Un recuento necesario. En Chile es difícil pensar en una refundación de la izquierda de partidos. Partidocracia que en 20 años de transición sólo reprodujo las viejas lacras de la historia republicana anteriores a la Unidad Popular. Los 1000 días de la UP no fueron un dechado de virtudes de los partidos de la época, […]
Un recuento necesario.
En Chile es difícil pensar en una refundación de la izquierda de partidos. Partidocracia que en 20 años de transición sólo reprodujo las viejas lacras de la historia republicana anteriores a la Unidad Popular. Los 1000 días de la UP no fueron un dechado de virtudes de los partidos de la época, pues al sueño social de Allende se opusieron con saña dirigentes que veían sólo sus pequeñas parcelas de poder. Confundieron el espíritu democrático del líder con debilidad e indecisión. De nada sirvió el exilio sino como fuente de pudrición. Se voceó que con la llegada a la democracia se inauguraba una nueva forma de hacer política. La realidad demostró que si ese propósito realmente existió fue parte de una intención fallida. Las alianzas que se tejieron no fueron sino una constatación del fracaso. Viejas formas de una clase política que, como recordaba un militante del Partido Socialista de Chile, no eran sino «alianzas pegadas con saliva», agreguemos, donde trataban de engañarse unos a otros. En los tiempos que corren la política moderna se ha convertido en la proyección de los negocios. La caja electoral que exige el sistema es de tal importancia que sin un respaldo económico de padrinos [en muchas ocasiones, como en Chile, multinacionales del cobre] y de millones de pesos, es imposible acceder a un cargo de representación popular. Segundo, la clase trabajadora nunca ha sido interlocutora, sino receptora de soluciones. Tercero, los programas propuestos y aprobados, nunca han incluido las cláusulas democráticas esenciales para transformar la institucionalidad política, económica y social de la Nación. Pienso que un programa popular y democrático en Chile sólo puede ser desarrollado en la medida que contenga 4 propuestas fundamentales, las cuales deberán incluirse en el llamado a una Asamblea Constituyente: [a] iniciativa popular de leyes mediante un número determinado de firmas del cuerpo electoral; [b] cuerpo electoral amplio, constituido por chilenos ciudadanos residentes en el país y en el extranjero, inscritos de manera automática y con un ejercicio libre de su derecho, para votar en un sistema proporcional y NO binominal como hasta ahora; [c] ejercicio del plebiscito, acto reconocido como expresión de la soberanía popular. Sin las trabas del Art. 15 de la Constitución Política del Estado [CPE], que limita el alcance del Art. 5 de la CPE [ver nota más abajo]; [d] referéndum revocatorio de las autoridades, es decir el cuerpo electoral en un número determinado de ciudadanos podrá llamar a refrendar o invalidar el mandato que la ciudadanía y la ley le ha conferido a las autoridades del Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. El historial cercano de los partidos de la Concertación revela que carecen de rumbo, más preocupados de recuperar parcelas de poder perdidas con la última elección presidencial que de las preocupaciones del amplio frente social de la ciudadanía, hoy acogotada por el proyecto empresarial de la Alianza. En resumen, el punto [b], señalado más arriba, se encuentra en las propuestas de los compañeros. Creo entonces importante discutir en el Congreso del partido, los puntos [a], [c] y [d]. Sin embargo, ninguna de dichas propuestas tiene sentido sin un llamado amplio a la ciudadanía en pro de una Asamblea Constituyente, origen de una nueva República democrática y solidaria. Sólo sobre las bases de una nueva institucionalidad, discutida y aprobada democráticamente, se podrá sustentar el conjunto de propuestas de los compañeros al XXIX Congreso. Esa carencia ya se evidenció en la experiencia de la Unidad Popular. La vieja institucionalidad de la Constitución de 1925 no fue capaz de contener las profundas transformaciones propuestas por el gobierno que presidía Salvador Allende. Es más, una gran parte del mundo del trabajo quedó neutralizado por viejas prácticas del cuerpo político incapaz de reaccionar frente a las exigencias de un mundo en plena evolución. Por todo eso pienso que no podemos caer en la misma trampa de hace 40 años atrás. La única refundación posible de agrupaciones partidarias de izquierda no puede ser otra que cara a una ciudadanía excluida, ignorada y ausente de las fórmulas políticas del presente. Abrir las puertas de la discusión de entidades encerradas en sus propios intereses y ambiciones es ya un principio de