Este ocho de abril se celebra el Día Internacional del Pueblo Gitano. Una fecha que conmemora el Congreso Mundial realizado en Londres en al año 1971, en el que se instituyó la bandera y el himno romaní. «Es un día de fiesta pero también de reivindicación y, sobre todo, de revolución de conciencia pacífica, que es lo que hemos demostrado los gitanos a la largo de la historia. Nuestra historia es la pueblo pacífico y transfronterizo que a lo único que hemos aspirado es a vivir en libertad y paz con nuestra familia», explica a infoLibre Beatriz Micaela Carillo (PSOE) una de las diputadas gitanas del Congreso. Una lista que completan Sara Giménez (Ciudadanos) e Ismael Cortés (Unidas Podemos-En Comú Podem).
«Es una fecha especial para nosotros», añade Cortés, «porque es una manera de oficializar nuestra identidad internacional, la hermandad de pueblo gitano. Un pueblo que forma parte del Estado aunque muchas veces se nos haya marginado», lamenta. Giménez coincide: «Cuando hablamos del rechazo social al pueblo gitano siempre pienso que hay un gran desconocimiento. Somos un pueblo desconocido y estigmatizado», relata. La diputada de Ciudadanos cita un dato demoledor: el 64% del alumnado no termina la educación secundaria obligatoria. «Esto es alarmante. La igualdad llega a través de la educación y el empleo», asegura.
Lo cierto es que la población gitana sufre una mayor tasa de desempleo que la media española. Según el índice AROPE, el 91,9% se encontraría en situación de pobreza o de exclusión social (frente al 29,3% de la población general). El índice de pobreza infantil entre esta minoría es también muy elevado, alcanzando el 89,1%. Casi la mitad de las personas gitanas que viven en España son extremadamente pobres, teniendo que sobrevivir con unos ingresos de no más de 200€ mensuales. Estas desigualdades se acaban transformando en discriminaciones, a juicio de Carrillo, que habla de un «efecto Pigmalión: «Al final te acabas creyendo los mensajes que te dicen que no vas a llegar a nada, que eres un delincuente. Cuando a los gitanos y gitanas se les dan oportunidades, tienen un enorme potencial para nuestro país».
Las personas gitanas también se encuentran dentro de los colectivos que sufren más paradas en la vía pública por parte de la policía. Las víctimas de este tipo de prácticas policiales -también conocidas como identificaciones policiales por perfil étnico– se han referido a ellas como experiencias traumatizantes y humillantes, generadoras de sentimientos de indefensión, inseguridad, miedo e impunidad. Cortés relata una de esas experiencias a infoLibre: «Una vez vino un colectivo gitano de visita al Congreso. Uno de sus integrantes me llamó y me dijo ‘vente aquí’ (en referencia a la Puerta del Sol en Madrid), porque un grupo de policías les había parado y les acusaba de ser, como mínimo, carteristas. Tuve que ir a mediar. Ese antigitanismo es muy evidente, pero hay otros comentarios y otras situaciones más sutiles. Una persona gitana tiene las puertas muy cerradas».
«Luché mucho con mi familia para convencerles de que me dejaran estudiar»
Sara Giménez tiene 45 años, es la tercera de cuatro hermanos y viene de Huesca, Aragón. Su familia se dedica a la venta ambulante. «Cuando ya estaba en lo que antes era el BUP (la enseñanza secundaria obligatoria), empecé la pelea con mi familia por querer seguir estudiando, porque era lo que no se esperaba de mí. Fue una lucha», asegura. «No había nadie en mi entorno, ninguna mujer gitana que utilizar como referente para abrir puertas, pero yo ya tenía claro que quería estudiar derecho», recuerda. «Me ayudaron los profesores a convencer a mi familia de que me dejaran estudiar, como finalmente ocurrió. Lo que más les costó a mis padres fue aceptar que me fuera a vivir a Zaragoza, por los miedos que ellos tenían, aunque poco a poco se fueron relajando».
Beatriz Carrillo solo tiene un año más que Giménez, pero lo tuvo más fácil que ella. «No tuve dificultades en estudiar porque mi casa ha sido una casa socialista, mi padre era socialista, creó su propio negocio en la clandestinidad y llevaba la etiqueta de ‘gitano y rojo'», relata. Lo que sí recuerda es crecer con el «miedo a la represión» que sufrió el pueblo gitano en la dictadura franquista. «En el franquismo, cuando los gitanos iban a cualquier sitio y les paraba la Guardia Civil, tenían que llevar comprobante de que habían pagado la ropa que llevaban. A las gitanas las rapaban el pelo, que es una situación violenta para todas las mujeres, pero especialmente para las gitanas, porque el pelo ha sido siempre una seña de identidad, un símbolo identitario de fuerza. Eran represaliadas porque se enfrentaban al autoritarismo franquista. Les hacían la vida imposible».
