DECLARACION PREVIA La Plataforma de la Izquierda quiere manifestar expresamente su plena disposición a confluir, en este debate de la VII Asamblea Regional y de la Asamblea Extraordinaria Federal, con todas aquellas asambleas y grupos de afiliados y afiliadas o corrientes constituidas que se propongan como objetivo la recuperación de lo que fueron los valores […]
DECLARACION PREVIA
La Plataforma de la Izquierda quiere manifestar expresamente su plena disposición a confluir, en este debate de la VII Asamblea Regional y de la Asamblea Extraordinaria Federal, con todas aquellas asambleas y grupos de afiliados y afiliadas o corrientes constituidas que se propongan como objetivo la recuperación de lo que fueron los valores y las prácticas políticas (nunca suficientemente desarrollados) del proyecto original de IU como movimiento político y social, de elaboración colectiva y dirección colegiada, profundamente democrático y participativo, abierto a los movimientos sociales, anticapitalista y antiimperialista; lo que quiere decir de lucha contra la dominación y el expolio de los pueblos, contra la desigualdad y la pobreza, por el pleno empleo y los derechos de los trabajadores y trabajadoras, por el reparto del trabajo y la plena protección social, por la igualdad entre hombres y mujeres, por el respeto a las minorías y a la diversidad, por la defensa de un planeta habitable, fundamental para la supervivencia de la humanidad…
Así pues, estas páginas recogen las posiciones de la Plataforma ante la reflexión colectiva que tenemos por delante, pero aspiran a complementar y ser complementadas por otras que vayan en esa dirección y sirvan para sacar a nuestra organización -regional y federal- de la crisis en que está sumida, como paso imprescindible para su relanzamiento hacia la sociedad.
1. Introduccion
La VII Asamblea regional de IU-CM y la Asamblea Extraordinaria de IU, convocada apenas seis meses después de concluir la Asamblea Federal de Diciembre 2003, van a coincidir en el tiempo y, lamentablemente, han de centrarse en los mismos temas, pues la crisis de IU es tan general y profunda que todos los asuntos específicos de Madrid pueden quedar en un segundo plano, ya que la preocupación por el qué hacer para salvar el proyecto político de IU ocupa el centro de todos los debates. Por lo demás, y salvo que en la Comunidad sigue gobernando el PP, los problemas que arrastra IU se reflejan en IU-CM, algunos incluso con mayor intensidad, como la descomposición de la organización, el abuso de los censos falsos, la prolongada falta de dirección política y las luchas internas en su seno.
Uno de los escollos que encontraremos en este debate, vital para la organización, es la atribución de la crisis a «problemas personales» o «de intereses», lo que viene a plantear algo tan dislocado como que «realmente» no existen diferencias políticas, ni de proyecto, ni organizativas en una mayoría muy amplia (en definitiva, no hay crisis), sino solo la voluntad de «algunos» de magnificar, de manera artificial y maliciosa, supuestos propósitos de cambio de proyecto, de nombre, de modelo organizativo que nadie, en ningún momento, ha puesto sobre la mesa. Si determinados conceptos molestan, se retiran del papel… y aquí no pasa nada.
2. El hundimiento político y organico de IU
Desde la celebración de la VII Asamblea Federal, el hecho político más relevante ha sido la derrota del PP en las elecciones del 14 marzo y el acceso de nuevo del PSOE al poder, junto a la doble derrota electoral, sin paliativos, de IU, lo que nos exigirá -en esta situación de crisis profunda y en el empeño por rescatar el proyecto- definir y determinar con rigor nuestra política, en sí misma y, una vez más, en relación con el PSOE: el viejo dilema entre un proyecto autónomo, nítidamente de izquierda y alternativo, y un proyecto complementario o subalterno, que ha venido siendo el detonante de las sucesivas crisis, con un punto álgido en la ruptura de Nueva Izquierda e Iniciativa per Cataluña y que ahora se reproduce, si cabe, con mayor crudeza.
Un ejemplo inquietante de que cuando hablamos de subalternidad o de pérdida de identidad no es una abstracción o un juicio de intenciones, es la reciente decisión del Grupo Parlamentario -ahora llamado de «Izquierda Verde»- de apoyar (con la abstención en el Congreso y el voto favorable en el Senado) el «Objetivo de Estabilidad Presupuestaria» propuesto por Solbes para el trienio 2005-2007. Una verdadera camisa de fuerza para impedir toda política que no se adapte a los intereses del neoliberalismo. En dicho Objetivo, que parte del «escenario macroeconómico» predeterminado por el Partido Popular y en cumplimiento de una Ley del Partido Popular (tenazmente combatidos por IU en la legislatura anterior), no es que se pretenda el «déficit cero» de las cuentas públicas sino que se plantea alcanzar un superávit del 0,2, el 0,3 y el 0,4% del PIB para cada uno de esos ejercicios, respectivamente, fijando, asimismo, el límite máximo de gasto del Estado para 2005. Todo lo cual, unido al propósito del nuevo Gobierno de no aumentar la presión fiscal, harán imposibles avances significativos en las políticas sociales, en un país con una creciente desigualdad en la distribución de la renta y con grandes déficits en materias tan vitales para la población como la sanidad, la educación, los servicios sociales o la vivienda, como reiteradamente hemos venido denunciando.
