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Final del partido

Porque el futuro de Asad y la guerra en Siria se juegan entre Alepo y Ginebra

Fuentes: Fortress Europe

Traducido del italiano para Rebelión por Susana Merino

Los bombardeos rusos han impactado ayer (15 de febrero) en dos hospitales de Médicos Sin Fronteras en Maarrat al Numann y en Azaz al norte de Siria, ocasionando la muerte de 19 civiles. Conocía el hospital de Azaz. Lo había visitado en setiembre de 2013 con algunos activistas sirios con los que había viajado entre Alepo y la provincia de Idlib. Ayer traté de contactarlos pero me encontré con que ninguno había permanecido en Siria. Abu Mohammad está en Copenhague, Wasim en Kiel, Shiro en Stutgard. Con ellos se han ido muchos de los hombres del Jaish al Hurr (Ejército Libre Sirio) que conocí en mis viajes. Aquellos que habían tomado las armas después de seis meses de manifestaciones en 2011, sangrientamente reprimidas. Aquellos que habían comenzado a luchar primero para defenderse y luego para liberar al país de la dictadura. Ya no existe traza de ellos entre Alepo e Idlib. Los que no murieron, huyeron. Y quién no huyó fue aspirado por los remolinos de odio de esta sangrienta guerra enrolándose entre los de Al Qaeda, los salafistas de Ahrar Ash-Sham y las otras milicias islamistas financiadas por Arabia Saudita, Turquía y Catar, los grandes patrocinadores de la oposición siria y de sus milicias.

Han sido especialmente estos tres últimos países los que, tratando de alejar a Siria de la influencia iraní y de sustituir a Asad por un gobierno amigo, armaron en principio la revolución para defenderla de la feroz represión del régimen contribuyendo en consecuencia a transformar una guerra de liberación en una fratricida contienda sectaria entre sunitas y chiitas, llegando hasta pactar con los hombres de Al Nusra, la rama siria de Al Qaeda registrada desde el 2012 en la lista negra antiterrorista estadounidense. Una elección por lo menos discutible si es cierto que entretanto los «alqaedistas» de Al Nusra no sólo se han convertido en la fuerza militar más importante de los territorios controlados por la oposición del norte de Siria sino que hace tiempo que no reconocen la autoridad de la oposición siria y de lo poco que queda del Ejército Libre. Razón por la cual en las recientes negociaciones por la paz llevadas a cabo en Ginebra no han sido ni siquiera invitados.

Una buena paradoja: la oposición siria no puede controlar su brazo militar más poderoso, pero sigue apoyándolo porque se ve en la maldita necesidad de someter militarmente a Asad para obligarlo a negociar. Esta era en el fondo la estrategia de los saudíes, de los turcos y de los cataríes y junto a ellos los estadounidenses, ça va sans dire. Y hay que decir que habían casi alcanzado su objetivo luego de cuatro años de guerra, 470.000 muertos, 11 millones de prófugos, un país totalmente destruido y medio ocupado por los hombres del ISIS, rápidamente infiltrados en Raqa y en los alrededores del vecino Irak, aprovechando el caos, los pozos petrolíferos y la por lo menos inesperada retirada del ejército regular sirio…. Hace un año Bashar Al-Asad había sido desahuciado. Pero llegaron los rusos. Fue en setiembre de 2015 y desde entonces todo ha cambiado.

Cinco meses de feroces e indiscriminados bombardeos rusos en el norte de Siria han volteado las relaciones de fuerza en el territorio, gracias también a las milicias chiitas de los afganos, iraquíes y libaneses que se unieron en el campo de batalla a los consejeros militares rusos e iraníes para proporcionar ayuda a las maltrechas y desmotivadas tropas de lo que queda del ejército árabe sirio del régimen de Asad. Al punto de que la única derrota que se perfila en el horizonte es la de la oposición.

