La pasada Asamblea extraordinaria de IU en la que el PCE desempeñó el protagonismo en sentidos opuestos, así como el Consejo Político Federal que ha ratificado a Llamazares como coordinador general de IU con el 53% de apoyos, cierran una etapa que los comunistas hemos de valorar negativamente. Ambas convocatorias han tenido lugar cuando la […]
La pasada Asamblea extraordinaria de IU en la que el PCE desempeñó el protagonismo en sentidos opuestos, así como el Consejo Político Federal que ha ratificado a Llamazares como coordinador general de IU con el 53% de apoyos, cierran una etapa que los comunistas hemos de valorar negativamente.
Ambas convocatorias han tenido lugar cuando la cita el 20 de febrero de un referéndum sobre la Constitución Europea exigían de IU y del PCE una amplia campaña política en la sociedad; cuando el cierre de los Astilleros, la aplicación de la LOU y las demás medidas tomadas por el gobierno Zapatero en obediencia a la Comisión de Bruselas señalan más que nunca la necesidad de intervenciones amplias y valientes; cuando para hacer pasar esas políticas se vienen orquestando maniobras de división de los trabajadores y los pueblos (Plan Ibarretxe, Archivo de Salamanca, conflicto catalán/valenciano …) que piden a gritos la respuesta de fuerza de nuestra clase en todo el Estado.
Sin embargo, esta nueva pelea entre dirigentes de IU y del PC, además de dar la espalda a la situación política y a las prioridades de los trabajadores y de la sociedad, sólo ha conducido que a una mayor quiebra del PCE y de IU, sin posible vuelta atrás. En el caso de IU, asistimos a una mayor división entre los grupos institucionales integrados mayormente por llamazaristas y las organizaciones de base y militantes, desmotivados, variopintos en términos ideológicos, a los que el PC no ha sabido articular políticamente por carecer de una alternativa real, fundamentada, al proyecto ecosocialista de Izquierda Verde, basado en la supervivencia institucional a cualquier precio.
Esta «fractura», nada casual por otra parte puesto que se inscribe en la crisis del actual régimen político, entre quienes representan a IU en las instituciones (europeas, estatales, autonómicas) y el resto de la organización, también se extiende al propio PC como no podía ser de otra manera. Y todo indica que servirá para recrudecer la desideologización y descomposición internas, arrastradas desde hace muchos años como consecuencia del oportunismo de las direcciones de turno y del afán de los aparatos por copar cargos subvencionados utilizando al partido como instrumento de presión.
La única salida para recuperar el PC pasa, por tanto, por el desarrollo de una política independiente y de clase. Porque, como muestra la gestión de los llamazaristas del destino de IU durante los últimos años, esta fuerza política interclasista y crecientemente subordinada a las instituciones que es IU tiene que ver cada vez menos con el «proyecto estratégico» de la lucha por el cambio socialista de la sociedad que siempre postuló el PCE.
Como comunistas deberíamos haber aprendido ya esta lección incluso antes de IU, cuando los pactos de la Moncloa: sin una política al servicio de los trabajadores e independiente de la burguesía y sus instituciones no se puede cambiar la sociedad. El reformismo institucional, por muy radical que se disfrace, conduce a la claudicación y a la descomposición interna.
En el actual contexto de creciente polarización entre las instituciones (del capital) y la sociedad, arrimarse a defender las primeras -aunque sea con críticas testimoniales- significa dar la espalda a los trabajadores, por eso nuestra base social es cada vez más reducida y CC.OO cada vez más pro-institucional.
La disyuntiva planteada en nuestro país y continente con creciente ímpetu no es otra que la de subordinarse a las vigentes instituciones políticas diseñadas en clave bipartidista, al gobierno de Zapatero, a las de Bruselas, o bien trabajar por la apertura de un proceso constituyente de cambio social en el que los trabajadores y sus organizaciones de clase, la mayoría de la sociedad, tengan voz propia y el protagonismo.
Estos son el debate y la prioridad política en estos momentos, del mismo modo que la campaña por el NO al tratado constitucional y a las políticas e instituciones de la UE son hoy el eje principal de la lucha de clases en nuestro continente, y por eso debemos concentrar en ellos todas nuestras energías como comunistas, luchando por recuperar las organizaciones de clase desde el punto de vista de los trabajadores y trabajadoras.
Para «fortalecer» el PC como partido, para volver a entroncar con lo mejor que esta organización ha aportado a la lucha histórica de la clase trabajadora española, es imprescindible un cambio de rumbo, en consecuencia. Un cambio que implica justo lo contrario a la deriva seguida de forjar mayorías electoralistas mediante apaños de siglas, de abandonar a las cúpulas dirigentes los sindicatos de clase y de supeditación política a entidades como IU-Izquierda Verde o el Partido de la Izquierda Europea. Entidades todas ellas de corte «reformista» que, bajo el fácil discurso del altermundismo, se viene constatando una vez y otra también obvian la lucha por el socialismo y la defensa concreta de los intereses de clase, enterrándolos bajo el abanico informe de la colaboración con el poder y el interclasismo.
Faltando poco para los próximos congresos del PCE y de sus estructuras territoriales la propuesta de «recuperar» el partido significa, en primer lugar, hacerlo políticamente; exigir a nuestros dirigentes que retomen la iniciativa y responsabilidad políticas que se viene dejando en manos de IU, del PIE y de los Foros Sociales. Significa también, principalmente, acabar de una vez con la interesada visión de los sindicatos de clase como entidades apolíticas, porque ya hemos visto que esto sólo conduce a perderlos para la defensa de los intereses del conjunto de los trabajadores.
En el verano pasado el PCE realizó una conferencia de «organización» tratando de mejor influir sobre IU. Ya hemos visto también a donde nos ha conducido este tipo de «fontanerías» ideologizadas. Recuperar en el futuro el PC no pasa, por tanto, por el nuevo ejercicio de «prietas las filas» que seguramente van a proponer los dirigentes de turno, pasa por articular política y sindicalmente un discurso de clase, unitario, independiente del poder y en defensa de la democracia y las libertades.
Juanjo Llorente y Jorge LLacer son miembros de Reencuentro Comunista: [email protected]