Es tiempo de política con altura de miras, generosidad y acuerdos si no queremos sufrir una involución que no sólo pagaremos nosotros sino nuestros hijos y nietos
La celebración de unas segundas elecciones en las condiciones en las que estamos y después de lo que ha sucedido desde el pasado mes de abril constituye un doble fracaso.
Un fracaso del PSOE y de Unidas Podemos, porque las dos fuerzas han desaprovechado la posibilidad que tenían a su alcance para conformar una mayoría parlamentaria y un nuevo gobierno que abordase las transformaciones imprescindibles que comenzaran a paliar el daño social económico, político, social y personal tan grande que ha provocado la crisis y las políticas con las que se le ha dado respuesta.
Y es también un fracaso de nuestras instituciones y normas legales porque es una auténtica barbaridad que se pueda estar tanto tiempo de interinidad y sin poder tomar decisiones imprescindibles, sobre todo, cuando está cambiando la coyuntura económica y todo parece indicar que se acerca otro periodo de tensiones y dificultades. Muy en particular, la situación ha permitido comprobar la debilidad de la Corona cuando la inercia no funciona y las mayorías de gobierno se complican por la quiebra del estatus bipartidista que nuestros constituyentes pensaron que iba a ser eterno.
Pero si es una desgracia que España esté permaneciendo tanto tiempo en estado de provisionalidad con un gobierno que sólo puede afrontar nuestros grandes problemas a costa de extralimitarse en sus funciones, quizá sean mucho peores los efectos colaterales de esta situación: la incomprensión indignada de mucha gente que no se puede traducir sino en desafecto hacia las instituciones e incluso hacia la desgastada democracia; la constatación de la incapacidad de las fuerzas progresistas para hacerse con la situación y liderar al país y, sobre todo, el clima de mal ambiente, de enfrentamiento personal, de cainismo y falta de fraternidad y sororidad que han dejado todos estos meses de discusiones. En algunos momentos, parecía que estaban jugando desde el sillón con una videoconsola, sin nada que perder, en lugar de estar tomando decisiones decentes e inteligentes que afectan a 47 millones de personas.
Los titubeos del PSOE, que aún hoy continúan, nos hacen dudar sobre sus intenciones. ¿Querían contar sinceramente con el apoyo de Unidas Podemos o una nueva situación que aumentara su poder electoral y creara condiciones más favorables para pactos por la derecha? Su comportamiento más bien nos da a entender que era esto último lo que buscaba. Una estrategia legítima, sin duda, pero también una traición en toda regla a sus promesas y un engaño a todo el mundo porque habría estado diciendo una cosa y haciendo otra.
Unidas Podemos no ha engañado a nadie, pero su actuación ha sido igualmente nefasta. Ha sido tremendamente ingenua creyendo que su participación como minoría en un eventual gobierno de Pedro Sánchez le iba a dar más capacidad transformadora que el apoyo crítico y condicionado desde fuera, olvidando que una cosa es el gobierno y otra muy distinta el poder. Ha sido incoherente porque, si realmente deseaba entrar en el gobierno, no se explica que rechazara nada más y nada menos que una vicepresidencia y tres ministerios. Ha sido inmadura e infantil al no saber conducir con mano izquierda y sensatez unas negociaciones difíciles y que es imposible sacar adelante si uno no se da cuenta que tiene enfrente a alguien diferente a nosotros y con quien será imposible acordar nada si a cada instante se le ataca e insulta. Y ha sido políticamente ineficaz y torpe porque no ha terminado de entender que cualquier tipo de política transformadora en España requiere mayorías muy amplias y transversales que hay que conformar justamente con quienes están incluso en las antípodas de nuestro pensamiento, preferencias e intereses. Este comportamiento, que no es nuevo, ha dejado más de dos millones trescientos mil votos en el camino, desde los más de seis millones que se obtuvieron en 2015.
