Una mujer con gafas de sol y emoción contenida mira en silencio cómo limpian con sumo cuidado y mimo los restos que podrían ser de su abuelo. Se encuentra de pie, silente, al filo de la cuarta fosa común que exhuman en Monte Estépar, un lugar inhóspito a 20 kilómetros de Burgos donde se cree […]
Una mujer con gafas de sol y emoción contenida mira en silencio cómo limpian con sumo cuidado y mimo los restos que podrían ser de su abuelo. Se encuentra de pie, silente, al filo de la cuarta fosa común que exhuman en Monte Estépar, un lugar inhóspito a 20 kilómetros de Burgos donde se cree que pueden yacer más de 300 represaliados republicanos fusilados entre julio y octubre de 1936 mientras era gobernador civil el general Fidel Dávila Arrondo.
El pequeño promontorio situado cerca de los pueblos de Estépar y Quintanilla era el lugar en el que asesinaban a sangre fría y con premeditación a todo aquel sospechoso de no ser afecto al bando nacional y portar el gen rojo. En los terrenos yermos, adornados con algunos árboles que vigilan los restos, descansan agolpadas las personas que llegaron a esas tierras en sacas provenientes de falsas liberaciones de la prisión de Burgos, o de paseos que la Guardia Civil y las brigadas falangistas hacían en los pueblos cercanos a la colina.
La exhumación de la fosa está promovida por la Coordinadora Provincial de la Memoria Histórica de Burgos en colaboración con la Sociedad de Ciencias Aranzadi, presidida por el antropólogo Francisco Etxebarría, que es el encargado de dirigir los trabajos.
La excavación de los restos se ha financiado gracias a un crowdfunding y el apoyo de un colectivo de artistas llamado Espacio Tangente, que con una exposición logró los fondos necesarios para retomar las excavaciones en el Monte de Estépar.
Lourdes Sánchez, presidenta de la Coordinadora, se lamenta de que los fondos logrados, a pesar de haber sido un éxito, harán muy difícil que los restos recuperados puedan ser identificados y entregados a las familias para que les den el final digno que consideren. Los trabajos de identificación son muy costosos y de una dificultad extrema teniendo en cuenta que las exhumaciones se hacen a petición de 30 familias y en las fosas se estima que puede haber más de 300 cuerpos, de los que se han recuperado tan sólo 70.
Las excavaciones en el Monte Estépar comenzaron el pasado verano, allí se localizaron cuatro fosas pero sólo pudieron levantarse tres. La excavada esta Semana Santa es la que quedaba sin abrir. En 2014 se recuperaron 70 cuerpos, todos ellos de varones. En la exhumada este viernes no se sabrá cuántos cuerpos puede haber hasta que finalicen los trabajos. Lourdes cuenta a La Marea que cuando comenzaron el jueves, se vislumbraban siete cuerpos. Un día después, ya pueden ser 17.
La disposición de las fosas hace pensar a los investigadores que Monte Estépar era el lugar elegido para un plan sistemático de eliminación de los ciudadanos más progresistas de la región. Lourdes Sánchez considera, muy a su pesar, que no podrán levantar todas las fosas que saben que existen en el lugar porque se han removido las arenas para trabajos de construcción y una cristalera que había cerca de la zona.
En una de las áreas donde se sabe que hubo fusilamientos se usaron las tierras para la construcción de la carretera de Valladolid a Burgos en los años 80, a pesar de que durante las labores de movimientos de tierras se encontraron huesos. Se desconoce qué se hizo con los restos hallados. Pueden haber sido destruidos o formar parte de la autovía que une las dos ciudades castellano-leonesas.
Entre los represaliadoss en Monte de Estépar se encuentran personajes conocidos de la región como el músico y compositor que dirigía el Orfeón de Burgos, Antonio José Martínez Palacios, que fue asesinado el 7 de octubre de 1936 junto a otras 23 personas mientras cogía la mano de su amigo Antonio Pardo Casas, que era director de la revista Burgos Gráfico.
Su hermano, Fernando Pardo Casas, de 92 años, contaba hoy a los compungidos asistentes que escuchaban su relato, cómo de niño su madre le contó lo que ocurrió aquella fatídica noche en la que se llevaron a Antonio: «Había un ambiente muy crispado y mucho enfrentamiento… Llamaron a la puerta dos guardias civiles con mosquetones. Ella ya estaba con el temor de que iba a ocurrir algo fatídico y nos contaba que tenía la tentación mental de coger un mosquetón y acabar con ellos porque sabía lo que harían con su hijo».
El hermano de Fernando fue llevado a la cárcel de Burgos y estuvo interno unos dos meses. Ellos nunca supieron cuál fue el destino de su familiar porque jamás nadie les notificó su muerte. «Yo no busco odio, sólo quiero enterrarle», así acabó el relato Fernando Pardo entre sollozos, propios y también de aquellos que escuchaban la súplica de justicia del hermano del represaliado.
Las vainas de los rifles Mauser que los miembros de Falange Española usaron para acabar con la vida de Antonio, Fernando y sus 22 compañeros han sido halladas junto a los restos de los cuerpos que yacen sin nombre uno encima de otro, sepultados por años de olvido y desprecio, hasta que la lucha de gente anónima ha recuperado una parte de la dignidad que quisieron arrebatarles aquellas noches frías de 1936 en los páramos de Burgos.
Galería fotográfica: http://disopress.com/gallery.php?mode=all&id=MjUyMTEzMWU2ZjI5Nzc=&page=1
Fuente: http://www.lamarea.com/2015/04/04/rescatados-del-olvido-de-la-fosa-comun/