Todo parece indicar que aquel proyecto que dibujaron en 1986 prácticamente todos los partidos a la izquierda del PSOE, al calor de las movilizaciones contra la entrada de España en la OTAN, -de ahí el nombre Izquierda Unida-, empieza a secarse a falta de riego de imaginación y regeneración, por lo que, en ausencia de […]
Todo parece indicar que aquel proyecto que dibujaron en 1986 prácticamente todos los partidos a la izquierda del PSOE, al calor de las movilizaciones contra la entrada de España en la OTAN, -de ahí el nombre Izquierda Unida-, empieza a secarse a falta de riego de imaginación y regeneración, por lo que, en ausencia de brotes verdes, se está quedando en el esqueleto que siempre lo ha vertebrado, el PCE.
Por IU han pasado más de una veintena de organizaciones políticas de toda tendencia. Hoy, 24 años después, vive un desierto político en el que sólo están activas las luchas de diversas facciones que compiten por el territorio y el poder, todas ellas conformadas por las dos grandes familias que actúan en su seno: los militantes del PCE y los ex militantes del PCE. La riqueza de la diversidad ideológica y política que lució presumidamente la coalición hace tiempo que desapareció y el partido de Cayo Lara es cada vez es más fuerte en IU, pero cada vez está más solo.
Desde el punto de visto organizativo, IU es hoy una simple coordinadora de concejales, los alcaldes que quedan, cargos electos y miembros de los diversos aparatos, al servicio de un sobredimensionado organigrama, que parece no tener en cuenta el menguado número de militantes, que desciende mes a mes.
La organización, pues, no tiene ya nada de su inicial espíritu integrador inicial; es más una conjunción de intereses de grupos de presión para repartirse el poder.
La refundación
Y esta situación lleva a la reflexión de que IU camina en sentido contrario al que debería hacerlo para construir, como proclama desde hace unos meses, una referencia política transformadora, plasmada en una suerte de hoja de ruta de la huida hacia delante, denominada Refundación, con la que intenta, de manera mecánica, integrar en su proyecto al movimiento ecologista, feminista, republicano, sindical, cultural y vecinal, entre otros. Es decir, justo los movimientos sociales en los que muchos de sus activistas se han ido distanciando de IU con el paso de los años, entre otras causas, por su incomprensión ante los fenómenos alterglobalizadores y por su funcionamiento burocrático.
Ya empiezan, incluso, a levantarse voces desde diversos sectores políticos situado a la izquierda de IU poniendo en tela de juicio la Refundación y señalar algunas causas que imposibilitan que el proceso tenga viabilidad real: un discurso ajeno a los cambios del mundo de hoy, un modelo organizativo centralista basado en grandes estructuras profesionalizadas, predominancia del nacionalismo español, e insistencia en la centralidad de la clase obrera como sujeto político.
Sin posibilidad de retorno
La IU de hoy ya no es «la» referencia de la izquierda ni el polo social y electoral que se precisa para llenar el vacío que esta dejando el PSOE en su flanco izquierdo.
Hace falta, en primer lugar, un reconocimiento de que «se es» parte de un proceso y no el imán que atrae a los demás, ni el faro que alumbra las tinieblas por las que navega la izquierda transformadora. Hace falta una nueva cultura política que crea sinceramente en la temporalidad en los cargos, en otros cauces participativos y en otra manera de organizarse.
Lamentablemente, el proyecto de Izquierda Unida hoy está agotado, entre otras causas, por: incapacidad para entender la realidad actual; estructura obsoleta y autoritaria; incapacidad para conformar un polo político-social, plural y democrático; mantenimiento del mito de un gran sujeto de emancipación, la clase obrera, que impide el reconocimiento de nuevos antagonismos; incomprensión de la relación entre partido y movimientos sociales, e incapacidad de reacción ante los dos fenómenos electorales que le ahoga: los efectos del sistema electoral y el bipartidismo.
Una nueva manera de entender la política
Todo parece indicar que el panorama político, en España y Europa, de los próximos años, estará dominado por procesos de convergencias y reagrupamientos, que dibujarán un mapa político muy diferente al que ahora conocemos.