Otro ejemplo de subalternidad -en este caso, a los dictados de los sindicatos mayoritarios- es el silencio cómplice de IU, desde la VI Asamblea, sobre acuerdos sindicatos-gobierno que legitimaron agresiones sin precedentes contra los derechos de los trabajadores y han consagrado la precariedad como nota definitoria de nuestro mercado laboral.
Del proceso que la dirección salida de la VII Asamblea Federal ha seguido desde su celebración, debemos destacar:
Primero: La pretensión de culminar, por la vía de los hechos consumados y al margen de la organización, el cambio de naturaleza política de IU que se intentó con solo un éxito parcial y una enorme confusión en la VII Asamblea Federal.
Hay que decir, de entrada, que la VII Asamblea se concibió como un mero instrumento «mediático» y enfocado a dar una determinada imagen de cara a los procesos electorales que se avecinaban (ante el amplísimo consenso que se dio en la misma y de los que se jactaron ¿cómo explican ahora los catastróficos resultados?), desoyendo e ignorando irresponsablemente los signos de alarma de una organización exhausta y desestructurada, que pedía a voces (las encuestas electorales, también) un debate abierto y sincero, sin trucos ni «efectos especiales».
Cabe recordar, al mismo tiempo, que el documento político aprobado (y a estas alturas desconocido en su redacción definitiva) recogía ese cambio con meridiana claridad, dejando sentado que IU quería convertirse en una fuerza política distinta, con un marcado carácter «verde» y «ecopacifista», sin explicitar claramente, pese a la abundante, difusa y mediocre literatura desplegada, hacia qué modelo político-programático-organizativo se nos quería encaminar.
La cuestión no era ni es un juego de palabras o una discusión pueril entre los colores que definen a Izquierda Unida, sino el pretendido cambio de naturaleza hacia algo en lo que cobra preeminencia destacada «lo verde» y un «pacifismo» indeterminado (¿es rechazable toda violencia? ¿es la paz un fin en sí misma, una especie de limbo idílico, al margen de la lucha de clases, de la justicia social y de los derechos de los pueblos?), relegando a un segundo lugar, por mucho que se intente negar, al resto de referentes y en particular al rojo de la lucha de clases (que desaparece) y del rechazo del sistema capitalista. Un indicio de lo que decimos es la tesis de que nuestro electorado se manifiesta como «más moderado» que la propuesta política de IU y que la posible ampliación de nuestro espacio electoral no está tanto en la abstención más radical de izquierdas sino en segmentos de votantes del PSOE y sus aledaños. Lo que en algunos casos viene a sugerir la conveniencia de adaptar nuestra oferta programática a esa demanda más moderada y justificaría el cambio de naturaleza política que se plantea, invirtiendo lo que, en nuestra opinión, es la esencia que define a una fuerza política alternativa: hacer de su programa un instrumento para la transformación de la sociedad, consiguiendo, mediante la movilización en torno al mismo, ampliar su base social y electoral e ir creando las condiciones para el cambio. Lo otro es mercadotecnia al uso de los partidos tradicionales que no tienen por objetivo transformar nada sino gestionar lo mejor posible (según los valores de cada cual) lo existente, con sus desigualdades, sus injusticias y sus guerras.
Hay que recordar, por último -y es una prueba más de lo confuso de este debate- que los documentos de Organización y de Estatutos, que pretendían «constitucionalizar» ese cambio de naturaleza del proyecto político de IU, hasta llegar a proponer la modificación del nombre por el de «Izquierda verde», fueron rechazados.
Ahora bien, lo que no se consiguió plenamente en la Asamblea se ha tratado de imponer, por el equipo dirigente, a través de la actuación política cotidiana. Aparte de los ejemplos dados, ahí están, para demostrarlo, los acuerdos electorales leoninos con Iniciativa per Cataluña (un diputado más en el Congreso con los votos de EuiA y un eurodiputado -de dos- gratis total, para engrosar el Partido Verde Europeo), no entendidos por la mayoría de la organización; el nombre de «Izquierda verde», que es ya una realidad para el grupo parlamentario, o el cambio sustancial de orientación política que, sin siquiera conocimiento de los órganos, supone el apoyo aludido al Objetivo de Estabilidad Presupuestaria. Y en lo que al método de dirección se refiere, la continua y unilateral toma de decisiones por parte del Coordinador y su equipo, al margen de los órganos colectivos y con la prensa como medio de comunicación de las mismas a la organización, que encontró su expresión más llamativa en la propuesta de Jiménez Villarejo como cabeza de lista a las elecciones europeas. Pero no es menos destacable que en dicha lista se negara la más mínima posibilidad de un puesto digno para candidatos propuestos por más del 40% del Consejo, o que el documento que abre el proceso de la Asamblea Extraordinaria e incluye preguntas a la militancia (que ya llevan incorporada la respuesta), fuera rechazado en el máximo órgano Federal por un porcentaje similar.
Como no puede ser de otra forma, este es un tema esencial del debate que tenemos entre manos, pues se refiere nada más y nada menos que al carácter y la identidad del proyecto que queremos construir. Y es preciso, por ello, que el debate sea claro y nítido, que se expongan sin engaños las distintas posiciones, impidiendo que el juego de la confusión salga otra vez victorioso; sin dejar, en fin, que el recurso a palabras y conceptos grandilocuentes y ambiguos nos inunden,
Segundo: El desmembramiento progresivo de IU como una fuerza política Federal en todo el Estado.
