No seamos hiperbólicos y digamos, a secas, que la última novela de Belén Gopegui, ‘El padre de Blancanieves’ (Anagrama), es una novela soberbia. Sin abandonar el tema de lo político, que ha marcado gran parte de su ciclo narrativo, aquí entra en una especie de diálogo universal sobre una pregunta de raigambre leninista y no […]
No seamos hiperbólicos y digamos, a secas, que la última novela de Belén Gopegui, ‘El padre de Blancanieves’ (Anagrama), es una novela soberbia. Sin abandonar el tema de lo político, que ha marcado gran parte de su ciclo narrativo, aquí entra en una especie de diálogo universal sobre una pregunta de raigambre leninista y no obstante actual: qué hacer.
Mejor dicho, qué vamos a hacer nosotros, los clasemedia, los autocontentados, los autoadiestrados para no masturbarse, los hipotecados, los esclavos de empresa y libertos de centro comercial, los honrados y contradictorios espíritus que reniegan del mundo en general y veneran su termomix en particular.
Lo que da valor a esa pregunta en la novela no es, por supuesto, una contestación lineal o directa, sino la amplitud de perspectivas en que se mueve, su moral dialógica sin reservas: debaten las generaciones, los matrimonios, los padres y los hijos, los amantes, los colegas, los heredados y los desheredados, los conservadores y los progresistas, los empleados y las empresas, y hasta los colectivos y corporaciones discuten consigo mismos, en uno de los alardes más brillantes (y ya es decir) de la retórica expositiva de este gran relato.
El resultado final, nada paradójico, es una oscuridad perceptible en la conciencia de aquellos que, aun aspirando al bien, sienten la condena de una sociedad o de un sistema al que ellos contribuyen cada día, con resignación o con ira, cuidando como Cándido su jardín o disparando sobre el pianista, encerrados en las prisiones de la mente o montando sobre caballos locos.
Nos movemos en un terreno que va más allá de las meras contradicciones cívicas o políticas, de los argumentos y contraargumentos, porque está visiblemente atestado de justificaciones, de trampas, de viajes sin retorno, de palabras, de mala conciencia, de dobles vínculos, de circunstancias como puños y, en resumen, de un rumor constante que acaba por sonar en el oído como un griterío creciente. Hablamos y nos confesamos demasiado. Y nuestra conciencia acomete a lo sumo acciones tranquilizadoras.
Desde lo político ha viajado Gopegui a la tiniebla que media entre los sentimientos y la acción, en cuyo camino las ideas se tambalean como homúnculos. Abrirse paso a través de esa espesura y mostrarlo merece el mayor de nuestros reconocimientos.
http://www.elmundo.es/elmundo/escorpion.html?a=51c836b78f4af9342ccb0820a7675d5d&t=1191517189
Lea el primer capítulo: http://estaticos.elmundo.es/documentos/2007/10/05/blancanieves.pdf