¿Qué diría usted, si una coalición gobernante teóricamente de centro-izquierda, legitimara, consolidara y perfeccionara en la práctica un modelo neoliberal heredado de una feroz dictadura, con todas sus estructuras económico-sociales fundamentales?
¿Si, además, le regalara solapadamente la mayoría parlamentaria a la oposición de derecha? ¿Si, luego de obtener finalmente mayoría parlamentaria, se abstuviera de aprobar leyes que condujesen a la sustitución del modelo económico-social impuesto por la dictadura? ¿Si mantuviese y profundizase las políticas de privatizaciones de servicios públicos desarrolladas por aquella? ¿Si mantuviese la irrelevancia de las organizaciones sociales populares como sindicatos, juntas de vecinos y cooperativas? ¿Si, a través de diversas políticas, destruyera los medios de comunicación de centro-izquierda existentes? ¿Si pretendiera, a través de reiterados proyectos de ley, consolidar autoamnistías establecidas previamente por la dictadura para los criminales de lesa humanidad o disminuir significativamente sus penas? ¿Si designara a varios reconocidos violadores de derechos humanos como diplomáticos, agregados militares o miembros de misiones de paz de Naciones Unidas? ¿Si defendiese pública y privadamente al ex dictador frente a intentos de la Justicia nacional e internacional de condenarlo por sus crímenes? Y ¿si asumiese la Constitución impuesta por la dictadura, con algunas reformas de importancia pero que no alteraran la esencia autoritaria y neoliberal de aquella? Obviamente usted diría que, más allá del discurso, una coalición gobernante que desarrollase dichas políticas tendría un carácter netamente de derecha.
Bueno, todas esas políticas han sido desarrolladas manifiestamente por los gobiernos de la ex Concertación, particularmente durante sus veinte años ininterrumpidos de gobierno entre 1990 y 2010. Es más, el principal ideólogo del primer gobierno de la Concertación –el ex ministro de Aylwin, Edgardo Boeninger- reconoció descarnadamente en un libro publicado en 1997 (libro muy poco leído, pero nunca desmentido) que el liderazgo de la ex Concertación experimentó una “convergencia” con la derecha a fines de la década del 80, “convergencia que políticamente el conglomerado opositor no estaba en condiciones de reconocer”. Y que “la incorporación de concepciones económicas más liberales a las propuestas de la Concertación se vio facilitada por la naturaleza del proceso político en dicho período, de carácter notoriamente cupular; limitado a núcleos pequeños de dirigentes que actuaban con considerable libertad en un entorno de fuerte respaldo de adherentes y simpatizantes” (Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad; Edit. Andrés Bello, Santiago, 1997; pp. 369-70). Este reconocimiento explica perfectamente las sistemáticas conductas de derecha mantenidas hasta hoy por aquel liderazgo.
Incluso, en varias entrevistas de prensa y libros, connotados líderes e intelectuales de la ex Concertación han expresado desfachatadamente apologías del neoliberalismo y de la obra económico-social de Pinochet. Y, por otro lado, de manera mucho más abierta y profusa, destacados políticos, economistas, empresarios e intelectuales de derecha han efectuado exultantes alabanzas de la obra económico-social de la ex Concertación y particularmente de Ricardo Lagos. En este sentido, recordemos el calificativo del empresario y economista, César Barros, de que Lagos fue “el mejor presidente de derecha de todos los tiempos” (La Tercera; 11-3-2006); o las alabanzas del dirigente de la UDI, Herman Chadwick: “El Presidente Lagos nos devolvió el orgullo de ser chilenos. Hizo grandes reformas en la sociedad chilena, que estaba muy ahogada, había muchos problemas, temas que no se colocaban en la agenda” (El Mercurio; 21-3-2006); o las del entonces presidente de la Confederación de la Producción del Comercio, Hernán Somerville, quien a fines de 2005 afirmó que a Lagos “mis empresarios todos lo aman, tanto en APEC (el Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico) como acá (en Chile) porque realmente le tienen una tremenda admiración por su nivel intelectual superior y porque además se ve ampliamente favorecido por un país al que todo el mundo percibe como modelo” (La Segunda; 14-10-2005).
Asimismo, cuando fue consultado Oscar Godoy (cientista político de RN y ex embajador de Piñera) si observaba un desconcierto en la derecha por “la capacidad que tuvo la Concertación de apropiarse del modelo económico”; respondió: “Sí. Y creo que eso debería ser un motivo de gran alegría, porque es la satisfacción que le produce a un creyente la conversión del otro. Por eso tengo tantos amigos en la Concertación; en mi tiempo éramos antagonistas y verlos ahora pensar como liberales, comprometidos en un proyecto de desarrollo de una construcción económica liberal, a mí me satisface mucho” (La Nación; 16-4-2006). Y el propio líder histórico de la UDI, Pablo Longueira, señaló, a mediados del gobierno de Lagos, que “la Concertación es más derechista que el mismo Jorge Alessandri” (La Nación; 25-9-2003).
Pero, quizás, el reconocimiento más contundente ha sido expresado reiteradamente por el segundo de Milton Friedman de la Escuela de Economía de la Universidad de Chicago, Arnold Harberger, quien señaló en 2007 “que estuve en Colombia el verano pasado participando en una conferencia, y quien habló inmediatamente antes de mí fue el ex presidente Ricardo Lagos. Su discurso podría haber sido presentado por un profesor de economía del gran período de la Universidad de Chicago. El es economista y explicó las cosas con nuestras mismas palabras. El hecho de que partidos políticos de izquierda finalmente hayan abrazado las lecciones de la buena ciencia económica es una bendición para el mundo” (El País, España; 14-3-2007).
Posteriormente el mismo Harberger, en una visita a Chile en 2010, consultado respecto del “aporte de los ‘Chicago Boys’ en Chile” respondió que “el motivo principal (…) de la Universidad de Chicago fue traer la buena ciencia económica a Chile, y yo creo que tuvimos éxito en eso. Ese convenio con las Universidades Católica y de Chile generó que tuviésemos representantes de nuestro grupo en cada gobierno (…) en los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet siempre ha habido uno o dos de este grupo. Todo esto produjo aquí una cultura económica que es muy fuera de lo normal en Latinoamérica. Uno no encuentra acá la misma lucha ideológica (…) Uno ve a los diferentes partidos políticos en Chile, sus plataformas económicas, y difieren en milímetros, en centímetros, no en kilómetros. No son muchos los países que han logrado ese grado de consenso referente a la conducción de la política económica”. Y específicamente consultado si “¿ve algunas similitudes entre las políticas que se aplicaron durante el régimen militar y las del Chile actual?”; respondió: “Bueno, yo creo que ha habido una gran evolución de política económica en Chile durante el período del gobierno militar, y una vez que se formó el equipo de Patricio Aylwin con Alejandro Foxley y otros, ellos siguieron el mismo rumbo (…) y eso ha seguido hasta hoy que yo sepa” (El Mercurio; 19-12-2010).