Recomiendo:
0

Urge reconducir el proceso de negociación en el País Vasco

¿Qué hay de real en todo esto?

Fuentes: Rebelión

Otra vez el desasosiego. Otra vez la reiteración. Y el regreso a las malas prácticas, a las estrategias caducadas. Como si el tiempo perdido nos amenazase con la resurrección de una historia interminable. Vuelve el pasado. Y con él la reedición de un desconsuelo que creímos prescrito. Vuelve Garzón en plan Capitán Trueno. Y las […]

Otra vez el desasosiego. Otra vez la reiteración. Y el regreso a las malas prácticas, a las estrategias caducadas. Como si el tiempo perdido nos amenazase con la resurrección de una historia interminable. Vuelve el pasado. Y con él la reedición de un desconsuelo que creímos prescrito. Vuelve Garzón en plan Capitán Trueno. Y las calles vuelven a arder. Y vuelve la Mesa Nacional. Pero a la cárcel, como en el año 1997, cuando ésta divulgó un video electoral. Y vuelve la crispación y el encabronamiento para presidir mesas, foros, propuestas y encuentros. Y vuelven los afligidos. Y los desconsolados. Y los detenidos. Y vuelven las amenazas y lo que no son amenazas. Y la sangre para reventar el presente. Un presente que uno ya no sabe cómo conjugar.

Y vuelve el PP encanallando la vida cotidiana y retando al infierno para que se haga presente en esta tierra. Llamando a arrebato a los ángeles exterminadores y a los funcionarios del miedo. Y vuelve el ala dura del PSOE, paralizado por el terror a ser quien fue. Arrepentido de su pasado, de su memoria, una memoria que acabará sumiéndolo en la más absoluta depresión política. Y vuelve Aznar, embravecido y jaleando a Mariano, el Emperador del reino de España. Y vuelve Sanz, el navarro complacido, tranquilo, más tranquilo que nunca, como si nada hubiera pasado, orgulloso de estar donde está a cambio de una traición y la bastarda amenaza de nuevas sangres por derramar. Y uno se pregunta por el sentido común. En qué se parece todo esto a la realidad, a la vivida por la gente a pie de obra. Y uno piensa que el destino de esta tierra se muestra tan inmóvil y tan desnudo como un epitafio.

Vale, descartemos entrar a saco en las causas de esta involución. Quedémonos con los efectos. ETA y Batasuna acusan al Estado de pegar un golpe en la mesa y largarse hasta la próxima. Si es que hay. Porque en el fondo dicen, España no ha aceptado su propuesta política de negociación. Porque el PSOE no ha tenido valor político para aceptar la oferta de paz. Por el contrario, el PSOE ha explicado lo ya sabido. Que ETA y Batasuna han querido ir más allá de lo permisible. Constitucionalmente hablando. Y en medio de todo planea una idea: la independencia es innegociable. Y nada sin la venia de la Corte del reino de España. Porque ese espacio simbólico de últimas decisiones, es sagrado. Vale, aceptemos esta tesis. Aunque solo sea como elemento de explicación, que no de justificación de todo lo acaecido posteriormente. Porque en el fondo, de lo que se trata es de gestionar esa crisis. Este estancamiento. Y de hacerlo lo mejor posible. Es lo que quiere la gente, por lo que se apostó. ¿O esto ya no está tan claro? Y es que ambas partes debieran saber que todo problema, si se toca fondo, lleva a la bancarrota. Porque nos deja el intelecto al descubierto.

