La manifestación convocada el 23 de mayo por Falange, emulando las propuestas de limpieza étnica de otras extremas derechas en la UE, muestra que la radicalización del partido de Abascal ya tiene consecuencias en la calle.
Vox ha pisado a fondo el acelerador de la radicalización. Desde su irrupción en el panorama político español, el partido de extrema derecha no ha parado de tantear diferentes vetas discursivas, siempre desde el populismo autoritario y ultranacionalista, pero nunca se había alineado con tanta claridad como ahora con posiciones directamente neonazis. Un ligero vistazo a su recorrido permite ver los cadáveres del pin parental, la cruzada contra la UE, las acusaciones de golpe de Estado o el negacionismo climático, entre otras muchas apuestas. Ninguna generó la tracción suficiente y se fueron buscando otros argumentarios sin terminar de abandonar los anteriores, que se han ido acumulando en un corpus ideológico grotesco. Hasta que llegó la cuestión migratoria, y más específicamente la islamofobia. Bingo.
La formación liderada por Abascal ha volcado toda su estrategia de comunicación en propagar por España el término de moda entre los movimientos neonazis europeos: la remigración. Lo ha hecho con su equipo de propagandistas a sueldo, pero también desde los propios canales oficiales del partido. El resultado, muy notorio en la normalización del racismo más crudo, ya se está viviendo en las calles: el pasado viernes, 23 de mayo, Falange Española convocó una manifestación encabezada por una pancarta en la que se leía “Remigración”. En términos de afluencia no fue, ni mucho menos, exitosa, pero el mero hecho de que estuviese autorizada y de que sus asistentes fuesen, principalmente, personas muy jóvenes, dice mucho de la amenaza que supone el fascismo. Otros grupos como Núcleo Nacional, directamente vinculado a Vox, siguen la misma línea; en este caso, han convocado a sus secuaces el próximo 7 de junio, en Madrid. “¡Remigración!”, dice el tuit en el que se anuncia.
El movimiento neonazi resurge en Europa al son de la remigración
El sábado 17 de mayo, la policía italiana reprimió con violencia las protestas de movimientos antifascistas que trataban de impedir la celebración de Remigration Summit, un evento que reunió a algunas de las principales figuras del supremacismo blanco en Europa alrededor del concepto que está dando alas a su odio racista: la remigración.
En líneas generales, la propuesta anima a los Estados europeos a expulsar a todas aquellas personas que no hayan nacido en la UE y a sus descendientes, llegando incluso a mencionar las terceras generaciones. Especialmente, y esto se dice de forma explícita, en el caso de la inmigración procedente de países con mayorías musulmanas. Por muchos matices que intenten introducir sus defensores –nivel de integración, situación laboral, antecedentes, etc.–, la remigración no es más que un eufemismo de limpieza étnica.
La convergencia de varias crisis –económica, climática, migratoria…– ha sumido a las grandes mayorías de la UE en la precariedad, en el sentido más amplio del término. Hay una pérdida de poder adquisitivo y un descenso en la calidad de vida a nivel material, pero también faltan certezas, y es precisamente en esa incomodidad, en esa ausencia de horizontes, donde la extrema derecha ha plantado su semilla del odio: todo es culpa de los migrantes pobres. Islamización de Europa, reemplazo demográfico, plan Kalergi… teorías disparatadas que siempre habían quedado reducidas a la marginalidad de grupúsculos neonazis y que ahora tienen presencia en parlamentos, redes sociales, medios de comunicación de masas y, cada vez más, en la conversación pública.
La cumbre del 17 de mayo, en el municipio italiano de Gallarate –originalmente iba a celebrarse en Milán, pero el alcalde, Giuseppe Sala, se opuso–, culmina un camino que tiene uno de sus hitos fundacionales en noviembre de 2023, en Potsdam, Alemania. Allí, el hotel Landhaus Adlon acogió una reunión del llamado Foro de Düsseldorf, grupo que congregó a ideólogos neonazis, representantes del partido de extrema derecha alemán AfD y empresarios con ganas de financiar la ofensiva ultra en Europa. El objetivo, según cuenta el consorcio de investigación Correctiv, no era otro que trazar una estrategia para “solicitar dinero a empresarios acaudalados que quieran apoyar alianzas de extrema derecha en secreto”.