Lo que Cortés reivindica de sus orígenes es a su familia de clase trabajadora. «Fui a un colegio público del sur de Granada, al instituto público y a la universidad pública. Lo público y las becas han definido mi vida», asegura. Los tres diputados coinciden en la importancia de impulsar esas políticas públicas y trabajar tanto con el alumno, como con su familia y el propio centro educativo. «Creo que la administración tiene que hacer esfuerzos», valora Giménez, «porque nuestro punto de partida es totalmente diferente. Yo me iba a casa de una vecina porque en mi casa no tenía las herramientas, a mí nadie me motivaba para estudiar».
Sin embargo, Giménez cree que en los últimos 25 años «ha habido un salto espectacular»: «España es un país referente en la Unión Europa en políticas contra la exclusión social. Aquí los gitanos no somos nómadas, en otros sitios sí, y eso ha facilitado nuestra sensación de pertenencia».
Un pueblo discriminado y asociado con la delincuencia
La minoría gitana constituye una auténtica comunidad sospechosa en nuestro país en tanto que la construcción de la imagen del gitano como delincuente potencialmente peligroso se ha generado a través de normas, políticas y prácticas que tenían como objetivo a esta minoría étnica, y reproducidas y reforzadas por las prácticas sociales. Los tres diputados coinciden en que a lo largo de su vida han tenido que hacer frente a los prejuicios derivados de su condición gitana y, en el caso de las mujeres, por partida doble.
«Yo estudié derecho por lo que palpé en mi casa, porque en mi casa hemos vivido y vivimos la discriminación», asegura Giménez. Mis dos apellidos son distintivos de la comunidad gitana. Y yo recuerdo a mi madre diciéndole a mi hermano mayor que tendría problemas para encontrar trabajo, para encontrar una vivienda, por ser lo que somos. A mí me chirriaba mucho y eso que yo era pequeña. Pero también lo veo ahora: a las mujeres gitanas se nos sigue cuestionando mucho en los centros comerciales porque da la percepción de que vamos a robar».
Por su parte, la diputada socialista recuerda que las madres de sus amigas del colegio «decían que no querían juntarse con nostras porque eramos gitanas» y que uno de los insultos más recurrentes que escuchaba era el de hacer referencia a su condición de gitana «de manera despectiva»: «Mi madre, que es una mujer poderosa, nos ha demostrado que hay que ser fuertes frente a esos comentarios y enfrentarlos, porque sino te come la autoestima y acabas pensando que todos los payos te odian».
Cortés asegura que «la figura del gitano ha sido representada a través de estereotipos, asociado a la economía sumergida, el mercadeo, a la delincuencia»: «En el imaginario colectivo es una idea que cala», añade. En ese sentido, cree que hay mucho trabajo por hacer desde los medios de comunicación para desactivar esa idea, al igual que ocurre con otros referentes como el arte, la literatura o el cine. «Hay que evitar perpetuar esos estereotipos y eso es un trabajo colectivo».
La importancia de los referentes
El primer diputado en llegar al Congreso fue Juan de Dios Rodríguez Heredia (UCD), en el año 1977. Giménez lo define como un «referente», un «gran impulsor del pueblo gitano». «Le tengo aprecio, tenemos muy buena relación, muy cercana. De hecho, este viernes hemos quedado para comer», cuenta. También fue el que animó a Carrillo a dedicarse a la política institucional. «Cuantos más referentes logremos y promovamos, mejor. Eso sirve de estímulo para los que están por venir», valora la diputada socialista. «Muchas veces les digo a Ismael y Sara que lo mejor que podemos hacer es trabajar tan bien que dejemos las puertas abiertas para que entren otros», asegura. Ahora que son tres en el Congreso, Cortés marca como horizonte tener responsabilidades en el plano legislativo u otras esferas de poder. «Hay que capitalizar gobiernos, sindicatos, universidades… esa es nuestra tarea pendiente», expone.
«A este país se le tiene que poner más acento. Queremos que nuestro pueblo confíe en las instituciones», añade Carrillo. «Ahora estamos ante un momento histórico porque somos tres los gitanos en la Cámara Baja y además tenemos buena relación entre nosotros, aunque nuestros perfiles y partidos discrepen», sintetiza Giménez. «Lo único que nos falta es el grupo de WhatsApp», bromea. En ese sentido, Carrillo destaca la importancia de la unidad. «El racismo, al igual que el machismo, se vive de manera colectiva. Somos grupos vulnerables y el grupo diana de la extrema derecha, en España y en Europa», asegura.
Los tres diputados coinciden en que el grupo con el que mayor diferencias tienen en el Congreso es Vox. «Claramente es con quienes mayor abismo hay», reconoce la diputada de Ciudadanos. «Yo tengo muy claro que es la violencia machista, no pienso dar ningún paso atrás», señala. «Hay mensajes que en la Cámara no se deberían permitir», remacha la diputada del PSOE. Pero la beligerancia de la extrema derecha no les frena, sino que les impulsa a seguir. «Nos queda mucho camino, pero ya hemos dado los primeros pasos. Eso es un orgullo y es algo que voy a llevar siempre conmigo», zanja Giménez.