Repsol y el Gobierno de España han lanzado una ofensiva en busca del petróleo acumulado bajo el fondo marino entre Canarias y el Sahara. Se trata de un proyecto que data del año 2001 y que quedó en suspenso temporal tras la oposición de las instituciones insulares de Lanzarote y Fuerteventura y, sobre todo, por […]
Repsol y el Gobierno de España han lanzado una ofensiva en busca del petróleo acumulado bajo el fondo marino entre Canarias y el Sahara. Se trata de un proyecto que data del año 2001 y que quedó en suspenso temporal tras la oposición de las instituciones insulares de Lanzarote y Fuerteventura y, sobre todo, por la respuesta ciudadana de ambas islas. Ahora, con un ministro canario haciendo de Moisés, Repsol espera que se le abran las aguas.
Soria, ministro de Industria, Energía y Turismo, es un personaje clonado de Aznar tanto en su forma como en contenido. Pero, como aquél, tiene una gran virtud: no se anda con rodeos. Su amor por la energía nuclear y por los combustibles fósiles es tan grande como su aversión a las energías renovables. Si en España existiese un Tea Party él estaría sirviendo las tazas. De hecho es a eso a lo que se dedica, a servir a los intereses de las grandes empresas del sector energético con capital español. El 16 de febrero Soria fue la estrella invitada por Repsol al Hotel Ritz de Madrid, justo en medio de la polémica generada por su apoyo a las prospecciones de la compañía en nuestras aguas. Repsol tuvo a bien agasajar a su mamporrero en el hotel Ritz con un menú canario. Parece un chiste, una escena que sería el deleite de la caverna periodística española si el invitado fuese Chávez y el presidente de Irán le ofreciera unas arepas.
Más reciente es la visita de urgencia que el ministro energético ha realizado a Argentina donde Repsol estaba amenazado con una posible renacionalización. Repsol, recordemos, se hizo con YPF -la empresa pública de hidrocarburos argentina- gracias a las políticas impuestas por el FMI y BM que, bajo el argumento de poner en orden las cuentas de aquél Estado, desmantelaron el sector público argentino, regalándoselo al sector privado de capital extranjero. Soria ha explicado que viajó a Argentina a «defender los intereses españoles», como si Repsol fuese una defensora de los intereses de los españoles y no de su accionariado.
Con todo, como en casi todas las acciones que está llevando a cabo el Gobierno del PP, la labor de Soria es sólo una continuación de la iniciada por el PSOE. En el año 2006 el ministro de Asuntos Exteriores de España, Miguel Ángel Moratinos, acompañó al presidente de Repsol, Antonio Brufau, a defender «los intereses españoles» a Guinea Ecuatorial. La recompensa fue la firma de contratos millonarios; la contrapartida fue una visita de Obiang a España a devolver la cortesía y el silencio institucional y mediático ante la violación sistemática de los derechos humanos en el país africano. A partir de ahí Brufau y Moratinos se hicieron compañeros de viaje inseparables: juntos acudieron a Kazajstán, Uzbeskitan, Turkmenistan y Venenzuela. Y juntos firmaron sensacionales contratos de cooperación técnica y científica en «defensa de los intereses españoles» con algunas dictaduras de países que difícilmente la mayoría de los españoles serían capaz de ubicar en un mapa.
En el año 2011 Repsol obtuvo unos beneficios oficiales de 2193 millones de euros. En los años precedentes sus tasas de beneficios fueron aún mayores. A pesar de ello Repsol ha sido recientemente beneficiada con una subvención otorgada, ni más ni menos, que por la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo. Es decir, una empresa que en el año 2010 reconoció unos beneficios superiores a los 4000 millones de euros será subvencionada con 150.000 euros (obtenidos de nuestros impuestos) como si se tratara de una ONG sin ánimo de lucro. El dinero irá destinado a la realización de proyectos en la denominada zona de influencia en la amazonía de Ecuador donde Repsol lleva años expoliando los recursos naturales, desarticulando a las comunidades indígenas, impulsando el etnocidio y contaminando a la naturaleza y a las personas.
Las actividades de Repsol en Latinoamérica son bien conocidas, sobre todo por los pueblos que las sufren. Los desastres medioambientales y la violación de los derechos humanos que acontecen en Ecuador, gentileza de Repsol, se repiten en Bolivia, en Perú, en Colombia o en Argentina. La trascendencia de sus desastres es ocultada sistemáticamente por los medios de persuasión de masas. Ninguna noticia crítica con la compañía (salvo a las que se refieren a las luchas por el poder de sus grupos accionariales) es publicada ni emitida. Los medios periodísticos empresariales obtienen mayores ingresos por publicidad que por la venta de sus productos y Repsol (y la Caixa, uno de sus principales accionistas) es una importante fuente de financiación. En un mismo espacio de falta de ética elemental confluyen una multinacional que mata, un periodismo que silencia y los Gobiernos que trabajan para que la compañía encuentre expeditos los territorios donde esquilmar.
Esta criatura inmoral ha puesto sus ojos en las aguas canarias y saharianas. Las cuadrículas donde se realizarán las prospecciones distan, en algunos casos, a sólo 10 kilómetros de las costas de Fuerteventura. En abril del año 2010 una plataforma gestionada por la British Petroleum reventó en el Golfo de México. Durante 86 días el petróleo y el gas fueron derramados al océano, aproximadamente 800.000 metros cúbicos, en el mayor derrame de hidrocarburos al mar que ha conocido la humanidad. Las características de la explotación petrolífera en el Golfo de México es similar a la que se pretende instalar cercana a las costas de Lanzarote y Fuerteventura. La profundidad hasta el suelo marino ronda, en ambos casos, los 1600 metros. A esto se añade la perforación del suelo marino hasta llegar a la bolsa de petróleo, entre 1500 y 2000 metros más. En caso de accidente las posibilidades de taponar el vertido pudiera significar, como en el caso del Golfo de México, un trabajo de cerca de tres meses y las consecuencias del derrame durarían aún un tiempo de difícil cuantificación. A nadie, incluso a Soria, se le puede escapar las consecuencias que podría tener para un territorio cuya actividad productiva se limita al turismo y que obtiene toda el agua de consumo ciudadano a través de la desalinización del agua de mar.
Sobran pues argumentos éticos, medioambientales y sociales para ofrecer resistencia a Repsol y a su consejo empresarial en la sombra encabezado, ahora, por un ministro canario que defiende los intereses de su multinacional por encima de todas las cosas y por debajo de todas las aguas.
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