refundación. Comento. Sabe muy bien el diputado Andrade los hechos de la causa. Es decir, los montos que deciden las elecciones de diputados, senadores, concejales y alcaldes; agreguemos a ello, los donantes y los compromisos con dichos donantes. Por eso ofrecer a cambio de tribunales, o acusaciones populares en el parlamento, una confrontación en un Congreso General resulta simplemente ridículo. Por lo demás, no resulta inoficioso recordar el resultado de la investigación judicial sobre el destino de los fondos de financiamiento de los programas de generación de empleos [PGE] en la Va Región por citar algo reciente, oficial y dentro de la institucionalidad vigente. En la sentencia final, fueron condenados secretarios o encargados de la propaganda. De los principales responsables, aquellos en cuyas cajas electorales aterrizaron los fondos malversados, ni siquiera una palabra. Públicamente rasgaron vestiduras y juraron inocencia e ignorancia de los hechos. No dudo que el diputado Andrade y su directiva estarán presentes en el Congreso para debatir, agreguemos, de la misma manera que se discutió y se aprobó en el Congreso de Concepción, donde se aprobó que ningún representante popular del partido podía «repetirse el plato» más de dos veces. Ese fue un acuerdo debatido que nunca se cumplió. Es la misma letra muerta que impide en el presente tejer alianzas y crear confianzas. Lo nuestro es un llamado a constituir un Frente Amplio Social, el mismo que hemos venido proponiendo públicamente desde 2005 cuando propusimos una Mesa de Convergencia puesto que comprobábamos en esa época que «la clase política ha dimitido en beneficio de un sector dominante». Argumentábamos, que «ese poder social y político que sustenta a la clase dominante -y que creímos derrotado en el plebiscito de 1988- continúa vigente» [Ver El Siglo, 20 de mayo de 2005, ps. 12-13, Entrevista: «La Mesa de Convergencia es un capital moral]. Ese llamado ha sido reeditado en múltiples ocasiones, desde el 16 de noviembre de 2005 cuando se creó la edición digital de Fortín Mapocho [Ver columna Editorial]. En resumen, nuestro llamado está destinado a la formación de un Frente Amplio Social integrado por la mayoría del pueblo de Chile, hoy, no representado. Es esa enorme masa ciudadana que nunca ha sido reconocida por la institucionalidad de nuestro país. Me refiero específicamente en el sector industrial: a trabajadores de PYMES, microempresas y trabajadores artesanales; en la agricultura y pesca: a asalariados temporeros, minifundistas y comunidades mapuches y altiplánicos, pescadores artesanales; en la actividad minera: a trabajadores de medianas y pequeñas [pirquineros]; en la construcción: a empleados de nivel precario en la actividad; en el comercio: a trabajadores del retail y pequeñas y medianas empresas del comercio detallista. Esa lista incluye no sólo a las mujeres en una actividad profesional liberal, o bajo contrato en diversas actividades, sino también a las dueñas de casa sin salario, ni previsión; a los estudiantes quienes han demostrado su nivel de conciencia ciudadana en sucesivos movimientos [2001, 2006, 2009]. No se puede ignorar que en las actividades mencionadas existen trabajadores organizados en sindicatos y federaciones sindicales en grandes empresas industriales, de la agricultura, minería y pesca, su solidaridad es central y nuestro llamado es también para ellos, a estructurar esa gran Mesa de Convergencia para lograr un Frente Amplio Social en un Chile donde ningún trabajador sobra. La democracia socialista es la participación popular en la administración de los bienes públicos. Objetivamente esa democracia es parte integral de un proyecto humanista. Es nuestra mirada al futuro que debe proyectarse inequívocamente en nuestras acciones del presente. El Artículo 15 de la CPE expresa: ‘En las votaciones populares, el sufragio será personal, igualitario y secreto. Para los ciudadanos será, además, obligatorio. Sólo podrá convocarse a votación popular para las elecciones y plebiscitos expresamente previstos en esta Constitución. Señalo en negrita la frase que algunos constitucionalista estiman que limitaría el derecho al Plebiscito al caso previsto en el Artículo 15. Otros, en los cuales me incluyo, estimamos que el Artículo 5° se encuentra en el Capítulo I° de la Constitución que se refiere a las Bases de la Institucionalidad. En cambio el Artículo 15 se encuentra en el Capítulo II de la Constitución que se refiere a la Nacionalidad y Ciudadanía, el cual por su redacción es de carácter procesal, es decir adjetiva, que no puede primar sobre una disposición sustantiva del mismo texto legal. * Héctor Vega es Director de Fortinmapocho.com |