Ligado con el tema anterior, también se puso en cuestión en la VII Asamblea el papel central que IU, como fuerza organizada a escala del Estado, debía desempeñar en la articulación de la izquierda y los movimientos sociales. Se renunciaba a la aspiración legitima de que IU represente, en el conjunto del Estado, una fuerza política alternativa y anticapitalista, que asuma para la transformación social las reivindicaciones de los movimientos de resistencia y liberadores, para pasar a convertirla «en uno de los nudos de una vasta red de organizaciones críticas contra el actual modelo dominante y con voluntad de ganar a una mayoría para su propio proyecto», añadiéndose: «Este escenario estratégico abre un nuevo abanico de opciones políticas, de acuerdos y de nuevas relaciones que deben ser evaluadas en cada momento, atendiendo a cada situación precisa y buscando siempre responder a las dos cuestiones que deben ser fundamentales para nosotros: acuerdos que sirvan realmente para mejorar las condiciones de vida de las gentes y acuerdos realizados para hacer una política alternativa y diferenciada».
La traducción real de esta estrategia está llevando a IU a una descomposición política y orgánica sumamente peligrosa para la supervivencia del proyecto en su concepción original. Los acuerdos con Iniciativa marcan un punto de arranque de una tendencia que en lo político y organizativo modifican de nuevo el carácter de IU. En el país Valencia, la Diputada de IU en el parlamento español fue elegida (y se debe a ella) en una candidatura de coalición con otras fuerzas. En Baleares (ahora empeñada en una «refundación» que apunta al modelo IC) se intentó lo mismo, y la ultima asamblea de EB ha escogido una relación de autonomía política y jurídica plena de la que fuera federación de IU en Euskadi, sin un referendum entre los afiliados y afiliadas y sin que los órganos Federales de IU hayan podido pronunciarse o adoptar posición alguna (fuera del beneplácito unilateral del Coordinador General).
Tercero. Dos derrotas electorales contundentes: en las generales del 14 de marzo y en las europeas del 13 de junio, que han llevado a IU a una situación de crisis extrema, sin que se haya producido asunción de responsabilidad alguna por parte del equipo dirigente. A ambas se les ha respondido con una ausencia de crítica y una ceguera inquietantes.
La derrota el 14 de marzo se encubrió con los efectos del 11-M, el tirón del voto útil al PSOE y la amplia participación. Se llegó a la absurda interpretación de que IU había sufrido una derrota electoral pero había obtenido una victoria política al jugar un papel determinante en el desalojo del poder del PP. Por nuestra parte, señalamos que en la derrota habían influido decisivamente otros factores relacionados con la orientación desarrollada en IU: en primer lugar y sobre todo, la tendencia a privilegiar la voluntad de aparecer como fuerza dispuesta a gobernar con el PSOE en el ámbito estatal, buscando un gobierno de «la izquierda plural»; la presentación conscientemente ambigua de aspectos importantes de nuestro programa, así como el tipo de campaña, con eslóganes apolíticos y un diseño basado más en la aparición mediática y personalista que en el fomento de la participación del conjunto de la organización y de sus iniciativas. Es decir, que la derrota tenía que ver no solo con problemas y déficits anteriores sino también, muy marcadamente, con la orientación política y organizativa desarrollada en esta última etapa. De ahí que estuviera justificada, como solicitamos algunos, la celebración de una Asamblea Extraordinaria cuya necesidad fue rotundamente negada por el equipo dirigente, que se aferraba a la validez plena de la celebrada meses antes, pese a su fracaso ya constatado por la gravedad de lo ocurrido en las urnas. La tesis era que se trataba meramente de un «voto prestado» al PSOE, de una «transfusión roja» que terminaría fortaleciendo la pluralidad de la izquierda y otras ocurrencias similares.
En la derrota del 13 de junio ya no había circunstancias atenuantes. Por un lado, la presión objetiva por el voto útil y la injusta distribución de escaños no existían, al ser éstas unas elecciones de circunscripción única y, por otro, se registró una bajísima participación que, para una fuerza política de izquierdas, que debe tener un voto comprometido, tendría que haberse traducido en un mayor porcentaje. No hubo, como se fió tan interesada como irresponsablemente (IU, AHORA fue el desafortunado eslogan), retorno del «voto prestado», como advertían reiteradamente las encuestas.
Pese a lo previsible de la catástrofe, la Asamblea Extraordinaria pasa, de golpe, a ser imprescindible para todos. La Asamblea Extraordinaria era y es una necesidad, pero invocada ahora por el Coordinador General más parece una nueva maniobra de éste para eludir su responsabilidad y su dimisión, que debió presentar -por talante democrático y por dignidad personal y del colectivo- de inmediato. Se plantea, además, en términos de combate político que ha de tener un carácter irreversible -«es necesario reformular el proyecto político»-, de ajuste de cuentas con la ya inexistente mayoría que le apoyó en la VII Asamblea (donde por enésima vez hizo un «propósito de enmienda» de los métodos caciquiles, que no ha cumplido), lo que hace inimaginable cualquier viso de neutralidad del actual equipo dirigente, que, lejos de asumir sus evidentes responsabilidades, pretende controlar y hegemonizar el desarrollo del proceso. Así, por ejemplo, en la primera fase del mismo -la que comprende el debate de abajo a arriba, desde las Asambleas de base- solo será dada a conocer y defendida orgánicamente la posición mayoritaria en el Consejo, sin que se de la misma oportunidad a las posiciones minoritarias.