En una de las invitaciones, los organizadores anunciaban la existencia de un “plan maestro” que iba a ser presentado, “ni más ni menos”, por Martin Sellner, líder del movimiento identitario –otro eufemismo– en Europa. Ese plan maestro gira en torno al concepto de remigración, que centró toda la atención durante el fin de semana que duró el encuentro de Potsdam. Hoy, casi dos años después, acaba de celebrarse la primera edición de Remigration Summit –en castellano, Cumbre de la Remigración–, con Sellner como principal impulsor. La idea ha cuajado.
Vox no quiere dejar pasar el tren neonazi
El proceso de radicalización de Vox se sustenta, principalmente, en dos patas. La primera sigue la senda del mencionado resurgir neonazi en Europa, al que la formación de Abascal ha intentado engancharse con un endurecimiento brutal de los discursos islamófobos y su posicionamiento como eje ideológico del partido. La segunda tiene que ver con un patriotismo social del todo afín a las ideas fascistas, en el que se articula una suerte de preocupación por dar una vida mejor al pueblo con una idea supremacista, excluyente y violenta del concepto de “patria”.
El núcleo irradiador de este giro filonazi está en el sector catalán, liderado ideológicamente por Jorge Buxadé e Ignacio Garriga. Desde allí se fueron marcando las pautas que provocaron, primero, una crisis interna que reorganizó las filas del partido –las expulsiones de Macarena Olona e Iván Espinosa de los Monteros son quizá su huella más evidente–; y, después, el viraje hacia posiciones de un extremismo galopante, que hoy empieza a materializarse en consecuencias tan peligrosas como la aparición de grupos neonazis directamente vinculados a Vox, véase Núcleo Nacional.
La islamofobia como mantra
“No me arrepiento de haber estado en la Falange, pero sí de haber sido militante del PP”. Es difícil resumir mejor el posicionamiento político de Buxadé que con esta frase pronunciada, precisamente, por él. Radicalmente instalado en las trincheras más fascistas de la ultraderecha, cuenta con vínculos estrechos con el fundamentalismo religioso: además de ser cercano al Opus Dei, presidió el Foro Catalán de la Familia, entidad que agrupa a asociaciones como Hazte Oír Cataluña. Este perfil ultracatólico rima a la perfección con una de las obsesiones de los identitarios europeos: la pérdida de la tradición cristiana por culpa de la multiculturalidad. Además, Buxadé se desempeña como eurodiputado desde 2019. Todo encaja.
Ignacio Garriga comparte con él algunos vínculos, como el Opus Dei. También la deriva de su actividad en redes sociales, que se ha ido centrando en la cuestión migratoria con una intensidad obsesiva. En el momento en que se escriben estas líneas (20 de mayo), el perfil de Twitter de Jorge Buxadé muestra cinco publicaciones que relacionan directamente inmigración musulmana con delincuencia solo en las últimas 24 horas; por su parte, en el muro de Garriga hay tres posts sobre esta cuestión –también en las últimas 24 horas–, entre los que destaca uno en el que el secretario general de Vox menciona de forma explícita uno de los mantras del supremacismo blanco, la “sustitución demográfica”. El tuit fijado de Garriga, presente en lo más alto de su perfil desde hace más de cinco meses, es también islamófobo.
