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Retazos del anecdotario de mi permanencia en la empresa «Uralita» (I)

Fuentes: Rebelión

A Carlos García Pozo, en su día mi jefe en “ITECE”, con mi sempiterno agradecimiento, por su, a la postre, honesto proceder.

Obviamente, cuando hice mi ingreso en “Uralita”, firma fabricante de productos de amianto-cemento, ignoraba los letales riesgos del mineral maldito, al igual que sucedía con el resto de, prácticamente, todos mis compañeros, incluidos no pocos de nuestros jefes, casi todos ellos en el extremo bajo del organigrama.

Sí tuve ocasión temprana, en cambio, de tener conocimiento (gracias a las confidencias de mi Jefe de Personal, en la Delegación Comercial de la empresa “Uralita” en Sevilla, y vecino de mi domicilio), de las “hazañas” del virtual propietario, y accionista mayoritario de la firma “Uralita”, el mallorquín Juan March.

Así tuve ocasión de conocer, por ejemplo, su intervención en el apoyo financiero al inicio del régimen franquista, y su intermediación en la contratación del vuelo del avión “Dragon Rapide”, que permitió el traslado del General Franco, desde las Islas Canarias, hasta su “pica en Flandes”, en el territorio del inicio de nuestra guerra civil.

También tuve igualmente conocimiento, del virtual monopolio en la importación de amianto, que, como recompensa de sus servicios a la causa del llamado “bando nacional” de nuestra guerra civil, había obtenido el señor March.

Lo que yo no sabía todavía entonces, era la nocividad del mineral importado, y, por consiguiente, la carga de mortales enfermedades, que de esa forma se atraían a España, con efectos nocivos que se prolongan incluso hasta nuestros días -a pesar de la prohibición-, a causa del amianto que todavía sigue instalado en nuestro país.

También tuve conocimiento, siempre a través de la misma fuente, mi Jefe de Personal y vecino, de cómo el Sr. March situaba, de contrabando, sin pagar la aduana, y en dos puertos españoles distintos, sendos barcos con carga completa de zapatos.

Cuando se subastaban los respectivos decomisos, pujaba por los mismos, a un precio irrisorio, al propio tiempo de que hacía correr la voz, entre los restantes licitantes, de que los zapatos eran todos de un mismo y único pie, el derecho o el izquierdo, lo cual era cierto.

Una vez en poder de los susodichos decomisos, procedía a volver a juntar cada par de zapatos componentes, que ponía a la venta en el mercado español, a unos precios sin posible parangón de competencia, ya que no había pagado ninguna aduana de importación, y al propio tiempo, su puja por la adquisición de ambos decomisos, tampoco le habían supuesto ningún dispendio excesivo, gracias a su maniobra de interesada difusión de la unilateralidad de dichos calzados importados a través de un mismo puerto.

También tuve conocimiento de un rumor, de difícil comprobación, según el cual, el Sr. March, de reconocida anglofilia, durante la Segunda Guerra Mundial, vendía pertrechos de equipamiento bélico, tales como guantes u otras prendas con utilidad para la vestimenta de uso militar, al propio tiempo de que veladamente ponía sobre aviso al bando británico, para que los barcos con la susodicha carga fueran torpedeados y hundidos… mientras que, por su parte, el Sr. March, volvía a ofrecerles a los teutones hacer de proveedor de sucesivas entregas de pertrechos bélicos, sin que el bando alemán se llegara a sospechar el doble juego.

De mis anécdotas en “Uralita”, algunas fueron vivencias personales mías, mientras que otras, por el contrario, correspondieron a mi mero conocimiento.

De unas y de otras, iré dando sucesivo conocimiento, sin ningún orden preestablecido en ello.

Así, por ejemplo, tuve ocasión de que un cliente me firmara un pedido, bajo la inefable rúbrica de -literalmente- “Don Alturo”.

En la Delegación Comercial de “Uralita” en Sevilla -mi centro laboral-, un cliente se sienta frente a mi mesa de trabajo, para ser atendido por mi parte.

Yo me inclino, buscando en el último cajón lateral de la susodicha mesa, en búsqueda de una tarifa y de un catálogo, con lo cual, momentáneamente pierdo de vista a mi cliente.

Cuando me levanto, observo que éste se ha puesto a fumar, habiéndome dejado un cigarrillo encima de mi mesa.