Quizá lo que mejor refleja el cariz y la predeterminación con que enfoca la Asamblea Extraordinaria el equipo dirigente sean las palabras del Coordinador General en el Congreso de IC-V, celebrado el pasado mes de Julio, del siguiente tenor: «Quiero expresar mi determinación de llevar a IU por el exitoso camino seguido por IC-V», añadiendo: «Vamos a una Asamblea Federal Extraordinaria que no será de crisis sino de superación de la crisis, que no dejará a nadie en el camino pero que será irreversible y avanzará por la vía del ecopacifismo». Aparte de la deslealtad que supone hacia EUiA y de desprecio a la propia IU, estas palabras parecen querer dar por cerrado el debate que acabamos de iniciar.
Por nuestra parte, tras el nuevo fracaso electoral, hemos reclamado sin ambages la dimisión del Coordinador y el equipo de dirección y hemos exigido la formación de una Comisión colegiada, plural e integradora, que conduzca la dirección de la organización en estos meses, ponga en claro la situación financiera (de la que no se conocen datos fehacientes desde Junio 2003) y dirija el proceso de la Asamblea Extraordinaria de manera neutral, transparente y participativa, para que esta se celebre en un clima de confianza, sin tensiones y con unos procedimientos limpios y democráticos. Cualquier otra solución es dejar a IU instalada en la crisis, descomponiéndose y cegando las salidas a su posible recuperación.
Cuarto: Una degradación, aún mayor si cabe, del funcionamiento de la organización, de los órganos de dirección, de los métodos, de la falta de respeto a los estatutos, de la situación financiera, sin cuya corrección profunda no es posible intentar la recuperación política del proyecto que IU representa.
Todo lo acontecido en los últimos tiempos ha descompuesto de modo tan corrosivo a IU que su recuperación, aun contando con la mejor disposición de todos y el acierto político, es una tarea ingente. La prensa se ha convertido en nuestro boletín de información interno-externo y, como consecuencia de ello, en instrumento de nuestras luchas tribales. El Coordinador General campa por sus respetos. Los órganos de dirección se reúnen para cumplir un tramite y votar, cada vez más divididos, lo que habitualmente son ya decisiones tomadas en otros ámbitos. Los dirigentes se burlan abierta e impunemente de los estatutos (cabe recordar el escándalo del CPF al conformar la candidatura al parlamento europeo aplicando una fórmula de ordenación de la candidatura antidemocrática, que por cierto es la que se aplicó en Madrid para la confección de las candidaturas en las últimas elecciones municipales y autonómicas). Y, en fin, las organizaciones, las asambleas de base, nuestros militantes, se han convertido en meros espectadores de un espectáculo político diseñado no se sabe dónde ni por quienes, sin su participación y sin tarea alguna que llevar a cabo.
Quinto: Una fractura de la mayoría que surgió de la VII Asamblea Federal.
La ruptura de la mayoría configurada en la VII (el Secretario general del PCE ya no es el coordinador de la presidencia, por dimisión) debe relacionarse con los retrocesos políticos y organizativos, que cada vez cuentan con menos apoyos, y con la necesidad de una Asamblea Extraordinaria antes negada. Existe, por otra parte, una descoordinación palpable del actual equipo dirigente con su «nueva mayoría», que no acaba de ponerse de acuerdo ni en la identidad del proyecto ni en la política a seguir, ofreciendo un discurso cambiante, ambiguo y muy confuso, y utilizando una terminología deliberadamente equívoca, que para la organización y el periodo de discusión abierto puede suponer el grave peligro de que haga de nuevo imposible el debate clarificador que necesitamos.
3. Elementos imprescindibles para la RECUPERACIÓN
El nuevo fracaso electoral de IU en las elecciones al Parlamento europeo del día 13 de Junio, sumado a los graves y continuos retrocesos experimentados desde 1999, ha colocado a la organización en una situación de emergencia y ha dejado al descubierto las miserias, problemas y carencias con los que se ha venido actuando irresponsablemente durante mucho tiempo (la VI y la VII Asambleas y el tiempo transcurrido entre ellas han sido oportunidades perdidas), sin querer abordar el fondo de nuestro fracaso histórico.
Por nuestra parte, estamos convencidos de la necesidad y de la viabilidad de un proyecto político como el que representa IU. Partimos de que la situación dramática en que nos encontramos tiene factores muy complejos y enraizados en el tiempo. Partimos también de que no podrá haber soluciones mágicas en base a cambios milagrosos en lo inmediato, como se pretende. Es necesario llegar a la conclusión, si se quiere poner remedio a la catástrofe con los resortes que están en manos de la propia organización, de que los males tienen que ver con la identidad del proyecto político que IU debe representar y con los métodos de organización y dirección que se han impuesto en los últimos tiempos. Por parte de la Plataforma hemos denunciado estas desviaciones a lo largo de los últimos años -es nuestra razón de existir- y muy en particular en la VII Asamblea, cuando aparecía ya con nitidez que los textos sometidos a debate desnaturalizaban el proyecto original, como producto de movimientos cupulares ajenos a cualquier demanda de las bases en ese sentido.
