El eurodiputado del PSOE Luis Yáñez-Barnuevo publicó en Público el pasado 9 de enero de 2010 [1], un artículo solicitado por el propio diario a raíz de su «expulsión de Cuba el pasado 3 de enero desde el aeropuerto de la Habana». Después de un preámbulo que merece un análisis más detallado, el señor eurodiputado […]
El eurodiputado del PSOE Luis Yáñez-Barnuevo publicó en Público el pasado 9 de enero de 2010 [1], un artículo solicitado por el propio diario a raíz de su «expulsión de Cuba el pasado 3 de enero desde el aeropuerto de la Habana». Después de un preámbulo que merece un análisis más detallado, el señor eurodiputado critica unas declaraciones del embajador cubano en Madrid, recomienda un ensayo y valora la política económica de lo que denomina «castrismo», al tiempo que traza un breve apunte sobre el embargo.
Alejandro González, el embajador de Cuba en Madrid, hizo una declaraciones dos días después de la vuelta del señor eurodiputado de las que éste ha entresacado la siguiente frase: «Sabíamos lo que Yáñez pensaba hacer en Cuba». La cita, cuya exactitud desconozco, le da pie al siguiente comentario:
Enseguida me acordé del libro de George Orwell 1984 y en la predicción del Gran Hermano que sabe hasta lo que piensan sus súbditos.
Es evidente la idea política que intenta transmitir el señor Yáñez-Barnuevo: totalitarismo sin fisuras ni límites; «un régimen», como él llama al Estado cubano, que transforma ciudadanos y ciudadanas en súbditos; un Gran Hermano real que conoce, éste sí, los pliegues ocultados de nuestra subjetividad y todas las conexiones íntimas de nuestros cerebros. Sin embargo, es obvio que del enunciado por él entrecomillado no se colige nada de lo que él mismo infiere: «sabíamos lo que Yáñez pensaba hacer en Cuba» es semánticamente equivalente a «teníamos conjeturas fundadas de las actividades políticas que el eurodiputado español pensaba realizar en nuestro país». Ni Orwell, ni 1984, ni Gran Hermano: un Estado que, como tantos otros, se sirve de sus servicios de inteligencia, con potenciales errores sin duda, para documentarse sobre actividades que considera no amistosas, actuando en consecuencia.
La recomendación bibliográfica: se trata de un libro de Vicente Botín editado por Ariel que lleva por título Los funerales de Castro. Luis Yáñez, en un lapsus que acaso mereciera ser exprimido analíticamente, escribe «Los Funerales de Castro», con mayúscula ostentosa. ¿Qué decir del ensayo? Sucintamente: que el mismo título, que suele ser pensado con calma, tiempo y consultas editoriales, y que tampoco es del agrado del señor eurodiputado, lo dice casi todo. En su opinión, «es un magnífico relato sobre la realidad cubana», escrita además, señala Yáñez-Barnuevo bordeando conocidas falacias elementales, por «quien ha vivido en Cuba durante cuatro años (2005-2008) como corresponsal de TVE». ¿Y qué plus cognoscitivo concede esos cuatros años de permanencia?
Tercer aspecto: a juicio del señor Yáñez la dialéctica simple castrismo-anticastrismo no es el camino para la salida del colapso que sufre Cuba hoy. ¿Colapso escribe? Así es. ¿Y qué colapso es ése? ¿De dónde esa afirmación? Pues de ninguna parte; es palabra incuestionada del señor eurodiputado.
Tampoco es una salida, prosigue, «el embargo que practica EEUU desde el principio de la revolución y que tanto daño ha hecho al pueblo cubano», dañino, muy dañino, aunque no tanto «como la demencial política económica del castrismo». ¿Demencial política económica de lo que el señor eurodiputado llama «castrismo», término nada inocente desde luego? ¿Y dónde reside la locura de esa política económica del «castrismo» que el señor eurodiputado escribe en singular y que acaso quiera señalar la defensa permanente (no sin errores ni rectificaciones, claro está, como en toda obra humana) de las conquistas socialistas y la esfera pública en ámbitos como la sanidad, la educación, el bienestar ciudadano, la cultura popular, la política internacional y la solidaridad internacionalistas, el respeto y cuidado al medio ambiente? ¿Es a eso a lo que Yáñez-Barnuevo llama política económica demencial del «castrismo»? Si es esa su diana, su posición queda tan aclarada como el agua clara y tan falsada como falsa es su afirmación.