Pero ni ETA, ni Batasuna ni el PSOE la han gestionado bien. Más allá de quien haya pegado el puñetazo en la mesa. De quien se haya levantado antes. De quien haya amenazado. Y más allá de quien haya provocado la espantada. Porque de lo que se trataba era de gestionar un conflicto político. Y eso compite a ambos. Y sigue siendo una obligación de ambas partes. No hacerlo nos sitúa en el actual laberinto. Porque más allá de la responsabilidad del fracaso, debe primar la voluntad de resolver la crisis. ¿De qué le sirve a Batasuna decir que ya sabemos hasta donde llega la voluntad negociadora del PSOE, o que ya sabemos lo que da de sí el actual marco político, o que España no respeta la voluntad de los vascos? ¿De qué le sirve al PSOE decir que, mientras Batasuna no condene la violencia, o ETA no entregue las armas, o Ibarretxe renuncie a su plan soberanista; no hay nada de que hablar? No sirve de nada. Sirve, eso sí, para apaciguar a sus respectivos clientes ideológicos, a sus respectivos entornos, al establishment mediático, al Poder Judicial, a los lobbys de presión, a la COPE y a la Iglesia más ultramontana. Pero no sirve para nada más. Porque esa no es la realidad real. Eso es lo que la mediatiza. Así que, objetivamente ambos agentes suspenden en gestión. Por eso es preciso regestionar la crisis. Y eso cuesta. Porque cuesta perder por ambas partes. Supone renunciar a los principales activos ideológicos y políticos en los que se sustenta las bazas principales de la negociación.

Pero uno cree que ninguna de las partes quiere. Porque no se reconocen, ni política ni democráticamente. Porque en el fondo, ambas viven del conflicto y ambas comen caliente del pecado que condenan. Porque a ambas le falta recorrido democrático de altura. Comparar esta situación con Irlanda es una solemne idiotez. Inglaterra le lleva la delantera democrática al reino de España en más de doscientos años. Y eso cala hasta los huesos cigomáticos de los negociadores.

Pero lo grave de todo esto es que ambas posiciones representan una parte de la realidad. Y esta no se puede invisibilizar. Cada día llama a la puerta. Y lo seguirá haciendo. Lo dice ETA y Batasuna. Y también lo dice el PSOE. Pero ambos, desde sus respectivos universos sociopolíticos no quieren, o no pueden ya, volver a intentarlo. Porque han perdido credibilidad. Incluso con ellos mismos.

Por eso ambos, de momento, vuelven a la seguridad del ruido. A la seguridad que les proporciona el enroque y la vuelta a sus cuarteles de invierno. Vuelven ambos a la estridencia, al empellón. Pero ambas posiciones, ya no digo ambas partes, saben que esa no es la salida. Porque el ruido, por grave y sonoro que sea, no soluciona nada. Este proceso, mal llamado de paz, porque más parece de pacificación, requiere de otras estrategias. El PSOE no puede vender su alma al diablo del PP para volver a ganar las elecciones si para ello tiene que fascistizar el Estado de Derecho. No puede volver a piratear el Congreso de los Diputados ni a circular por las alcantarillas del Estado. Ni puede girarse al centro para levantarle votos al PP vendiendo una imagen absolutamente derechizada. Por su parte, Batasuna debe buscar solidaridades externas, vender su discurso, porque está en su derecho de hacerlo, redimensionando su fuerza y valorando empíricamente el impacto real de su proyecto.

El acoso a esa izquierda es entendido en el resto del reino de España en clave de merecimiento. Deben pagar por su osadía y su altanería, piensan muchos. Por su tensionamiento del arco de la historia posible. Y esto es difícil de desmontar. Porque los efectos secundarios de la ruptura de la tregua y del proceso de paz están aquí. En clave electoral. Para unos y para otros. Por eso es imprescindible desmontar esta dinámica. Porque está envenenada. De lo contrario, la derecha, hábil gestora de los valores y los marcos simbólicos, esos con los que también juega Batasuna, justificará hasta lo injustificable. E irán a muerte. Por eso es imprescindible que Batasuna, si realmente quiere redimensionar su oferta política, busque nuevas solidaridades, credibilidades, aportaciones ideológicas y nuevas voluntades. Incluso más allá de su propio territorio geográfico de influencia. En medio de todo este enorme salpicón, hay otras izquierdas. Y además más representativas. Pero ninguneadas, cuando no acusadas de satrapismo político, e incapacitadas en este momento para proponer estrategias y para vehiculizar una realidad cotidiana sobredimensionada de conflictos sociales, económicos, ambientales, sanitarios o estructurales. Y esos otros conflictos están silenciados. Aunque marquen diariamente el ritmo de la gente. Ahí están, esperando liderazgo y soluciones. Porque es la vida. Una vida que muchos prefieren simularla a vivirla. O lo que es lo mismo, inventarse una realidad para huir de la verdadera. Y está la gente. A la que parece, nadie hace caso. La auténtica realidad, el auténtico pueblo olvidado.