Dos datos son importantes de cara al futuro: por un lado la victoria del PSOE en el Estado español y también en el conjunto de Hego Euskal Herria y por otro el mantenimiento de la fidelidad de apoyo a la izquierda abertzale que no decae sobre los resultados obtenidos en las últimas elecciones forales y […]
Dos datos son importantes de cara al futuro: por un lado la victoria del PSOE en el Estado español y también en el conjunto de Hego Euskal Herria y por otro el mantenimiento de la fidelidad de apoyo a la izquierda abertzale que no decae sobre los resultados obtenidos en las últimas elecciones forales y municipales. Si se quiere una solución, ambas partes aparecen condenadas a entenderse. Gran batacazo del PNV que pierde cerca de 120.000 votos, el primer puesto en Bizkaia, la supremacía en la CAV, un diputado y hasta cuatro senadores.
El PSOE no sólo ha logrando una notable victoria en el Estado español, sino que también se despega como primera fuerza en Hego Euskal Herria. Pero es más, el PSE se convierte también en el partido más votado en la Comunidad Autónoma Vasca, con una diferencia en el porcentaje de votos sobre el PNV de más de 10 puntos, lo que convierte a los jeltzales en los grandes perdedores de la jornada electoral. Podrá achacarse esta caída a la polarización entre Zapatero y Rajoy, pero no puede olvidarse que las elecciones de hace cuatro años no fueron menos polarizadas y llegaron después de la conmoción del 11-M.
Entre tanto, con los cálculos que pueden hacerse del diferencial de abstención entre ayer y hace cuatro años, y la comparación con el Estado español, lo que viene a observarse es que el apoyo que puede atribuirse a la izquierda abertzale se sitúa en cotas similares a las de las pasadas elecciones municipales y forales de 2007, antes de que se rompiera el alto el fuego ofrecido por ETA. Tampoco puede dejarse de lado lo ocurrido en las últimas jornadas, cuando tras el atentado mortal contra Isaías Carrasco, no sólo todos los partidos políticos que participan en lo comicios, sino que los grandes medios de comunicación en sus editoriales y en sus portadas de ayer, hacían un llamamiento al voto como castigo a la izquierda abertzale.
En esas condiciones, que el apoyo a la izquierda abertzale se sitúe por encima de los 180.000 votos, y que en el mapa general del Estado español Hego Euskal Herria se haya dibujado nítidamente con la abstención, sólo puede entenderse como un estupendo resultado de este sector político y social, que ha retenido apoyos que hace cuatro años fueron a parar a otros partidos nacionalistas. Entonces el voto anulado se situó en 119.000 votos (ayer hubo unos 13.000 nulos) de los que unos 106.000 eran atribuíbles a la izquierda abertzale.
Da la impresión de que en estas elecciones se ha dado una importante movilización del voto unionistas, una desmovilización del voto de los partidos nacionalistas vascos, y un trasvase de papeletas hacia el PSOE de sectores aledaños, como pueden ser los de Ezker Batua y una parte del propio electorado del PNV. Ello ha tenido además el efecto de que Eusko Alkartasuna halla perdido su escaño en Madrid y que Aralar sufra también un importante castigo.
Especialmente llamativo resulta el batacazo electoral que se ha dado el PNV, no sólo por la pérdida de un escaño en el Congreso de los Diputados -que en el Senado puede traducirse en la caída de seis a dos senadores con lo que se queda sin grupo propio en la Cámara Alta- sino por la pérdida de cerca de 120.000 votos con respecto a las elecciones de hace cuatro años.
Aunque durante la noche de ayer los principales portavoces del PNV -tanto Josu Erkoreka como Iñigo Urkullu- achacaron sus resultados a la extrema polarización de la campaña entre PSOE y PP, e incluso se permitieron decir que el voto jeltzale «había resistido», a buen seguro los futuros análisis que hagan en privado deberán ser mucho más profundos.
