El artículo 2 de la Constitución establece que se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones. No termina de explicar el concepto nación, nacionalidades o región. Conceptos ambiguos, con múltiples interpretaciones y connotaciones políticas. Me remito al artículo “De la Nación de Naciones” que publiqué en 2012 y que aparece en mi libro Reflexiones Republicanas, en el que analizo ideas y conceptos de actualidad, sobre la cuestión española, catalana y otras nacionalidades.
El artículo 2 de la Constitución establece que se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones. No termina de explicar el concepto nación, nacionalidades o región. Conceptos ambiguos, con múltiples interpretaciones y connotaciones políticas. Me remito al artículo “De la Nación de Naciones” que publiqué en 2012 y que aparece en mi libro Reflexiones Republicanas, en el que analizo ideas y conceptos de actualidad, sobre la cuestión española, catalana y otras nacionalidades.
Uno de los llamados padres de la Constitución interpretó que «la existencia de diversas naciones o nacionalidades no excluye, sino todo lo contrario, hace mucho más real y más posible la existencia de esa nación que para nosotros es fundamental, que es el conjunto y la absorción de todas las demás y que se llama España». Sobre el Estado Federal, el PSOE ya defendió en su Programa para las elecciones del 29 de abril de 2019 una reforma constitucional que haga de España un Estado federal, con planteamiento de avanzar hasta reconocer plenamente el carácter plurinacional de España. De igual modo proponían y siguen proponiendo, el reconocimiento de la singularidad de las comunidades autónomas con una definición precisa de su «identidad, cultura y lengua» en los Estatutos de autonomía, apostando por modificar la Constitución para que las autonomías se queden con todas las competencias que no sean estrictamente del Estado.
Esta fórmula fue la solución consensuada en 1978, al tan traído tema de la «unidad» de España, superando el concepto utilizado por la dictadura: «España, unidad de destino en lo universal», que diciendo mucho supuestamente, no terminaba de saberse que quería de decir en su más estricto sentido. Además, con la fórmula que se adoptó se salvaba la situación creada durante la Segunda República Española con Cataluña, País Vasco y Galicia. Hoy las ideas siguen encendidas, los intereses vivos y la unidad de la nación y la existencia de nacionalidades cuestionadas.
Precisamente el 12 de julio de 1873, en Cartagena, se produjo un levantamiento federalista que instauró el Cantón de Cartagena, que resistirá seis meses al asedio gubernamental. El epicentro de este movimiento cantonal estuvo en la ciudad de Cartagena, que fue donde los republicanos federales «intransigentes», con el propósito era instaurar en España «desde abajo» la República Federal sin esperar a que las Cortes Constituyentes elegidas en mayo de 1873 elaboraran y aprobaran la nueva Constitución Federal. Lo que se pretendía era la consecución de un Cantón Murciano con personalidad jurídico-política agrupando a la provincia de Murcia, dentro del ámbito geográfico nacional; nunca llegó a materializarse.
El cantón de Cartagena se separó del Estado español durante 185 días en los que hizo reformas revolucionarias. Se prohibió la enseñanza religiosa y comenzaron las colectivizaciones. Se confiscaron los bienes a la Iglesia y aquellos adquiridos por herencia y con origen de gracia y donación real, tales como mayorazgos o capellanías. Se decretó el divorcio y se derogó la pena de muerte. En pleno siglo XIX se reconoce el derecho al trabajo, se establece la jornada de ocho horas y se diseña un plan educativo propio. Además, el nuevo Gobierno cantonal decide acuñar una moneda propia, con la plata extraída de las minas de Mazarrón; fue el duro cantonal nacido de la autogestión.
El término nación tiene, al menos, dos diferentes acepciones, una político-jurídica y la otra socio-ideológica. Anthony. D. Smith define la nación como «una comunidad humana con nombre propio, asociada a un territorio nacional, que posee mitos comunes de antepasados, que comparte una memoria histórica, uno o más elementos de una cultura compartida y un cierto grado de solidaridad, al menos entre sus élites». Generalmente la nación surge sobre bases mitológicas, cuentos fantásticos de batallas ancestrales y de héroes poderosos o villanos, inventados para gloria de quienes lo cuentan y para la manipulación de la voluntad de los humildes alrededor de una bandera, que generalmente representa los intereses del poder.
La Constitución de Cádiz dedicaba sus cuatro primeros artículos a la nación española, en términos acordes con el principio, entonces revolucionario, de soberanía nacional. La Constitución de 1931 constituye un precedente directo, al establecer que «la República constituye un Estado integral, compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones» y sobre esta base se aprobaron los Estatutos de Cataluña (1932), País Vasco (1936) y Galicia (1938). Se trata del modelo que, con modificaciones, seguirán los constituyentes en 1978.
