Traducido del gallego original por altermundo.org
La gran pregunta en Galicia durante estos días de desolación ambiental es esa: ¿Quénes son? Porque nadie duda de que lo acontecido en esta Galicia atlántica nuestra, convertida en una gran fogata de San Juan y ahogada por la humareda de una incompetencia de décadas en la gestión agroforestal, territorial y medioambiental, tiene que ser una maniobra de un grupo de desalmados, dicen que terroristas forestales, con fines o políticos o económicos. O ambos.
Mafia. Conspiración. Incendios intencionados. Uno se harta de escuchar año tras año el mismo discurso que habla de fuegos intencionados a los que nadie pone apellido, ni clara motivación, ni mucho menos solución. Lejos de creer en aquella ridícula teoría del caos político-conspirativo de Romay Becaría (antigüo conselleiro del régimen de Fraga que acusara a los nacionalistas del BNG de quemar el monte), lo que está claro es que ese ¿quiénes son? hay que ligarlo al más coherente ¿para qué?, pues el ¿cómo? ya lo sabemos: con organización, medios y conocimiento del monte.
Tiene que ser así, porque de lo contrario no se puede explicar ni la magnitud del desastre en tan poco tiempo (desde el viernes día 4 de agosto), ni que un gobierno de tendencia muy autonomista (también nacionalista) reclame la ayuda del Estado en sólo tres días, ni la presencia en el país de cuerpos de elite policial estatal, expertos en tramas de delincuencia organizada, que incluso ofrecen recompensas, como en el Far West.
Ya que Galicia sufre año tras año la mitad de los incendios del Estado español, ¿cuál es la diferencia este año? Pues la situación geográfica de la catástrofe, principalmente en la costa y siempre cerca de núcleos habitados, y el cambio en la dirección del país, que camina hacia creación de una serie de leyes urbanísticas (contra lo que llamamos feísmo urbanístico, de protección del litoral), de montes y medio rural (bancos de tierras, repoblación del campo deshabitado) y medioambientales (reubicación de empresas contaminantes, protección de espacios de alto valor ecológico) que hacen temblar a los que llevan años destrozando la tierra con hormigón, ladrillos e instalaciones varias. He ahí la clave. Me niego a pensar que los gobiernos de izquierdas en Galicia sean tan incompetentes como para favorecer plagas de fuegos como las de 1989 y este año (las mayores de la historia), pues a quien esgrime este argumento yo del mismo modo les puedo contestar que tengo el derecho a pensar que a alguien le interesa mucho que los gobiernos de esa tendencia política sufran ese tipo de catástrofes. Porque intencionadas son, o no? Estoy de acuerdo con la Plataforma Nunca Máis en la teoría de la especulación inmobiliaria, que muchas veces es paralela a la política. Los incendios cerca de las casas dejan solares y solares negros, despejados y listos para la construcción más salvaje (la ley que prohíbe la recalificación hasta 30 años después de un incendio no está en vigor) y, de paso, una sensación de desgobierno que interesa como siempre a los gurús de las finanzas, que muchas veces coinciden en cuerpo y alma con políticos enriquecidos de un día para otro.
La mayoría de lo que arde, a pesar de que se trate del combustible creado durante décadas de irresponsabilidad política en lo forestal (especies pirófitas como el eucalipto, repoblaciones de pinos apretados como latas de sardinas y monte bajo cubren el litoral gallego de norte a sur) y de la dejadez por parte de una población que es dueña de todo el monte del país (sólo el 3,3% es público), es un territorio en el cualquier profesional del chalé haría su agosto. Cuánta urbanización se podría levantar en esas laderas del litoral gallego que, probáblemente gracias al cambio climático, cuenta ahora con sol todo el verano y precios a los que todos los bolsillos, o cuando menos los de Madrid, pueden llegar sin dificultad!
No se me ocurre otra razón, otra motivación, y conociendo al sector de la contrucción en el litoral, que en su mayor parte es foráneo y carece de amor por la tierra -cuentan que en Marbella debe haber más de un yate atracado con gente frotándose las manos por lo que ocurre en Galicia-, no puedo más que relacionar esta especie de apocalipsis forestal, de eucalipsis galopante, con las urbanizaciones que vendrán, a pesar de que después, aprovechando el caos, muchos, los de todos los años (resentidos, ganaderos, cazadores…), se hayan apuntado a las ansias de destrucción.
Cambio en la gestión forestal y agraria sí. Cambio en la inexistente ordenación territorial del país sí. Investigación policial sí. Pero también freno a la eucalipsis, freno a la construcción y respuesta de una vez por todas a esa pregunta: ¿quiénes son? Pero con nombres y apellidos por favor.
* Manoel Santos ([email protected]) es biólogo y gestor de la web de información alternativa en lengua gallega altermundo.org