El pasado 10 de diciembre el número de contagiados por la pandemia no fue lo que mantuvo en vilo a los cubanos.
En la noche, el presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, anunció que solo tres semanas después, a partir del 1ro de enero de 2021, comenzaría a implementarse lo que habían decidido llamar Tarea Ordenamiento, una nueva estrategia para tratar de encaminar la economía del país.
Pocos días más tarde, el 14 de diciembre, el Grupo Empresarial Correos de Cuba publicó el listado de los nuevos precios de sus servicios. Inmediatamente los comentarios estallaron. Las suscripciones a los medios de prensa, así como el valor de estos, habían subido dramáticamente.
Para los diarios con veintiséis tiradas o más al mes, la suscripción sería de dieciséis pesos, a lo que habría que sumar al precio del periódico que aumentó cinco veces su valor –de veinte centavos a un peso–. Las publicaciones de hasta veintidós tiradas mensuales, tendrían un precio de suscripción de $13.55; las emitidas cuatro o cinco veces al mes, de $3.10; y los medios quincenales o mensuales, una suscripción de $1.25.
Hace algunos días, motivado por las quejas de la población y las solicitudes de baja, el Grupo Empresarial Correos de Cuba publicó un reajuste en sus costos de distribución de la prensa. La suscripción a los diarios bajó de dieciséis a diez pesos, La medida atenúa el problema, pero el precio del periódico continúa cinco veces superior a su valor precedente.
Una rápida operación matemática muestra que para recibir el periódico Granma deben pagarse 36 pesos mensuales. Si también se espera tener el Juventud Rebelde, entonces serían otros 36 pesos mensuales. Como por cualquier otra suscripción de menor frecuencia que el lector reciba deberá pagar 1 peso por cada una, el acceso a Juventud Rebelde sumaría otros 23 pesos. En total 59 pesos, sin pensar siquiera en recibir una revista. Estas nuevas realidades plantean preguntas: ¿Quiénes consumen la prensa escrita? ¿Es eficiente el servicio de Correos de Cuba como para aumentar sus tarifas? ¿El contenido de la prensa estará a la altura de los nuevos precios? ¿Las personas dejarán de leer los periódicos a raíz de estas tarifas?
Correos de Cuba, ¿al servicio de todos?
Correos de Cuba tiene dispuestas 841 oficinas en todo el territorio nacional, un promedio de cinco por municipios. Sin embargo, generalmente el servicio es de baja calidad. En algunos lugares de la capital, los diarios pueden llegar al final del día o incluso, con uno o dos días de retraso. Mientras, en el interior de la Isla, en ocasiones el cartero aparece solamente una vez a la semana con los ejemplares acumulados. El periódico entonces pasa a desempeñar funciones de envoltorio, papel higiénico, y un sinfín de etcéteras.
El propio Granma reconoció en el trabajo publicado el 3 de enero de 2020, Diario Granma en 2019: Más de 8 mil noticias y 40 millones de lecturas, que los ejemplares «llegaron a destiempo a no pocos hogares debido a los horarios de cierre de cada edición y el déficit de transportes de Correos de Cuba».
Este escenario hace que las nuevas tarifas de la empresa despierten preocupaciones. Por ejemplo, la periodista avileña Yeilys Rodríguez Sánchez, comentó en su perfil de Facebook: «Muy lamentable la situación con la prensa impresa, conozco a mucha gente que ha tenido que renunciar a ella por el aumento excesivo de los precios. Jubilados que han tenido que quedarse con uno solo porque el impuesto es alto».
Por su parte, el estudiante de periodismo camagüeyano José Luis Tan Estrada, ante un post en la misma red social que expresaba preocupación por la extinción del impreso, comentó: «Lo que se extingue es el dinero… de contra que siempre te lo entregan (el periódico) al otro día o a los tres días, te suben el precio…pues la cuenta no da».
Para el profesor del Departamento de Comunicación Social y Periodismo de la Universidad de Matanzas, Raúl Martínez Rodríguez, no ha sido difícil deshacerse de varias suscripciones porque «al final el contenido de todos los diarios es casi el mismo, y la televisión y la radio son gratis».