Por lo demás, el embargo, que en su opinión tampoco es una salida a la situación (Yáñez-Barnuevo conoce bien la ineficacia de los programas y griteríos de los voceros y hooligans made in Miami), merece su condena porque «ha proporcionado la coartada antiimperialista al régimen y ha contribuido a impedir cualquier avance en reformas». ¿No ha habido ningún avance reformista en cincuenta años de revolución? ¿Es necesario listar las críticas y autocríticas de dirigentes políticos y ciudadanos a tal o cual situación, práctica u orientación? ¿Coartada antiimperialista derivada del embargo? El embargo sigue siendo, claro está, una arista más de la política imperial pero ésta no es sólo el embargo sino también los permanentes ataques, ilegales o legales, que las administraciones usamericanas, todas ellas, han realizado contra el Estado cubano, su ciudadanía y sus finalidades socialistas. Lo malo del embargo no es que dé aliento a la ininterrumpida movilización antiimperialista cubana; lo perverso del embargo son las abisales consecuencias económicas y sociales que tiene y ha tenido para varias generaciones de ciudadanos y ciudadanas cubanas que desean, como deseamos todos, vivir con dignidad, justicia, igualdad y bienes materiales que satisfagan nuestras necesidades sin lujos ni excesos innecesarios, insostenibles y estúpidos.
Vale la pena detenernos ahora con más detalle en el preámbulo del artículo. El señor eurodiputado señala, en las primeras líneas, que desde muy joven sintió «que la libertad era una necesidad vital del ser humano que se valora especialmente cuando no se tiene, y entonces en España carecíamos de libertad». Por ello, señala, ingresó en el clandestino PSOE en 1962, con 19 años, para luchar por ella. La edad que ahora puede parecer un detalle de importancia no lo era en aquellos momentos: eran muchos los jóvenes de esas edad, o incluso más jóvenes, que adquirieron un fuerte compromiso político durante los años sesenta y setenta.
No se trata de apuntar ninguna crítica sobre su decisión, todo lo contrario, pero sí recordar lo que era el PSOE en 1962. Básicamente: un club de amigos de clase media, en algunos lugares de Sefarad, con buenas intenciones y, en algunos casos, con mucha (y oportunista) visión de futuro. Y que, por otra parte, el principal partido de la oposición antifranquista, el partido que con más ahínco, esfuerzo y riesgo luchaba por las libertades era, sin olvidar otros frentes y organizaciones, el PCE-PSUC. Vázquez Montalbán, que no era entonces militante del PSUC, solía recordar una norma «marxista» que la policía franquista tenía siempre muy presente: tratamiento desigual de lo que no era igual. Los comunistas, todos ellos, sin distinción de escuelas, tendencias ni ismos, debían recibir un trato represivo singular. Ni la amabilidad ni la cortesía ni el paternalismo del poderoso regían en su caso. Como se sabe, el asesinato de Julián Grimau, casi 25 años después del final de la guerra civil, estaba a las puertas cuando el señor eurodiputado ingresó en el PSOE.
Con la anterior consideración sobre su compromiso, lo que el señor Yáñez quería decir es «que un demócrata, antes que socialista, popular, liberal, cristiano o de cualquier ideología, debe ser un defensor de las libertades». El señor eurodiputado habla de cualquier ideología, y con eso parece incluir a todo el mundo, pero, más allá de la inclusión de los liberales, no siempre demócratas, y de los populares, es decir, del neofranquista, rancio y conservador Partido Popular (anti)español, la inexistencia de referencia directa a los comunistas no es, desde luego, un mero despiste del señor eurodiputado. Se trata, prosigue, de «poner a las personas por delante de abstracciones como la Patria, el Partido, Dios, la Revolución o las Ideologías». Dejando aparte «Dios», que probablemente remita a algún fundamentalismo nacional-católico, el resto de abstracciones -Patria, Partido, Revolución, ideologías (por lo demás, Yáñez-Barnuevo escribe como si lo suyo no fuera una ideología)- remiten obviamente al mismo modelo político-social: la Cuba socialista y países afines. ¿Por qué el señor eurodiputado no incluye entre esas abstracciones el Mercado, el Capital, el máximo Beneficio, la Empresa como entidad sagrada, la rentabilidad a toda costa, la competitividad desalmada y nociones afines? ¿Un mero olvido? Tal vez pero existen conjeturas más explicativas y fructíferas.
