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Respuesta a Antonio Negri

Fuentes:

Respuesta a la entrevista a Antonio Negri realizada en Revista Ñ, Suplemento cultural del diario Clarín (Buenos Aires) del 28 de agosto de 2004 (ver en Rebelión) Quisiera referirme a la alusión de que fuera objeto en la entrevista a Antonio Negri publicada por Ñ el sábado 28 de agosto. En ella éste afirma que […]

Respuesta a la entrevista a Antonio Negri realizada en Revista Ñ, Suplemento cultural del diario Clarín (Buenos Aires) del 28 de agosto de 2004 (ver en Rebelión)

Quisiera referirme a la alusión de que fuera objeto en la entrevista a Antonio Negri publicada por Ñ el sábado 28 de agosto. En ella éste afirma que «Ustedes, por ejemplo, tienen a un señor Atilio Boron, que sostiene que solo a través de la lucha nacional se puede luchar a nivel mundial. Eso es una gran estupidez, un discurso profundamente reaccionario. … Lo que es absolutamente ilusorio es el hecho de poder hacer la revolución o incluso reformas en un sólo país».

Tres comentarios. Primero, jamás dije, ni escribí que solo a través de la lucha nacional se puede luchar a nivel mundial. ¿Cómo negar que es imprescindible combinar ambos tipos de lucha? Es por ello que en lugar de pontificar participo activamente desde sus comienzos en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, ámbito privilegiado de organización y coordinación de las luchas anti-capitalistas y anti-imperialistas a nivel mundial, y en cuyas sucesivas ediciones los activistas e intelectuales latinoamericanos esperamos en vano la presencia de Negri para enriquecer nuestros diagnósticos sobre la situación de la economía mundial y el imperialismo. Lo que constituye un mayúsculo error es el globalismo abstracto de este autor, quien por un capricho del intelecto pronuncia la defunción del estado-nación y la futilidad de cualquier lucha planteada, y resuelta, vía la toma del poder, en ese ámbito. Deslumbrado como Narciso ante el brillo del fantasmagórico imperio imaginado junto a su colega norteamericano, Negri ignora que la resistencia global contra el neoliberalismo y el imperialismo pasa necesariamente por los espacios nacionales. Allí se encuentran las trincheras fundamentales de la dominación del capital, los aparatos represivos del estado y las estructuras ideológicas y culturales que perpetúan la opresión de las clases populares. Ignorar estas «nimiedades» constituye no sólo un gravísimo error de interpretación; es también fuente segura de nuevas derrotas para quienes creemos que otro mundo es necesario y posible.

Segundo: decir que es imposible hacer la revolución o incluso reformas en un solo país revela el empecinamiento del intelectual que cree que las cosas son como él, o ella, las imagina o no son. Descubre también el lado más oscuro del pensamiento de mi crítico al proyectar la imagen reaccionaria y desmovilizadora de un imperio omnipresente, invencible e inexpugnable contra el cual sólo resta confiar resignadamente en la milagrosa eficacia táctica de San Francisco. La historia demuestra la posibilidad tanto de la reforma como de la revolución: pero como no hay teleología en la historia, a veces éstas pueden consolidarse y otras ser derrotadas y aplastadas. ¿No hubo acaso una revolución social en la Comuna de París y, luego, en Rusia, China, Cuba? ¿No resistió la revolución cubana a cuarenta y cinco años de agresiones imperialistas? ¿No fueron las luchas populares las que lograron imponer reformas en las sociedades capitalistas avanzadas a lo largo del siglo veinte, algunas de las cuales han resistido los embates de la «contrarrevolución neoconservadora»? ¿O todo esto fueron espejismos, combatidos sin tregua por la derecha producto de su ofuscación ideológica?

Finalmente, una cuestión no sólo formal sino también sustantiva. Cuando una teoría se defiende con insultos y descalificaciones es porque se trata de una mala teoría. Es comprensible que Negri esté muy enojado, porque sus tesis fueron impiadosamente refutadas por los hechos. El hijo del primer Bush -¡comparado por los autores de Imperio nada menos que con el emperador Augusto!- completó con sus matanzas en Afganistán e Irak, y con su plan de dominación mundial, la tarea dejada inconclusa por su padre, lo que despedazó hasta la última página de ese libro. Pero la frustración y el malhumor de sus autores no los autoriza a faltarle el respeto a sus críticos.

Atilio A. Boron es autor de Imperio & Imperialismo. Una lectura crítica de Michael Hardt y Antonio Negri (Buenos Aires: CLACSO, 2002).