La lectura del interesante trabajo del profesor Moradiellos del 31/10/05 publicado en El País (1) y llegado accidentalmente a mis manos a pensar sobre sus contenidos. La Memoria Histórica en este tema no ha regresado a primer plano pues desde 1936 se instaló en él y nunca se ha ido. Los debates y las investigaciones […]
La lectura del interesante trabajo del profesor Moradiellos del 31/10/05 publicado en El País (1) y llegado accidentalmente a mis manos a pensar sobre sus contenidos.
La Memoria Histórica en este tema no ha regresado a primer plano pues desde 1936 se instaló en él y nunca se ha ido. Los debates y las investigaciones de mayor o menor calidad aparecidas en estas fechas actuales sean bienvenidas. Pero siempre el «ombliguismo» del intelectual de oficio distorsiona donde debe situarse el centro de la discusión. Puede ser que, en España, su «floración» sea de ahora, pero si el profesor consulta la bibliografía extrapeninsular puede darse cuenta que siempre ha estado presente y en primer plano. No veo cuál es la confusión, pues nadie puede tener la claridad absoluta y estar seguro de ello. Marcar parámetros es tentación totalitaria pues quien no los aceptase estaría en el no ser y ya conocemos que es lo que sucede en estos casos «el interés particular…» Los alemanes cargaron con su responsabilidad pues sabían quién era Hitler y sus demonios. El olor a carne quemada se olía a muchos kilómetros de distancia de cualquier campo de concentración, ¿o no? ¿Quién le da el debate y al conocimiento los fundamentos de la convivencia social? Esto no se puede dar en profundidad, extensión y equilibrio sin las enseñanzas y los «pesos» del pasado. Los parámetros deben ser fijados de buena fe, sin ira y con estudio pues esta, su verdadera traducción y sentido, no soluciona en problema. Hay que abrir las ventanas del laboratorio y del estudio a la Verdad que es la vida misma. Se corre el riesgo de un conocimiento «muy científico», muy bonito» pero estéril. Eso sí, con cataratas de tinta, aluviones de letras y montañas de textos que pasado el terremoto-momento aterrizan en las mesas de saldos.
La «Memoria Histórica» está en las personas que la vivencian y se transmite de padres a hijos como impronta e influencia de vida en libre albedrío. Aquí no se trata de libros y trabajos historiográficos tan solo. Es la reparación moral tan necesaria como lo es el aire a la vida misma. Los vencedores ya la tuvieron diligentemente en todos sus aspectos, por lo tanto, ya andan con «su ley y su justicia». Pero ay!, cada día quedamos menos, otros, que la esperamos. No es tormento el recuerdo pues cada piedra de España, tejas abajo, nos trae e imprime memoria e historia. Todorov desde la Bulgaria primero y desde hace años sin regresar a sus orígenes en «El París de Francia» conoce mucho de los Balcanes pero poco de la peculiaridad de nuestro «Hacer Histórico». La conciencia de vida no es solo es singularidad, es algo más que las sumatorias. La Memoria Histórica no es sino la singularidad integrada. El hecho histórico puede, en el tiempo, verse diferente. La memoria es selectiva para bien o para mal y la distancia no hace sino ayudar a objetivizar sin imposiciones.
II.- Este revival no sé si es producto de un determinado contexto pero sí puedo afirmar que, en realidad, no está en la línea del nieto de Aznar sino en la del abuelo. Mal que pese el cálculo generacional no es necesario entre los 25 y los 45 para ser activo y nieto pues aunque no lo crea entre los nietos también florecen como mala hierba algunos, bastantes hijos… Ninguna guerra es gesta heroica y mítica. Es basura, hambre, padecimientos para todos los participantes activos y pasivos. El silencio es impuesto y sí es vergonzante cuando el vencedor lo impone durante muchos años por todos los medios, hasta su muerte y aún más allá como así ha sucedido.
III.- La «República de los Profesores» tuvo infinitas «virtudes» y también errores. Me da la impresión, casi la certeza que la difamación hacia las Instituciones de la República siempre fue usada más que para convencer al oponente, como alimentación ideológica para los vencedores y secuaces de su propia «gefolge». Los indiferentes y los vencidos no comulgaron con esas «ruedas de molino». La producción de estas décadas ya estaba circulando con anterioridad en el exterior gracias a editoriales como Ruedo Ibérico, ediciones de texto impresas en España y vendidas al exterior (Aguilar, Seix & Barral) como además el ingreso clandestino a la Península de obras de autores prohibidos. Las visiones o «alucinaciones simplistas» siempre son pasto para aventureros historiográficos. De este modo, se suele faltar con frecuencia a la caridad del conocimiento histórico científico. Con relación a la actitud suicida de la «izquierda socialista» basta con leer los discursos y memorias de «Largo Caballero» para darse cabal idea de que más que ciego era un «stultissimus vir» y como él tantos otros que arrastraron a España a un inmerecido destino. Escucharse y escuchar a los demás trajeron estos resultados. Las facciones no se soportaban pues la ideología encerraba y enmascaraba pasiones y «ajustes de cuentas» de una violencia increíble. Izquierdas y Derechas, todos por igual, practicaron materialmente y moralmente el «método marroquí».
