El neoliberalismo no ha dicho todavía su última palabra en España. Bruselas exigirá al nuevo gobierno una sangría en recortes valorada en unos 10.000 millones de euros hasta 2017, la mitad a llevar a efecto en este mismo año. No es extraño, por tanto, que los poderes fácticos hayan obligado al PSOE a decantarse por […]
El neoliberalismo no ha dicho todavía su última palabra en España. Bruselas exigirá al nuevo gobierno una sangría en recortes valorada en unos 10.000 millones de euros hasta 2017, la mitad a llevar a efecto en este mismo año.
No es extraño, por tanto, que los poderes fácticos hayan obligado al PSOE a decantarse por el PP, vetando las escasas voces que intentaron tímidamente una coalición de izquierdas con Podemos y otras fuerzas minoritarias. Las elites se juegan mucho a corto plazo.
De ahí que los medios de comunicación principales, cuyos dueños son los bancos, multinacionales y fondos de inversión financiera internacionales, hayan presionado con inusitada energía contra una posibilidad remota de un giro político contra sus intereses corporativos.
Hemos de recordar que el sistema bancario español fue rescatado por Zapatero y Rajoy con el regalo de 100.000 millones de euros tras la crisis desatada por ellos mismos (los mercados y sus actores estelares: el capital especulativo). De ese ingente montante no ha retornado a las arcas públicas hasta la fecha ni el 5 por ciento de las ayudas recibidas casi a fondo perdido y de manera harto discrecional.
Los datos oficiales de la OCDE referidos a los últimos años indican fehacientemente que España y Estados Unidos son los dos países occidentales punteros donde más ha aumentado la desigualdad social. En nuestro país el 1 por ciento del segmento más rico tiene tanto como el 70 por ciento de los situados en los escalafones de renta más bajos y el 30 por ciento está a un paso de la exclusión social. Las cifras hablan por sí solas.
De ello se deduce que el neoliberalismo necesita imperiosamente al PSOE para seguir adelante con sus políticas restrictivas de inversión pública, de moderación salarial y pérdida de derechos civiles y laborales y de incremento de la privatización general de bienes y servicios de índole comunitaria, tales como sanidad y educación.
Y, por supuesto, se precisa además su aval abstencionista (letanía genial de la mercadotecnia ideológica derechista) para que el sistema fiscal continúe favoreciendo el ahorro especulativo y la evasión de capitales de las empresas del IBEX 35 y de actores señeros miembros de las clases pudientes de España.
La corrupción se saldará con penas menores para secundarios aupados al estrellato de modo espurio (Correa, Bárcenas…) con e fin de que los verdaderos responsables queden en el anonimato y el olvido posterior. Nos estamos refiriendo a los políticos instalados en la cúspide de las decisiones importantes que percibieron sobresueldos y aceptaron sobornos por concesiones administrativas y a los presidentes y directores ejecutivos de las omnipotentes empresas de construcción (y otras interesadas en negocios similares) que permanecerán a la sombra de imputaciones judiciales contra ellos.
Toda una época de neoliberalismo furibundo y corrupción desatada saldará cuentas con la justicia a través de testaferros, mamporreros y canallas pícaros encargados de trasladar los beneficios del saqueo y pillados con las manos en la masa. Los apellidos ilustres jamás se sentarán en el banquillo ni serán acusados de prevaricar, cohecho, blanqueo de dinero y malversación de fondos públicos. Las excepciones (Matas, tal vez Granados) serán la regla a esta directriz no escrita jurídicamente pero que de hecho funciona a la perfección en casi todos los procedimientos judiciales donde la crema social de España pudiera verse involucrada en casos presuntamente delictivos.
Probablemente, la legislatura que empiece a rodar en breve liderada por el PP de Rajoy y la ayuda vergonzante e inestimable de las castas dirigentes del PSOE no dure demasiado, solo lo suficiente para implementar los severos recortes anunciados y legislar bajo cuerda normativas que aseguren a la banca y a los inversores transnacionales que el tablero económico y financiero seguirá dominado a su antojo por sus intereses particulares y que no deberán ser exigidos para devolver la deuda contraída con el Estado.
Hemos de recordar que la deuda pública española, aproximadamente de un billón de euros equivalente al PIB actual, no es tal: según expertos en la materia el 90 por ciento pertenece a los juegos florales especulativos realizados por los fondos de inversión, multinacionales y bancos durante la fiesta neoliberal mediante especulaciones virtuales medidas en milisegundos, vendiendo y comprando desaforadamente deudas y papeles ficticios mientras la economía productiva real se hundía lentamente.
