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Que la Memoria mude en Historia

Fuentes: Rebelión

Se hizo lo que se pudo. Seguramente fuera cierto. Pero ello nos permite constatar que el Estado político democrático construido en la Transición es el sucesor legal del corrupto estado criminal franquista. No hubo una revisión total que permitiera la creación de un Estado democrático exnovo. Se asumieron leyes e instituciones del estado franquista que […]

Se hizo lo que se pudo. Seguramente fuera cierto. Pero ello nos permite constatar que el Estado político democrático construido en la Transición es el sucesor legal del corrupto estado criminal franquista. No hubo una revisión total que permitiera la creación de un Estado democrático exnovo. Se asumieron leyes e instituciones del estado franquista que perpetuán aquel atado y bien atado -expresión del Dictador- de la corrupta sociedad franquista. Leyes e instituciones que tanto aportan a la actual sociedad española. El resultado ha sido una continuación en evolución de los conceptos y sentimientos socio-políticos franquistas sustentados culturalmente en un conglomerado de clichés mentales que nos han traído hasta aquí. Nuestro presente y, ya para siempre, nuestro futuro se basan en aquella decisión. Decisión que se ha perpetuado hasta el presente por la acción de los principales actores del poder político, los dos partidos gobernantes PSOE y PP. La UCD no fue más que el inicio de la puesta de largo del nuevo Régimen político.

Aquella puesta al día de las estructuras franquistas fundó un Estado del que puedo preguntarme si fue y es legítimo.

No importó ni importa la gravedad de sus crímenes. Ningún funcionario de la Dictadura ha respondido ante la Justicia. Por el contrario, muchos jueces, fiscales, secretarios de Estado, ministros firmantes de penas de muerte fueron honrados en el transcurso del tiempo, incluso ya en esta supuesta Democracia, por sus trabajos en pro de la Dictadura. Cierto, como dice Hannah Arendt de Eichmann, la mayoría de ellos eran «simple(s) burócrata(s) que cumplía(n) órdenes sin reflexionar sobre sus consecuencias y sin discernir el bien o el mal de sus actos». Porque la mayoría estaban convencidos de que aquel Régimen de terror era el Bien.

Muchos de aquellos funcionarios del Régimen, en complicidad con pro-hombres de la oposición franquista, fueron quienes pusieron las bases de la actual corrupta sociedad española. Se nombraron o, simplemente, se ratificaron en sus puestos ministros, secretarios de Estado, jueces y miles de altos funcionarios, que pasaron de servir a la Dictadura a «sustentar» este Régimen.

El Estado que salió de aquello no fue un Estado libre, sino un Estado basado en el autoritarismo de una oligarquía de partidos de derechas y la servidumbre de unos ciudadanos-votantes. Partidos «aprobados» en el exterior, USA-OTAN, Alemania -recordar la influencia decisiva del SPD-, etc. Partidos de izquierda, como el PCE, sólo sirvieron de coartada.

Cierto que hubo un referéndum para aprobar esta Constitución que nos rige. La necesidad político-social -una por cada español que quería ser libre o ejercer la democracia ya– nos la impuso.

Hasta el día de hoy, cuando ha habido un proceso electoral, sólo hemos podido decidirnos por un grupo político comprendido en esta oligarquía de partidos. La ley electoral se redactó para que nunca gobernara el PCE -Herrero de Miñón dixit en charla con Santiago Carrillo hace unos años en la SER. Esta estructuración socio-política no nos ha permitido avanzar en la construcción de una Democracia social basada en la Justicia. Nos ha forzado a permanecer sometidos a poderes antisociales minoritarios. Sin ser exhaustivos: Banca, Iglesia Católica, grandes empresas del IBEX -en lo interno-; OTAN-USA, UE-Alemania y otros en el exterior. Estos grupos imponían/imponen los partidos elegibles al Parlamento. Pensemos en la actual irrupción brutal de Ciudadanos -tras una intervención del presidente del Banco Sabadell- contra la irrupción y posterior desplome de Podemos, tras un proceso popular.

El Parlamento español tiene olvidado, si alguna vez lo supo como tal Parlamento, el don de pensar en categorías morales. Aceptemos que hubo y hay individualidades que lo hicieron y lo hacen. Pero son aplastados por el autoritarismo de los políticos dominantes en los partidos, que parecen estar al servicio de comerciantes de una condición moral ínfima -eléctricas, banca, empresas-IBEX, etc.

No es posible, no podemos admitir que seamos gobernados por un grupo de políticos negociantes nombrados por la burocracia de los partidos, por los intereses socio-económicos personales de los dirigentes de tales partidos.

Para variar la dirección socio-histórica emprendida con la Transición, aunque ya no podamos sino arrastrar la herencia durante generaciones, es necesario conocer claramente nuestra historia y no olvidarla construyendo una leyenda histórica. Si evitar construir leyendas con la Historia fuera del todo posible.

Para nuestra más cercana Historia, son, somos muchos los que aún podemos recurrir a nuestra memoria. Siendo conscientes que tres testigos de un accidente darán tres visiones distintas del mismo. Pero los hechos siempre serán los hechos. La memoria da a todos y cada uno consistencia y existencia a nuestro ser y construye nuestra historicidad.