Por ello, afirmamos con rotundidad que la superación de la crisis política, organizativa y electoral de IU pasa inexorablemente por recuperar el proyecto original y revitalizar a la organización; esto es, por rechazar que IU se convierta en una meliflua organización fundamentalmente ecopacifista, confederal y desarticulada territorialmente; por concebirla como una fuerza política transformadora, en sus términos más genuinos de movimiento político y social, recuperando su carácter anticapitalista y alternativo; articulada estatalmente en un modelo Federal, democrático y plural, en la que ineludiblemente las asambleas de base ocupen un lugar central, y con una dirección efectiva en todos los niveles que estimule la participación y el compromiso de la militancia, la relación con los movimientos sociales, etc.
En este sentido, la experiencia nos hace apostar por la reactivación de las áreas de elaboración colectiva, tanto por el papel que han desempeñado a la hora de estudiar y proponer sobre muy diversos y complejos problemas, como por ser un instrumento necesario y útil para la participación de sectores o personas afines al ideario político de IU. La relación que proponemos con los diversos movimientos debe coordinarse desde las áreas existentes y otras que pudieran surgir.
4. Una propuesta vigente
Llegados a este punto, cuando se trata de ofrecer alternativas para la superación de una situación insostenible, nos vemos en la necesidad de volver a repetir, como propuesta, el llamado Manifiesto de los 13 puntos para la recuperación de IU que se hizo público en 2000, cuando, tras el retroceso en las elecciones municipales y autonómicas de aquel año, la dirección de IU creyó encontrar la solución en rebajar del proyecto sus perfiles políticos y buscar cobijo en lo institucional a través de acuerdos de gobierno indiscriminados con el PSOE. Tal Manifiesto no contó solo con el respaldo de muchos militantes de IU sino también con la firma de un conjunto importante de hombres y mujeres de la izquierda, preocupados con la deriva de IU y comprometidos inequívocamente con la izquierda y con lo que IU aspiraba a representar.
He aquí el manifiesto, que hoy cobra nueva actualidad y recoge fielmente nuestra propuesta para el debate de la VII Asamblea Regional de IU-CM y de la Asamblea Extraordinaria de IU:
-
La razón de ser de IU no es otra que la construcción de la alternativa al sistema, tomando el socialismo como referencia, en tanto que ámbito de emancipación social y materialización de la democracia plena.
-
La consecución de los anteriores objetivos exige de IU, como una tarea fundamental, empeñarse en la vertebración de la sociedad y en la articulación de un bloque social crítico capaz de sustentar con fuerza la propuesta antagonista al sistema. En tal dirección, es imprescindible desarrollar a IU como exponente unitario de la pluralidad política e ideológica de la izquierda transformadora, en torno a un programa, y como el movimiento político y social que nunca alcanzó a ser.
-
La movilización social sostenida, entendida como movilización de las conciencias y también como presión democrática de la ciudadanía en la calle, es un instrumento de participación inseparable y consustancial al proyecto de IU. A sus impulsos y en su marco es como deben elaborarse los programas y ejercerse los esfuerzos unitarios.
-
En este sentido (movilizador) debe concebirse la unidad de acción de la izquierda, entendida como medio para avanzar hacia políticas concretas de izquierda -explicitadas en un programa- y no como un fin en sí misma. Se trata de desarrollar la concepción de unidad de acción de la izquierda, tal como era definida en la V Asamblea Federal; o sea, como «objetivo, camino, método e instrumento».
-
IU debe reconocer la centralidad de la contradicción trabajo-capital, situando como un eje irrenunciable de su propuesta la sociedad de pleno empleo -estable y de calidad-, con total conciencia de su virtualidad transformadora, en tanto que reivindicación no integrable por el sistema. Y todo ello, sin merma de la confirmación de IU como proyecto que incorpora la lucha por la emancipación de la mujer y por un desarrollo ecológicamente sostenible, como señas de identidad que le son inherentes, así como otras reivindicaciones de los llamados nuevos movimientos sociales con potencialidad transformadora.
-
IU debe continuar oponiéndose frontalmente a las políticas neoliberales, con independencia del ámbito territorial, social o político en que se manifiesten, y de las siglas que las practiquen. Así, por ejemplo, especialmente, las privatizaciones, los recortes sociales, las políticas fiscales regresivas, las desregulaciones y contrarreformas laborales o las restricciones de los derechos humanos.
-
En coherencia con lo anterior, IU debe abordar, a todos los niveles, la lucha contra el llamado «pensamiento único», esforzándose en restaurar su influencia en el terreno de los valores. Para ello, es menester situar las luchas cotidianas por lo más concreto en el horizonte del proyecto, vinculando constantemente con éste las políticas coyunturales.
-
La solidaridad internacionalista constituye un rasgo propio de una fuerza política transformadora. En este sentido, IU debe contribuir a la denuncia y a la lucha contra el imperialismo a escala mundial y apoyar las luchas de los pueblos que pugnan por su emancipación, así como a reforzar la actuación contra la OTAN como instrumento agresivo de dominación y control.
-
En Europa, es preciso continuar oponiéndose a la política monetarista y represora de Maastricht, Amsterdam y Schengen, promoviendo una Europa de la cohesión social interna y de apertura al llamado tercer mundo. IU deberá impulsar la coordinación de las luchas sociales en el ámbito europeo y propiciar un avance hacia el entendimiento con otras fuerzas de la izquierda transformadora en el plano mundial.