Al propio tiempo de que me disculpo, haciéndole saber que no fumo, hago ademán de devolverle el presunto “cigarrillo”, dándome cuenta (¡Tierra, trágame!) de que, en realidad, no ha habido tal ofrecimiento a fumar yo también, y que el supuesto “cigarrillo” no es tal, sino un pequeño canuto, que se había formado, al enroscarse un trozo de la cinta de papel, de mi calculadora de mesa.

De indudable anécdota cabe calificar los hechos, acaecidos en la fábrica de “Uralita” en Bellavista (Sevilla), de que las chapas onduladas, de amianto-cemento (las popularmente conocidas como “uralitas”), y en la que una tanda de fabricación, en la que la orientación de las ondas de las placas resultó torcida, fuera atribuida por los operarios, a la concordante presbicia del perito encargado de la susodicha fabricación.

Las Delegaciones Comerciales de “Uralita”, mantenían una platilla de montadores de cubiertas formadas por las susodichas placas onduladas, cuyos operarios estaban organizados en cuadrillas, cada una de ellas, dotadas con un perito, técnico a cuyo frente de dirección quedaban encomendados sus respectivos equipos de montaje.

Sucedió, que uno de tales operarios de montaje, todavía inexperto en el desempeño de su labor, montó de forma defectuosa una de tales cubiertas, de forma que la misma presentaba huecos, a través de los cuales se visualizaba el resplandor celestial.

El perito a cuyo cargo estaba la supervisión del inexperto operario de montaje, no tuvo mejor medio de solucionar la situación así creada, que el ordenarle al mismo operario que había originado el entuerto, que rellenara los huecos, con papel de periódicos, apretados en improvisado tapón.

Como quiera que esa “solución” no era sempiterna, al final se produjo la previsible queja del cliente propietario de la cubierta.

Así descubierto el “pastel”, para desprestigio de “Uralita”, que era la empresa responsable del montaje, estuvo en su derecho de despedir al perito, a lo cual procedió de inmediato.

Con motivo de tal suceso, se tuvo conocimiento de cómo el mismo había obtenido su título de capacitación.

Se supo, que los exámenes consistían en una serie de temas, señalizados mediante un respectivo número de identificación, y hasta el momento del examen, no se daba a conocer el número correspondiente al tema seleccionado para la susodicha prueba.

Se llegó a saber en “Uralita”, que el perito despedido por ella, había solventado tramposamente su examen, formando una bolsa con el forro de su chaqueta americana, y depositando en ella los textos copiados de cada uno de los temas, así guardados, en el mismo orden de la numeración de los mismos.

Cada uno de ellos, constaba de una extensión de un único folio.

Llegado el momento del examen, disimuladamente había procedido a la identificación, por recuento, del tema seleccionado para el examen, y sacándolo, lo había lanzado al suelo, pisoteándolo para que en él quedasen varias huellas de pisada.

Los celadores a cuyo cargo quedaba la recogida de los exámenes, al advertir la anomalía, creían que habían sufrido un extravío involuntario, y procedían a incorporar el folio falsificado, juntándolo con los demás, y así dándolo por bueno, con lo que el alumno fullero llegó a obtener así su título de falsa capacitación.

Sin intervención alguna por mi parte, relataré lo sucedido a un compañero de la Delegación Comercial de “Uralita” en Sevilla, quien, al cumplimentar un informe, incluyó en él, la siguiente frase: “Será avalado por su difunto padre”.

Obviamente, lo que el compañero quería realmente decir, se supone que era, que, con los bienes heredados, y una vez cumplimentados los trámites oportunos, dispondría de solvencia suficiente, a efectos de su aceptación como miembro de la red de “polveros”, de distribución de productos de amianto-cemento, fabricados y vendidos por “Uralita”.

Como ejemplo de anécdota personalmente vivenciada por mi parte, relataré lo sucedido, cuando un cliente, atendido por mi parte, y portador de un sobrero tirolés, había depositado inadvertidamente el mismo, encima de las rejillas de salida de los gases de combustión, de un calentador de butano, que, desde primera hora de la jornada laboral, teníamos encendido, cada uno de nosotros, los empleados, frente a nuestras respectivas mesas de trabajo.

Ni que decir tiene que el cliente, cuando fue a retirar el susodicho sombrero tirolés, se lo encontró “jibarizado” y convertido en un amasijo irreconocible de contorsionadas arrugas…

Los comportamientos sexuales, más o menos anómalos, suministran varias de las cargas de reposición del anecdotario aquí invocado.

