A finales del siglo XIX y durante el siglo XX, la lucha que hicieron las mujeres libertarias fue muy activa y tuvieron una gran capacidad de movilización, ya sea en huelgas o en campañas educativas. Buscaban una sociedad igualitaria que acabara con todas las relaciones de poder y reivindicaban una transformación total del sistema. Sin embargo, las historias que protagonizaron a menudo se han silenciado e invisibilizado.
En los años 70 del siglo XX, el movimiento obrero tuvo una gran repercusión en España. También aumentaron los grupos autónomos que luchaban para cambiar la realidad que vivían y para conseguir un mundo más social y justo. En Barcelona se creó un grupo formado por trabajadores y trabajadoras de entre 17 y 25 años con ideas muy claras sobre la lucha de clases, el poder y el capital. Estaban influenciados por diferentes movimientos europeos y sudamericanos y sabían que existían otras formas de vivir más libres e igualitarias. Ellos decidieron organizarse y utilizar la agitación armada como método de intimidación y defensa. No tenían nombre, pero la policía los llamó Organización de Lucha Armada (OLLA). En este grupo, las mujeres eran una parte esencial y se implicaron de forma radical. Asumían los mismos roles y su opinión se valoraba como la de cualquier otro, cosa que no era habitual en aquella época.
Ahora, la editorial Descontrol ha publicado un libro donde se describen todas las acciones que realizó este grupo autónomo y las razones por las cuales lo hicieron. Se llama Segon homenatge a Catalunya. Un combat de l’autonomia obrera (Segundo homenaje a Cataluña. Un combate de la autonomía obrera) y, al igual que hizo George Orwell en su libro, la autora hace un homenaje a esos jóvenes revolucionarios que actuaron entre 1972 y 1988. Inicialmente luchaban contra la opresión obrera y el capitalismo, pero después realizaron acciones para acabar con la represión de la mujer, a favor de la ecología y para encontrar nuevas formas de vida colectiva y de autogestión.
A principios de 1973, en España se hablaba poco o nada de feminismo. La religión dominaba gran parte de sus vidas, el pecado estaba siempre presente y tenían pocos derechos. Así sentenciaban a una parte de la población a la ignorancia y algunas admitían o normalizaban ciertos comportamientos debido a esa educación represiva. Se las discriminaba a nivel institucional, social y familiar. La herencia de todo esto es el totalitarismo y el heteropatriarcado presentes en la sociedad española actual. Por suerte, no todas aceptaron el adoctrinamiento y adoptaron los valores de igualdad, coeducación, laicidad… Todas ellas rompieron con la forma de pensar que el sistema quería imponerles. Las chicas que formaban parte del grupo autónomo también son un claro ejemplo de esta generación de revolucionarias. En el libro Segon homenatge a Catalunya se pueden leer frases como: “Mi madre, que venía de la tradición anarquista, me había enseñado que todo el mundo podía hacer de todo, si se lo proponía.” o “De pensamiento feminista no teníamos mucho en el sentido activista. No lo veíamos como una lucha específica. Lo practicábamos pero no lo teorizábamos. Para mí, hombres y mujeres eran una única lucha en ese momento.” o “Yo me sentía mujer, evidentemente, pero dentro del grupo era una más. Éramos iguales a ellos. Nosotras teníamos la misma capacidad de manipular explosivos, por ejemplo. Siempre que aprendiéramos, ningún problema.”
Las chicas del grupo autónomo tenían las ideas muy claras y las exponían sin tapujos. En las reuniones del grupo se debatían temas como la sexualidad, los anticonceptivos, el aborto, la diferencia de derechos entre hombres y mujeres en la familia y en el mundo laboral… Ellas también querían participar activamente y lo hicieron desde el primer momento. Por ejemplo, realizaron explosiones controladas para protestar por las penas de muerte de Salvador Puig Antich, miembro del MIL. De hecho, el grupo creó el Comité de Solidaridad con los presos del MIL e hicieron muchas acciones coordinadas con otros comités europeos durante los 6 meses que estuvo preso Puig Antich. Además, el grupo hacía expropiaciones a entidades bancarias. En mayo de 1974 se realizó una que protagonizó una de las chicas. Era un hecho muy inusual y era su forma de luchar contra la presión del patriarcado español y romper los esquemas establecidos.
Algunas de ellas fueron detenidas y sufrieron la represión policial en la comisaría. Luego, estuvieron encarceladas en la Prisión Provincial de Mujeres de Barcelona. Estaba gestionada por un grupo de monjas del Instituto Secular de la Cruzada Evangélica que eran muy severas. Las que estuvieron allí decían: “En la prisión éramos muy pocas presas políticas. Durante mucho tiempo fuimos solo dos y no nos dejaban tener relación con las presas comunes. No nos dejaban ir a los talleres, ni al cine, nos tenían encerradas en la celda y cuando debíamos ir al economato, a las duchas o al comedor, nos llevaban cuando estaban vacíos. Era como estar dentro de una prisión en la prisión.”
A raíz de las detenciones de miembros del grupo, hubo personas que decidieron exiliarse a Francia. Allí, los comienzos fueron duros, pero con el tiempo conocieron a mucha gente con la que establecieron vínculos revolucionarios. Por ejemplo, el grupo tenía mucho interés en aprender a usar el vídeo como herramienta activista y en París se relacionaron con Carole Roussopoulos y Delphine Seyrig, quienes utilizaban el vídeo como protesta social y hacían documentales donde daban voz a gente silenciada como las mujeres, los inmigrantes, los homosexuales y las prostitutas.
En Francia las chicas del grupo también ayudaban a españolas que cruzaban la frontera para poder abortar. En el libro Segon homenatge a Catalunya se explica que “en Perpiñán sucedían cosas que en Barcelona nunca había visto, por ejemplo un aborto clandestino. Vino una chica a casa y tuve que ayudar. Fue un shock, una experiencia de vida porque no sabía cómo se hacía.” Incluso colaboraron en las luchas ecológicas y contra la energía nuclear. La más importante fue la que realizaron junto con el Comité Malville en 1982 para evitar la construcción del reactor Superphenix.
Estas experiencias y muchas otras son las que se pueden descubrir en el libro Segon homenatge a Catalunya. Hasta ahora, la vida de este grupo solo se había escrito a través de informes policiales, una única visión que siempre los había criminalizado. Por fin se da voz a sus protagonistas y se conocen sus excepcionalidades. Además, se pone de relieve el punto de vista femenino y se rompe con los estereotipos de la lucha revolucionaria. Evidentemente, ellas, las que lucharon con valentía y determinación, también querían conseguir una transformación social y ganaron algunas batallas. La victoria final aún está por llegar.
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