-
IU debe esforzarse por alcanzar una solución democrática al problema nacional en el Estado español y emplearse a fondo en la difusión de su propuesta de Estado Federal, reivindicando la República como forma de Estado.
-
En lo interno, es necesario detener la degradación de IU -presente, con diferente intensidad, en los distintos territorios- empleándose decididamente en el relanzamiento del proyecto original, que exige la cohesión de su pluralidad en torno a un programa, la clarificación de su discurso al exterior, el abandono de prácticas burocratizadas o irregulares y del predominio de lo institucional, que con frecuencia se convierte en lo único que cuenta. No se trata de reducir o minimizar la acción institucional, sino de potenciarla como expresión pública de IU, sometida a la elaboración colectiva y estrechamente vinculada a su actuación social y a la dinámica movilizadora.
-
Es preciso garantizar el funcionamiento democrático de IU, restaurar el papel de las asambleas y poner en primer plano la elaboración colectiva de toda la política, motivando a la militancia de IU con la percepción efectiva de su propia utilidad y de la necesidad de su compromiso.
-
IU debe reforzar su configuración e identidad Federal, superando la actual situación de «taifismo» político y organizativo, de manera que se favorezca, en los contenidos y en las formas, un modelo de federalidad no disgregante, desde el respeto a los protocolos que tenga establecidos.
Habría que añadir al punto 9 el rechazo consecuente del Tratado de Constitución Europea que sacraliza, en un envite sin precedentes, el modelo mercantilista de Maastricht y los valores del neoliberalismo, cerrando las puertas a la Europa de los pueblos y de los ciudadanos. La pregunta a la militancia sobre la posición a tomar por IU -que se eludió en la VII Asamblea y que tampoco aparece entre las que figuran en la Resolución del CPF para el debate de la Asamblea Extraordinaria- es absolutamente imprescindible, e invitamos a que, con pregunta o sin ella, cada organización se pronuncie al respecto, incluyéndolo en sus resoluciones.
5. Reforzar el proyecto y el carácter democrático de la organización
El manifiesto anterior perfila, a nuestro juicio, una IU con rasgos firmes, se fija objetivos claros y es capaz de servir como brújula para desenvolverse en el cada vez más «virtual» y complicado mundo de las opciones políticas. No obstante, ante la nueva situación política derivada del acceso al poder del PSOE y las novedades y acontecimientos más recientes que han tenido lugar en nuestra organización, cabría subrayar o insistir en algunos aspectos que parecen importantes o polémicos en el momento actual.
Se ha señalado, con razón, que los márgenes del partido socialista son particularmente estrechos en lo que se refiere a la política económica, en la medida en que este partido asume plenamente el capitalismo y la Europa ultraliberal surgida de Maastricht, que pretende consagrar el Tratado de Constitución europea. Teniendo en cuenta que la recuperación de IU, como proyecto diferenciado del PSOE, requiere marcar las distancias que existen con él y al mismo tiempo realzar el carácter socialista de nuestro proyecto, hay que adoptar, llevar a cabo, una posición nítidamente anticapitalista, en el doble sentido de, por un lado, tratar de evitar los males y secuelas del sistema y, por otro, tratar de socavarlo, de rechazarlo, de actuar no sometiéndose a sus leyes. En este sentido y como hemos señalado, no cabe otra alternativa que el rechazo explícito del Tratado de Constitución Europea.
Hemos resaltado el carácter central de la lucha de clases en el proyecto de IU. No obstante, viejos problemas siguen azotando al mundo, como la desigualdad de las mujeres y el respeto a las minorías. Y nuevos problemas lo inquietan, desde la degradación de la naturaleza, la capacidad de destrucción de las armas, el recurso fácil del imperialismo a la guerra, pasando por las corrientes migratorias, la xenofobia y el racismo. Todos ellos deben ser asumidos plenamente por una fuerza política transformadora, que además debe dedicar sus esfuerzos a impulsar y fortalecer los movimientos sociales que tratan de afrontarlos y combatir sus efectos.
La influencia menguada de IU en las instituciones hace más necesario, si cabe, complementar y potenciar coherentemente el trabajo en los movimientos sociales y en la calle.
Ante los riesgos de un desmembramiento progresivo de IU, es necesario reforzar su unidad orgánica, resaltando que IU es una fuerza plural políticamente, que se articula territorialmente por federaciones. Cada una de sus federaciones constituye una parte del conjunto de la organización pero, al mismo tiempo, cada una representa también todo el proyecto unitario y común que Izquierda Unida aspira a ser en el Estado español.
El consenso debe ser el mejor método para superar las discrepancias en una fuerza política tan plural y diversa como IU, e insistimos en ello. No obstante, en caso de no lograrse, las decisiones deben adoptarse por mayoría, salvo en lo que corresponda la confección de listas para los órganos y candidaturas electorales, donde el pluralismo ha de traducirse en la estricta proporcionalidad, implantando, para estas últimas, un sistema de primarias que combine el respeto a la pluralidad y el protagonismo necesario de la militancia.
Los estatutos deben aplicarse con rigor, buscando siempre la interpretación más democrática, pero sin concesiones cuando se trate de vulneración desde las direcciones de los derechos de afiliadas y afiliados o de las organizaciones de base. Las Comisiones de Garantías Democráticas deben tener ultima palabra en los conflictos que puedan plantearse y, para ello, deben gozar de competencias claras y recursos que garanticen su independencia, además de un sistema estricto de incompatibilidades y el respeto más escrupuloso a la norma democrática en su elección.
