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PSN: Cambiar (también a Jiménez) o desaparecer

Fuentes: Rebelión

Decía Patxi Zabaleta en agosto de 1991: «para que HB pudiera llegar a un acuerdo con Urralburu, el PSOE tiene que cambiar las formas y objetivos de su acción de gobierno«. Veinte años después el actual líder del PSN, Roberto Jiménez, el mismo que declaró que «con UPN no me une absolutamente nada y está […]

Decía Patxi Zabaleta en agosto de 1991: «para que HB pudiera llegar a un acuerdo con Urralburu, el PSOE tiene que cambiar las formas y objetivos de su acción de gobierno«. Veinte años después el actual líder del PSN, Roberto Jiménez, el mismo que declaró que «con UPN no me une absolutamente nada y está descartadísimo que vayamos a gobernar juntos«, es el nuevo vicepresidente del gobierno en coalición con UPN y «las formas y objetivos» del PSN han, si cabe, involucionado.

Hace también unos años publiqué el libro «Urralburu: Corrupción al servicio del estado» en el que narraba la carrera política y comercial del que fuera presidente de Navarra. Éste comenzó su mandato con una consigna dictada por su padre: «séte recto«; continuó cuatro años después con el lema de campaña: «Cien años de honradez» y acabó en la cárcel por enriquecerse a costa del erario público. A G. Urralburu la derecha navarra y los poderes fácticos españoles le permitieron todo porque había sido el peón esencial en la cuestión «de estado» vasca, rompiendo su apuesta por la unidad de los territorios y traicionando sus numerosos pronunciamientos vasquistas, de los que hizo gala hasta principios de los «80», fanfarroneando sobre sus ocho apellidos euskaldunes y, lo más relevante, formando parte del grupo parlamentario vasco del Congreso en Madrid, del que otro navarro, Carlos Solchaga, fuera portavoz. Incluso después de conocerse el alcance de sus delitos, el poderoso periódico ultraconservador, Diario de Navarra, editorializó sobre su dimisión afirmando que «Navarra pierde con Urralburu a uno de sus mejores espadas políticos«. Por el contrario, las mismas fuentes no tardaron en tirar de la manta -tras el chivatazo de otro dirigente del propio PSN, V.M. Arbeloa- para denunciar que el sucesor de Urralburu al frente del gobierno, J. Otano, también tenía cuentas en Suiza. Derribaron de un plumazo el gobierno tripartito, que pretendía reabrir, muy tímidamente, el affaire vasco a través del constitucional Órgano Común Permanente. Y eso que Otano nunca se lucró como su predecesor. La misma derecha, que no ha cambiado ni un ápice sus planteamientos unionistas y medievales, define a Roberto Jiménez como un líder político «responsable«.

Jiménez es un político sin la capacidad ni el carisma de Urralburu. La seña de identidad más relevante de su carrera es la estrecha colaboración con la derecha. Como concejal en el ayuntamiento de Pamplona arropó a Yolanda Barcina (UPN) en sus peores momentos, especialmente tras la barbaridad cometida con el parking de la Plaza del Castillo, que se llevó por delante la historia de la vieja Iruñea.

Ese bagaje político lo complementa con varias acusaciones aparecidas en distintos medios de comunicación. ¿Es verdad que tras apoyar, siendo concejal, la privatización de la empresa de transporte urbano de la comarca de Iruñea se convirtió en asesor de CONNEX, adjudicataria de la concesión? ¿Estaría dispuesto Jiménez a explicar por qué declaró que perdía dinero en la política «ya que en mi despacho de abogados gano más«, cuando nunca ha estado colegiado en Navarra? ¿Se refería acaso al despacho al que su padre, alcalde de Pitillas, adjudicaba los asuntos del ayuntamiento y en el que, como atestiguan documentos fotográficos, se llegó a tapar su nombre, con esparadrapo, del listado de letrados que aparecía en la puerta del bufete? o, ¿se trata del trabajo que realizaba para UGT y para la promotora inmobiliaria de ese sindicato, Plazaola, acompañando a su ex secretario general, M. A. Ancízar, por los pueblos de Navarra para conseguir terrenos en los que edificar?

Todas estas cuestiones están pendientes de aclaración y, sin duda, en el caso de que el PSN hubiera optado por un gobierno de izquierdas junto a Nabai, Bildu e I-E, los medios de la derecha hubieran tardado poco en denunciarlos. Ahora no interesa. Ni tampoco contar a la ciudadanía que Ancízar, ahora copropietario de una buena parte de esa promotora, ha sido el hombre fuerte en las negociaciones con UPN para formar el nuevo gobierno navarro. Recordemos que Ancízar fue uno de los principales apoyos de Urralburu como indiscutible líder de UGT. De humilde trabajador pasó a dirigir el sindicato, desde donde dio el salto a los millonarios negocios inmobiliarios gracias a una notable e influyente cartera de contactos. Pues bien, PSN ha conseguido en su pacto con UPN la gestión de Vivienda y Obras Públicas.

El PSN necesita cambiar, demostrar que tiene capacidad de adaptarse al nuevo contexto político o su actual decadencia lo llevará inexorablemente hacia la marginalidad política en Navarra. Para ello les es imprescindible un dirigente distinto, que no sea rehén ni cómplice de unas políticas sociales propias de la derecha, que no tenga que contestar a tantas preguntas comprometidas y que sea capaz de liderar una apuesta real de izquierdas, laica, que avale el derecho a decidir de los navarros y reconozca, sin complejos, a todas las víctimas de la violencia política desde 1936.

Navarra necesita un giro radical en la forma de hacer política y en sus protagonistas para que la ciudadanía indignada no pueda seguir denunciando que «no hay pan para tanto chorizo» y las propuestas del tsunami de izquierdas y soberanista consigan «que nuestros sueños quepan en las urnas«. El tiempo corre en contra del PSN porque la alternativa de poder de esa izquierda republicana y a favor del derecho a decidir de los navarros es ya una realidad. Sumarse a ella o desaparecer es su destino.

PS: Pedro Eza Goyeneche ha sido elegido senador por el parlamento navarro con los votos de UPN y los del PSN de R. Jiménez. Eza es un profesional de la política desde hace muchos años: en UPN, como concejal, parlamentario y miembro de la ejecutiva y antes, hasta la muerte del Caudillo, cuando impartía la FEN, Formación del Espíritu Nacional. El profesorado del FEN no procedía de los cuerpos de funcionarios docentes sino que se seleccionaban, entre los propuestos, a aquellos que fueran militantes de la Falange para «asegurar la formación y disciplina de las generaciones en el espíritu católico, español y de milicia», «convirtiendo a las mujeres en excelentes esposas y madres que eduquen a sus hijos en el amor a Dios y a la Falange«. Al nuevo senador, apoyado por el PSN, todavía lo recuerdan antiguos alumnos enseñando estos principios del Movimiento Nacional.