En los estanquillos, el panorama es desolador, pues generalmente están desabastecidos y tienen horarios poco estables. Hace algunos días me acerqué a uno que tenía cinco publicaciones. Le pregunté a la señora:
-¿Tiene Juventud Rebelde?
-¡No! Tengo lo que ves en la pared– respondió ríspida.
Pedí un Somos Jóvenes y resulta que el que estaba disponible era de abril de 2020. ¿Puede un servicio como este subir sus precios sin mejorar la calidad?
Darío Alejandro Escobar, editor web en la revista El Caimán Barbudo y exdirector de Somos Jóvenes, entiende que el problema va más allá del dinero. «Me parece bien que se aumenten los precios de las revistas y los periódicos. La idea es que la mayoría de los medios de comunicación se conviertan en empresas o cooperativas mediáticas y que se hagan rentables. El tema de la suscripción debe revisarse. Tiene que funcionar bien. Y no debería ser una sola empresa la que se haga cargo de la distribución. Los monopolios no son buenos, ni en el capitalismo ni en el socialismo y Correos de Cuba ha demostrado en muchísimas ocasiones su ineficiencia».
El gestor en Comunicación Institucional y Marketing de la Fiscalía Provincial de Santiago de Cuba, Leoannis Carbonell, en un debate en Facebook dijo: «Creo que eso (la subida de precios) obligaría a un mejor trabajo por parte de los periodistas, que permita serles más atractivos a la gente…y también creo que exageran un poco los precios. Es otra cosa más que revisar como la electricidad, el helado, el transporte…según lo veo hay que reordenar el ordenamiento».
La prensa impresa en Cuba: el cuento de la buena pipa
El debate sobre el buen periodismo en Cuba tiene ya sus años, se renueva una y otra vez y parece que jamás va a solucionarse. No acontece solo en espacios del gremio, sino en los lugares más insospechados. Es común desde hace mucho escuchar en cualquier esquina eso de que solo hay comida en el periódico o en el noticiero. En las redes sociales, por ejemplo, el hashtag #NTVMiente también ha ganado popularidad en los últimos tiempos.
Aunque existen ejemplos de un ejercicio profesional admirable, en muchos de los medios hay poco que destacar. Incluso, algunos intelectuales defienden la idea de que no hablamos de periodismo, sino de propaganda.
Por ejemplo, Enrique Ojito Linares, Premio Nacional de Periodismo 2020, planteó en un pleno de la UPEC en el 2013, la necesidad de «desmarcarnos de la condición de divulgadores, de repetidores acríticos de informaciones de ministerios. No ser amanuenses ni voceros administrativos».
Para el Premio Nacional de Ciencias Sociales, Aurelio Alonso, la prensa cubana se caracteriza por «(…) la desinformación, la retención temerosa de lo que es noticia; el sometimiento vertical de los diarios (y otras publicaciones periódicas) a un criterio externo, oficial –el de una instancia del Partido (Comunista de Cuba), aunque igual daño haría que lo fuera de un ministerio u otra institución política–; la falta de confrontación, el rechazo al disenso en la selección de lo publicado, la censura (…) y la autocensura (…); el desencanto profesional que me imagino deben sufrir gran parte de los periodistas».
Por otra parte, la vicepresidenta primera de la UPEC, Rosa Mirian Elizalde, publicaba en el 2013 un listado de variables fundamentales que resumían el estado de la prensa cubana: «1. Deficiente conectividad y tecnología informática. 2. Graves limitaciones materiales y presupuestarias. 3. Pérdida de la cultura profesional. 4. Bajos salarios. 5. Incoherencia en la aplicación de la política informativa. 6. Baja representación de la agenda ciudadana. 7. Ocultamiento de la información (secretismo)».
Para llegar a esas conclusiones, Elizalde hizo un extenso estudio entre septiembre y diciembre de 2012 por todo el país a raíz de encuentros y debates entre los miembros del gremio periodístico. Han pasado ocho años de la publicación de esos resultados y la situación de los medios sigue casi igual o peor.
A principios de 2018, se aprobó una nueva política de comunicación. Entre sus objetivos figura lograr un cambio en el modelo de prensa en Cuba. Tres años después, ese mecanismo continúa sin instrumentarse.
