El «caso Vic», como sucedió años atrás en Premià de Mar a raiz del intento de construcción de una mezquita, es un nuevo episodio de un relato que cada día da muestras de la sintomatología de la enfermedad social que provoca el capitalismo en la escala micropolítica más cotidiana. El fascismo y la xenofobia explícita […]
El «caso Vic», como sucedió años atrás en Premià de Mar a raiz del intento de construcción de una mezquita, es un nuevo episodio de un relato que cada día da muestras de la sintomatología de la enfermedad social que provoca el capitalismo en la escala micropolítica más cotidiana.
El fascismo y la xenofobia explícita acostumbran a mostrarnos -sin discursos interpuestos- aquello que es necesario combatir democráticamente y, por qué no decirlo, de manera revolucionaria. Lamentablemente, sin embargo, a la lucha contra este fenómeno hay que añadir algo más complejo: Tener que desactivar la parafernalia «liberal» y «demócratica» que preside los debates estériles radiofónicos y televisivos, como sucede con otras tribunas del pensamiento único basado en una supuesta equidistancia entre los estereotipos «racistas» de un lado y los denostados y caricaturizados como «solidarios» del otro.
La aberración delirante de la xenofobia necesitaría ser combatida con firmeza y principios antagónicos (ni el mundo es una mercancía, ni los humanos son paquetes codificados con código de barras).
En cambio, cuando la evidencia universal e intemporal de la exclusión y la dominación pasa por el filtro de lo «políticamente correcto», de la mercadotecnia mediática, del centrismo sociológico, del liberalismo que desconfía y estigmatiza los relatos emancipadores, es justamente cuando chocamos con un nuevo problema añadido: Resulta más difícil desactivar los centenares de propagandistas y opinadores fundamentalistas liberales, que proceder a desvelar planteamientos racistas obvios que tienen una base enfermiza fundamentada en la naturaleza del sistema capitalista.
Los episodios de Vic, Badalona, El Ejido, el sur de Italia o las campañas (des)integradoras de Sarkozy y Berlusconi, son los síntomas de la crisis de civilización en la cual nos movemos. Hablamos de los trazos primarios y elementales de un «pathos» social basado en la tergiversación de la diversidad de la especie humana y la pérdida de referencias de clase.
Dicho de otro modo, apuntaría como un elemento tanto o más peligroso que la propia fenomenología de estos días, el centrismo «opinador» que preside el relato dominante pseudo-ilustrado (básicamente contrario a toda agregación social, colectiva, intercultural o de «lucha emancipadora» que no sea la de una nación con los parámetros de integración que determina un orden abstracto de derechos y deberes mixtificados).
Desde una perspectiva y un discurso no condicionado por el statu quo, esta barbarie tendría que ser combatida con ideales «fuertes», valores de comunidad social y políticas de ruptura con el (des)orden existente.
En ocasión de un conflicto de la misma naturaleza en Premià de Mar, la primera medida tomada en esta dirección fue la la rápida reacción de una parte del tejido asociativo progresista que se constituyó en coordinadora de entidades y que, en buena línea, supo emplazar al ayuntamiento para exigirle una clarificación ante un fenómeno que no era reconocido como una manifestación de racismo y xenofobia.
Pongamos un ejemplo mediático: El 90% de apoyo a las medidas del tripartito municipal de Vic (CIU, ERC y PSC), obtenido en un plebiscito maniqueo matinal (del programa de TV3 «Els matins» de Josep Cuní), tiene un correlato electoral y los principales actores (locales y nacionales), con toda seguridad, tomarán nota para redimensionar posteriormente, en clave «integradora y liberal», aquello que visceralmente nutre el discurso de los partidos xenófobos del mundo occidental.
Esta es la miserable idea de la democracia delegada, clientelar, demoscópica y populista. La naturaleza conflictiva del sistema capitalista permanece así suplantada por la apelación constante y pesada de una integración absolutamente segregacionista, jerárquica y selectiva a una uniforme entidad nacional (catalana, española o francesa, tanto da) y a una idea exclusiva de «civilización».
En cuando al papel de las instancias políticas convencionales ante estas situaciones, sería muy oportuno recordar al malogrado Daniel Bensaïd y, junto a él, hacer el correspondiente «elogio de la política profana». El justo ejercicio de la política liberada de les altares de la publicidad, la profesionalzación y el pensamiento «débil» y liberal que nos domina. Reivindicar y ejercer, en buena lógica, el espíritu profano de una política fundamentada en los antagonismos y en el deseo de cambiar el mundo de base.
Como resumen y conclusión indicaría una caracterización común entre los hechos de Vic y la experiencia vivida en Premià de Mar a mediados del año 2002: Los brotes de xenofobia en las instituciones y en la calle, son una de las dos caras de una misma moneda que tiene en la otra al liberalismo de la opinión (in)pública de todos los días, así como las lógicas y los cálculos mercantiles y electorales de los partidos políticos litigantes en cada zona.
Àngel Pagès. Portavoz de la coordinadora Premià per la Convivència (2002-2006), ex-concejal por ICV-EUiA y actualmente militante de Revolta Global-Esquerra Anticapitalista.
La Coordinadora Premià per la Convivència se constituyó como respuesta organizada de la sociedad civil premianense ante la campaña xenófoba de un sector de vecinos de Premià de Mar que, bajo el pretexto de oponerse a la construcción de una mezquita en la zona norte de la localidad, introducieron la polémica sobre la immigración en el conjunto de la población con el apoyo externo de Plataforma per Catalunya. La Coordinadora Premià per la Convivencia logró reunir a unas 50 entidades y tuvo el apoyo de SOS Racismo, ICV, EUiA, CC.OO, CGT y Justicia i Pau, entre otras organizaciones de diverso signo. Se realizaron manifestaciones multitudinarias con la participación de colectivos de immigrantes directamente afectados. La Coordinadora mostró su rechazo a cualquier tipo de negociación con los vecinos «anti-mezquita» y emplazó al ayuntamiento para que este autorizara la construcción del oratorio en pie de igualdad con el resto de confesiones presentes en la localidad.
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