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Pura mercancía

Fuentes: Rebelión

La CEOE (es decir, Confebask y CEN) explicaba en un reciente boletín informativo que «se puede decir que se ha recuperado toda la competitividad en costes laborales». Sus objetivos, sin embargo, no cambian. Lo aclaran en el mismo párrafo: «cabe esperar que, con la reforma laboral y la elevada tasa de desempleo se mantengan reducidas […]

La CEOE (es decir, Confebask y CEN) explicaba en un reciente boletín informativo que «se puede decir que se ha recuperado toda la competitividad en costes laborales». Sus objetivos, sin embargo, no cambian. Lo aclaran en el mismo párrafo: «cabe esperar que, con la reforma laboral y la elevada tasa de desempleo se mantengan reducidas las presiones al alza sobre los salarios, de modo que los costes laborales se puedan seguir ajustando… para hacer posible que se recuperen los márgenes empresariales». Además, la CEOE insiste en continuar con los ajustes y reformas estructurales. Es difícil ser más claro: reformas laborales aplicadas en un contexto presidido por el miedo que provoca el alto desempleo, para atacar a los salarios.

El 14 de julio el Fondo Monetario Internacional (FMI), por su parte, dijo que debe revisarse la conveniencia de mantener el SMI porque «impide el acceso al empleo». A salario cero empleo infinito, se podría concluir. Allí por 1985, con Solchaga (PSOE) ministro de Economía, se emitieron por TVE unos programas de Milton Friedman (ideólogo del actual neoliberalismo). En uno de ellos, el propio Milton entrevistaba a una persona afroamericana en un barrio marginal de Nueva York, preguntándole si trabajaría por debajo del SMI. Esa persona, que apenas tendría qué llevarse a la boca, contestaba que sí. La conclusión de Friedman, dogma de muchos gobiernos en la actualidad, era sencilla: «¿Ven cómo el SMI impide que esta persona trabaje? Hay que acabar con todas las regulaciones que obstaculizan el acceso al empleo». El neoliberalismo trabaja para convertir toda la vida social en mercancía. Es lo que están haciendo.

Eso son los minijobs, los contratos a tiempo parcial que se estiran todo lo que sea necesario, las jornadas interminables con salarios miserables, los convenios incumplidos que no se denuncian por miedo a ser despedido… El poder económico y político saben que cuando se pierde el empleo, si no existen prestaciones sociales sustitutivas dignas, la gente se ve forzada a aceptar cualquier miseria. Y las reformas se han hecho, también, para sustituir trabajo digno por miserable; para imponer una nueva realidad laboral basada en trabajadores y trabajadoras pobres. Una realidad en la que trabajar ocho o diez horas al día no permita obtener un salario digno. Los gobiernos piensan maquillar la estadística de desempleo obligando a la gente a que acepte cualquier miseria. Ellos no hablan de calidad del empleo, hablan de «altas» en la seguridad social, sin aclarar que tras esas «altas» hay empleo fraccionado y explotación laboral.

Para el neoliberalismo, los problemas de quien pierde el empleo y está en la pobreza son fracasos personales de los que no se debe culpar a nadie más que a uno mismo: eres culpable de tu fracaso. El neoliberalismo es destructivo y necesita, para su éxito, que aceptemos el individualismo más feroz; que actuemos como sujetos aislados; el sálvese quien pueda. El neoliberalismo, siguiendo a Milton Friedman, supone reducir el estado a la mínima expresión y permitir que todo, absolutamente todo, sea objeto de negocio privado. ¡Qué bien aprovechan la crisis para dar otra vuelta de tuerca.

En el estado español, cada crisis se salda dando más poder al empresario. No importa que la premisa sea falsa; por ejemplo, cuando insisten en que el problema está en que los salarios son altos. Esto es simplemente falso. Los salarios han perdido participación en la distribución de la riqueza. El modelo español ha contribuido a crear una clase empresarial zángana, acostumbrada a ganar mucho dinero de la mano del favor político. ¡Vaya regalo para ese modelo empresarial que han supuesto las reformas!

No conformes con todo eso quieren que el sindicalismo les acompañe. Rajoy ha pedido a CCOO, UGT y CEOE que repitan el Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva (AENC) que acordaron para el periodo 2012-2014 . Cuando lo firmaron (Rajoy acababa de llegar a la Moncloa), CCOO y UGT explicaron que lo hacían para evitar una nueva reforma laboral. Acordaban reducción salarial a cambio de no reforma. No fue así. Hubo reforma; la más dura jamás conocida. Ahora, jueces puestos a dedo por el PP en el Tribunal Constitucional (TC) han dicho que esa reforma es «constitucional». Ya adelantó el fallo la CEOE cuando dijo que el TC declararía constitucional la reforma y que el Supremo tumbaría las sentencias sobre ultraactividad contrarias a sus intereses que han dictado tribunales inferiores. El PP ha hecho un trabajo prodigioso en el poder judicial, colocando a lo más rancio que uno pueda imaginarse, sobre todo en los altos tribunales.

Leyendo la prensa diaria se podría concluir que estamos en puertas de otra reforma laboral. El FMI, el BCE, la Comisión, el Banco de España, la FAES, la CEOE… piden otra. ¿Por qué no la van a hacer? En este serial de infortunios para la clase trabajadora los únicos incapaces de sacar conclusiones son CCOO y UGT. Están cautivos de las fuentes de financiación pública, y los cautivos no pueden dar marcha atrás. Mientras todo se dinamita (también la negociación sectorial estatal que ellos firman y que carece de prioridad aplicativa), solo piensan en seguir cerrando acuerdos estatales que, como el Convenio de Conservas, impiden negociar en ámbitos provinciales. Estos son los defensores de los «provinciales».

Pues bien, las reformas -que no han terminado- han venido para quedarse y han cambiado por completo el escenario donde nos desenvolvíamos los sindicatos. Para eso las han hecho. No es eficaz actuar como si nada hubiera sucedido. Hoy, tras la reforma, el reto en la negociación colectiva, además de en los contenidos, está en las garantías de aplicación.

Sufrimos un ataque sin precedentes contra todo lo que significa defensa colectiva. Un ataque ya experimentado en otros países de los que deberíamos sacar conclusiones. El futuro del sindicalismo pasa por concluir, de una vez por todas, que el neoliberalismo es incompatible con el diálogo social, que no se debe dar ningún apoyo a gobiernos neoliberales, y que hay que llevar a los centros de trabajo un mensaje nítido a favor de la sindicalización. No nos van a dejar nada más.

Adolfo Muñoz Sanz «Txiki». Secretario General de ELA.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.