La conflictividad interna, producto en muchos casos de la ruptura de las reglas del juego, de la penalización de la discrepancia y de la opacidad en temas importantes para una organización política (por ejemplo: finanzas, ingresos de cargos públicos, actuación de grupos institucionales) contribuye también a profundizar la crisis. Sabemos que están surgiendo múltiples propuestas e iniciativas para hacer de IU una organización mas limpia, transparente, participativa y democrática y nos comprometemos a apoyar todas las propuestas y reformas estatutarias que vayan en ese sentido.
El fortalecimiento de la organización es una tarea ineludible en dos aspectos: por un lado, el de la reactivación de las asambleas de base y de las áreas de elaboración colectiva; por otro, el de constituir verdaderas direcciones, que integren plenamente a la pluralidad, siendo uno de sus trabajos esenciales alimentar políticamente, con información, debates y tareas al conjunto de la organización.
Los órganos de dirección federal y regional se han hipertrofiado no como fruto de la complejidad y el desgaste de la actividad política sino de su aislamiento de las bases y de las presiones cupulares que surgen en los procesos asamblearios por cuotas de poder. Entendemos que los órganos deben tener el suficiente numero de miembros para recoger la pluralidad política, la representación territorial y la cobertura de tareas, pero siempre tratando de que sean lo más operativos posible, lo que significa que deben ser mesurados y cuanto más reducidos mejor (y menos costosos de mantener).
Particular reflexión necesita la figura del Coordinador General (Federal y de IU-CM). En los últimos tiempos, lejos de ser la persona dedicada a coordinar -como sugiere el nombre del cargo- el funcionamiento de la dirección y la pluralidad política que existe en el seno de la organización, esta figura tiende a ser utilizada como mero liderazgo personal, convirtiéndola en agente para la construcción de mayorías fieles que impiden el funcionamiento fluido y democrático de las ideas y las iniciativas políticas, agostando el desarrollo del proyecto y fragmentando y dividiendo gravemente a la organización. Todo indica, y así lo proponemos, que una Coordinación Colegiada cumpliría mejor y más democráticamente las funciones que la coordinación general tiene asignadas en la actualidad, y cubriría las necesidades de todo tipo de la organización, evitando riesgos de personalismos exacerbados que terminan generando adhesiones clientelares inquebrantables y alimentando intereses de grupo.
6. LA SITUACION DE IU-CM
Como decíamos al principio, IU-CM es fiel reflejo de los problemas que nos afectan a nivel Federal, amplificados en muchos casos.
La VI Asamblea Regional, de la que ahora deberíamos estar haciendo balance, no sirvió sino para instalar una mayor inestabilidad en la organización, dejando abiertos los problemas irresueltos de etapas anteriores, en lo político y lo organizativo. La ficticia mayoría (más cimentada en intereses que en acuerdo político) se rompió en poco tiempo, dando paso a cambios de fondo en las más altas responsabilidades (Coordinador General, Secretario de Organización, Ejecutiva), que posteriormente y en muy poco tiempo defraudaron por completo cualquier expectativa creada.
La Plataforma apoyó, en su día, el cambio de Coordinador General -con independencia de no compartir su ideario político, ante el grado de descomposición de la organización- bajo la condición de una modificación drástica de los métodos de funcionamiento, de la resolución de conflictos que se habían perpetuado, del respeto a la democracia interna, de la transparencia en la gestión, de un plan de reactivación de las Asambleas de base y del respeto a sus decisiones (cuestionadas y violentadas particularmente en cada proceso electoral, de la mano de los pactos con el PSOE), de la dignificación de los órganos, de manera que la dirección política recayera realmente en ellos y no en los equilibrios entre grupos de interés mayoritarios; y, en fin, del saneamiento de unos censos fraudulentos, inflados a límites impensables para mantenerse los de siempre en el poder e imponer sus criterios políticos o simplemente sus intereses (baste decir que el 60% de las cuotas por banco de supuestos afiliados vienen devueltas y que la opacidad en las finanzas no nos permite conocer la más que presumible gravedad de la situación).
Que nada de esto ha ocurrido es una evidencia. Parecía imposible, pero la organización está aún más degradada y IU-CM prácticamente no existe en la vida política, no solo por la pérdida de peso institucional sino porque aparece siempre como un apéndice del PSOE, cuando no (incomprensiblemente) aliado con el PP, como ocurrió con el apoyo a la denominada «Operación Real Madrid», cuando su voto favorable ni siquiera era necesario para que la derecha sacara adelante uno de los mayores «pelotazos» urbanísticos que se conocen.
Las campañas del doble proceso de elecciones autonómicas abundaron en esa insoportable levedad-subalternidad de IU-CM, que empeñó todo su esfuerzo, en la oferta al PSOE de un «gobierno plurar», no dejando la menor duda ante el electorado de que ese era su principal y casi único objetivo. El espectáculo tras el episodio de los tránsfugas del PSOE también fue penoso, no solo en la famosa comisión de investigación, sino llegando a proponer, el propio cabeza de lista, un «gobierno de concentración» que incluiría al PP, con tal de que no se repitieran las elecciones. Y hablamos de unos procesos electorales precedidos de un lamentable pucherazo en la configuración de las candidaturas, en contra incluso de resoluciones de la Comisión de Garantías, y con una ajenidad notable de las organizaciones de base, a las que se dio escasa o nula posibilidad de participación en la configuración de las campañas y en la definición de los objetivos y del discurso.