Sí, porque la aviación de Putin no está apuntando a la fortaleza del Isis en Raqqa sino a las milicias anti-Asad que más amenazan el mantenimiento del régimen en el Norte de Siria. En la provincia de Ladhiqiya y de Idib han sido bombardeadas al ras las fortalezas de los «alqaedistas» de Jabhat al-Nusra y Jund al-Aqsa y las demás milicias islamitas de Jaish al-Fatah. En Alepo los salafistas de Ahrar Ash-Sham, las milicias islámicas de Fatah Halab y lo que queda del Ejército Libre. Para los rusos, no es sólo prioritario respecto del ISIS sino absolutamente necesario: para salvar al régimen del aliado Asad, dictar las reglas en las negociaciones de Ginebra y dilatar la propia presencia en una zona tan estratégica del Medio Oriente y del Mediterráneo.

Los resultados del último mes de combates no dejan lugar a dudas. El régimen ha recuperado importantes posiciones en la provincia de Ladhiqiya y ahora -luego de haber liberado a las aldeas chiitas de Nubol y de Zahraa, que al Nusra asediaba desde hace tres años- ha reconquistado toda la provincia oriental y septentrional de Alepo, empujando por primera vez hasta llegar a 25 Km. de la frontera turca.

Pero los que pagan las consecuencias de la estrategia rusa de tierra incendiada son sobre todo los civiles. El Observatorio Sirio de los derechos humanos ha documentado la muerte de por lo menos mil civiles bajo los misiles y las infames cluster bombs de la aviación rusa. Mientras ha ascendido a 70.000 la cantidad de evacuados que huyen de las zonas bombardeadas al norte de Alepo durante las últimas dos semanas y que permanecen bloqueados aún en la frontera turca de Azaz.

En este clima de víspera de la batalla final, el pasado 3 de febrero los miembros «alqaedistas» de Al Nusra han enviado a Alepo sus propios refuerzos: un convoy de centenares de automóviles, tanques y blindados. Una exhibición militar que se plantea como una demostración de fuerza pero que en realidad oculta un clima de profunda preocupación, al menos a la luz de la creciente cantidad de deserciones entre los hombres de al-Nusra, como también de la misteriosa serie de homicidios y de atentados en las cúpulas militares tanto de Ahrar Ash Sham como de Al Nusra, para no mencionar las insistentes voces sobre una negociación secreta para la rendición de la pequeña ciudad de Mare y de otras localidades al norte de Alepo, que podrían ser cedidas sin un disparo a las milicias curdas del YPG, aliadas del régimen, que se hallan en Afrin. 

 

Después de los éxitos en el norte de Siria, antes de ocuparse del Isis en Raqqa, la prioridad de Asad es retomar Alepo, ciudad estratégica y fortaleza de la oposición. Ya existe un plan: estrechar el asedio, debilitar con el hambre y los bombardeos aéreos a los 28.000 combatientes y a los 350.000 civiles que aún permanecen en la ciudad y después desencadenar el ataque final. Bombardear a los civiles es ciertamente un crimen de guerra pero el tema no preocupará ciertamente a Asad, condenado ya por la resolución 2139/14 de la ONU por haber matado a 9.000 civiles en Alepo mediante los barriles bomba arrojados por la aviación siria desde setiembre de 2012.

Lo que preocupa ciertamente al régimen es el riesgo real de que la batalla de Alepo favorezca los avances del Isis en el norte de Siria: el estado islámico había sido expulsado en efecto de Idlib y de Alepo en enero de 2014 por los alqaedistas de Jabhat Al Nusra, por los salafistas de Ahrar Ash -Sham y por los restos del Ejército Libre en una sangrienta batalla que costó la vida a 7.000 combatientes. El debilitamiento de estas milicias actualmente avasalladas por los bombardeos rusos abre paso sin duda al avance del régimen, pero al mismo tiempo romperá inevitablemente el dique que había mantenido hasta ahora al Isis fuera de Alepo.

Por eso en este intrincado enredo de alianzas en el campo de batalla, Asad ha enviado hace poco refuerzos militares a las milicias curdas del YPG – rechazadas por los turcos pero aliadas de los estadounidenses, con las que quiere por un lado mantener ocupado al Isis en el frente kurdo de Rojava y por el otro recuperar el puesto fronterizo de Azaz con Turquía, al norte de Alepo. Para las milicias de la oposición sería un duro golpe porque por allí pasa la mayor parte del abastecimiento militar enviado por los turcos, los saudíes y los cataríes. Es por eso que el ejército turco ha bombardeado muchas veces en los últimos días las posiciones kurdas del YPG en Siria, al que Erdogan considera una organización terrorista, al igual que al PKK, con quién ha reanudado las hostilidades desde hace varios meses.

