Se utiliza el nombre genérico de Movimientos Sociales para referirnos a un conjunto de colectivos y movimientos diferentes a los sindicados y partidos políticos en sentido estricto.
LAS ORGANIZACIONES Y MOVIMIENTOS SOCIALES
A lo largo de los años unos movimientos han tenido más protagonismo que otros: por ejemplo en los 70 del siglo pasado el movimiento vecinal tuvo gran relevancia, dejando paso a partir de los 80 a los movimientos pacifista (anti-OTAN, insumisión), feminista y ecologista. En la actualidad, y afectados por el declive de sindicatos y partidos tradicionales, así como el impulso de fenómenos antiglobalización o el 15M, ha proliferado una gran variedad de contenidos y formas de organización, generalmente asamblearias, de tal manera que a los ya clásicos feminista y ecologista, podemos sumar el movimiento memorialista, barrial, de solidaridad, los centros sociales (ocupados, cedidos o alquilados), por una vivienda digna, las mareas sectoriales y otros colectivos, citados en el apartado anterior como “nuevo sindicalismo”, que aglutinan luchas de trabajadoras/es precari@s, y que tienen características comunes a los sindicatos y a los movimientos sociales (véase las Kelys, sindicatos de inquilinos, de manteros, etc)
Es decir hablamos de un sector muy heterogéneo, tanto en las formas organizativas como en los temas que centran su actividad.
Atendiendo este último aspecto, hay colectivos que se centran exclusivamente en aspectos muy concretos de la realidad social, ignorando cualquier otra cuestión. En el extremo opuesto, podríamos encontrar colectivos que pretenden abarcar todos los temas y terminan perdiéndose en la falta de concreción. Algo así le sucedió al 15M, que presentó una “enmienda a la totalidad” del sistema, que al principio fue su gran potencialidad al conseguir canalizar un malestar latente en el conjunto de la sociedad, y en particular los más jóvenes; a pesar de su acierto en bajar a los barrios, que es lo que ha permitido que algo concreto quede de aquel potente movimiento, su falta de concreción en los objetivos provocó, en mi opinión, su práctica disolución como tal movimiento.
Como los problemas están generalmente interrelacionados, las organizaciones que excluyen de manera absoluta cualquier asunto diferente al principal, tienen su futuro limitado. Pero lo mismo les ocurre a quienes son incapaces de concretar alguno de los infinitos temas por los que merece la pena luchar. En ambos casos su contribución a la transformación social suele resultar muy limitada.
Es por ello muy importante saber fijar el ámbito principal de actuación, sin excluir las colaboraciones puntuales en otros ámbitos relacionados. Pondré un ejemplo: Las Asociaciones Vecinales, cuyo ámbito concreto de actividad es la lucha por unas condiciones de vida digna en los barrios, salieron reforzadas cuando en los últimos años del franquismo se involucraron también en la lucha por la democracia y la libertad, que por supuesto afectaba, y mucho, a las vecinas y vecinos que trataban de defender, ya que eran apaleados cuando luchaban por una vivienda digna o los equipamientos necesarios. Pero si el complemento se convierte en casi la única actividad, corren el riesgo de su desnaturalización, con la consiguiente pérdida de apoyo de base.
Las luchas sociales suelen tardar muchos años (incluso décadas) en obtener sus frutos; a ello contribuye el hecho de que una de las tácticas más empleadas por las instituciones sea la de ignorar las luchas, para provocar el desgaste. De esta manera consiguen aburrir a unos protagonistas de las luchas que tienen otras muchas cosas que atender en su vida cotidiana. Esta desesperante situación está haciendo que proliferen colectivos con objetivos concretos y de alguna manera autogestionados, que tratan de hacer o resolver cuestiones concretas sin esperar a la respuesta de la institución. En cierto modo estas iniciativas son positivas en cuanto que establecen redes sociales de gran utilidad para la sociabilidad en los barrios y pueblos, pero conviene que sean conscientes de las limitaciones en la consecución de sus objetivos, ya que se quedan reducidos al ámbito y personas concretas con las que actúan, y del que no se benefician otros muchos grupos de población necesitados. (puedes consultar una reflexión más amplia sobre este asunto en un artículo titulado “¿Activismo de pancarta o voluntariado de cesta y pala?” publicado en http://loquesomos.org/activismo-de-pancarta-o-voluntariado-de-cesta-y-pala/).
