La presentación a mediados del mes de enero de Podemos, proyecto encabezada por el mediático profesor Pablo Iglesias, supuso una sacudida para muchos activistas de la izquierda. Podemos consiguió reunir en pocos días varias decenas de miles de firmas de apoyo y sus presentaciones públicas en Zaragoza, Gijón, Valencia, Alicante, Sevilla o Madrid congregaron un […]
La presentación a mediados del mes de enero de Podemos, proyecto encabezada por el mediático profesor Pablo Iglesias, supuso una sacudida para muchos activistas de la izquierda. Podemos consiguió reunir en pocos días varias decenas de miles de firmas de apoyo y sus presentaciones públicas en Zaragoza, Gijón, Valencia, Alicante, Sevilla o Madrid congregaron un elevado número de personas, en un ambiente de entusiasmo y expectación.
Jóvenes que han participado activamente en el 15M, mayoritariamente provenientes del ámbito universitario, activistas desencantados con la actuación de las direcciones de CCOO y UGT, y votantes de IU que no están satisfechos con la práctica política que lleva la dirección en muchos asuntos (pacto con el PSOE en Andalucía, relaciones «diplomáticas» con las cúpulas sindicales, Extremadura, etc.), han visto con ilusión este nuevo proyecto, presentado en un momento de crisis profunda y crítica feroz contra el sistema capitalista. Pero, más allá de las buenas intenciones, los activistas y militantes de la izquierda que aspiramos a un cambio revolucionario de la sociedad debemos ser honestos y rigurosos a la hora de posicionarnos ante los acontecimientos políticos, y esto incluye también a Podemos.
Lo que ofrece Podemos
Detrás del proyecto Podemos se encuentra Izquierda Anticapitalista (IA) cuyos veteranos dirigentes militaron anteriormente en Izquierda Unida y, hay que señalar, manteniendo en muchas ocasiones posiciones muy incoherentes. A finales de 2008 decidieron abandonar IU al calor del avance de sus fuerzas hermanas en Francia y Portugal (El NPA, Nuevo Partido Anticapitalista y el Bloco de Esquerdas). Pero tras el fracaso que cosechó Izquierda Anticapitalista en las elecciones europeas de 2009 (apenas 20.000 votos) y las dificultades manifiestas que han tenido para rentabilizar políticamente el movimiento explosivo del 15M, han buscado en el tirón mediático de Pablo Iglesias la forma de resituarse en el panorama político.
Desde Podemos se ha insistido que representan una formación novedosa, basada en un «método participativo abierto a toda la ciudadanía». Pero incluso una oferta tan abierta necesita algún punto de partida, por mínimo que sea. Y es aquí donde Podemos nos da la primera y desagradable sorpresa. En su corta existencia, y sin que medie ningún tipo de «participación de la ciudadanía», Podemos ha realizado un vertiginoso viraje político desde el manifiesto Mover Ficha al programa contenido en su Borrador de Propuestas para Europa presentado el 22 de febrero.
En su manifiesto inicial, Podemos recogía algunas de las reivindicaciones más sentidas en la ola de movilizaciones sociales que sacude el Estado español desde hace varios años. El derecho a la vivienda y la paralización de los desahucios, los salarios y pensiones dignas o el rechazo a la privatización de los servicios públicos, encontraban su lugar en el manifiesto. Tampoco faltaban referencias que, de profundizarse, podrían suponer un punto de partida hacia un auténtico cambio social y no un simple lavado de cara del entramado institucional del Estado capitalista. Así, Podemos incluía entre las propuestas de su manifiesto la «nacionalización de la banca privada» y la «nacionalización y socialización de las empresas energéticas».
Pero las cosas han cambiado mucho y muy rápido. Parece que paralelamente al éxito de asistencia en los actos de presentación, estos elementos ideológicos claramente de izquierdas han debido parecer excesivos al grupo promotor de Podemos y han sido radicalmente modificados en el borrador de programa para las elecciones europeas presentado apenas un mes después. Ya sea por presiones expresas, o por el intento de asegurarse la simpatía de los medios de comunicación para difundir su iniciativa, o por considerar que defender ideas claras y de izquierdas reduce su apoyo electoral, lo cierto es que las últimas propuestas de Podemos sorprenden por su tibieza y confusión.
En un artículo titulado «Todo el poder a los círculos», obra de Miguel Urbán, dirigente de Izquierda Anticapitalista, además de verter a chorros una jerga ininteligible, nos advierte que cuanto más nos alejásemos «del fetichismo de la palabra ‘izquierda’ más se acercaría Podemos al éxito». En este artículo, Podemos se presenta como un confuso conglomerado de «los de abajo» que lucha contra un enemigo indefinido, caracterizado por su amor al lucro y por imponerse mediante «fuerzas externas» a la «democracia», cuya defensa se convierte en el eje principal de la estrategia de Podemos. ¿Qué tipo de lenguaje es este, que obvia las palabras trabajador, clase obrera, patronos y banqueros, capitalismo o socialismo? ¿Por qué se renuncia a decir al pan pan y al vino vino?
Se vuelve así a dar voz a algunas de las propuestas que se manifestaron en los primeros momentos del 15-M, y que expresaba la confusión de muchos jóvenes de capas medias en proceso de radicalización. Estas propuestas se limitaban a proponer reformas del régimen político pero descartaban cualquier alteración sustancial del orden capitalista, y quedaron definitivamente arrumbadas cuando el impulso del 15-M se trasladó a las Mareas y a un número creciente de luchas obreras. Desde entonces hemos vivido al gran salto adelante en la conciencia política de millones de jóvenes y trabajadores. Resucitando estas ideas y formulaciones, que ya fracasaron en su intento de articular políticamente el 15-M, Podemos nos propone en su borrador de programa combatir el paro con la «promoción del protagonismo de la pequeña y mediana empresa en la creación de empleo». Por supuesto, la nacionalización de la banca pasa al olvido y se muta por la idea de «reorientación del sistema financiero para consolidar una banca al servicio del ciudadano y la pequeña y mediana empresa».
