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A propósito de “Algunas reflexiones filosóficas” de Francisco Umpiérrez Sánchez

Precisiones lógico-filosóficas

Fuentes: Rebelión

En «Algunas reflexiones filosóficas», un artículo recientemente publicado en las páginas de rebelión- http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84057– Francisco Umpiérrez Sánchez (FUS) comenta algunas cuestiones sobre lógica formal, dialéctica y epistemología que creo necesario matizar. Las siguientes: 1. Neopositivismos. De todas las afirmaciones gratuitas que la tradición ha reiterado hasta el cansancio está en lugar muy destacado el uso […]

En «Algunas reflexiones filosóficas», un artículo recientemente publicado en las páginas de rebelión- http://www.rebelion.org/noticia.php?id=84057– Francisco Umpiérrez Sánchez (FUS) comenta algunas cuestiones sobre lógica formal, dialéctica y epistemología que creo necesario matizar. Las siguientes:

1. Neopositivismos.

De todas las afirmaciones gratuitas que la tradición ha reiterado hasta el cansancio está en lugar muy destacado el uso de neopositivismo o neopositivismos como una descalificación político-filosófica. Según ésta, ser neopositivista significa ser un zoquete filosófico y/o un agente de la reacción tardocapitalista imperial. FUS parece recorrer ese sendero cuando afirma que existen marxistas antihegelianos para los que el saber filosófico carece de valor y utilidad, llegando al extremo de declarar nocivas categorías como «apariencia», «esencia» e incluso «dialéctica», y que se comportan, apunta FUS, como los neopositivistas, «que declaran que estas categorías al carecer de significado claro deberían ponerse en el basurero del saber».

Ignoro qué neopositivista se ha manifestado con tal rotundidad, y con tanta descortesía, sobre nociones como esencia, apariencia y dialéctica, alguna de ellas, la primera cuanto menos, reivindicada por un «neopositivista» tan esencial como Saul Kripke. Pero sea como sea, una mínima aproximación a la historia de esta corriente filosófica, muy centrada como es sabido en asuntos epistemológicos y filosófico-linguísticos, pero con interesantes incursiones en supuestas externalidades teóricas positivistas como el ámbito ontológico o metafísico, debería alejarnos para siempre de ese mal uso historiográfico y categorial. No sólo porque el neopositivismo, como el Ser aristotélico, o el mismo marxismo, se dice de formas muy diversas e incluso opuestas, no sólo porque uno de los papers más nucleares de esa corriente es de hecho una crítica a sus postulados básicos -W. O. Quine: «Dos dogmas del empirismo»- sino porque en esa tradición existen nombres que deberían ser citados con el máximo respecto y reconocimiento por cualquier amante de la filosofía y por cualquier persona próxima al socialismo revolucionario no entregado. Aunque no sólo es su caso, Otto Neurath es un ejemplo deslumbrante que exige nuestra máxima admiración.

Por lo demás, dos «chatos positivistas» como Rudolf Carnap y Moritz Schlick, dos de los fundadores del Círculo de Viena, son, mirados como se les quiera mirar, dos filósofos enormes. No es necesario recordar para cerrar el argumento las simpatías socialistas del primero ni que el segundo fuera asesinado por un estudiante nazi pero tampoco sería justo que aquí habitara un inadmisible olvido.

Una propuesta para el futuro: las personas que cultivan (cultivamos), con más o menos acierto la tradición, marxista, con los adjetivos complementarios que se deseen añadir, deberíamos comprometernos a no usar nunca más el término «neopositivismo» como una coletilla, como un anatema. Hay neopositivistas de muchas tendencias (por ser una tradición muy viva); el neopositivismo no puede reducirse a las tesis iniciales (y posteriormente rectificadas) sobre el significado y sentido del Círculo de Viena de los años veinte (que, por cierto, apuntaban más a la filosofía de Heidegger que a otros ámbitos) y, desde luego, muchas aristas y vértices de esa corriente son de un interés indudable y su estudio suele dar frutos duraderos.

2. Teoría del conocimiento y Epistemología

FUS define de forma singular nociones filosóficamente muy establecidas. Hablamos normalmente de la teoría del conocimiento o de la gnoseología de Heidegger y, en cambio, de la epistemología o filosofía de la ciencia de Sneed, Laudan, Lakatos o Feyerabend.

La teoría del conocimiento, señala, es «el estudio de cómo se lleva a cabo el proceso de conocimiento relativamente completo de una cosa» y la epistemología es, en cambio, «el estudio de la fundamentación de los conceptos». Ambas, afirma FUS, son disciplinas filosóficas y «estas disciplinas filosóficas necesitan de aquellos conceptos», refiriéndose tal vez a las nociones de apariencia, esencia y similares.