Cuando las burbujas explotaron, las autoridades monetarias, la mayor parte exdirectivos y gestores procedentes de los gigantes causantes de la crisis, en connivencia con éstas, taparon sus agujeros con efectivos públicos a intereses ridículos o inexistentes, que los bancos regresaban como préstamos o créditos a intereses siderales a los gobiernos sedientos de financiación urgente para salvar la cara ante sus ciudadanos en precario. Por ello, la tan cacareada deuda pública es un mecanismo de poder de los intereses privados que endosan sus obligaciones a los países (esto es, alícuotamente a todos sin excepción) por arte de magia y de sofisticada ingeniería mercantil.
Los nuevos tiempos políticos y sociales que se avecinan en el horizonte inmediato serán duros y dolorosos para la clase trabajadora. No sería de extrañar que la conflictividad social subiera de tono: una parte de Podemos así lo predica ya, si bien nunca se sabrá a ciencia cierta si los discursos se convertirán en realidad, porque un dato elocuente de carácter sociológico, nada desdeñable, viene a señalar que, por tomar un ejemplo muy significativo, en España se puede estar afiliado a CC.OO. y votar alegremente al PP sin contradicción ética alguna. Desde los tiempos de José María Fidalgo, admirador expreso de Aznar y conferenciante emérito de FAES, en España todo es posible.
Lo que sí resulta factible vaticinar con escaso margen de error es que lo salarios permanecerán estancados y la etérea recuperación económica se trasladará al empleo con contratos de exigua duración, días, semanas, algunos meses. El reparto de los puestos de trabajo reducirá las estadísticas de paro y empobrecerá aún más a la gente que sobrevive por cuenta ajena, es decir, habrá la misma oferta o menor e idéntica masa salarial en su conjunto (con productividades más intensas cercanas a la explotación), troceándose las labores en multitud de contratos de baja calidad con permutas entre los demandantes de empleo.
Dado que el Estado tendrá menos recursos para destinar a gasto social deberá externalizar servicios a la iniciativa privada, a la que deberá pagar con nuevos créditos solicitados a los mercados financieros. De igual manera, con sueldos exiguos y a la baja, muchas personas se verán obligadas a pedir pequeños préstamos para consumos ineludibles y gastos imprevistos de emergencia vital.
La rueda neoliberal funciona a base de crear deuda y más deuda hasta límites al borde de la quiebra. De momento, no se avizora un cambio de rumbo ni una alternativa seria y pujante para acabar con su ideología y sus prácticas funestas para la inmensa mayoría del mundo. Recordemos un dato más que palmario: 4.300 millones de seres humanos subsisten con menos de dos dólares al día. Nada más ni nada menos que el 60 por ciento de la población del planeta.
Eso sí, el neoliberalismo es muy eficiente en inundar los comercios de instrumentos banales o superfluos. Dicen que hay en el mundo unos 5.000 millones de teléfonos móviles, cantidad astronómica que contrasta conque 4.500 millones de personas jamás han realizado o recibido una llamada telefónica en su vida.
Entre paradojas irresolubles y contradicciones tácticas, el PSOE facilitará que su contraparte mediática, el PP de la corrupción y el inefable Rajoy, junto a la rebeldía juvenil de pacotilla y el populismo de saldo de Ciudadanos y Albert Rivera, sostendrá al neoliberalismo que tantos estragos ha provocado en el mundo y en España más concretamente en las décadas recientes.
Las razones para abstenerse a favor de Rajoy vienen dictadas desde esferas opacas y antidemocráticas, los mercados fantasmales, los amos reales del poder. Todo el relato que se está urdiendo para apoyar al PP no son más que mentiras para confundir al electorado y hacer asumir a la opinión pública una traición más de las castas áureas del PSOE a su «querida España», al tiempo que hacen tragar nuevos sapos envenenados a sus militantes más consecuentes con la historia del partido centenario.
La noticia de alcance podría ser: más recortes salvajes e impunidad absoluta para el PP. Todo ello bajo sordina y tiernos eufemismos.
En el fondo, lo que se dirime ahora mismo en la denominada globalización es seguir las consignas de la economía como ciencia conservadora de la escasez provocada a propósito o convertir la economía en política sensata de la distribución equitativa de la riqueza. En esta batalla nos va el futuro.
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