El señor Yáñez señala a continuación que como socialista o socialdemócrata (¿son uno y lo mismo? ¿No habíamos quedado en que los socialdemócratas deseaban sustancialmente humanizar y controlar el capitalismo y que el socialismo representaba un horizonte económico-social alternativo?) considera que
[…] no se pueden desarrollar políticas sociales ni de igualdad, ni contra todo tipo de discriminaciones, sin un marco de libertades, de democracia, sin un sistema legal garantista, sin una división de poderes en el que cada uno, Ejecutivo, Legislativo y Judicial, conserve su autonomía e independencia en relación a los demás o con cualquier otro poder de los llamados fácticos. [el énfasis es mío].
Autonomía e independencia en relación a cualquier poder llamado fáctico; división de poderes ¿He leído bien? Si fuera así, ¿recuerdan alguna protesta del señor Yáñez-Barnuevo ante asuntos tan peliagudos, que contaron además con su presencia política activa en primer plano de la filmación, como los GAL, el apañado y manipulador referéndum otánico o una despiadada reconversión industrial? Item más: ¿conocen alguna iniciativa del señor eurodiputado para detener o disminuir el maléfico poder fáctico de las grandes corporaciones? ¿No dictan acaso éstas, un día sí, otro también, la agenda, los contenidos y los límites de actuación permitidos a gobiernos serviles e instituciones públicas? ¿Dónde su lucha por la libertad, la autonomía y la independencia ante estas instituciones despóticas, antidemocráticas, netas y demostradas adversarias de los derechos y libertades ciudadanas, especialmente de sus sectores más desfavorecidos y desprotegidos?
Luis Yáñez-Barnuevo, faltaba una guinda, recuerda a continuación que él ya conocía desde joven el libro de Fernando de los Ríos: Mi viaje a la Rusia soviética. En este libro, De los Ríos relata su viaje a Moscú en… ¡1920!, en plena guerra civil, y su conversación con Lenin. Cuenta el dirigente socialista que a sus preguntas sobre las libertades en la nueva URSS, el autor de El Estado y la revolución contestó: «¿La libertad para qué?». ¿La intencionalidad política del recuerdo de Yáñez? La misma que la anteriormente señalada: el comunismo es antitético con las libertades cívicas. Ignoro si existe una contrastación complementaria del recuerdo de Fernando de los Ríos que, como todos los recuerdos, no sólo el del dirigente socialista andaluz desde luego, hay que tomar acompañado de mil doscientos trece granos de sal. Supongo que no. Aunque sí fuere: admitiendo la exactitud del recuerdo y reconociendo igualmente que, en mi opinión, no tuvo Lenin ese día su intervención más lúcida ni la más libertaria, ¿tan difícil es entender que el contexto de cerco, hambre y guerra civil pueden dar otro significado distinto del usualmente señalado a la afirmación leninista? ¿Qué nuevo sentido? El de la rabia y la indignación ante la ayuda y financiación que algunos países «democráticos y liberales» europeos estaban otorgando a la reacción violenta de las clases privilegiadas rusas.
Por todo ello, prosigue el señor Yáñez-Barnuevo, para él, «la lucha contra la patología totalitaria de la derecha -que es el fascismo- y la patología totalitaria de la izquierda -que es el comunismo cuando llega al poder- es la misma lucha». Acabáramos, ya estamos, ya sabemos lo que nos faltaba aprehender: la igualdad de los opuestos, la identidad de los extremismos, la hermandad totalitaria de los radicalismos.
