«Lo único en lo que los seres humanos han pensado alguna vez es en el futuro».
El escritor estadounidense Ray Bradbury, autor de Fahrenheit 451, Crónicas marcianas y otros clásicos de ficción, falleció en la noche del martes 5 de junio en Los Ángeles, a la edad de 91 años. A petición suya, su lápida funeraria lleva el epitafio: «Autor de Fahrenheit 451«.
«Su legado vive a través de libros, películas, televisión y teatro, pero sobre todo en las mentes y corazones de sus lectores, porque leerle era conocerlo«, señaló el emotivo homenaje de su nieto, Danny Karpetian, quien eligió para su despedida un fragmento sobre la muerte, perteneciente a la obra «El hombre ilustrado«: «Mis melodías y números están aquí. Han llenado mis años, los años en los que me negaba a morir. Y para ello escribí, escribí, escribí al mediodía o a las tres de la madrugada. Para no estar muerto».
Lector y escritor impenitente (él contaba que aprendió a leer a los tres años gracias a las historietas, a los doce empezó a escribir cuatro horas diarias y se calcula que es autor de 500 trabajos entre libros, obras de teatro, poemas, guiones de cine y televisión), Bradbury permaneció activo hasta el final de sus días. De hecho, escribió con numerosos seudónimos, como Edward Banks, William Elliott, D.R. Banat, Leonard Douglas, Leonard Spaulding o Brett Sterling.
Bradbury bebió de los clásicos: «Me enseñó Shakespeare, me enseñó Julio Verne. Edgar Allan Poe me dijo que escribiera. Edgar Rice Burroughs y John Carter de Marte. H. G. Wells y El hombre invisible». A ellos sumó Tolstói, Dostoievski, Scott Fitzgerald o Hemingway. «Los grandes nombres fueron mi influencia y con ellos nunca necesité más consejo», contaba. «Los libros sólo tienen dos olores: el olor a nuevo, que es bueno, y el olor a libro usado, que es todavía mejor».
Se consideraba un escritor «híbrido», devoto tanto del cine como del teatro como de la narrativa, y un «narrador de cuentos con propósitos morales«, según solía decir, incluso llevaba el lastre de paternalista moral en algunas ocasiones. «Si visitamos otros mundos no debemos llevar nuestros pecados».
Si bien a Bradbury se le conoce como escritor de ciencia ficción, él mismo declaró que era escritor de fantasía y que su única novela de ciencia ficción era Fahrenheit 451 (que escribió en apenas nueve días). En alguna ocasión manifestó que «toda la historia de los hombres puede ser considerada ciencia ficción. La técnica del fuego fue primero ciencia ficción. Cuando el hombre no sabía cómo matar a un mamut, cómo meterlo en la cueva o cómo cocinarlo, era ciencia ficción. El hombre sueña y se levanta con respuestas».
De hecho, no se le puede enmarcar únicamente en esta literatura y ni siquiera al género fantástico, porque transitó también por el género policial y el relato costumbrista y realista, sobre todo en los últimos tiempos.
Apasionado autodidacta
Ray Bradbury nació el 22 de agosto de 1920 en Waukegan, Illinois, hijo de Leonard Spaulding Bradbury y de Esther Moberg, inmigrante sueca. En su niñez fue muy propenso a las pesadillas y horribles fantasías.
Su familia se mudó varias veces desde su lugar de origen hasta establecerse finalmente en Los Ángeles en 1934. No pudo asistir a la universidad por razones económicas. Para ganarse la vida, comenzó a vender periódicos. Posteriormente, se propuso formarse de manera autodidacta a través de libros, comenzando a realizar sus primeros cuentos. Sus trabajos iniciales los vendió a varias revistas a comienzos del año 1940. Finalmente, se estableció en California, donde continuó su producción trabajando diariamente hasta su muerte.
En 1947 se casó con Marguerite McClure (1922-2003), con quien tuvo cuatro hijos (a los que traspasó su pasión por la lectura) y ese mismo año recogió mucho de su mejor material y lo publicó como Dark Carnival, su primera colección de historias cortas, hecho que ayudó a mejorar la maltrecha situación económica de la familia.
En 1950, publicó Crónicas marcianas, una novela sobre la colonización y conquista de Marte, casi la más famosa de sus obras, y consolidó su posición como principal autor de ficción científica. Esta novela refleja muchos de los temores presentes en la sociedad estadounidense de los años cincuenta, principalmente el miedo a una guerra nuclear, el deseo de llevar una vida sencilla y la reacción contra el racismo y la censura, así como la deshumanización provocada por los avances científicos. Su constante preocupación por los problemas de Estados Unidos le llevó, en numerosas ocasiones, a mostrar un lado bastante reaccionario, relacionándo esos conflictos con grupos radicales de «feministas, negros y homosexuales».
Tras alquilar una máquina de escribir en los bajos de la Biblioteca de la Universidad de California de Los Ángeles, en 1953 escribió, en pleno macartismo, otra de sus obras más celebradas, Fahrenheit 451, la escalofriante fábula de una sociedad en la que los bomberos queman libros y que son salvados por amantes lectores. Dijo que fue Hitler quien le contó la historia cuando quemó los libros en las calles de Berlín, «cuando vi lo que había hecho le odié profundamente. Tenía que hacer algo y escribí la novela».