Atendiendo al aspecto organizativo, la variedad es enorme, tanto por el tamaño del grupo, la forma de trabajar y el ámbito general o local. Tener estructuras locales, de barrio y pueblo, es lo que permite el desarrollo de organización estable y capaz de afrontar objetivos ambiciosos, pues en los ámbitos cercanos se fomenta la confianza que permite y contribuye esta vinculación de nuevas personas. Hay organizaciones que suelen dedicarse a cuestiones más generales, que aportan visiones y planteamientos alternativos, pero que, por su falta de implantación local, se encuentran limitados a la hora de ser capaces de desarrollar esos planteamientos.
Ya he analizado en otro artículo titulado “El movimiento vecinal: la lucha y organización en los barrios” (http://loquesomos.org/el-movimiento-vecinal-la-lucha-y-organizacion-en-los-barrios/) la evolución y situación actual del movimiento vecinal, que básicamente, y por diferentes razones (objetivas y subjetivas), considero que ha perdido mucha de la fuerza que en su tiempo tuvo para movilizar a los vecinos en la defensa de sus intereses por la mejora sus barrios.
Esta constatación histórica no significa que el modelo esté amortizado, todo lo contrario; pues se necesitan organizaciones sociales plurales con arraigo en los barrios, y las asociaciones vecinales cumplieron ese papel y lo pueden seguir desempeñando. Otra cosa es que haya suficiente número de activistas con capacidad y ganas de atender las demandas surgidas del vecindario y transformarlas en organización y lucha social.
Las “Mareas”, que han sido citadas ya en el ámbito de las organizaciones sindicales, surgieron con mucha fuerza en aspectos importantes de la problemática social (Sanidad, Enseñanza y otros), y en las que también se han involucrado numerosos movimientos sociales de todo tipo. Su falta de estructura las ha hecho vulnerables a los intereses de todo tipo, lo que ha limitado mucho su capacidad de influencia en el panorama, ahora que tanta falta hacían. Recodemos, de nuevo, el caso de la división del potente movimiento de pensionistas, cuando habían sido capaces de hegemonizar, con bastante éxito, la lucha por unas pensiones dignas superando a las estructuras sindicales.
El movimiento feminista es en la actualidad uno de los más potentes, que puede verse afectado por un problema de renovación generacional, que no termina de producirse (no me refiero en la calle, que ya se ha producido, sino en su capacidad de representación e impulso), y la necesidad de definir y articular unos objetivos que corren el riesgo de convertirse en un cajón de sastre donde todo cabe. El desarrollo organizativo por barrios y pueblos, que en algunos lugares se ha realizado, sería un elemento que le ayudaría a crear raíces y extender su base social concreta.
¿Qué queda de los clásicos movimientos ecologista y pacifista? Del primero podemos constatar el nuevo impulso que ha arraigado entre la juventud, o incluso adolescencia, sensible con el cambio climático, y que sin duda aportará savia nueva a un movimiento que sobrevive con buena salud el paso de los años, de la mano de su casi única organización, Ecologistas en Acción. Este movimiento, que ha sido capaz de hacernos conscientes de los límites del desarrollo y la actividad económica, ha mostrado sus carencias en el desarrollo organizativo más allá de ciertos grupos de afines.
Del movimiento pacifista de hace décadas, que protagonizó la lucha contra el servicio militar, la OTAN y la guerra de Irak, tan sólo quedan rescoldos locales que realizan acciones puntuales.
Un movimiento que se reactivó hace dos décadas es el memorialista, que ha sido capaz de poner en la conciencia del país la dimensión de la represión del franquismo, con más de 100.000 personas abandonadas en fosas sin identificar, y que además ha sido capaz de señalar a los responsables, aún vivos, de la represión. Fruto de su lucha han sido las tardías y timoratas legislaciones, así como la parcial limpieza de símbolos fascistas de nuestras calles. A pesar del interesante trabajo pedagógico que se realiza en algunos institutos, su reto es ser capaces de conectar con una juventud que considera este asunto como parte de un pasado del que apenas sabe nada y menos le afecta.