Durante el debate constituyente de 1978 las posiciones críticas a este precepto fueron múltiples. Se produjo una oposición frontal al término «nacionalidades» por considerarlo ambiguo, discriminatorio y peligroso, confuso e innecesario (fue la posición de Alianza Popular). Otra posición contraria, minoritaria, de los nacionalistas más extremos, eran partidarios de suprimir el vocablo nación, por entender que España no es una nación sino un Estado formado por un conjunto de naciones. Otra posición más ambigua respecto a los rasgos nacionales unitarios la defendió el PNV que se limitaba a declarar que «la Constitución se fundamenta en la unión, la solidaridad y el derecho a la autonomía de las nacionalidades que integran España». Por último, la Minoría Catalana defendió que aun reconociendo la unidad nacional proponía que «la Constitución se fundamenta en la unidad de España, la solidaridad entre sus pueblos y el derecho a la autonomía de las nacionalidades que la integran».
La posición de los llamados padres de la Constitución fue sesuda, amplia y diversa. Herrero y Rodríguez de Miñón entendió que el término nacionalidades se refería a «hechos diferenciales con conciencia de su propia, infungible e irreductible personalidad». Roca Junyet entendía que «nacionalidades» se refería a «nación sin Estado, con personalidad cultural, histórica y política propia […] dentro de la realidad plurinacional de España, […] como nación de naciones». Peces-Barba proponía que «la existencia de diversas naciones o nacionalidades no excluye, sino todo lo contrario, hace mucho más real y más posible la existencia de esa nación que para nosotros es fundamental, que es el conjunto y la absorción de todas las demás y que se llama España». Y Solé Tura lo definía como «un estado de conciencia colectivo que se fundamenta no sólo en la historia, en el pasado común, en la lengua, en la cultura o en la realidad económica sino también en una forma determinada de concebir su propia realidad frente a las otras».
Ideas, principios y filosofía, cargadas de buena voluntad y de intereses políticos e ideológicos, como no podía ser de otra forma y por una u otra razón, ninguno de acuerdo y por eso salió adelante. La votación del Pleno del Congreso reveló el carácter consensuado entre las principales formaciones políticas de la versión finalmente aprobada: 278 votos a favor, 20 en contra y 13 abstenciones. En el Senado el resultado fue parecido: 140 votos a favor, 16 en contra y 11 abstenciones. No se si hoy las posiciones serían diferentes.
El PSC en su 14è Congrés aprobó la definición de España como «nación de naciones» y Catalunya una «nación». Por otra parte nada nuevo ni en el PSC ni en el PSOE, que han venido usando esa expresión en diferentes momentos, a su conveniencia política, según los tiempos. La definición de Catalunya como nación por parte del PSC, pese a no ser ninguna novedad, removió las aguas y causó malestar entre los barones más conservadores del PSOE, justo cuando Pedro Sánchez negocia su investidura con ERC.
El nuevo texto añade la expresión «nación de naciones», después de la polémica generada sobre la definición de Catalunya como «nación» y de España como país «plurinacional», dos nociones aprobadas en la ponencia política y que ya aprobó en su anterior congreso. La nueva reformulación, se hizo a petición expresa del secretario general Miquel Iceta, hoy ministro de Cultura y Deportes. La expresión «nación de naciones» para definir España ya fue defendida y utilizada por el propio Pedro Sánchez cuando en julio del 2017 suscribió la declaración de Barcelona, donde el PSOE y el PSC apostaban por la vía federal y una reforma de la Constitución para articular una nueva organización territorial: La nación de naciones es la España que vendrá, el centralismo es el pasado. «Y el federalismo que defendemos los socialistas será la garantía de que exista un futuro común».
Han pasado cuarenta y tres años desde que se promulgó la Constitución española, −nacida tras una cruel dictadura, que nos privó hasta de los más elementales derechos fundamentales−, tiempo suficiente como para que la sociedad española se plantee una lectura actualizada del texto, que con tanto entusiasmo apoyamos en aquel tiempo, quienes anhelábamos igualdad, libertad y democracia.
España es una nación, como lo son Catalunya, Euskadi, Galiza, Andalucía, Comunitat Valenciana, Baleares o Canarias (que bajo el amparo de la Constitución y según sus Estatutos se consideran nacionalidades o nacionalidades históricas). Para el PSC, siempre ha sido el federalismo «la mejor expresión de la unión y la unidad en la diversidad» de esta España «plurinacional».
Se que lo que digo no tiene visos de que pueda llevarse a cabo ni que en los dos días que me quedan de vida pueda verlo. La historia es muy lenta y las mentes cerriles. Está pendiente la mesa de negociación sobre la cuestión en Catalunya y todo está por ver. Ha llegado el tiempo de abrir un Proceso Constituyente, que recoja los anhelos históricos de los pueblos de España, desde una perspectiva dinámica y viva, como corresponde a un Estado social y democrático de Derecho, en una República federal
Una gran parte de la ciudadanía de hoy, no pudieron participar en el referéndum de 1978 y no tienen por qué asumir como suyos, ni nuestros miedos, ni nuestros anhelos de entonces. Hay que abrir un Proceso Constituyente que dé respuestas acordes con los tiempos que corren y a los problemas que los siglos acarrean. La próxima Constitución debe establecer como modelo una República Federal, como el mejor modelo político de gobierno y de convivencia.
Víctor Arrogante, en Twitter @caval100