En el año en el que el gobierno nos cuenta el cuento de que la crisis se encamina hacia su recta final, Rafael Calero Palma publica Un mundo lleno de canciones de amor espantosas (Editorial Alhulia, 2014), un libro de relatos que comenzó hace unos 10 años, fecha aproximada en la que escribió el primero. […]
En el año en el que el gobierno nos cuenta el cuento de que la crisis se encamina hacia su recta final, Rafael Calero Palma publica Un mundo lleno de canciones de amor espantosas (Editorial Alhulia, 2014), un libro de relatos que comenzó hace unos 10 años, fecha aproximada en la que escribió el primero. Por aquel entonces ya empezábamos a vislumbrar algunos que algo no debía funcionar bien, que algo inevitable estaba por llegar, y llegó eso que se ha dado en llamar «crisis económica» y que algunos de nosotros no concebimos más que como una gran estafa. Una bomba de relojería que el neoliberalismo económico nos fue preparando, sin prisa pero sin pausa, con esa paciencia que se gastan los que están acostumbrados a acometer negocios. Transacciones en las que se hace imprescindible coger desprevenido a todo el que tenga intereses en ellas. Como nos cogieron a todos, los ciudadanos comunes y corrientes, se entiende.
En este contexto, lo que nos ofrece Rafael Calero Palma en este libro son 12 relatos hechos a pie de calle, configurados como estampas del día a día de nuestra colectividad, suspiros de esta España triste y en crisis. Estos 12 relatos se presentan como síntomas de un cáncer colectivo, como células malignas instaladas en las metástasis cotidianas.
Sin embargo, estas crónicas no se configuran como apuntes realistas, sino que cada uno de ellas resulta siendo una especie de composición de la realidad. Como un camino para captar lo que se nos escapa en la pura noticia del periódico o de los informativos de la televisión. Y lo que se nos escapa es eso intangible que Rafael Calero recupera para nosotros: los miedos, las tristezas, las incertidumbres, la soledad, la mansedumbre ante las injusticias, la sensación de lo inevitable, el desapego del malvado y su indolencia ante la desgracia ajena, la ingenuidad del bonachón y su torpeza para evaluar su propia situación de desamparo.
Pero la narración va más allá de la acción y de la trama, va más allá de la anécdota o de la historia contada: nos está hablando de la fragilidad de la condición humana, de hasta qué punto son precarios y efímeros los acontecimientos de nuestra vida, de hasta qué punto lo somos también nosotros. Precisamente por eso, en ellos, aunque nos pueda parecer en ocasiones que no pasa gran cosa, lo que está pasando es lo único que puede pasar, la única realidad, que diría Ortega. Lo que pasa es la vida misma, la vida en su aquí y ahora. En un tiempo y un espacio, en una circunstancia. Es el mundo en el que el sujeto de la narración está instalado, parte del cual es nuestro mundo también. Nuestra cultura, nuestra historia, nuestra sociedad. Pero más aún, es el alma del propio sujeto de la narración lo que se nos muestra, sus capacidades psicológicas, su carácter, sus proyectos, propósitos circunstanciados y anclados en la realidad difícil de una sociedad en descomposición.
Por todo ello, si uno es español y vive en el 2014, entonces inevitablemente el relato de Rafael Calero Palma te toca el corazón, porque Rafael ha sido capaz de describir con su palabra el universo de un país en deconstrucción. Sus palabras van dibujando, una tras otra, las flores de la crisis. Como notas musicales disonantes y estridentes que te chirrían en el ánimo, como las ovejas negras del rebaño humano en que se ha convertido este país «entre una España que muere y otra España que bosteza», que diría Machado.
Las vidas que se describen son vidas al límite, vidas cumplidas, finitas, como lo que queda cuando no hay esperanza ni confianza alguna. A veces son sueños desechos, como los del inmigrante, a veces sueños consumados que se pudren, como el del parado, a veces sueños tornados en ideales rotos, como el del Camarada de la Guerra Civil. Pero siempre sueños desgarrados, vidas rotas, ilusiones truncadas. Son vidas anónimas y, sin embargo, tan próximas. Perdidas en lo cotidiano, ahogadas en el marasmo del acontecer social, guarecidas en la esquina de la barra de algún bar, ignoradas en la abrumadora impersonalidad de la lista del paro, buscando la salvación y la perdición en el contenedor de basura del supermercado, en la venta de su cuerpo o de su propia alma. En cualquier caso subproductos de un sistema social enfermo que deshumaniza a las personas y avergüenza.
En esta empresa Rafael Calero utiliza un estilo directo, no exento del recurso a lo simbólico, que te va cautivando a medida que pasas página. Y aunque a veces el lenguaje pueda parecernos excesivamente coloquial, este aspecto le da un cierto talante original que refresca la narración y rompe la melodía de su discurso. A lo largo del relato se manifiesta además como un gran conocedor de los personajes digamos «tipo», su modo de pensar, su lógica existencial, su forma de hablar, su perfil afectivo… Y esto incluso cuando el personaje representa el poder sin miramientos a través de una voluntad fría contra los que considera débiles, incapaces e indignos de consideración.
Al contrario de lo que escribe Rafael en su nota final, este no es un libro de ficción, ojalá lo fuese, porque sus historias indagan en las fragilidades ajenas y, creo que, inevitablemente, también en las propias puesto que, al fin y al cabo, son las mismas fragilidades que todos tenemos. Y su objetivo es, ante todo, y como él mismo dice, la crítica y la denuncia social de un sistema esencialmente injusto levantado, sustentado y alimentado de las miserias humanas. Esta empresa, sin duda, es un arte difícil y sigiloso, hasta que ve la luz en este libro.
Os animo, por tanto a todos a que leáis y saboreéis despacio cada relato de Un mundo lleno de canciones de amor espantosas, no sólo porque lo disfrutaréis, sino porque supone un acto de toma de conciencia y de militancia social necesaria contra un sistema inhumano y despiadado, cuyo único absoluto es el Dinero y cuya única norma ética es amarlo sobre todas las cosas.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.