Desconozco la universalidad de esa vinculación a la que él parece referirse y no sé si es buena definición afirmar que la epistemología es sólo el estudio de la fundamentación de los conceptos científicos. Normalmente la epistemología, desde una perspectiva general, aspira a mucho más: a señalar métodos para corroborar teorías; a argumentar el papel de la verdad en el trabajo y en los éxitos científicos; a distinguir entre clases de conceptos científicos; a trazar líneas de demarcación, cuando es el caso, entre el saber científico y otro tipo de saberes. Largo etcétera.

Por lo demás, afirmar que la teoría del conocimiento es el estudio de cómo se lleva a cabo el proceso de conocimiento «relativamente completo de una cosa», noción muy imprecisa y de poco uso en ámbitos gnoseológicos, parece reunir una amalgama de estudios históricos, sociológicos, de psicología del descubrimiento, en una única disciplina de manera excesivamente clásica.

3. Husserl y las categorías de El Capital.

FMS señala que a una edad muy temprana inició el estudio de El Capital. Con modestia, digna de reconocimiento, recuerda una experiencia que de forma más o menos similar también muchos hemos vivido: en la tercera página, recuerda, se encontró con un obstáculo que le hizo abandonar provisionalmente el estudio: la aparición de una categoría que le resultaba incomprensible, la de «forma fenoménica o modo de expresión». De ello concluyó que no estaba filosóficamente capacitado para estudiar El Capital en aquellos momentos. Muchos colegimos una inferencia muy similar. FUS señala que se aproximó entonces a dos obras filosóficas de Edmund Husserl, claves en su formación, Investigaciones lógicas e Idea de la Fenomenología. Pudo hacerse de este modo con el concepto de forma fenoménica y reiniciar de nuevo su estudio de El Capital.

No dudo que la lectura de determinados autores sirvan para la lectura o relectura de filósofos de tradiciones alejadas, o para generar hermenéuticas de interés. Ignoro si las dificultades de lectura de las Investigaciones husserlianas es menor o igual que la lectura de los primeros capítulos de El Capital. Sea lo que fuere resulta evidente que para la comprensión de la categoría marxiana aludida por FUS, formulada de forma algo imprecisa en mi opinión, no es condición necesaria, por razones estrictamente cronológicas, el estudio de las referenciadas obras de Husserl, cuyo interés de ninguna manera pongo en duda. Estudiar Husserl no es condición necesaria para la comprensión de El Capital, aunque pueda ser -no soy capaz de posicionarme- un interesante complemento iluminador.

4. Abstracciones y exigencias.

Es cierto, como apunta FUS, que uno de los conceptos fundamentales de la mecánica es el de punto material. Solemos referirnos con él a un cuerpo pensado con toda su materia concentrada en un punto, en una determinada posición. Afirmar que esa noción física supone «una abstracción infinita de cosas, hechos y procesos» es un forma singular de decir. Pero sostener, como sostiene FUS, que nadie cuestiona esa cuestión a pesar de nadie ha visto nunca un punto material es, simplemente, un sendero no transitable. La mayor parte de los conceptos científicos no son conceptos observacionales, sino nociones llenas, pletóricas más bien, de teoría, ninguna de las cuales remite a «realidades observables». Pero de ahí no debe inferirse que nadie cuestione los rendimientos y utilidad de ese y de otros conceptos. Simplemente, esos conceptos son nociones bien definidas, consistentemente definidas, que ocupan un nudo en una determinada red teórica y que permiten, en ocasiones, predicciones de interés y exitosas. Considerar la masa de los planetas del sistema solar concentrada en un único punto permite simplificar cálculos, calcular trayectorias y predecir posiciones. Hacerlo, por cierto, ha permitido, en algunos casos, cuando las discrepancias entre predicciones y observaciones eran importantes, y además sospechosas, el descubrimiento de nuevos planetas el sistema solar. Nada más y nada menos.

No vale entonces la queja de que al concepto de punto material nadie le exija epistemológicamente nada y que, por el contrario, al concepto de valor de Marx todo el mundo «le exige de todo». No es sólo una cuestión, ideológica, o por lo menos, no es sólo una cuestión ideológica. Nadie pide, ningún epistemólogo serio, marxista o no, pide a las abstracciones que sean perceptibles.

Ignoro donde Michio Morishima ha afirmado que el concepto de valor de uso o de cambio de Marx, no la teoría del valor-trabajo, cosa evidentemente distinta, debía ser descartada de la ciencia económica por no ser observable. Ignoro esa referencia pero tengo mis dudas sobre su existencia en esos términos. No parece que Morishima cometiera errores de tal calibre. No es ningún patán. En el que seguramente ha sido uno de los grandes trabajos hispánicos de epistemología marxista -«El trabajo científico de Marx y su noción de ciencia»-, Manuel Sacristán hacía dos referencias a Morishima que reproduzco a continuación en su honor. En el siguiente texto Sacristán recordaba la opinión sobre Marx del economista japonés: