financiera que les acoge en su aúlico seno tiene en los procelosos y siniestros rincones de la globalización capitalista «realmente existente». 

Notas:

1 Entrevista de Salvador López Arnal: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=190597

2 http://obrasocial.lacaixa.es/ambitos/dondeestamospresentes/dondeestamospresentes_es.html

3 http://www.centredelas.org/images/stories/adjunts/922_Informe%20inversiones%20que%20son%20la%20bomba.pdf (página 43-44)

4 http://estudiantesbibcom.wordpress.com/2010/03/14/indra-y-la-universidad-de-extremadura/

5 http://geographysgs.files.wordpress.com/2013/03/endeble-luz-democracia.pdf

6 http://obrasocial.lacaixa.es/nuestroscentros/palaumacaya/actividades_es.html


Blog del autor: http://trampantojosyembelecos.wordpress.com/

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