Pistoletazo de salida de unas Rebajas improvisadas. Segundo día de Juicio por las torturas infligidas en las detenciones de Igor Portu y Mattin Sarasola, presuntas e inconcebibles en un Estado de Derecho. El Centro Comercial: La Audiencia Provincial de Guipúzcoa. En competición dos frentes. Por un lado, compradores familiares y gente amiga que se apila […]
Pistoletazo de salida de unas Rebajas improvisadas. Segundo día de Juicio por las torturas infligidas en las detenciones de Igor Portu y Mattin Sarasola, presuntas e inconcebibles en un Estado de Derecho. El Centro Comercial: La Audiencia Provincial de Guipúzcoa. En competición dos frentes. Por un lado, compradores familiares y gente amiga que se apila en la Audiencia desde antes de las siete de la mañana, haciéndose un hueco para poder estar presentes mostrando su apoyo a Portu y Sarasola. Por el otro, falsos clientes, defensores, en este caso, de los acusados, dispuestos a hacer suficiente bulto, para que sin gastarse un solo céntimo, ni tener ningún tipo de interés por los artículos en liquidación, centran sus aciones en ocupar la sala con la firme intención de que no quepa nadie más.
A las nueve en punto se abren las puertas del edificio. Las familias con sus corazones ataviados con ropa de atletismo, precalientan sus tobillos para la carrera final que les permita acceder a la sala. Tremendo error, ya que tendrían que haber centrado sus ejercicios en tablas específicas de Rugby o de fútbol americano, sumo, lucha libre, o cualquier otro deporte de contacto. Una voz en el interior indica que los que tengan placa pueden ir pasando. Nadie la enseña, y ganan terreno situándose en las primeras filas de acceso a la puerta. Primeros empujones de la mañana, batalla campal. El Frente amigo, pasa por el arco de seguridad e intenta ganar terreno. Ardua tarea, debido a que los clientes misteriosos, con sus disfraces de paisano, pelos largos, dilataciones en las orejas, palestinos, piercings varios y superioridad en los bolsillos, están dispuestos a hacer todo lo posible para que nadie acceda. Sus sonrisas altivas lo dicen todo.
Puerta principal franqueada. Fin del primer asalto. Ya se oyen las primeras quejas. Inaudito, puesto que nadie ha muerto pisado. Tensión, miradas hostiles. Los disfraces que parecían brillar en la oscuridad ya no sirven de nada, por si se lo habían pensado. El enemigo ya no disimula, dejando claro su principal objetivo, que hasta entonces tan solo era supuesto.
Segundo asalto. Una azafata sonriente, sin bandeja con muestras de queso ni perchas que llevar a los probadores, hace saber a la multitud que la Audiencia Pública va a comenzar, puntualizando que el Aforo es limitado. Sutil amenaza, ante la que las fuerzas del orden (no oficial) se afilan los dientes frotándose las manos, tal vez para que en los empujones no se les resbalen con tanta facilidad.
La puerta es estrecha, el efecto embudo estampa caras contra la pared, por momentos parecemos estar en el metro de Tokio. Los cuerpos se atascan en el marco de madera, siendo arañados por el filo. Los empujones ya son considerados caricias. Con mayor descaro y menor discreción, se impulsan con fuerza, siendo acompañados, en esta ocasión, por algún que otro enganchón o zancadilla para impedir la entrada a todo aquel que no tenga uniformes en el armario, ni furgones colectivos en la entrada.
Zafarrancho de combate. De nuevo, nada de lo que quejarse. Alguna ama de casa tendrá morados en los brazos durante unos cuantos días, a más de un padre le costará salir por los dolores en sus tobillos torcidos, más de un amigo conservará los tirones musculares como recuerdo del esfuerzo de haberse librado de los cariñosos y civiles abrazos, a algún despistado y optimista le durará la sorpresa del impacto, pero parece ser que todo eso no son más que daños colaterales, y como de nuevo no ha tenido que venir ninguna ambulancia a socorrer a alguno de los atropellados, el fin ha justificado los medios.
En este gran Centro Comercial, custodio de democracia, ¿En cada juicio hay rebajas? Pregunta sin respuesta, que sin embargo pone de manifiesto, una vez más, al menos para la ocasión que nos ocupa, que como siempre, gana el que más dinero tiene, más poder o simplemente es más numeroso, ya que así es simplemente más fuerte.
En estas Rebajas de saldo, liquidación de Mercadillo callejero a ratos, a otros circo del Club de la Comedia, hoy se habla de torturas, con la violencia policial como protagonista. Hoy se juzgan las intolerables aunque presuntas agresiones sufridas por Igor y Mattin en el periodo de incomunicación tras sus detenciones.
Show must go on! ¡Qué empiece el espectáculo! Función matinal. Aforo limitado a unas 125 localidades. Entrada gratuita. Accesibilidad para minusválidos, tal vez algunos de ellos lo estén tras alguna paliza, supuesta eso sí, o por algún fortuito accidente. Quizás alguno arrastre su minusvalía tras haber asistido a unas Rebajas anteriores, visto lo visto, nunca se sabe.
Siguiendo las reglas del juego de todo buen reality, no hay mejor manera de hablar de violencia que explicándolo con violencia, de forma que resulte más comprensible.
Como uno de los escasos ciudadanos de a pie asistente al juicio, ya que la mayoría se ha acabado quedando fuera, y más de la mitad de la sala está ocupada por miembros de las fuerzas de seguridad del estado, de incógnito y con las placas imagino que en el bolsillo; las cosas se me presentan bastante claras, aunque los golpes en el acceso me confundan un poco, por no estar en exceso acostumbrado.
En el Palacio de Justicia se escuchan horribles testimonios, dignos del más puro estilo inquisitivo. El Estado que es muy sabio, para apoyar su credibilidad en el hecho irrefutable de la total inexistencia de brutalidad policial, poco menos que desde la transición, envía a un ejército de pantalones vaqueros y camisetas alternativas, para hacernos creer que eso no es posible, que esas cosas no pasan en el siglo XXI. Y para resultar más convincentes, lo mejor es hacerlo a lo grande. A hostias.
Ahora, al menos, ya me siento más seguro, me duele algo la rodilla que me he golpeado, tonto de mí, contra la puerta, pero ya se sabe: quién más te quiere te hará llorar.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.