En Madrid, durante un curso de literatura fantástica en 1991 en El Escorial, el autor comentaba: «Fui un niño de libros, de hecho, mi obra Fahrenheit 451 es una historia de amor con los libros, la historia de un hombre que se enamora no de una mujer sino de una biblioteca».
Sus obras a menudo producen en el lector una angustia metafísica, desconcertante, dado que reflejan la convicción de Bradbury de que el destino de la humanidad es «recorrer espacios infinitos y padecer sufrimientos agobiadores para concluir vencido, contemplando el fin de la eternidad», «la búsqueda de la inmortalidad como especie es lo que nos dirige a las estrellas».
Borges le dedicó unas palabras en el prólogo de las Crónicas marcianas (Editorial Minotauro): «¿Qué ha hecho este hombre de Illinois, me pregunto, para que episodios de la conquista de otro planeta me llenen de terror y de soledad? ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima?».
Un clima poético y un cierto romanticismo son otros rasgos persistentes en la obra de Ray Bradbury, si bien sus temas están inspirados en la vida diaria de las personas. Por sus peculiares características y temáticas, hay quien considera su obra como exponente del realismo épico, aunque nunca el escritor la haya definido de este modo.
Fue un autor de los que lograron conjugar éxitos de ventas y amplio reconocimiento. A lo largo de los años recibió numerosos premios y distinciones. Y también una mención del Premio Pulitzer.
Existe un asteroide llamado (9766) Bradbury en su honor; también un cráter con su apellido en Marte y una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Como datos curiosos, nunca obtuvo permiso de conducción de automóviles ni le gustó subir en avión, pero sí operó un Rover en Marte. Admirador de la conquista espacial, dijo que «nuestro futuro está en el espacio, en la Luna, en Marte, en Alpha Centauro«.
Colaboraciones cinematográficas
Trabajó como argumentista y guionista en numerosas películas y series de televisión, entre las que cabe destacar la adaptación de su novela Fahrenheit 451, que rodó François Truffaut en 1966 y cuyo resultado el propio autor consideró como «demasiado intelectual»; la historia de El hombre ilustrado, dirigida por Jack Smight en 1969; Crónicas marcianas, de Michael Anderson en 1980; para Disney El carnaval de las tinieblas, de Jack Clayton, 1983; The Ray Bradbury Theater, una serie de televisión de 65 episodios entre 1985 y 1992 y El sonido del trueno, dirigida por Peter Hyams en 2005.
Cabe destacar su colaboración con John Huston en la adaptación de Moby Dick para la película homónima que éste dirigió en 1956. De su participación en ese proyecto escribió además un libro (Sombras verdes, ballena blanca).
La influencia de Ray Bradbury en el cine es enorme, hasta Spielberg lo consideró su propio padre.
Autor prolífico
Las novelas que firmó son: Fahrenheit 451 (1953); El vino del estío (1957); La feria de las tinieblas (1962); El árbol de las brujas (1972); La muerte es un asunto solitario (1985); Cementerio para lunáticos (1990); El ruido de un trueno (1990); Sombras verdes, ballena blanca (1992); Matemos todos a Constance (2004); El verano de la despedida (2006) y Ahora y siempre (2009).
Para el teatro escribió El maravilloso traje de color vainillaen 1972, (The Wonderful Ice Cream Suit) y Columna de fuego y otras obras para hoy, mañana y después de mañana en 1975, (Pillar of Fire and Other Plays).
Las recopilaciones de sus numerosos relatos son: Crónicas marcianas (1950); El hombre ilustrado (1951); Las doradas manzanas del sol (1953); El país de octubre (1955); Icarus Montgolfier Wright (1956); Remedio para melancólicos (1960); Las maquinarias de la alegría (1964); Fantasmas de lo nuevo (1969); Mucho después de medianoche (1974-1975); Cuentos de dinosaurios (1983); Memoria de crímenes (1984); El convector Toynbee (1988), también traducido al español como En el expreso, al Norte; La bruja de abril y otros cuentos (1994); Más rápido que el ojo (1996); A Ciegas (1997), traducido al español también como Conduciendo a ciegas; De la ceniza volverás (2001); Algo más en el equipaje (2003) y El signo del gato (2005).
Otros libros de no ficción son Ayermañana. Respuestas evidentes a futuros imposibles (1991); Zen en el arte de escribir (2002) y Bradbury habla (2008).
También escribió poesía, aunque las críticas no fueron muy buenas, y hasta alguna de sus obras llegó a la ópera.
Bradbury siempre tuvo la vista en el futuro. Aparte de manifestarse a través de sus obras escritas tocó otros palos con ese interés. Por ejemplo, a nivel arquitectónico, como diseñador de la primera galería comercial en Estados Unidos, del pabellón estadounidense en la Feria Mundial celebrada en Nueva York en 1964 o de las atracciones espaciales tanto en el Epcot de Disney World, en Florida, como en Euro Disney, en París.
Yo canto el Cuerpo Eléctrico;
los ejércitos de los que amo me rodean,
y yo los rodeo;
no me perdonarán hasta que no vaya con ellos,
les responde;
y los purifique
y los cargue con toda la carga del Alma.
Walt Whitman
(Cita que abre la recopilación Fantasmas de lo nuevo, 1969. Edit. Minotauro).