Sin ánimo de despertar los fantasmas del leninismo, pero con la convicción de lo que los asuntos políticos son esenciales para felicidad del pueblo y las personas, tanto como determinantes en la evolución social, expongo las siguientes consideraciones ante la ciudadanía de nuestro país, con ánimo de contribuir al actual debate dentro de las fuerzas […]
Sin ánimo de despertar los fantasmas del leninismo, pero con la convicción de lo que los asuntos políticos son esenciales para felicidad del pueblo y las personas, tanto como determinantes en la evolución social, expongo las siguientes consideraciones ante la ciudadanía de nuestro país, con ánimo de contribuir al actual debate dentro de las fuerzas populares.
Como ya se ha dicho, el bipartidismo imperfecto que ha caracterizado la monarquía parlamentaria juancarlista está roto; lo que se muestra por la emergencia de nuevos partidos con importantes cuotas de apoyo social. Especialmente destaca el hecho de que las candidaturas de Unidad Popular -situándose en una línea política radical-, hayan conseguido sacar tantos votos como los partidos conservadores y/o monárquicos en las grandes ciudades; éstas serán gobernadas en los próximos años por fuerzas democráticas que están llamadas a modificar la cultura y las formas de vida de las grandes metrópolis de nuestro país. De su acierto en conseguir tal objetivo dependen las posibilidades de vida en el futuro.
Asumir las alcaldías de Madrid y Barcelona es un desafío importante, que va a encontrar numerosos obstáculos, algunos de ellos provocados por las fuerzas interesadas en hacer fracasar la experiencia. Pero más allá de las tácticas y las tretas de la política, la cuestión clave se sitúa en otro lugar: las grandes ciudades son gigantescos agujeros de entropía, donde se despilfarran ingentes cantidades de energía, generando toneladas de basura contaminante. Es decir, son aglomeraciones humanas completamente insostenibles a medio plazo.
Las fuerzas progresistas han comenzado a triunfar, porque el sistema político ha comenzado a resquebrajarse como consecuencia de la crisis económica; pero las deficiencias más graves de la civilización capitalista todavía no han aparecido en toda su magnitud para la conciencia ciudadana. Y esto significa que no basta con generar políticas redistributivas, sino que será necesario contener el consumo excesivo de las capas medias y ricas de la población. Puesto que los ricos llevan una vida de despilfarro insostenible, de nuevo los pobres son llamados a construir el futuro humano. La insostenibilidad del modo de producción capitalista es algo evidente para todas las personas bien informadas, y la actual coyuntura política debe proporcionarnos una oportunidad para transformar la actual sociedad en algunos de sus presupuestos básicos más inadecuados.
Existen modelos para una ciudad sustentable, que es el momento de empezar a poner en marcha. Y a la vez debe quedar claro que esos modelos son incompatibles con el capitalismo liberal que nos gobierna: los corruptos que nos gobiernan no sólo nos están robando; además están haciendo imposible una vida digna para las futuras generaciones. La necesidad de cambiar es evidente; y la necesidad de que el cambio sea democrático también: una transformación de tal profundidad requiere la participación activa de una ciudadanía consciente. No basta con utilizar con tecnología más o menos verde, se hará necesario mudar de costumbres y de concepciones culturales. En ese aspecto, las fuerzas del progreso deben apartarse radicalmente de las formas culturales y las estructuras políticas que han sido puestas en acción por el liberalismo.
Se ha hablado mucho de la necesaria unidad para vencer en las próximas elecciones generales. Sin duda es imprescindible. Pero esa unidad solo se logrará sobre la base de la claridad programática y el desarrollo de la conciencia ciudadana. Avanzar hacia un cambio en el modelo de ciudad será la garantía del compromiso con un nuevo paradigma viable de humanidad, servirá para aclarar el futuro que nos espera, y nos ayudará a juntar las fuerzas necesarias para modificar la dirección en el desarrollo histórico.
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