Las transformaciones políticas que Podemos reivindica se limitan al remozado de la fachada del sistema capitalista, a su representación externa. Todo su radicalismo verbal en defensa de la «democracia» -como si fuera posible bajo el sistema capitalista poner las instituciones burguesas al servicio de los explotados- podrían ser asumidas por cualquier fuerza política, incluidas muchas que se sitúan a la derecha, por no hablar de la socialdemocracia. Cuando Podemos intenta concretar su «revolución democrática», por ejemplo en lo referido a la corrupción, nos habla de «la creación de medidas anticorrupción centradas en aportar transparencia a los procesos de adjudicación de contratos públicos, la financiación de los partidos políticos y los cambios en renta y patrimonio de todos los cargos electos». Bien, esto sinceramente y no queremos ser irónicos, lo puede firmar Rubalcaba tranquilamente, es más ya lo dice en sus comparecencias parlamentarias. Y continua: «Reforma de los marcos normativos destinados a designar el Fiscal General del Estado, a los miembros del Consejo General del Poder Judicial, los miembros del Tribunal de Cuentas y los miembros del Tribunal Constitucional.» ¿Que tiene que ver este lenguaje, estas propuestas, con una alternativa de izquierdas seria? Por muchos cambios normativos que se quiera en el marco de un parlamento burgués, la judicatura, bajo el régimen capitalista, estará siempre vinculada por miles de hilos, visibles e invisibles, materiales, políticos y sociales, con los intereses de la clase dominante.
Respecto a Europa, llaman al «sometimiento de las decisiones del BCE al control democrático del Parlamento Europeo». Pero esto también lo puede defender la socialdemocracia, de hecho no sería la primera vez que algo semejante haya salido de la boca de los dirigentes del PSOE públicamente, ignorando la naturaleza capitalista del actual diseño de la UE, que no es más que una herramienta de dominación de los grandes monopolios occidentales.
Escuchando el discurso de sus principales dirigentes en los actos celebrados, o leyendo los artículos que escriben, salta a la vista que los promotores de Podemos tratan de borrar silenciosamente sus anteriores señas ideológicas, desprendiéndose, lo más rápidamente posible, de cualquier punto de vista de clase y socialista. Para ser honestos, esto no es algo novedoso, es una regresión ideológica. En estos momentos de crisis capitalista este lenguaje y estas ideas son un claro paso atrás, son un abandono abierto del marxismo y una renuncia a la experiencia histórica de la lucha de clases.
Los promotores de Podemos han llegado a la conclusión de que para «conectar» con el «ambiente» hay que utilizar un terminología calculadamente confusa, donde las ideas concretas y las reivindicaciones claras contra el capitalismo y en defensa de una alternativa socialista sean reemplazadas por ambiguos mensajes a favor de la «democracia», y «trascender» lo que ellos consideran la falsa dicotomía de «izquierda y derecha». Para este viaje no hacían falta estas alforjas. Estos lugares comunes del «posmodernismo» sociológico recuerdan mucho a las argucias retóricas, a esa papilla de ocurrencias sin sustancia, que han sido utilizadas de manera abundante por sectores que, provenientes del izquierdismo, siempre terminaron por confluir con… la socialdemocracia.
Los promotores de Podemos han manifestado que no rechazan la posibilidad de asegurarse un puesto de salida en las listas de Izquierda Unida para las elecciones europeas, si la dirección de IU acepta su propuestas de primarias abiertas. Esto se produce, obviamente, cuando todas las encuestas pronostican un gran avance electoral de IU. Pero más allá de esta pugna por el escaño se hace lícito preguntar: ¿Y dentro de IU, el proyecto de Podemos a quien beneficia? Nos caben pocas dudas. Este tipo de prejuicios políticos, de ideas premarxistas, de renuncia al socialismo, beneficia a aquellos que no quieren una Izquierda Unida de masas, revolucionaria y anticapitalista. Como dice el refrán: el camino al infierno esta empedrado de buenas intenciones.
¿Qué necesitamos la clase trabajadora y los jóvenes?
A pesar de sus dirigentes y de su programa, la acogida a Podemos demuestra que en la izquierda hay un gran vacío, y que los trabajadores y los jóvenes, que en un número cada vez mayor decimos ¡basta! a este sistema irracional, necesitamos una alternativa para transformar la sociedad.
Pero lo que no necesitamos es que se nos propongan cambios estéticos en el funcionamiento del capitalismo como si fueran la panacea a todos nuestros males. De eso ya hemos tenido bastante en los últimos treinta años. Y mucho menos necesitamos a quienes parecen creer que los trabajadores somos incapaces de entender la realidad del capitalismo y la necesidad de la revolución socialista, y que sólo podemos ser atraídos a la política a través de un programa cargado de ideas confusas y bonitas palabras.
Necesitamos si, de una organización revolucionaria que explique claramente las causas y las raíces últimas de la crisis, que explique los mecanismos por los cuales el proceso de acumulación capitalista acaba desembocando, tarde o temprano, en una crisis de sobreproducción catastrófica para la inmensa mayoría social, y que explique cuál es la estrategia de transformación de la sociedad que puede poner fin al horror cotidiano que es la vida bajo el capitalismo.
Corriente Marxista El Militante
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