Sin provocaciones hacia las fuerzas del Estado (tal y como decía Sun Tzu, «Si no puedes ser fuerte, pero tampoco sabes ser débil, serás derrotado»). Sin hacer de la concentración un simple botellón en un lugar emblemático (los numerosos inmigrantes, prestos a vender cerveza, se las vieron y se las desearon para encandilar con efluvios […]
Sin provocaciones hacia las fuerzas del Estado (tal y como decía Sun Tzu, «Si no puedes ser fuerte, pero tampoco sabes ser débil, serás derrotado»). Sin hacer de la concentración un simple botellón en un lugar emblemático (los numerosos inmigrantes, prestos a vender cerveza, se las vieron y se las desearon para encandilar con efluvios etílicos a los allí presentes). En definitiva, dando ejemplo tras un desalojo que fue más que bien recibido por los medios de comunicación tradicionales.
Y sin embargo, varias son las señales de que el crisol acampado en Sol tiene muchos visos de diluirse cual azucarillo en taza de café. Trataremos de desgranarlas para invitar a la reflexión, como el propio nombre del escrito indica, y así intentar evitar ese prematuro final.
El primero de los problemas de los que puede adolecer el movimiento es, precisamente, su condición de crisol. La divergencia de opiniones es buena en tanto en cuanto el objetivo que se persigue es el mismo, pero dañina y perjudicial si los fines difieren de manera notoria. Hemos constatado cómo, en el interior del movimiento, existe un gran número de participantes que va concienciándose de que el parlamento no es, ni puede ser, el lugar en el que se dirimen nuestros intereses; ante ello, sólo podemos expresar nuestra satisfacción y nuestra esperanza de que ese pensamiento se torne hegemónico entre las carpas de los Indignados. Y esperamos que sea hegemónico porque creemos que debe empezar a quedar claro que Moncloa y Palacio de Comunicaciones forman parte de una misma realidad en la que, tras las preciadas palabras de «representatividad» y «libertad», tras esas promesas de actuar «en pos de la ciudadanía», se esconden unos profundos intereses de clase. Clase que, huelga decirlo, impone sus designios a base de recortes de salarios, aumentos de jornada laboral o eliminación de planes de estudios «no rentables», por destacar unas cuantas medidas de entre todo un crisol que, en este caso, sí cuenta con un objetivo común. Porque ese aumento de la explotación no sólo crea los fastuosos beneficios de Botín y Cía, sino también los innumerables coches oficiales y prebendas políticas de aquellos que dicen trabajar por los parias y olvidados: nosotros.
Así pues, creemos necesaria esa hegemonía «anti-parlamentaria», por decirlo de algún modo. Ahora bien, frente a su poder no podemos permanecer impertérritos e inmóviles, esperando a que pase otro circo electoral. Porque nuestra acción no puede limitarse a reacción en contraposición a lo que no queremos, sino que debe elevarse a creación de lo que deseamos. Aquí yace la otra señal de debilidad del movimiento, y por ello invitamos a los presentes a pensar en modos de organizarse que constituyan el germen de lo nuevo. Para decirlo de otro modo: pasar de la simple organización, que surge de lo espontáneo, a la planificación, que surge de la conciencia. Qué forma tomará lo nuevo depende de las decisiones que se tomen de manera conjunta, pero creemos que limitarnos a expresar nuestra rabia contra lo existente hoy en día no da, en absoluto, el trompetazo de salida del mañana. Así pues, y como siempre, la imaginación al poder, pero con las miras hacia la sociedad futura aclarándose con la lucha. De otro modo, este dulce momento se perderá en la conciencia del pueblo como otra derrota más.
Los cartones que pueblan Plaza del Sol son hoy la playa que se escondía tras los adoquines hace no tanto tiempo; esperamos que toda España se cubra de la nueva playa, para así abandonar los tiempos de la ignominia y la explotación en pos de nuevas alamedas.
Colectivo Jóvenes Indignados (jó[email protected])
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