En este contexto, el ascenso del mundo digital ha puesto las noticias a la altura de un clic y la prensa impresa pierde adeptos por día en todo el mundo. En Cuba ya existe un amplio catálogo de medios independientes que no se rigen por la política informativa dictada por el PCC, y que, en mayor o menor medida, con periodismo de más o menos calidad, ganan seguidores.
¿Qué hacer entonces?
En su tesis de grado del 2018, el periodista Darío Alejandro Alemán Cañizares recoge una entrevista al doctor en economía política Esteban Morales Domínguez, que expone la necesidad impostergable del cambio:
«La prensa debe respetar al pueblo y no engañarlo. Sobre todo, a este pueblo que no recibe solo lo que le dan nuestros medios. Hubo un tiempo en que nosotros solo podíamos leer el Granma, pero ahora tenemos computadoras, correos electrónicos, Internet, una prensa alternativa que anda por ahí y lo publica todo –para dañarnos, por supuesto–. Todo esto quiere decir que nuestra prensa tiene que acabar de mejorar, para acompañarnos realmente en esta lucha, que es una lucha ideológica».
Sobre los retos de la prensa impresa cubana, el editor web de la revista El Caimán Barbudo considera que la cuestión pasa por mejorar contenido y diseño. «Salvando las excepciones que validan la regla, el diseño de nuestros medios impresos es malo, aburrido. Y los contenidos en general, también. En demasiados casos todavía son más propaganda política, publicidad indirecta, que periodismo de calidad», asegura.
Otra mirada aporta el periodista José Alemán Mesa, del diario avileño Invasor, quien considera que el ejercicio periodístico debe acoplarse a los cambios sociales por los que atraviesa el país. Para él, eso no se traduce solamente en «ponerle colores a los diarios de papel, sino a la dinámica de los cubanos, que pagarían sin chistar por verse en el periódico como si fuera verse en un espejo. Existe una multiplicidad de intereses a conjugar y de necesidades a satisfacer».
Según el reportero avileño, «toca primero eliminar un mal mayor: la predisposición de los públicos hacia lo que ofrecemos. Toca colocar al ser humano en el centro, sin actores y sectores selectos, y reflejar lo nuevo que ese ser genera en su acción diaria, así como aquello que traba su bienestar, su desempeño. El formato impreso es para contadores de historias, para la interpretación, profundización y develar lo oculto u ocultado».
Consecuencias de un ordenamiento desordenado
En el país existen solo dos diarios de circulación nacional: Granma y Juventud Rebelde. Pese a todos los problemas expuestos, la falta de opciones hace que el público continúe leyéndolos y los más asiduos a estos tabloides son los ancianos.
Según un estudio de 2008 realizado por la empresa ComScore, en el mercado de la prensa norteamericana, «los lectores de periódicos en papel pertenecen a los mayores tramos de edad: los lectores que tienen 65 o más años, tienen una probabilidad tres veces superior a la media, es decir son tres veces más propensos que la media de ser “grandes lectores de periódicos”».
Una encuesta realizada por Juventud Rebelde en 2015 a más de 3 mil personas de once provincias del país, muestra que los principales lectores del diario tienen entre 46 y 65 años de edad (34.1%), seguidos por el grupo etario de 65 años y más (25.9%). Los adultos mayores son ávidos consumidores de un medio de prensa que se autodefine como «diario de la juventud cubana».
Para conservar esa audiencia, Cuba no puede obviar su realidad. Con más de un 20% de la población por encima de los sesenta años, no pocas personas pueden dejar consultar su principal medio de información. La periodista Yeilys Rodríguez Sánchez lo tiene claro: «Pensemos en nuestros abuelos, padres, que no tiene internet y para ellos es un hábito leer el periódico».
Ya se han abandonado muchas suscripciones en respuesta a las nuevas tarifas impuestas. Recientemente CubaPeriodistas se hacía eco de que al menos el 15% de los usuarios en Cienfuegos renunciaba a los periódicos. Aparentemente asistimos a la acentuación de la crisis del consumo de la prensa impresa cubana.
Subir los precios puede ser un mecanismo para ponerse a tono con la nueva estrategia que rige nuestra economía, pero pagar más por un servicio generalmente de mala calidad no es justo ni razonable. Entiéndase y atiéndase la fuerza de este catalizador en la ruptura público-prensa, y podrá detenerse un fenómeno que no traerá beneficios.