No faltarán quienes desde el PSOE, y probablemente también desde el PP, intentarán presentar el fuerte golpe sufrido por el PNV como una descalificación de la sociedad vasca a la propuesta del lehendakari. Pero esta sería una lectura excesivamente simplista. Porque tampoco puede pasarse por alto que la perdida porcentual de voto jeltzale es prácticamente idéntica en Gipuzkoa, donde la dirección jeltzale aparece públicamente como más cercana a las tesis de Juan José Ibarretxe, y en Bizkaia, donde su principal candidato, Josu Erkoreka, es un hombre que siempre ha aparecido próximo a los postulados de Josu Jon Imaz. Además, este caída en el voto del PNV se produce bajo la batuta de Iñigo Urkullu, uno de los principales apoyos del anterior presidente del EBB.
Urkullu fue, además, la persona que en importantes momentos llevó la voz cantante de la delegación jeltzale en el proceso negociador. Hoy el PNV debiera preguntarse también cuánto han influido en sus resultado la ruptura de dicho proceso y el papel de fiel y leal apoyo del Gobierno español que ha jugado durante estos últimos años. Bien puede pensarse que una parte del electorado jeltzale ha entendido que para acabar haciendo lo mismo que el PSOE, para posicionarse junto a él frente a los intereses objetivos de Euskal Herria, más valía votar a José Luis Rodríguez Zapatero, que, además, podía parecerle una papeleta más útil para frenar a la derecha extrema representada por el Partido Popular.
Habrá que ver qué lectura hace el PNV de sus resultados y cómo afectan a los planes diseñados entre Lehendakaritza y Sabin Etxea. Los jeltzales han estado haciendo continuos llamamientos a Zapatero para buscar un acuerdo institucional entre Madrid y Lakua aunque ahora habría que saber cuál será exactamente su utilidad.
¿Para qué puede querer Rodríguez Zapatero buscar un acuerdo con el PNV? El PSOE puede tener la tentación de intentar hacer un nuevo pacto como el de 1977 en clave de reforma estatutaria. Pero, ¿para qué iba a servirle? Si ni en las más duras condiciones, si ni en un absoluto estado de excepción, consigue doblegar a la izquierda abertzale, es evidente que la receta de la agudización de la represión no sirve para resolver el problema estructural que Euskal Herria supone para el Estado español.
Hace cuatro años, tras los atentados del 11-M, la izquierda abertzale daba por hecho que de haber ganado el PP, de inmediato se hubiera ordenado la detención y encarcelamiento de todos sus dirigentes. Muchos temían por esa razón una posible victoria de Mariano Rajoy. Pues bien, esa es la situación actual y ganó Zapatero. Prácticamente todos los dirigentes de Batasuna están en la cárcel, todas las formaciones independentistas están ilegalizadas. Y, pese a ello, a la izquierda abertzale se le puede intentar invisibilizar, pero no se le puede hacer desaparecer.
El PSOE tiene ahora cuatro años para volver a gobernar con cierta tranquilidad, sin la sensación ni interna ni externa de la falta de legitimidad de su victoria. Puede decidir emplearla en buscar la solución del conflicto y sabe cuál es el camino para ello. O puede seguir alargando el conflicto de manera indefinida, lo que nunca sería bueno para nadie.
La ciudadanía vasca ha premiado al PSOE concediéndole por encima del medio millón de votos. Pero, ¿qué ha premiado? ¿lo que ha entendido como un intento de solucionar el conflicto a través del diálogo o su retirada de la mesa y la agudización de las medidas represivas? Todos las encuestas y los sondeos que se han publicado en Euskal Herria, desde medios de distinta opción ideológica, vienen demostrado que la sociedad vasca apuesta por el diálogo y es contraria a actuaciones como la ilegalización de partidos. Quizá eso pueda ser una pista para José Luis Rodríguez Zapatero.
Hablar hoy del inicio de un nuevo proceso negociador se hace difícil. Porque objetivamente se ve lejano. No hay más que ver la dureza de los golpes que se intercambian. Pero en el terreno del análisis, hablar de retomar el proceso allá donde se dejó y entrando en sus concreciones, lo que sería factible, es prácticamente una obligación.