El 15M sin duda fue un fenómeno que transformó muchas más cosas de las que seamos conscientes, y por ello no es fácil de hacer un balance completo, que seguramente alguna vez habrá que realizar. Ya he comentado en algún momento que una de sus grandes limitaciones que le hizo diluirse como tal movimiento fue su falta de capacidad de concretar propuestas de acción y organización ligadas a la realidad concreta; quiso cambiar todo, y eso no lo hace ni dios. Pero quisiera señalar alguna de sus contribuciones, en particular en el caso de Madrid, cual fue la proliferación de Centros Sociales en muchos barrios, que aunque no haya sido espectacular su materialización cuantitativa, dio fuerza y legitimidad social a un tipo de espacios que generalmente quedaban relegados a cierta marginalidad. Lo mismo pasó con el concepto y hecho de la okupación, que en el caso de Madrid, al menos, se reducían casi exclusivamente a ciertos ámbitos anarquistas muy minoritarios. Sin llegar a los niveles de Euskal Herria o Catalunya, se puede constatar que estos espacios han ampliado su base social de manera considerable.
Una de las asignaturas pendientes de este conjunto de variopintos movimientos sociales es su coordinación. Creo que existen cordiales lazos de relación y respeto mutuo, lo que no es nada despreciable. Pero existe una incapacidad histórica para crear una potente coordinación que pueda generar importantes movilizaciones. Yo suelo decir que en el ámbito político y social, la unión de colectivos no suma como las matemáticas apuntan. Parece que cada sector por su lado se toma más interés en sus reivindicaciones cuando lo hace en soledad que cuando va con otros colectivos, quizás pensando que pierden visibilidad. Creo que se trata de un hecho constatable, pero me siento incapaz de adivinar si en algún futuro esta limitación será superada. De la época de los foros sociales mundiales, salieron foros locales, que salvo organizar jornadas, no fueron capaces de articular otra cosa.
El caso de las Marchas de la Dignidad fue una esperanzadora excepción; pero su éxito fue debido, en gran medida, al fuerte liderazgo de algunas personas y organizaciones que en aquella época gozaban de mucha influencia. La incapacidad para concretar sus reivindicaciones fue la causa principal de su desaparición, en mi opinión.
Ya se mencionaba en el apartado sindical el nacimiento de nuevas formas organizativas en defensa de los intereses de determinados colectivos, a caballo entre lo que sería un nuevo sindicalismo y los movimientos sociales, que cubren el vacío dejado por los sindicatos tradicionales entre unos sectores cada vez más precarizados. Como complemento a aquella referencia, se puede destacar a los movimientos en defensa de una vivienda digna, que resurgieron en los primeros años del siglo actual, que llegó a aunar las reivindicaciones de los nuevos vecinos de los PAUs con la demanda del derecho a techo de quienes no tenían acceso al mercado de vivienda. Con la crisis de 2008 el movimiento derivó hacia la defensa de las personas “lanzadas” de su hogar por no poder pagar la hipoteca bancaria. Este movimiento, que se desarrolló en asambleas por barrios y pueblos, ha desarrollado una lucha ejemplar con notables victorias, aunque cuantitativamente el problema diste mucho de haberse resuelto, por la permanencia de desahucios diarios.
Quizás sea interesante mencionar también la existencia de cierto tipo de colectivos barriales, unos de autodefensa, otros que tratan de buscarse un camino en la llamada economía informal o “fuera de foco”, y que están proliferando como respuesta a la falta de empleo, sobre todo entre la juventud. Habrá que ir viendo su capacidad para convertirse en una alternativa de empleo digno, o por el contrario se queden en la autoexplotación y precariedad que, por desgracia, ha ocurrido en otras experiencias parecidas.
Me gustaría terminar este somero repaso por la situación de la izquierda y sus organizaciones políticas, sindicales y sociales, animando a las personas que tienen cierto bagaje ideológico y político, que no se limiten a tertuliar o reenviar convocatorias en los grupos de whatsapp o telegram, y procuren participar en organizaciones de base en sus barrios o pueblos, que es allí donde, entre otros ámbitos, se puede combatir al sistema tanto en su ideología como en su práctica dominante y explotadora de los trabajadores. El barrio y pueblo, como también me gusta afirmar, es un ámbito de actuación social y política que, comparado con los clásicos laboral (cada vez más precarizado) o el educativo (necesariamente temporal), adquiere una gran relevancia, por ser lugar de mayor estabilidad y por ello permite generar las confianzas y redes sociales que contribuyen a construir organización y desarrollar las luchas necesarias.
Pedro Casas. Activista vecinal.