El matiz «cuando llegan al poder» no es innecesario. Ni incluso un político profesional, con más de tres décadas a sus espaldas como el señor eurodiputado, puede pasar por alto la decisiva y esencial importancia que tuvieron, por poner sólo ejemplos conocidos y cercanos, los comunistas españoles, franceses, italianos, alemanes, portugueses o griegos, en la conquista de las libertades en sus respectivos países. Nadie que aspire a la veracidad puede dudar sobre ello aunque a veces se difunda la duda desde ámbitos próximos a la derecha extrema (o aparentemente no tan extrema). Aparte del insulto que puede significar a la memoria de tantos y tantos luchadores comunistas, que entregaron su vida o muchos años de esfuerzo, sufrimiento, cárcel y represión, la equiparación de fascismo y comunismo, queda la primera parte de la afirmación.
¿El comunismo en el poder, sin más matices, negando y machacando las libertades ciudadanas? Además de recordar, una vez más, el cerco, los sabotajes, los ataques, las presiones y las contrarrevoluciones organizadas siempre por las instituciones afines al Capital ante cualquier intento real, no insustantivo, no aparente, no teórico, de superar el poder del dinero y su horizonte civilizatorio, ¿qué libertades machacaron los comunistas chilenos cuando compartieron poder con el socialismo allendista y otras fuerzas políticas de izquierda? ¿Qué libertades negaron los ministros comunistas Uribe y Hernández cuando formaron parte de los gobiernos de la II República enfrentada a las huestes fascistas españolas y europeas? ¿Qué libertades menospreciaron los comunistas portugueses cuando formaron parte de los gobiernos de su país tras la inolvidable revolución de los claveles? ¿Qué libertades ciudadanas no fueron respetadas durante la primavera de Praga? ¿Qué libertades han reprimido los comunistas indios que han gobernado el estado de Kerala durante décadas? ¿Qué libertades están ofendiendo actualmente los comunistas maoístas en Nepal? ¿Pisotearon alguna libertad los comunistas vietnamitas que tomaron el poder tras décadas de lucha y años y años de colonialismo, imperialismo y guerras asesinas? ¿Fueron incompatibles los gobiernos sandinistas de la larga década de los ochenta con las actuaciones de la oposición y con la convocatoria de elecciones políticas, que ganaron en primera instancia y tregua ni piedad desde el norte, el sur, el Atlántico y el Pacífico por grupos armados financiados, entrenados y apoyados por el militarista y criminal gobierno de Ronald Reagan?
Incluso más: cayó el muro, se dice, se desintegró la URSS se añade. ¿Cuántos muertos produjo un cambio histórico de esta naturaleza? ¿Alguien logra imaginarse un derrumbe similar de la civilización del Capital? ¿Necesita el señor Yáñez-Barnuevo que se le recuerden los despropósitos asesinos de corporaciones, instituciones y gobiernos, allende sus fronteras (sin olvidar las propias desde luego), de la gran democracia americana?
Para el señor eurodiputado no hay socialismo (¿qué concepto de socialismo tendrá en mente?) sin libertad pero es que, además de ello, señala con énfasis, «el comunismo en el poder empobreció, y empobrece, las condiciones materiales de sus pueblos, además de privarles de la libertad». Ya hemos comentado la segunda parte de la afirmación. ¿Por qué afirma el señor Yáñez que el comunismo empobreció y empobrece las condiciones materiales de sus pueblos? ¿Nos da algún dato? ¿Construye alguna reflexión? Ninguno: fundamentación de sus ideologemas, ¿para qué? Afirmo, sostengo, especulo, menosprecio, acuso; luego algo queda.
Su afirmación, empero, apunta a otro horizonte, el suyo seguramente: si se quiere garantizar el bienestar de la ciudadanía no hay otro paradigma civilizatorio que el que nos ofrecen el mercado y el capital. Seamos realistas, toquemos realidad, pensará el señor eurodiputado. Que eso se afirme, o apunte cuanto menos, en un momento de crisis inconmensurable como éste es un neto disparate; que eso mismo se hubiera afirmado hace, pongamos, dos o tres años, cuando más de la mitad de la Humanidad -en momentos no considerados críticos por el sistema y sus intelectuales orgánicos sino de triunfo y éxito sin sombras del capitalismo- vivía en condiciones de subsistencia mínima o hambruna tampoco tiene disculpa alguna. No se trata de defender o argüir posiciones sino de desprestigiar con afirmaciones gratuitas la posición que se quiere contradecir, atacar o liquidar. Ideología, falsa e interesada consciencia, en estado puro en la argumentación de un eurodiputado que considerada la ideología una abstracción que hay que superar..