Ahora, la situación es ciertamente complicada. Lo lógico es que todo vaya a peor porque Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, por muy desigual que haya podido ser su responsabilidad, han mostrado a todos los españoles que son incapaces de conformar lo que España necesita si no quiere caer en manos de una mayoría condicionada por la extrema derecha franquista: una mayoría parlamentaria plural y un gobierno estable y de progreso. Y quienes han provocado el problema, no pueden traer la solución. Pero la alternativa no puede ser la de caer en el desánimo, la desafección y el desaliento. Hay que hacerle ver a nuestra sociedad que todavía es posible hacer política útil para resolver los problemas urgentes de nuestro país; saber negociar; dejar a un lado las diferencias y anteponer lo que es fundamental para resolver los problemas de la mayoría.
España necesita una reforma legal profunda y radical que ponga fin a la corrupción impune y que imponga la transparencia y la rendición de cuentas, caiga quien caiga. España necesita que la transición ecológica, como medio para alcanzar la justicia social, sea central porque el planeta no va a esperar a que dos se pongan de acuerdo.
Necesitamos que se ponga orden en los mercados para evitar que los españoles y nuestras empresas tengamos que soportar el sistema financiero, la energía o los alquileres y viviendas más caros de Europa, simplemente porque ningún gobierno se atreva a poner firmes a los oligopolios que cercenan la competencia y abusan en los mercados. Necesitamos una reforma fiscal que acabe con el falso debate entre subir o bajar impuestos para centrarlo en la equidad y en la eficacia tributarias que obliguen a pagar los que tenemos a todos por igual y a introducir las nuevas figuras que demandan los cambios económicos y tecnológicos que estamos viviendo.
Necesitamos una política de vivienda e infraestructuras que nos iguale a Europa, una estrategia de reindustrialización verde, un acuerdo de estado sobre educación e innovación que impida que nos sigamos desmantelando, optimizar y fortalecer los servicios públicos y racionalizar el gasto de las administraciones, y un pacto de rentas que nos permita ser competitivos sin necesidad de empobrecernos. Es fundamental que un gobierno estable afronte las transiciones que se nos vienen encima con eficacia y salvaguardando en primer lugar las condiciones de vida de los más desfavorecidos, a la naturaleza que no es nuestra y a las nuevas generaciones. Es imprescindible hacer frente al problema catalán con diálogo, pero con fortaleza y determinación sin que nos avergüence decir en voz alta que nuestra principal preocupación y nuestro más grande patrimonio se llama España.
Todas estas cosas y otras que sin duda dejamos a un lado, porque no tratamos de esbozar aquí un programa de gobierno, no se podrán conseguir con el simple liderazgo de un solo partido. Se necesitan mayorías y acuerdos, incluso más allá de las izquierdas, porque la sociedad ha cambiado, porque el capitalismo neoliberal ha desdibujado las tradicionales composiciones de grupos sociales por ingresos, riqueza o ideologías. Nos guste o no, vivimos en sociedades mosaico, poliédricas, líquidas y confusas que requieren estrategias y discursos capaces de hacerse entender por personas de condición extraordinariamente diferente.
Y para que esto sea posible tenemos que aprender también a conducir al mismo tiempo con las luces cortas que permiten gestionar con acierto el día a día más prosaico y con las largas que nos alumbren hacia un futuro diferente ahora que el capitalismo de nuestros días se muestra más incapaz que nunca de conjugar los grandes avances que es cierto que proporciona con la estabilidad, con la paz y, sobre todo, con el disfrute y la satisfacción de la inmensa mayoría de la humanidad. Es tiempo de política con altura de miras, generosidad y acuerdos si no queremos sufrir una involución que no sólo pagaremos nosotros sino nuestros hijos y nietos.
Carmen Lizárraga. Profesora Titular de Economía Aplicada de la Universidad de Granada y candidata de Más País por Málaga
Juan Torres López. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla
Fuente: https://www.eldiario.es/andalucia/enabierto/mayoria-gobierno-estable-progreso_6_959664025.html