Así tendremos, por ejemplo, el suceso acaecido en la fábrica de “Uralita” en Bellavista (Sevilla), en el que un operario fue sorprendido, en un recoveco configurado por el apilamiento irregular de los sacos de amianto, abrazado a uno de ellos, masturbándose.

Otro tanto similar, cabe decir, en lo relativo a inclusión en este anecdotario, respecto de un compañero administrativo, “desterrado” a la Delegación de “Uralita” en Mérida (Badajoz), a causa de un conflicto amoroso con la esposa de uno de los jefes de la fábrica de “Uralita” en Bellavista (Sevilla), y quien, a modo de venganza, en cada uno de los volantes de comunicación interna de la empresa, los fechaba como “Mierda”,para después ir tecleando fuertemente, encima, la palabra correcta, “Mérida”, como parte del fechado de cada documento. En eso iba consistiendo, su pírricodesquite.

Por lo que a mí respecta, fui testigo involuntario del comportamiento de un jefe (cuya homosexualidad nos era sobradamente conocida por todos nosotros, sus compañeros de centro de trabajo), y a quien sorprendí, en el almacén de la Delegación Comercial de “Uralita” en Sevilla, y sin yo habérmelo propuesto, cuando le observé, cómo, arrodillado e inclinado frente a un gato, cuyos testículos acariciaba, para, seguidamente, llevar sus dedos a la nariz, inspirando profundamente, para olerlos, con los ojos entornados, y evidenciando visiblemente un estado anímico, de satisfacción y de embelesado arrobo.

¡Arcanos insondables del alma humana!…

Nada de anecdótico tuvieron, en concreto, los tejemanejes de la empresa “Uralita”, para intimidar a sus trabajadores, con la amenaza explícita de un despido colectivo, con motivo de las reivindicaciones de éstos, respecto de las condiciones de seguridad, en el manejo del amianto.

En el caso concreto de la fábrica de “Uralita” en Bellavista (Sevilla), la situación era la siguiente: a diferencia del resto de las fábricas de la empresa, el sindicato predominante, por el número de afiliados, era el de la U.G.T., y era precisamente el sindicato minoritario en ella, Comisiones Obreras, el que abanderaba, prácticamente en solitario, la lucha por la regulación y mejora de las condiciones de trabajo, frente al amianto.

En esa precisa situación, sucedió que hubo uno de los encargados del personal, que cogió una bicicleta, y se dedicó a recorrer sistemáticamente todas las dependencias de la fábrica, arengando y soliviantando a los trabajadores, con el falso rumor de que la fábrica iba a ser cerrada, con la consiguiente pérdida del empleo por parte de todos ellos, a causa de las acciones reivindicativas, frente al amianto.

Se produjo, evidentemente, un amotinamiento en contra de los representantes sindicales de los trabajadores de Comisiones Obreras, que eran los que en solitario abanderaban la lucha contra el susodichoamianto, obligándoles a los susodichos compañeros sindicalistas, afiliados a CC.OO., a un prolongado encierro preventivo, durante varias horas, confinados en los retretes, para evitar ser “linchados” por sus mayoritarios compañeros ugetistas.

Episodios como éstos, se prodigaron en España, contra el técnico de Comisiones Obreras, Ángel Cárcoba Alonso, con amagos de linchamiento del mismo.

Los mismos que después han estado predicando “que los sindicatos no hacían nada contra el amianto”, han sido los que antes habían protagonizado tales comportamientos agresivos, frente al susodicho técnico del sindicato Comisiones Obreras. Ver, para creer.

Mi anecdotario relativo a mi permanencia en “Uralita”, cabe hacerlo extensivo a mi forzado traslado a una filial de la misma, en la que el amianto no intervenía en la fabricación (producción de tejas de hormigón), y a mi permanencia en la misma (la denominada Industrias Transformadoras del Cemento ETERNIT – “ITECE”-).

Con ocasión de dicho traslado, mi contacto telefónico diario, con un compañero de la Delegación Comercial de “Uralita” en Sevilla -siempre era el mismo-, comenzaba invariablemente con una misma broma, que consistía en preguntarle que cómo prefería que le calificase, si de esbirro, de sicario, de mameluco, de cipayo, de cancerbero, de palafrenero, de jenízaro, de mamporrero, etc.