De todos modos, sea como fuere que termine la batalla de Alepo, pareciera que el viento ha cambiado y que está soplando decididamente en favor de Asad. Prueba de ello es la relativa tranquilidad de los estadounidenses, en otro tiempo grandes opositores al régimen sirio y hoy mucho más preocupados por el Isis. Las primeras señales de ese cambio de prioridades se pusieron de manifiesto en octubre pasado, cuando la administración Obama decidió anular el programa de 500 millones de dólares destinado al adiestramiento militar de los rebeldes sirios en Turquía y Jordania, prefiriendo destinar esos fondos a la directa provisión de armas a los guerrilleros kurdos del YPG en contra del Isis, según el modelo de lo sucedido en Kobane.

Desde entonces ciertamente, el secretario de Estado de EE.UU. John Kerry continúa alzando públicamente su voz contra el régimen de Asad, como lo hacen también sus aliados turcos y saudíes que amenazan además con enviar tropas a Siria. Tras los bastidores es otro, sin embargo, el discurso estadounidense. Según una versión del diario Al-Quds Al-Arabi, al margen de la conferencia llevada a cabo en Londres el pasado 4 de febrero, en una reunión a puertas cerradas con representantes de la sociedad civil siria, Kerry habría declarado estar al corriente de que los rusos están preparando «el infierno» y haberse hecho ya a la idea de que pronto «no existirá más la oposición siria». Por su parte el ministro de Relaciones Exteriores ruso Lavrov precisó que, de acuerdo con los estadounidenses, el alto el fuego propuesto en la Conferencia de Mónaco la semana pasada no incluiría los bombardeos en Jabhat al-Nusra e Ahrar ash-Sham en el norte de Siria.

Es como si bajo cuerda rusos y estadounidenses concordaran sobre la necesidad de derrotar a las milicias «alqaedistas» y salafistas ya fuera de control. Solo entonces será posible volver a la mesa de negociaciones en Ginebra con Asad como vencedor militar, una oposición desarmada y sin más derecho al veto y con el crecido papel político de los kurdos del YPG. Porque se va a encontrar una solución política. No solo para aliviar la presión de millones de refugiados en los países vecinos y en Europa. Sino también y sobre todo para poder afrontar la verdadera prioridad: la guerra contra el Isis, el enemigo que hoy inquieta a la comunidad internacional mucho más que Asad.

Si los estadounidenses logran convencer a la oposición siria de volver a Ginebra para una segunda rueda de negociaciones, no es de descartar que se llegue a un acuerdo hasta ahora inimaginable que lleve en uno o dos años a una transición y a un proceso electoral. Es cierto que muchos grupos boicotearán el voto, empezando por las familias de las decenas de miles de civiles bárbaramente asesinados por el régimen en los últimos cinco años. Pero para la mayor parte de los sirios, en ausencia de otra alternativa creíble, entre tantos señores de la guerra elegirán a Asad como el único capaz de garantizar la seguridad, que luego de tantos años de derramamiento de sangre será un bien más precioso que la libertad.

Y veréis cómo el astuto Asad ofrecerá palabras de reconciliación y de perdón a sus opositores, de tal manera que el mundo aceptará su regreso a la escena internacional. Millones de sirios volverán a su país. Y la atención de la prensa mundial se desplazará rápidamente a otros escenarios de guerra. Solo entonces los servicios secretos del régimen comenzarán a buscar a los disidentes y a sus familias, para ir haciéndolos desaparecer uno a uno. Es lo mismo que hizo el padre Hafez Al-Asad durante toda una década después de la destrucción de Hamas en 1982. La memoria del régimen es siempre más larga que la de la opinión pública, por no hablar de la prensa, que ya parece haber olvidado los atroces crímenes cometidos por Asad durante los pasados cinco años. Con la paz de la revolución traicionada, sus mártires inocentes y tantísimos desterrados -incluidos mis amigos activistas refugiados en Alemania y en Dinamarca- que en muchos años no volverán a poner sus pies en Siria.

Fuente: http://fortresseurope.blogspot.com.es/2016/02/finale-di-partita-perche-tra-aleppo-e.html

Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión como fuente de la traducción