IV. Las operaciones históricas entre los años 1998 y 2004 han sido amparadas por la «mala memoria» histórica cargada de violencia y rencor que el miedo a una Verdad sin tapujos, genera en los culpables. Nadie se pregunta que fue de los bienes confiscados, dónde fueron a parar, de las honras y honores mancillados, de quienes fueron condenados y ajusticiados por defender las instituciones con el argumento del «auxilio a la rebelión». Desde el punto de vista estrictamente jurídico convierten al insurgente en gobierno constitucional y a éste y todos sus fieles, en rebeldes. De acuerdo a los tratados que circulaban en aquella época en materia de nulidades del acto jurídico todo lo fundado en este tipo de argumento es nulo de nulidad absoluta pero todavía ahí estamos. Pero los autores de los juicios firmaron y los ejecutores cumplieron con las sentencias. Hoy sus hijos y nietos deberán afrontar el juicio de la Historia con la publicidad de esas acciones. Los pecados de los padres se pagan hasta la tercera generación.
No debe haber engaño: Son delitos de lesa humanidad. No deben ni pueden prescribir. Pueden decir, vociferar, gritar pero como hombre de derecho que soy, si afirman deben probar pues sobre ellos carga el «onus probandi».
El camino de la Verdad nunca es camino recto y llano. Siempre es cornisa de montaña, sendero de cabras. A los que hablan de barbaridades que las hubo siempre, se sabe cuál es su espúrea intencionalidad. Son trágicas nubes que intentan no dejar ver la Luz. Acá la única verdad en la aplicación de la ley por la justicia. «Salus Publica, Suprema lex est». A esta sentencia se le ha querido dar varias interpretaciones pero en lo que se refiere a la sociedad es la moral, sin atenuantes, en extensión y profundidad, con plena publicidad, justicia y equidad. Sin ello solo hay relativismo jurídico al más rancio estilo totalitario y lo que es peor relativismo moral. Fiat Iustitia Pereat Mundo. Así debe ser. Es lógico pues sin justicia concreta, «de carne y hueso», no puede existir la sociedad de los hombres ni tampoco la esperanza con la caridad al prójimo. Honestamente disiento. Nada debe ocultarse. Todo a la luz por más lacerante que sea. A todos nos sobra dignidad. Nadie quiere ayuda menos la miseria moral del subsidio. Lo indigno es hablar de ayuda y no del DERECHO porque este tipo de deuda y ofensas comprende cumplir con lo dicho en el Sermón de la Montaña. Nadie tiene que perder lo que en recta conciencia tiene ni menos lamentarse, pues le pregunto al Señor Profesor si es que no tengo DERECHO a saber dónde está enterrado mi hermano, don Vicente en Teruel, a analizar jurídicamente los expedientes del proceso incoado a mi señor padre Don Vicente. A las horribles muertes dadas a mis Señores tíos Don Elías en Lumbrales y Don Luis en Hervás. ¿Quién los acusó, que calidades de pruebas se emplearon para ordenar sus muertes tan absurdas? Quiero y exijo por mi honor y mi honra saber la Verdad. Todo lo que se diga, no me interesa. ¡¡Qué mala conciencia es aquélla que calla!! No quiero la polémica. Sólo decir que en 1949 con 14 años llegué a esta bendita patria de adopción que es la Argentina. Aquí planté un árbol, me casé y tengo tres hijos amantísimos y un nieto. Trabajé desde que bajé del barco y estudié en la Universidad de Buenos Aires a la par y sin ninguna diferencia con los argentinos. En España, ¿siendo republicano por convicción y tradición hubiera podido hacer lo mismo?. Siempre historia y memoria a nuestro alrededor. Respeto a todos y soy católico, apostólico y romano practicante pero no hombre de Iglesia. ¡Sólo la verdad nos hará libres!!!. No hay nada que me mueva como crítica cerril hacia la exposición del Profesor Moradiello. Soy argentino desde hace muchos años, sin embargo siento el lacerante dolor de mi España, mi eterna acompañante.
* Benjamín García Holgado. Doctor en derecho y ciencias sociales UBA. Doctor en filosofía y letras (historia) UBA. Licenciado en sociología. Profesor consulto titular de historia económica de la Universidad de Buenos Aires.
Nota:
(1) http://www.almendron.com/politica/pdf/2005/spain/spain_3258.pdf