Si bien esta dupla marca el paso desde sus posiciones preeminentes, la gestión operativa del aparato propagandístico del partido corre a cargo de Manuel Mariscal. Diputado por Toledo desde 2019, la cara de Mariscal se ha ido haciendo reconocible en los últimos años por sus intervenciones. En ellas no duda en defender el franquismo, al que definió como “una etapa de reconstrucción, de progreso y de reconciliación”; también trata de llevar a las instituciones ciertos códigos utilizados por la extrema derecha online, como el término “jovenlandia”, y lanza guiños a algunos de los perfiles digitales más radicalizados. Pero Mariscal lleva mucho más tiempo actuando fuera del foco. Concretamente desde 2016, cuando entró en un Vox todavía en formación para trabajar en la estrategia de comunicación del partido.
Casi una década después, su actividad ha generado una gran red digital de usuarios al servicio de Vox que están remando con fuerza en este proceso de acercamiento al supremacismo europeo. Se hacen llamar el Team Facha.
Una de sus cabezas visibles demuestra que, en este caso, utilizar el término “radicalización” en referencia a la ultraderecha sí está justificado: no se está diciendo que antes no fuesen radicales, sino que han alcanzado cotas de extremismo insólitas. Un ejemplo podría ser tener las siglas AHTR –“Adolf Hitler tenía razón”– como descripción del perfil; otro, publicar una foto de Hitler en un canal de difusión de Telegram con la frase “Algunos hombres buenos”. Aunque quiso ocultar su identidad real detrás del pseudónimo ‘Españabola’, hablamos de Pau Ruiz, un joven a sueldo de Vox como asesor en el Parlament catalán y cercano a Ignacio Garriga.
En su cuenta de Twitter se pueden encontrar diversas menciones a la remigración, que él define como “la palabra de la década” y que sitúa ya “en el mainstream de España”.
Otro de los nombres más destacables del Team Facha es el de Pablo González Gasca, mano derecha de Manuel Mariscal en las estrategias de comunicación de Vox. Su perfil es del todo coincidente con la senda marcada por el partido: se trata de un joven abiertamente fascista con un discurso muy centrado en la islamofobia y amplios vínculos con movimientos neonazis a nivel europeo. González Gasca vivió durante una etapa en Polonia, donde estrechó lazos con la organización polaca de extrema derecha Konfederacja.
Habla de forma explícita de remigración e incluso difunde acciones de grupos fascistas como la asociación Alfonso I, que colocó un cartel con la palabra “Remigration” en Burgos.
Su vinculación con Vox es aún más evidente que la de Pau Ruiz. A nivel personal, existen pruebas de su relación con Abascal ya en agosto de 2017, pero además su intensa labor de propaganda en redes sociales está pagada, directamente, desde la formación neonazi. En enero de 2024, El Español definía a González Gasca como “responsable de marketing digital” de Vox.
Todo apunta a que es uno de los principales encargados de establecer alianzas con las extremas derechas europeas. Su importancia dentro del partido quedó patente cuando se le confió el discurso de apertura del evento Europa Viva 24, que reunió a algunas de las figuras más relevantes de la internacional ultra. De nuevo, la postura europeísta está omnipresente en la actividad de Vox. Y en la de González Gasca, habitual en los encuentros organizados por ECR –el eurogrupo de los de Abascal antes del cambio a Patriots.EU–, siempre de la mano de Jorge Buxadé. También acudió al Transatlantic Patriot Summit IV, organizado por entidades clave de la ultraderecha como CitizenGO o Heritage Foundation.
Todo esto puede resumirse en una sola fotografía: Pau Ruiz, Pablo González Gasca, Arturo Villarroya –otro integrante del Team Facha– y Jorge Buxadé celebrando, desde la misma sede de AfD en Berlín, los buenos resultados de la formación alemana en las elecciones federales de febrero de 2025.
Alimentando a las bases neonazis
Si la trayectoria de González Gasca representa la decisión de Vox de subirse al tren islamófobo de la identidad europea, su retórica advierte sobre los intentos de generar una red asociativa de extrema derecha que atraiga a la población española blanca, con especial atención en las personas jóvenes. El mejor ejemplo de este enfoque pudo verse en los días posteriores a la catástrofe de la DANA, cuando los ultras instrumentalizaron y manipularon el “solo el pueblo salva al pueblo” para promocionar su patriotismo excluyente y golpista.
