La reforma de la Constitución Española (CE) es imprescindible, aunque no suficiente. Defender la reforma de la C.E. no significa, necesariamente, defender o valorar positivamente dicha constitución ni tampoco valorar positivamente cualquier reforma. La C.E. es producto de un acuerdo adoptado sin libertad, transparencia ni participación popular, mediante un conciliábulo basado en el secretismo y […]
La reforma de la Constitución Española (CE) es imprescindible, aunque no suficiente. Defender la reforma de la C.E. no significa, necesariamente, defender o valorar positivamente dicha constitución ni tampoco valorar positivamente cualquier reforma.
La C.E. es producto de un acuerdo adoptado sin libertad, transparencia ni participación popular, mediante un conciliábulo basado en el secretismo y bajo la atenta vigilancia de los militares franquistas. El pluralismo político, consentido de mala gana, vive en precariedad permanente (el ministro de Marina de la época, Pita da Veiga, dimitió por la legalización del PCE en la Semana Santa de 1977). El 23-F-81 estuvo a punto de prosperar un golpe de estado militar que ponía el reloj a cero respecto al día de la muerte de Franco (20-N-1975) y comienzo de la transición. El verano de 2002, el Tribunal Supremo certificó la ilegalización de Batasuna, tras la aprobación parlamentaria por PSOE y PP de una nueva ley de Partidos Políticos.
Defender la reforma constitucional no significa, necesariamente, actualizarla y protegerla para garantizar su continuidad, sino hacer explícito el rechazo a sus contenidos injustos, antidemocráticos y legitimadores de la mudanza de los políticos, jueces, empresarios, militares, curas, policías, cátedros y plumíferos, con Juan Carlos de Borbón a la cabeza, desde el edificio del Estado capitalista de Franco al edificio del estado capitalista de Juan Carlos de Borbón.
Por lo tanto, no es posible una verdadera democracia con esta Constitución. Pero proponer reformas realmente democráticas o, lo que es lo mismo, una nueva constitución sin un movimiento constituyente es poner el carro (la Constitución) delante de los bueyes (la conciencia y la fuerza de la participación popular).
El fundamentalismo constitucional no solo consiste en rechazar cualquier propuesta de reforma, realmente democrática sino también en el hecho de identificar cualquier propuesta de reforma con el apoyo al conjunto de la Constitución, sin más excepción que la parte que debe se reformada.
Una de las bases de la continuidad del franquismo es el suicidio de la izquierda como movimiento popular constituyente. La superación del franquismo exige la reconstrucción de la izquierda que, a su vez, no se producirá sin una masiva confrontación con la injusticia, la inseguridad y la ilegalidad masivas que ampara la actual Constitución. Un subproducto de esta movilización por la seguridad de tod@s, la democracia y las libertades, será la reforma de la Constitución, cuya profundidad será acorde con la del movimiento popular que la haga posible.
La ruptura democrática aún está pendiente
No a la Constitución monárquica.
Por la III República.
Por el derecho de autodeterminación
MEMORIA, DIGNIDAD Y LUCHA
Este texto forma parte de un libro en preparación: «Constitución(es), autodeterminación(es) y movimiento antiglobalización
* Agustín Morán es miembro del CAES