Es necesario construir un nuevo espacio socio-político y electoral. Y hacen falta muchas voces en un solo proyecto unitario, democrático y soberano, por lo que se debe hacer un llamamiento a la confluencia de miradas, no solamente de los sectores más dispuestos de IU, sino con los ciudadanos y ciudadanas que conforman la izquierda social y electoral del país, irritados cada vez más con la manera de gestionar la política que tiene el PSOE, así como, de manera especial, con la gente que participa activamente en los movimientos pero entiende que es necesario un compromiso político que complemente su activismo social.
Existe un espacio social y electoral para un proyecto político fuera de la órbita del PSOE e independiente del PCE; una izquierda que, aún asumiendo viejas tradiciones emancipadoras, sea inspiradora de una nueva manera de entender la política. Una mirada política que sea capaz de proponer, al tiempo, con credibilidad y seriedad, respuestas veraces a los problemas que angustian y agobian a la gente.
Una propuesta, -como bien se señalaba en el último programa electoral de IU- transformadora pero no basada solamente en el discurso y la retórica, sino en la capacidad real de transformar la política a la vez de ser portadores de esperanza, de perspectivas de cambio, de una utopía con los pies en el suelo. Propuestas creíbles y realizables, que anuncien que es posible y deseable hacer las cosas de otra manera. Con una potencialidad entroncada en la participación directa y democrática no sólo de los afiliados y afiliadas, sino también de los electores.
Cada cambio en el discurso debe ir acompañado de un cambio en el modelo de organización, no solo en la dirección política que pretende acompañar los nuevos momentos. La idea que proponemos es la de levantar un nuevo molde organizativo, adaptado a la cultura del siglo XXI, a un mundo en red y con una sobresaturación de información importante.
Una izquierda transformadora pero eficaz
El nuevo proyecto político debería tener un lema principal: la izquierda ha de ser transformadora y eficaz. Ha de ofrecer alternativas para resolver los problemas diarios, pero deben conducir al cambio, y tienen que ir a la raíz; deben ser radicales. Hay que reinventar nuevos modos de politización de los conflictos y una nueva relación entre lo social y lo político.
En este nuevo escenario, en el que lo local es ya planetario y las dinámicas se transforman velozmente, es necesaria una organización que entienda que el objetivo principal es avanzar hacia un modelo sostenible de sociedad, cambiando los modelos de producción y consumo.
Una sociedad sostenible supone un cambio en los sistemas de producción y transporte, así como una transformación del modelo de consumo insaciable que se expande actualmente en el planeta.
Otro eje importante de la propuesta será el trabajo activo en la sociedad de distintos colectivos, movimientos y asociaciones en el ámbito local. El Tercer sector y la sociedad civil deben coger cada vez más fuerza, y ser un contrapeso real y eficiente frente a las grandes multinacionales.
Un espacio que participe en la renovación del pensamiento de izquierdas, y que sus principales valores sean la justicia social, el ecologismo, el feminismo, la democracia participativa, la solidaridad, la laicidad y la radicalidad democrática.
En el terreno organizativo, la nueva propuesta impulsará una nueva forma de entender que los cargos públicos o internos deben estar acordes con una nueva forma de participar en política; hay que recuperar el concepto de esa participación como servicio y no como carrera o proyecto personal.
Un proyecto del que puedan formar parte, cómodamente, las franjas más activas políticamente de los diversos movimientos sociales. No se puede concebir hoy una alternativa emancipadora sin la implicación de los movimientos sociales, y trabajar con ellos debe de ser uno de los principales fundamentos y línea de acción prioritaria.
Un proyecto que se ponga al frente de nuevos retos (Internet, saturación de la información, intensificación del consumo, etc.) y que sea referente para los jóvenes.
Estamos hablando, en fin, de un espacio socialista radical, federalista, republicano, internacionalista y alternativo. Un proyecto, además, integrador, amable e ilusionante. Y, por supuesto, alegre.
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