Todo ciudadano, por su propia necesidad de construir y dar consistencia a su propio ser, está obligado a conocer y distinguir entre la Historia y la Leyenda de su sociedad. La Historia da raíces y justificación de la propia identidad intelectual y moral. La leyenda, sea a favor de toda o sólo de un segmento de la sociedad, puede crear emoción, sentimiento, seguramente irracionalidad, aunque sea satisfactoria. Pero nunca solided moral e intelectual a una sociedad. Un reflejo de esta estructura social basada en la leyenda histórica es el repunte de nacionalismos de una y otra laya. Nacionalismos que no son más que otro reflejo de la lucha de clases que las derechas de todo tipo niegan que exista.

Todo ciudadano está obligado a conocer la realidad de la Historia de la sociedad de la que forma parte.

En esta realidad deben ser conocidas todas las crueldades, incluidos los crímenes, realizadas por individuos que fueron cómplices del Estado franquista. Fueron parte esencial del Estado franquista, del Estado totalitario. Aquel ejercicio de crueldades ha conformado la actual sociedad española. Para comprendernos mejor, para aceptarnos, debemos conocer nuestra realidad.

Por sus actos crueles y criminales ejercidos libremente contra el pueblo, quienes los llevaron a cabo se hicieron deudores ante la Justicia. El haber cumplido órdenes no es justificación para hombres que como tales fueron y son responsables de lo que hicieron.

En calles, plazas, iglesias y monumentos, a lo largo y ancho del país, crearon un panteón para sus mártires, muertos gloriosos que ofrecen a los ciudadanos de la nación una imagen idealizada de sus propias aspiraciones, para transformarnos en un colectivo, su colectivo. Conmemoran un año tras otro sus martirios reuniéndose para reconstituirse cada año como grupo. Se dotan de una memoria unificadora de los desastres, los sufrimientos y el proceso de victimización, cuyo sentido engendra sentimientos de trascendencia. A partir de este proceso perpetuo surge un impulso nacional común y cristaliza la idea de nación. (Idith Zertal, La Nación y la Muerte, Madrid, 2010) La idea de recordar está asociada a la acción de celebrar el acontecimiento fundador -en este caso la sublevación contra el Estado legalmente constituido- de su nación, la surgida de su victoria militar.

Tienen esta leyenda de su martirologio particular inscrita durante estos 70 años en las puertas de las iglesias, en calles y plazas, monumentos, en los libros de su historia, presentes en los diarios, emisoras de radio y tv más beneficiadas desde el poder del PP y la Iglesia católica, favorecidas por el poder financiero que hay detrás de dichos medios. Leyenda que no quieren dejarse arrebatar.

Creen que una forma de perderla es dejar aflorar los nombres y las historias de las víctimas. Nombres e historias que se incorporarían a los nombres e historias de los autores de los asesinatos, sus padres o tíos o abuelos. Sus mentores políticos e ideológicos. Las víctimas-mártires de la barbarie de sus ancestros subirían del anonimato a la Historia de la nación. Víctimas que siguen siendo víctimas-mártires de la injusticia de ellos, los herederos de la Victoria militar. Se sienten amenazados por la recuperación de la memoria, porque esta recuperación convertirá la Memoria en Historia.

La muerte no es nunca un asunto zanjado. Los muertos no pertenecen exclusivamente al pasado. Son un elemento vital y activo del presente. Pertenecen a la memoria del colectivo, marco social de la memoria. Este marco social está construido por todos, los hijos de uno y otro bando. El recuerdo de unos condiciona el recuerdo de los otros. Siempre recordaré mis víctimas mientras las víctimas y verdugos de ellos figuren por todas partes -iglesias, calles, estatuas, símbolos,… La memoria de mis víctimas se siente ultrajada al no poder rendirles mis respetos mientras la memoria de los verdugos cala las estructuras de la sociedad con su permanente evocación. Su memoria ayuda a configurar mi memoria. (Maurice Halbwachs) La mía pretenden negarla, suprimirla.

Si se busca una solución al dolor de las víctimas, no se puede dedicar un pueblo a ocultar o tratar de borrar siempre su pasado. Por nuestra memoria nuestra existencia toma peso en el tiempo y pasa a ser nuestra historia. El que vive y al que hacen vivir su memoria no olvida y experimenta la exigencia, renovada siempre, de los recuerdos que le afectan.

Los errores políticos pueden quedar impunes. Pero los crímenes impunes vuelven indigna a toda la sociedad que lo permite. ¿Por qué el miedo a la Memoria? Porque la investigación de los crímenes alcanza a numerosas personas que no son culpables criminalmente, pero están en deuda con los criminales.

No se debe considerar que los muchos funcionarios, jueces o personajes que no cometieron actos criminales a favor de la Dictadura, pero colaboraron con ella, deban vivir siempre con la preocupación de ser sometidos a un procedimiento que les pueda comprometer. La simple investigación les compromete. No hace falta enviarlos a la cárcel. La persecución competente de los criminales tendría como resultado práctico una infamación insoportable, aunque no hayan cometido crimen alguno, para todas aquellas gentes que apoyan aún y se sienten herederos de la Dictadura.

Los ciudadanos debemos realizar el regreso a la Historia, huir de la leyenda, porque la leyenda encubre la verdad, es olvido. Y el olvido alarga la muerte, prolonga perpetuando el crimen de más de 120.000 desparecidos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.