Aprovechando además que el Ebro pasa por Sevilla, el señor eurodiputado señala que él recientemente ha condenado el golpe de Estado en Honduras «porque era y es un gravísimo atentado contra la democracia y la soberanía popular. Entonces el PP español apoyó el golpe e IU lo condenó». En cambio, en el caso de Cuba ocurre lo contrario. Afirmación explícita del señor Yáñez: PP e IU obran de la misma forma, eso sí en situaciones diferentes. Los unilateralismos de derecha e izquierda se tocan y confunden nuevamente. El señor eurodiputado no logra entender que IU condene un golpe de Estado, que merece un rechazo explícito y persistente, y no condene, en cambio, una situación que no tiene nada que ver con un golpe de Estado sino con la emancipación de los pueblos y la lucha contra la injusticia y las desigualdades.
Además de ello, el despropósito en estado puro como guinda: la afirmación con la que el señor Yáñez concluye esta reflexión es ni más ni menos la siguiente: «CiU y PNV son más consecuentes porque siempre han sido defensores de la democracia». ¿Más consecuentes? ¿Siempre han sido defensores de la democracia? ¡Qué cosas se pueden escribir! ¡Qué risa tía Felisa! ¡Qué horror doña Leonor! ¡Las derechas políticas nacionalistas catalana y vasca, y los sectores sociales privilegiados que representan, abonan y ayudan, cubiertos con ropajes de consecuencia y de defensa de la democracia! ¡Qué felices estarán los señores Prenafeta, Millet y Alavedra! Peor (casi) imposible.
Luis Yáñez-Barnuevo ha visto denegada su entrada en la isla asediada, opción que, sin duda, Cuba tiene como Estado soberano (no me pronuncio sobre la oportunidad política de la medida ni tengo por qué suscribirla). El señor eurodiputado no ha sido víctima de ningún atropello ni de ninguna arbitrariedad. No parece plausible apelar para explicarla a su denso currículum (digamos para entendernos rápidamente) «anticastrista». Otros ciudadanos que ostentan abiertamente, y con orgullo varonil, esa singular atributo han visitado y visitan Cuba. Él mismo lo ha hecho en otras ocasiones.
Sea como fuere, el señor eurodiputado protesta públicamente por su no admisión moviendo sus poderosos hilos partidistas, mostrándose como una víctima que aparenta no querer ser vista como tal. Como seguramente no es sólo su caso personal el que debe ser objeto de su indignación, crítica y máxima preocupación, me permito recordar una arista que oportunamente ha señalado Marcos Roitman Rosenmann [3]: un día si, y otro también, pueden verse en los aeropuertos de
[…] Madrid, Barcelona, Las Palmas de Gran Canaria, Valencia o Bilbao escenas de llantos y desolación de familiares que esperan, sin ningún éxito, la salida de sus familiares. Se quedaron en la zona de nadie.
Aquí se cancelan todas sus libertades; aquí sí se violan derechos humanos, la arbitrariedad campa sin bridas y emerge con fuerza la xenofobia y es patente el racismo. Los criterios de entrada al país se dejan al arbitrio del policía de turno. Roitman Rosenmann prosigue:
Puede que tenga el día chungo y mande a varios sudacas de regreso. De nada sirve protestar. Se les despoja del habeas corpus sin mayores problemas. Las circulares internas premian dichas conductas totalitarias. Su acción será compensada muy pronto con un ascenso en el cuerpo de policía. Existen no cientos, sino miles de denuncias donde se exponen los casos. Hay incluso una carta de todos los embajadores latinoamericanos pidiendo mesura y denunciando los casos. Pero los implicados como son gentes humildes, de las clases populares su caso no es noticia. De esta guisa España duerme tranquila con su nueva ley de extranjería [la cursiva es mía]
Como supongo, y creo suponer bien, que este disparate, que este ataque a los derechos humanos y a las libertades, estas ilegalidades y arbitrariedades, deben parecerle inadmisibles a un luchador por la libertad como el señor Yáñez-Barnuevo, estoy ansioso por conocer sus críticas, gritos, protestas, acciones y presiones antes las autoridades españolas, ante su amigo el ministro del Interior, y los poderes europeos (él, recordemos, es europarlamentario y no un europarlamentario cualquiera) para superar y eliminar para siempre unos agravios a los que, de ningún modo, mirado como quiera mirarse, puede compararse su caso.
