El análisis de la palabra pornografía, representada así aislada, nos llevaría a multitud de disquisiciones acerca de su cercanía a la palabra erotismo o a la palabra censura. La subjetividad propia de cada ser humano es la que establece las fronteras entre los conceptos mencionados: para unos ciertas grafías porno son eróticas y por tanto […]
El análisis de la palabra pornografía, representada así aislada, nos llevaría a multitud de disquisiciones acerca de su cercanía a la palabra erotismo o a la palabra censura. La subjetividad propia de cada ser humano es la que establece las fronteras entre los conceptos mencionados: para unos ciertas grafías porno son eróticas y por tanto no censurables, para otros cualquier manifestación erótica debería ser erradicada de lo que no fuera el pensamiento, y otros, llegando más lejos aún, hasta prohíben todo pensamiento impuro. Pero, como quiera que los métodos de control del pensamiento todavía no han logrado cotas superiores a las de la Alemania Nazi, hoy por hoy, para catalogar algo como censurable o como no censurable, nos hemos de basar en el Consenso Social.
El Consenso Social le otorga a la palabra pornografía una clara connotación negativa. Connotación que es casi unánime cuando a pornografía le acompaña el apelativo infantil.
La palabra terrorismo no está exenta de disensiones, tanto es así que todavía los estudiosos más dedicados no han llegado a consensuar su definición. Nelson Mandela fue, en su día, tildado de terrorista, al igual que muchos lo hacemos con ETA, Bush, Blair o Aznar. El tiempo pasa y va dejando las cosas en su sitio, pero…. hoy parece meridianamente aceptada la connotación negativa del término terrorismo.
Es «precisamente» esa pauta de negatividad profunda que acompaña a las palabras pornografía y terrorismo la que me lleva a utilizarlas para definir la actuación de la Cadena Episcopal, en el asunto de la bromita al recién elegido presidente de Bolivia. La COPE y sus seguidores se amparan en el concepto de libertad de expresión en defensa de lo difícilmente defendible.
La bienaventurada libertad de expresión goza en España de altas cotas de popularidad, seguramente derivada de la pertinaz sequía informativa a que nos tenía acostumbrados el franquismo. Libertad de expresión y democracia se presentan como indisolublemente unidas, equiparándose cualquier censura expresiva a un atentado contra la sagrada democracia. Ni el actual sistema de elección de representantes de la soberanía popular es una verdadera Democracia, puesto que el Pueblo se limita a depositar una papeleta cada x años y en el ínterin ha de sufrir las consecuencias del despropósito de los representantes; ni la libertad de expresión sin límites equivale a la panacea democrática.
Al igual que por Consenso Social decidimos perseguir hasta erradicar la pornografía infantil por no respetar los derechos de los niños, igualmente deberemos prohibir la falta de respeto que supone para los millones de electores bolivianos el que unos cuantos terroristas verbales se dediquen a mofarse de quién, legítimamente, es su representante. A aquellos que no tienen control sobre sus propios actos sea por locura o por depravación la Sociedad los acaba apartando, recluyéndolos en manicomios o cárceles. ¿Qué derecho tienen esos mendaces charlatanes a utilizar la figura de dos presidentes electos para hacer reír al personal? ¿Dónde está la caridad cristiana de tolerar al prójimo? ¿Acaso es intolerable que los bolivianos en el ejercicio de su libre albedrío hayan elegido al Sr. Evo Morales como presidente? ¿Qué concepto de la Democracia quiere inculcarnos el Episcopado que solo acepta a los de su propia cuerda?
Si la procacidad no queda menguada por la propia autocensura, habrá casos -como el que no ocupa- que merecerán la reprimenda social en forma de multa o cierre temporal de la cadena. Siempre se puede mejorar en la definición de la frontera entre Libertad y Libertinaje. En otros países más acostumbrados a la libertad de expresión, tiempo ha que tienen organismos reguladores de la pornografía informativa, aprendamos de ellos e instituyamos Comités de Control de la radio difusión. La censura es un tema muy vidrioso, podríamos llegar a los oscurantistas tiempos pretéritos, pero hemos de confiar en nuestra condición de Pueblo maduro y sensible, y conseguir legislar esa cuestión.
Ante la visita del Presidente Morales a nuestro país, desde estas líneas, quiero yo -como creo que muchos otros españoles- expresarle mi mejores deseos para el pueblo boliviano en esa senda de recuperación de la soberanía sobre sus recursos naturales, en el convencimiento de que las relaciones entre los países han de basarse en el respeto mutuo y no en la depredación. La Historia nos ha dotado a ambos pueblos de un idioma común, aprovechémoslo para entendernos y no para vituperarnos, perdónennos Vds. la ignominia cometida por unos descerebrados y -tras tantos años de oprobios e indebidas apropiaciones- iniciemos juntos un nuevo camino de paz y justicia para Latinoamérica y el mundo.
¡¡¡Bienvenido a España Sr. Morales!!!
* J. Ramón Doria Bajo. Notario Público