De “anécdota”, de ingrato recuerdo, cabe calificar, en efecto, un intento, afortunadamente fallido, de habérseme despedido de la filial de “Uralita”, imputándoseme falsamente para ello, de un motivo deshonroso, cual habría sido el de un supuesto e inexistente robo.

Gracias a la perseverancia, laboriosa implicación personal, y favorable predisposición de mi jefe inmediato superior en la susodicha filial de “Uralita”, la conjura pudo quedar desbaratada.

Cuando, en su momento, se realizó su contratación, según él, se le hizo bajo el expreso encargo de que lo primero que tenía que hacer, era proceder a mi despido, de la antedicha forma deshonrosa, esto es, por robo.

Él dijo que sí, pero que ello tendría que hacerse bajo la expresa condición, insoslayablemente demanda por él, de que tales instrucciones se le dieran por escrito.

Por supuesto, la contratación se le hizo, pero sin que tal exigencia quedara satisfecha.

Él tuvo también que aguantarme lo suyo, cuando, varias veces, tuvo que soportar, cómo yo me quedaba dormido, mientras que él me estaba hablando, solamente a mí mismo, y en mi directa presencia.

¡Vaya anécdota, ésta!…

Por fortuna para mí, en su respectivo momento, todo vino a suceder, de la manera antes descrita aquí.

Por lo que respecta a mi comportamiento frente a mis compañeros de “Uralita”, diré que siempre hay algo de lo que arrepentirse.

Siempre hubo oportunidad de haberlo hecho sensiblemente mejor.

A fin de cuentas, todos estamos aquí de paso, en el “más acá”, donde, evidentemente, ninguno de nosotros nos vamos a quedar para siempre.

Aquí, en esto, no se presume de ningún anecdotario.

Solamente se exhibe un pudoroso silencio…

Algunos de mis compañeros pusieron algo más difícil esa bonhomía por mi parte.

Así, sucedió que tuve un sueño absurdo, y se me ocurrió contarles el mismo al resto de mis compañeros.

El sueño, que yo había tenido realmente, consistía en que el jefe nos animaba a diversificar la oferta de los productos a comercializar en “Uralita”, incluyendo entre ellos, unos huevos fritos

Pues bien, hubo compañeros, que no daban por verdadero el mencionado sueño, y que daban por supuesto, que alguna doble intención habría tenido yo, al relatarles tal estrambótica vivencia onírica mía, que daban por falsa.

Finalmente, como colofón de todo lo aquí expuesto, permítasenos insertar seguidamente unas cuantas referencias bibliográficas simplificadas (título y link de acceso al respectivo texto completo), con las que complementar, para una mejor comprensión y conocimiento, el contenido del presente texto:

Amianto: la lupa sobre la toga https://rebelion.org/amianto-la-lupa-sobre-la-toga/

Amianto: una “conspiración de silencio”http://www.rebelion.org/docs/227623.pdf

Mesotelioma por amianto en el «Grupo Uralita»: muertes registradas en la crónica judicial española http://www.rebelion.org/docs/258135.pdf

URALITA / COEMAC: resarcimiento a las víctimas no ocupacionales del amianto https://rebelion.org/wp-content/uploads/2021/05/URALITACOEMAC.pdf

El laberinto del amianto https://rebelion.org/wp-content/uploads/2022/11/El-laberinto-del-amianto2.pdf

La lupa sobre la toga (IX), con grata sorpresa incluida https://rebelion.org/wp-content/uploads/2020/12/La-lupa-sobre-la-toga-IX.pdf

Ángel Cárcoba Alonso & Francisco Báez Baquet CCOO EN LA LUCHA CONTRA EL AMIANTO Y EN DEFENSA DE LAS VÍCTIMAS – Más de doscientas anotaciones, para reflexionar. Fundación 1º de Mayo – Colección CUADERNOS, NÚM. 35 – ISSN: 1989-6372, https://1mayo.ccoo.es/6f341aef4eb7b383574f18f9fab538db000001.pdf

Ángel Cárcoba Alonso, contra el amianto, https://www.mundoobrero.es/2021/05/28/angel-carcoba-alonso-contra-el-amianto/

Francisco Báez, extrabajador de Uralita en Sevilla, autor de «Amianto: un genocidio impune (y centenares de publicaciones más), inició en los años 70 del pasado siglo la lucha contra esta industria de la muerte desde las filas del sindicato de CCOO. Ha dedicado más de 40 años a la investigación sobre el amianto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.