Más en concreto. Santiago Alba Rico [4] ha recordado que hace un mes aproximadamente fue retenido en la aduana de Túnez y expulsado del país el periodista Gabriele del Grande sin que nadie de la UE dijera esta boca es mía y esta expulsión es inadmisible. ¿Cómo es que el señor eurodiputado no alzó su voz contra esta arbitrariedad intencionada?
Hay una moraleja -«Hay que saber parar a tiempo»- y una politeja -«Al final, son siempre los propietarios los que se lo comen todo»- que he leído recientemente en las que me gustaría tomar asiento para finalizar.
Ni que decir tiene que la sabia moraleja es principio-guía de toda la ciudadanía y de todo movimiento que aspire al mantenimiento de la vida en nuestra planeta y a que en él despunte «una humanidad más justa en una Tierra habitable, en vez de un inmenso rebaño de atontados ruidosos en un estercolero químico, farmacéutico y radiactivo» [5]. La politeja es realismo político insumiso en estado puro. Y quizás sea éste el rovell de l’ou, el nudo esencial de la cuestión: Luis Yáñez-Barnuevo quizá no haya reparado hasta ahora, por falta de concentración o por paradigma cegador que toma como único y razonable sentido común, en que la ciudadanía cubana (y, afortunadamente, otras muchas ciudadanías latinoamericanas y del mundo en general), sin obviar la politeja apuntada, suicida sería hacerlo, está dispuesta a esforzarse todo lo que sus inmensas fuerzas permiten por criticarla, decodificarla, superarla, vencerla y anularla en su práctica vital. Puestos en pie, sin heroísmos, pero sí con convicción y tenacidad han entonado desde hace cinco décadas un non serviam. Sencillamente, quieren vivir sin permiso de los poderosos, de los destructores de la Tierra.
No debería sorprenderle al señor eurodiputado: esa fue también divisa básica de Albert Camus, un pensador rebelde que él mismo cita en su artículo.
PS: Que el título del artículo del señor eurodiputado -copresidente por cierto de la denominada «Asociación Internacional Cuba-Europa en Progreso», cuya página web permite observar sus vínculos con la web anticastrista CUBAENCUENTRO, dedicada esta última a la insistente y terca difusión de valores neoliberales y a la denigración de líderes cubanos y latinoamericanos partidarios de la Alianza Bolivariana de las Américas- tome asiento en aquel inolvidable poema de Pablo Neruda «España en el corazón» es un sarcasmo que no merece apenas comentario (o que merecería más bien innumerables gritos de indignación). Siguiendo el sendero abierto por el señor eurodiputado en su artículo, vale la pena recordar un libro del mismo título. Cuba en el corazón, de Manuel Talens, publicado en 2008 por Alcalá Grupo Editorial (Alcalá la Real, Jaén). En esta ocasión, el autor de Canto general no se levantó enfurecido de su descanso, rió y aplaudió complicado. Es en cambio muy probable que sí lo haya hecho al leer el título y el artículo del señor eurodiputado «socialista» Luis Yáñez-Barnuevo.
Notas:
[1] http://blogs.publico.es/
[2] Para evitar interpretaciones erróneas señalo que no estoy afirmando falsedad alguna en el recuerdo de Fernando de los Ríos ni en la afirmación de Luis Yáñez. Me limito a señalar la posibilidad de alguna inadvertencia o inexactitud en el recuerdo.
[3] http://www.jornada.unam.mx/
[4] Comunicación personal, 10 de enero de 2010.
[5] Manuel Sacristán, «Carta de la Redacción», mientras tanto, nº 1, 1979, páginas 6-7 (Ahora en M. Sacristán, Escritos sobre El Capital y textos afines, El Viejo Topo, Barcelona, 2004).
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.