Por otra parte, la irrelevancia de la Federación de Madrid en los asuntos Federales es clamorosa, pese a ser la segunda en afiliados (siempre partiendo de censos irreales, porque no hay otros) y a ser considerable su peso institucional en el conjunto de la organización (los únicos dos diputados estrictamente de IU en el Congreso proceden de nuestra circunscripción). Diríamos, sin temor a exagerar, que no existe la Federación de Madrid con identidad propia ni en el nivel de responsabilidad ni en la propuesta Federal, aunque la presencia de miembros de la misma en los órganos es notable.
En la VII Asamblea Regional y en la Asamblea Extraordinaria, los censos inflados «a la carta» y un procedimiento poco participativo por el tiempo perdido desde la Asamblea Federal, intentarán fraguar de nuevo mayorías y minorías y posiciones políticas, al margen de lo que piensen realmente las estructuras de base. Pero la situación de crisis terminal en que nos encontramos no admite dudas: es desde debajo desde donde únicamente puede venir el impulso de regeneración. La militancia de Madrid tenemos, por lo tanto, la obligación y la enorme responsabilidad de hacer valer nuestro peso y nuestras propias valoraciones, superando los corsés que se nos quieran imponer desde las estructuras de dirección. En ese sentido, nos parecen muy positivas las iniciativas de reuniones e intercambios de ideas horizontales que tienen por objeto activar el debate directo, la participación y el compromiso de la militancia con el proyecto de una IU como hemos venido definiendo a lo largo de su historia, con insuficiencias, avances y retrocesos.
Esa firme convicción no puede hacernos olvidar, sin embargo, la necesidad de abordar los problemas organizativos y estatutarios concretos que se tienen que solventar en una Asamblea Regional, si queremos tener las condiciones mínimas imprescindibles para trabajar en esa nueva etapa de relanzamiento, que no va a ser fácil.
Por parte de la Plataforma, junto a la demanda de democracia interna, del respeto a la diversidad y a la participación, desde todos los ámbitos, en la toma de decisiones, creemos que hay que dejar claros elementos básicos de estructura y de funcionamiento que no admiten más demoras:
-
El Consejo de Madrid Ciudad, con competencias plenas.
-
La revisión de la estructura de Comarcas, que no ha funcionado, y, en todo caso, la atención a los núcleos pequeños de población, donde nuestras organizaciones y cargos públicos están desasistidos, mediante la creación de sub-comarcas u otros mecanismos, escuchando las propuestas de las organizaciones afectadas. Los órganos regionales deben garantizar que los comarcales funcionan en ese sentido, o asumir la responsabilidad directamente.
-
El relanzamiento de la vida política de las Asambleas locales, de distrito o de sectores, y el de las áreas, conlleva la dotación de recursos, para lo que es precisa una redistribución de los mismos encaminada a este fin.
-
Un funcionamiento diáfano de las finanzas, de manera que no ya los órganos sino también la militancia, a través de ellos, conozca la situación en cada momento y no solo cuando hay crisis y se les pide dinero para cubrir unos déficits que nadie sabe cómo se han producido, o se encuentran sus cuentas embargadas por algún impago bancario de las estructuras superiores.
-
El establecimiento de primarias en la elaboración de candidaturas, para que sea la militancia quien las determine y, por lo tanto, se sienta comprometida con ellas, adaptando el sistema correspondiente cuando haya listas alternativas.
-
Las incompatibilidades entre cargos y la limitación de mandatos para cualquier ámbito institucional, impidiendo la rotación y la burla de este principio, de manera que las excepciones no sean la norma.
-
La pertenencia de los cargos públicos a la organización, lejos de concebirse como un control estigmatizante, debe plasmarse en la preeminencia de ésta en la toma de decisiones y posiciones políticas y en la regulación y distribución de los ingresos que se obtienen por dicha vía. Incluímos aquí los cargos por designación (en instituciones, empresas públicas y otros organismos), de los que la organización debe tener una relación detallada.
-
El referendum, como instrumento de consulta y de participación en las decisiones fundamentales, debe recogerse en los Estatutos, no como una opción de los órganos sino como un derecho de las afiliadas y afiliados, que tendrá carácter vinculante cuando así se determine por la naturaleza del tema a decidir y con mecanismos que impidan que puedan ser eludidos.
-
Naturalmente, la limpieza de los censos, aprovechando que, tras la VII Asamblea Regional y la Extraordinaria Federal, no habrá procesos electorales ni asamblearios inmediatos. Esta es una exigencia que se debe imponer a todas las organizaciones de IU, para que el fraude de unas no termine justificando el de todas las demás. En todo caso, propugnamos que en Madrid, aunque sea en solitario, se cumpla este requisito básico de salud democrática y realismo, para que de una vez conozcamos la organización que de verdad tenemos.
No pretendemos ser exhaustivos, por lo que volvemos a reiterar que apoyaremos cuantas propuestas se presenten a la Asamblea para reforzar a la organización, hacerla más democrática, fomentar la participación y ampliar nuestra intervención social.
Madrid, 22 de Julio de 2004