La herramienta más valiosa de Vox en este sentido es Revuelta, organización dependiente del partido de la que González Gasca es fundador y uno de sus líderes. El manifiesto con el que se presentaron en sociedad fue subido a internet con su cuenta personal de Google, y también fue él quien firmó los documentos en los que se pedía permiso a la Delegación del Gobierno de Madrid para llevar a cabo la que hasta ahora es su acción más relevante: las concentraciones en Ferraz contra la amnistía de finales de 2023. Aquello ya dio muestras de que alrededor de Vox estaba empezando a tejerse una red organizativa que amenaza de forma directa la democracia española.
El puzle asociativo se va completando con piezas como Jordi de la Fuente. Muy cercano al Team Facha, el que fuese dirigente del partido neonazi MSR, actualmente a la espera de juicio por asaltar un centro de menores, ha ido construyendo su camino siempre cerca de Ignacio Garriga. En 2023 se convirtió en presidente de Vox en la Diputación de Barcelona, y hace tan solo unos meses, en marzo de 2025, se hizo con el mando de Solidaridad, el sindicato con el que la formación ultra busca instalar su odio en las clases trabajadoras.
Otro de los nombres a tener en cuenta es el de Carlos Hernández Quero. Diputado por Málaga, es sencillo encontrar muchas interacciones con el Team Facha en sus redes sociales. Desde una fotografía con De la Fuente hasta menciones constantes desde perfiles como Españabola, pasando, claro, por una intensa presencia de vídeos de sus intervenciones en las cuentas oficiales del partido. En ellas, aprovecha la enorme preocupación en torno a la crisis habitacional para desplegar una narrativa aparentemente en defensa de la vivienda pública en la que cuela mensajes racistas. Su reciente nombramiento como portavoz nacional de Vivienda le coloca en una posición privilegiada, ya que representa a Vox en la que es, quizá, la cuestión con mayor presencia en las agendas política y mediática.
El último ejemplo es Diego Fernández de Eribe. Fue candidato de Vox en Ávila en 2023 y trabajó para CitizenGO entre noviembre de 2024 y febrero de 2025, según su perfil de LinkedIn. Su actividad propagandística es escasa, casi inexistente, pero sí puede comprobarse que ha acudido, al menos, a un campus de ECR en el que estaban presentes Jorge Buxadé e Ignacio Garriga. Fernández de Eribe preside Alternativa Estudiantil, asociación centrada en los y las estudiantes que también hace campaña explícita por la remigración en sus redes sociales, mientras da muestras de acercamiento a organizaciones europeas como La Cocarde Étudiante –sindicato estudiantil francés de extrema derecha– o NSV! –también un sindicato de estudiantes, en este caso neerlandés, volcado absolutamente en la remigración y que invitó a Martin Sellner a instruir a sus integrantes–.
Para más señas, Diego Fernández de Eribe tiene vínculos estrechos con el portal de agitación ultra HerQles, cuya desinformación está omnipresente en los perfiles de todas las personas mencionadas anteriormente. Es el instrumento mediático por excelencia de esta ofensiva islamófoba y, como no podía ser de otra forma, también está muy activo en la implantación del concepto de remigración.
Agitar el odio visceral contra una parte muy vulnerable de la población mientras, en paralelo, se ponen en marcha redes asociativas basadas en ese mismo rechazo racista y violento solo puede terminar de una manera. De momento, la organización neonazi Núcleo Nacional, surgida al calor de las concentraciones en Ferraz convocadas por Revuelta –es decir, por Vox–, ya está instigando machaconamente a sus seguidores a agredir a inmigrantes por la calle. El cierre de uno de sus vídeos no podía ser otro: “Arriba España y arriba Europa”, acompañado de un saludo nazi.